Como estamos en verano, les voy a recomendar un libro apasionante: “Dioses, tumbas y sabios” de C.W. Ceram, que es una historia novelada con rigor, pero también con romanticismo, sobre las vidas y dificultades de los primeros arqueólogos, aquellos que descubrieron los misterios de las antiguas civilizaciones, desde la escritura jeroglífica egipcia hasta los caracteres cuneiformes de los sumerios, van deslizándose ante nuestros ojos, la tumba de Tutankhamon, las ruinas de Troya, y la historia de los ladrones de tumbas profesionales. El autor nos va describiendo los problemas que tuvieron que afrontar personajes singulares, voluntariosos y valientes apenas conocidos por el gran público, pero que gracias a su denuedo han permitido descubrir los orígenes de las diversas culturas que han poblado nuestro planeta, civilizaciones extinguidas y olvidadas.
Un autor diletante, el enigmático Michel Foucault, también se ocupó de la arqueología, pero en relación al conocimiento; en su obra “Arqueología del saber”, nos va explicando con paciencia, como todos los conocimientos conocidos están artefactados por las diversas divisiones del poder, en su lenguaje y en su representación. Al poder no le interesa la epistemología de la realidad, sino su manipulación en relación a sus intereses.
El antropólogo español, Julio Caro Baroja, desarrolló algunas de sus obras más relevantes precisamente deconstruyendo y reconstruyendo las verdades oficiales, hasta ofrecer una precisa perspectiva de lo ocurrido, por ejemplo en su libro: “Las brujas y su mundo” (1961). Pero sin duda el pensador que más sufrió con sus descubrimientos sobre las mentiras de la civilización occidental y sus "verdades oficiales" fue Friedrich Nietzsche, que se ocupó de la demolición de los axiomas de nuestra civilización, desde los religiosos a los políticos, convirtiéndose en el gran refutador de lo establecido, un auténtico maestro de la sospecha, como Freud y Marx, entre otros.
Disculpen el obligado preámbulo, porque en realidad de lo que quería hablar con ustedes es del principal misterio de nuestro país: ¿Qué ocurrió realmente el 11-M?, pues sólo conocemos de la realidad los resultados: 192 muertos y más de 1500 heridos, muchas decisiones erróneas injustificables, y un desconocimiento absoluto de quienes fueron sus autores, porque sólo se han establecido algunos fragmentos de la ejecución del crimen.
Si comparamos lo ocurrido el 11-M con lo ocurrido el 11-S, llama la atención la diferencia entre lo que se conoce de ambos magnicidios, del atentado contra las torres gemelas se conoce a los ejecutores, fanáticos fundamentalistas adscritos a la yijad que organizaron durante años su crimen, su paso por España y Alemania, su formación como pilotos, de dónde sacaron el dinero, como lo fueron preparando, y casi todos los pasos que fueron dando hasta estrellar los aviones contra las torres gemelas.
De lo ocurrido en España se conoce mucho menos, a pesar de que la policía intervino rápidamente y descubrió la trama ejecutora, y que se haya celebrado el juicio y el Tribunal Supremo lo haya matizado, pero sigue faltando el móvil, (o tal vez haya sobrado el de la mochila que no estalló). En una enfermedad infecciosa es necesario conocer el agente causante, aunque los daños provengan de la debilidad del huésped, permítanme el símil, sabemos que hubo infección, conocemos los resultados, pero no sabemos que agente fue el causante, cual fue el motivo de que una mañana de marzo de 2004, unas personas dejaran unas mochilas con unas bombas en varios trenes de cercanías en las proximidades de la estación de Atocha.
Si como dice Luis del Pino, el Supremo ha descartado que Al Qaeda esté detrás del asunto, y ha liberado a los únicos islamistas organizados de la cárcel al demostrarse su no implicación en el atentado, además de sentenciar la “duda razonable” de que los siete suicidas de Leganés fueran los autores materiales, y la consideración de que además se destruyeron pruebas de cargo de forma anómala, y añadimos las preguntas que Emilio Campmany realiza en su último artículo, más las declaraciones de Pío García Escudero, aceptando, más o menos, que lo que hay es lo que hay, y descabalgando así al PP del “queremos saber”, las cosas cada día están más confusas, en vez de ir aclarándose.
La arena de la justicia erosiona la realidad lentamente, mientras que sobre el 11-M se construye una auténtica pirámide de silencio y olvido, intención a la que no es ajeno el poder político y mediático afín al gobierno de Rodríguez Zapatero.
Hay demasiados interesados en erradicar del tiempo real lo ocurrido, para que pase a formar parte de las historias no resueltas de nuestro país: el gobierno y la oposición están de acuerdo en enterrar el 11-M.
Las víctimas, algunos periodistas heroicos, algunos jueces honestos y muchos ciudadanos libres de influencia y pesebre, no comparten con los políticos la decisión de darle sepultura a un caso que está más vivo que nunca, y que deja con seguridad a algunos de los auténticos responsables de la comisión del delito (por acción, omisión o negligencia) paseándose tranquilamente por la calle del crimen, porque tan criminal es quien comete un delito como quien impide que se detenga a los culpables.
