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domingo, 23 de diciembre de 2007

¿Demócratas o franquistas?



¿Cuántas veces nos hemos preguntado que nos pasa a los españoles con la política?. ¿Cuántas veces hemos dicho que da igual lo que se haga porque la gente no quiere darse cuenta de lo que ocurre?. Son preguntas que quedan sin respuesta hasta que agonizan y desaparecen de nuestra atención.

He reflexionado mucho sobre el asunto, solo y en compañía de otros, para concluir en un diagnóstico sobre lo que realmente nos ocurre a los españoles con la política y los políticos.

Ninguna sociedad formada por ciudadanos libres, en un país democrático, con una Constitución vigente, soportaría ni la décima parte de las cosas que nos está tocando vivir.

Rodríguez Zapatero es un impresentable, que vela más por sus propios intereses y los de su partido que por los de sus gobernados. Rajoy no da la talla como líder de la oposición. Los nacionalistas presionan sin descanso sobre la convivencia para sacar tajada del asunto, y los terroristas les ayudan.

Y no pasa nada. ¿Y por qué no pasa nada?. Pues porque Franco lo dejó todo atado y bien atado, y los políticos “democráticos” han continuado su obra, han aprovechado la estructura de poder fascista cambiando solo el nombre de los altos cargos. La estructura burocrática permanece idéntica. No hubo ruptura, como tantas veces ha denunciado García Trevijano, sin ser comprendido.

La sociedad española no está estructurada en la defensa de sus derechos contra el poder del Estado que administran los políticos, sino en la obediencia, en el sometimiento y en la desesperanza que se fraguaron durante 40 años de dictadura y 30 años de democracia aparente. En eso nos parecemos a la sociedad rusa, aplastada durante cientos de años, y que es incapaz de levantar cabeza por miedo de sus ciudadanos a ser deportados. El fantasma de Stalin pesa tanto allí como aquí el de Franco.

Los ciudadanos españoles desconocemos la lucha por nuestros derechos, los límites de nuestra libertad, la amplitud de la democracia, somos unos analfabetos funcionales en la práctica política, porque a los que dirigen el curso de nuestras vidas les interesa, los poderes económico, político y mediático se benefician de nuestra simplicidad e ignorancia.

Si con Franco se cometían tropelías económicas, en la democracia se han cometido muchas más. Si hubo persecuciones políticas, en la democracia se han mantenido, recordemos el GAL, recordemos lo ocurrido cada día con los que se han opuesto al poder, los expedientes, y hasta los encarcelamientos de los que luchan por sus derechos y su libertad.

Si con Franco se imponían conocimientos en las escuelas, ahí tenemos la Educación para la Ciudadanía. Si con Franco se manipulaba la justicia, recordemos el Tribunal Constitucional y la Fiscalía General del Estado. Si con Franco se atenazaba a los militares con los consejos de guerra, hoy se hace lo mismo con los expedientes disciplinarios. No ha cambiado nada, absolutamente nada más que la cáscara porque el proceso de dominio permanece idéntico.

Franco permitió una incipiente apertura económica, y los “demócratas” han permitido una incipiente apertura política, es cierto que se puede hablar de todo lo que se quiera, ¿pero de qué sirve?, ¿qué cambia porque hablemos?. Nada.

La democracia en España se resume en acudir o no a las urnas cada cuatro años para elegir entre lo que nos ofrecen para NO CAMBIAR NADA, el “cambiemos algo para que todo siga igual” de El Gatopardo de Lampedusa, alcanza su plenitud orgiástica en nuestro país.

Esta es la gran mentira en la que estamos viviendo, que bajo la apariencia de una democracia sólida, estamos sometidos a los herencia vigente de un dictador, con una democracia aparente, exclusivamente formal y vacía de contenidos. No porque no pueda ser de otra forma, sino porque nuestros políticos desean que siga siendo así. Todo atado y bien atado.

Mis queridos compatriotas, es hora de despertar, de dar la talla como pueblo, como ciudadanos libres, uno a uno, y todos juntos, tenemos que quitarnos de encima a todos estos miserables, a los herederos de Franco que se siguen beneficiando a costa nuestra.

No hace falta una ley de memoria histórica, lo que hace falta es que abandonemos la misma historia de una vez por todas, que dejemos de ser memoria administrativa para ser definitivamente ciudadanos libres.



Erasmo de Salinas

NO a la estampita del 9-M


Faltan dos meses y medio para las elecciones generales. Presentadas como el mayor evento político de 2008, no son más que un espejismo y un anzuelo.

