En este país
inmerso en la ignorancia política desde hace doscientos años la gente sigue
confundiendo la democracia con la demagogia. La mayoría de los españoles se
consideran demócratas, sin saber siquiera que es la democracia. Muchos se
consideran españoles sin saber nada de la nación española y otros se consideran
socialistas, defensores del Estado y de lo público, sin tener otro conocimiento
sobre el socialismo que lo que han visto por la televisión.
Si me lo
permiten, quiero felicitar a la casta política española por haber logrado
tomarnos el pelo durante dos siglos y posiblemente seguir haciéndolo durante
los próximos doscientos años. Es el destino de los pueblos que ven la
televisión y jamás abren un libro, la ignorancia se paga con el paro, la miseria,
la pérdida de libertad, la desigualdad, la corrupción y la esclavitud. De eso
no es responsable la casta, sino los ciudadanos de este país en su infinita
ingenuidad e irresponsabilidad.
Verán
ustedes, como diría Don Mariano, el 99 % de los españoles piensa que la
democracia es una forma ecuánime de distribución del poder, pero desconocen todo, absolutamente todo, sobre ella, porque no se han molestado en enterarse y
viven en el mito de la democracia que les han contado los partidos políticos,
para seguir defendiendo su pesebre.
La
democracia surgió en Atenas hace 2.500 años aproximadamente, pero no para
distribuir el poder de forma ecuánime desde las urnas, eso sólo es una función
instrumental de la democracia, que es la única que conoce la gente; muy pocos
conocen, porque no se lo han contado y no se han ocupado de saberlo, que la
democracia surge en Atenas para controlar el poder, para limitar el poder de
los más afortunados, los más notables y los más ungidos por los dioses, para
impedir la formación de castas, sectas, lobbys y partidos. Los partidos estaban
prohibidos en la democracia clásica, porque los ciudadanos se representaban a
sí mismos o por medio de los que elegían entre ellos por sorteo, en muchas
ocasiones.
Las primeras
Constituciones, la de Solón (creando una Timocracia), la de Clístenes (creando una Democracia incipiente) se ocupaban de impedir que los
poderosos acabaran con los recursos de los que menos tenían, impidiendo que
acumularan deudas que no podían pagar los campesinos, limitando las formas de
esclavitud a los extranjeros, concediendo a todos los ciudadanos (no a las
mujeres) el mismo poder con su voto para elegir a sus representaciones
políticas.
En la
democracia griega había isocracia, que es la igualdad entre gobernantes y
gobernados, no había 10.000 aforados que terminan forrados, sino isonomia,
igualdad ante las leyes de todos los ciudadanos e isegoría, igualdad en la
librtad de expresión, no limitar la libertad de expresión a los miembros de una
casta, secta o partido, partidos, todos los ciudadanos podían hablar en la
asamblea, los medios de comunicación no existían por entonces.
En España,
desde el atado y bien atado de Franco, se decidió establecer un modelo de
isogonía (igualdad de todos para intervenir en las administraciones públicas), pero en este caso referido y limitado a
las instituciones que conocemos como partidos políticos, usurpándose de esa
forma la igualdad entre gobernantes y gobernados, la isocracia. Los partidos
políticos se convierten de esta forma, en una nueva aristocracia, que representa sus intereses
contra los de los gobernados, estableciendo una controversia artificial entre
ellos para entretenimiento de los futuros electores que deben decidir entre las
opciones que les ofrecen. Pero se perdió para siempre la igualdad entre gobernantes y gobernados, la isocracia, que es el fundamento de todo sistema democrático.
De esta
forma el espacio público de opinión pierde la isegoría, porque sólo pueden
expresarse aquellos que hablan en nombre de un partido político y pierde la
isonomia, porque no hay igualdad ante las leyes de los gobernantes y
gobernados, con fórmulas como el aforamiento, y la utilización de los recursos
concedidos por los ciudadanos para boicotear y bloquear la justicia cuando
trata de condenarles, se ha perdido también la diké, que es la justicia, porque
los que acaban juzgando a los políticos, son precisamente los jueces que los
políticos han colocado, repartiéndose los puestos de poder en el CGPJ, en el
Tribunal Constitucional, en el Tribunal de Cuentas y en la mayoría de las
instituciones jurídicas, como la figura del Fiscal General del Estado,
encargado de vigilar la corrupción y que sólo es el bombero que apaga todas las
imputaciones a políticos y representantes del poder en este país.
Por eso
españoles, siento desilusionaros, en España no vivimos en una democracia, sino
en un simulacro que proviene del franquismo, el atado y bien atado del poder.
Los griegos de hace 2.500 años no hubieran consentido semejante tomadura de
pelo, semejante farsa representativa del poder, semejante ignominia a la que
los de la casta y sus acólitos consideran democracia, y que muy pocos españoles (cada vez menos), sabemos que es una depravación, una profanación, una injuria a la democracia, un vulgar, detentador e irracional despotismo, y ni siquiera, ilustrado.
Enrique
Suárez