La verdad oficial no me convence, por eso comencé hablando de arqueología, será necesario remover piedra por piedra de esta pirámide singular, hasta dar con las claves que expliquen lo ocurrido, porque en su defecto, los españoles estamos condenados a una ley de punto final impuesta por el poder, que es una expresión más de su tiranía, sin duda la más importante de todas, la que muestra con más claridad que si la realidad no concuerda con la verdad oficial, no miente la realidad, sino los constructores de la verdad oficial que inexorablemente son los mismos que impiden que se conozca la verdad real.
Biante de Priena
Un autor diletante, el enigmático Michel Foucault, también se ocupó de la arqueología, pero en relación al conocimiento; en su obra “Arqueología del saber”, nos va explicando con paciencia, como todos los conocimientos conocidos están artefactados por las diversas divisiones del poder, en su lenguaje y en su representación. Al poder no le interesa la epistemología de la realidad, sino su manipulación en relación a sus intereses.
El antropólogo español, Julio Caro Baroja, desarrolló algunas de sus obras más relevantes precisamente deconstruyendo y reconstruyendo las verdades oficiales, hasta ofrecer una precisa perspectiva de lo ocurrido, por ejemplo en su libro: “Las brujas y su mundo” (1961). Pero sin duda el pensador que más sufrió con sus descubrimientos sobre las mentiras de la civilización occidental y sus "verdades oficiales" fue Friedrich Nietzsche, que se ocupó de la demolición de los axiomas de nuestra civilización, desde los religiosos a los políticos, convirtiéndose en el gran refutador de lo establecido, un auténtico maestro de la sospecha, como Freud y Marx, entre otros.
Disculpen el obligado preámbulo, porque en realidad de lo que quería hablar con ustedes es del principal misterio de nuestro país: ¿Qué ocurrió realmente el 11-M?, pues sólo conocemos de la realidad los resultados: 192 muertos y más de 1500 heridos, muchas decisiones erróneas injustificables, y un desconocimiento absoluto de quienes fueron sus autores, porque sólo se han establecido algunos fragmentos de la ejecución del crimen.
Si comparamos lo ocurrido el 11-M con lo ocurrido el 11-S, llama la atención la diferencia entre lo que se conoce de ambos magnicidios, del atentado contra las torres gemelas se conoce a los ejecutores, fanáticos fundamentalistas adscritos a la yijad que organizaron durante años su crimen, su paso por España y Alemania, su formación como pilotos, de dónde sacaron el dinero, como lo fueron preparando, y casi todos los pasos que fueron dando hasta estrellar los aviones contra las torres gemelas.
De lo ocurrido en España se conoce mucho menos, a pesar de que la policía intervino rápidamente y descubrió la trama ejecutora, y que se haya celebrado el juicio y el Tribunal Supremo lo haya matizado, pero sigue faltando el móvil, (o tal vez haya sobrado el de la mochila que no estalló). En una enfermedad infecciosa es necesario conocer el agente causante, aunque los daños provengan de la debilidad del huésped, permítanme el símil, sabemos que hubo infección, conocemos los resultados, pero no sabemos que agente fue el causante, cual fue el motivo de que una mañana de marzo de 2004, unas personas dejaran unas mochilas con unas bombas en varios trenes de cercanías en las proximidades de la estación de Atocha.
Si como dice Luis del Pino, el Supremo ha descartado que Al Qaeda esté detrás del asunto, y ha liberado a los únicos islamistas organizados de la cárcel al demostrarse su no implicación en el atentado, además de sentenciar la “duda razonable” de que los siete suicidas de Leganés fueran los autores materiales, y la consideración de que además se destruyeron pruebas de cargo de forma anómala, y añadimos las preguntas que Emilio Campmany realiza en su último artículo, más las declaraciones de Pío García Escudero, aceptando, más o menos, que lo que hay es lo que hay, y descabalgando así al PP del “queremos saber”, las cosas cada día están más confusas, en vez de ir aclarándose.
La arena de la justicia erosiona la realidad lentamente, mientras que sobre el 11-M se construye una auténtica pirámide de silencio y olvido, intención a la que no es ajeno el poder político y mediático afín al gobierno de Rodríguez Zapatero.
Hay demasiados interesados en erradicar del tiempo real lo ocurrido, para que pase a formar parte de las historias no resueltas de nuestro país: el gobierno y la oposición están de acuerdo en enterrar el 11-M.
Las víctimas, algunos periodistas heroicos, algunos jueces honestos y muchos ciudadanos libres de influencia y pesebre, no comparten con los políticos la decisión de darle sepultura a un caso que está más vivo que nunca, y que deja con seguridad a algunos de los auténticos responsables de la comisión del delito (por acción, omisión o negligencia) paseándose tranquilamente por la calle del crimen, porque tan criminal es quien comete un delito como quien impide que se detenga a los culpables.
La verdad oficial no me convence, por eso comencé hablando de arqueología, será necesario remover piedra por piedra de esta pirámide singular, hasta dar con las claves que expliquen lo ocurrido, porque en su defecto, los españoles estamos condenados a una ley de punto final impuesta por el poder, que es una expresión más de su tiranía, sin duda la más importante de todas, la que muestra con más claridad que si la realidad no concuerda con la verdad oficial, no miente la realidad, sino los constructores de la verdad oficial que inexorablemente son los mismos que impiden que se conozca la verdad real.
Biante de Priena