Volvamos la vista atrás y repasemos algunos acontecimientos y fenómenos del año que termina:

La política del gobierno español, entre delirante y conscientemente destructiva de la Nación, ha alcanzado grados de contradicción insalvables, incluso para mentirosos y miserables tan poco escrupulosos como quienes oKupan ministerios y palacios. Necesitan aire, y Eta se lo ha dado, a su manera, matando pero sólo un poquito y "sin querer". ¿Qué son dos ecuatorianos y dos números de la Guardia Civil comparados con las ansias de paz? Los recogenueces también le han dado el oxígeno necesario, votando presupuestos y otras menudeces a cambio de lentejas moquetadas de rojo. Para todos ellos, asesinos, separatistas, antiespañoles o delincuentes de la izquierda oficial, el nuevo Rubicón es el 9-M. Pasarlo sin demasiada corriente, quizás de noche y sin ruido, les permitirá, eso piensan, fumar la pipa de la rendición e iniciar la segunda fase de la ruptura de España. La primera parte se ha logrado en parte, poniendo al PP a menudo contra las cuerdas, pero se ha estrellado contra millones de huéspedes de la calle, inesperados y sorpresivos: quiénes, de la mano de AVT y Foro Ermua, han dicho que NO.

Sin embargo, la anti-España ha logrado grandes victorias:

Por ejemplo, resquebrajar el frente político democrático, nacional y patriótico, defensor de las libertades, encarnado a priori por el PP, en la medida en la que recibió un encargo de diez millones de votos para tal fin. Hoy, ante la satisfacción de Rubalcaba, se prepara para las elecciones una oposición dubitativa, acomplejada y con miedo a perder, pero también a ganar. Rajoy cristaliza perfectamente la indefinición y la flaqueza del proyecto que encarna el PP, a todas luces insuficiente para enfrentar el desafío histórico que se avecina.

Otros ejemplos: los microproyectos entre cívicos y psicológicos, plasmados en Ciutadans primero, y en UPD después. Con matices (pues uno ha desaparecido ya estrepitosamente por ineficiencia y traición a los principios que lo sustentaban, y el otro es un andamiaje precario que se desbarata en estos días ante nuestros ojos), ambos han fracasado. Tendré la oportunidad, en un futuro cercano, de analizar con distancia y frialdad el porqué, aunque el componente táctico y de distracción, destinado a neutralizar energías ciudadanas rebeldes y democráticas, cobra cada día más fuerza en mi comprensión de uno de los timos más significativos de nuestra estampita democrática.

Por consiguiente, no hay alternativa político-electoral para salir de la crisis histórica, de cara a la cita del 9 de marzo. ¿Por qué? Porque soluciones que consistan en regresos a consensos constitucionales, con eventuales rectificaciones de "errores" y reformas homeopáticas no están a la altura de los daños causados durante estos tres años, por no decir durante buena parte de la transición, desde la llegada al poder de un Psoe corrupto, atraído por el terrorismo de estado, la muerte de Montesquieu y la estética PRI. Y porque el error quirúrgicamente incorregible de la dinámica autonomista, que entregó las escuelas y los fondos públicos del mangoneo local a nacionalistas iletrados y malignos, fanáticos en su identificación con patrias impaginarias, ha desembocado en una situación político-administrativa incontrolable desde el estado, tal y como está conformado y funcionando hoy, tanto en Zarzuela como en Moncloa o en la carrera de San Jerónimo.

Llego pues a la conclusión de que la ruptura con el régimen de 1978 es inevitable. Puedo entender, pero les digo que se equivocan, a quienes se aferran de buena fe a la Constitución, frente a quienes ya han emprendido tareas de demolición para edificar no sé qué modelo de co-soberanía, disfraz del separatismo aprovechado, pues el mercado de lo que quede de España seguirá siendo apetecible, y dinero, mucho dinero, es y será necesario para perpetuar en el poder y en sus respectivas provincias a los hijos del racista Arana, del criminal Companys o del cretino Infante, por citar sólo a algunos padrecitos de minipatrias.

Más allá del modelo de estado stricto sensu, llega la hora, cuando pase el bulo del 9-M, de la reconstrucción democrática de España. Supone decir NO a todos los partidos y propuestas que se harán en estas elecciones-trampa, pero exige ver más allá, y decir NO a los territorios étnicos que se vienen consolidando, a sus cortijos lingüísticos, a la tiranía de los partidos y de sus componendas de sinvergüenzas, pactadas por los pasillos del congreso con el máximo desprecio hacia la gente, esos españoles que sólo sirven para costearles el sueldo, las dietas, el canon y la vanidad. Llega la hora de la res publica como sujeto de soberanía y de poder democrático, lo que supondrá, por las buenas o por las malas, echar a los mercaderes que humillan la Nación y ensucian nuestros espacios institucionales con sus excrementos progres y/o nacionalistas.

La verdad, la justicia y la libertad, amenazadas y maltratadas desde el felipismo, y particularmente en estos tres últimos años, no las va a defender nadie en las próximas elecciones: ni Rajoy, por cobardía y tacticismo cedista, ni Rosa Díez y sus lobos socialistas vestidos de corderos transversales, ni mucho menos los traidores y sus colaboradores, desde Ajuria Enea hasta San Jaime, pasando por Ferraz o los seminarios de la iglesia vascoetarra.

La palabra la tenemos nosotros, más que nunca. Millones de personas salieron a la calle desde 2004, muchas de ellas nunca se habían metido en política. La indignación frente a la injusticia y el apego a España, garantía de libertad y de democracia, les ha movido, y sólo es el comienzo. Se llama movilización popular.

Dante Pombo de Alvear

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