¿Cuántas veces nos hemos preguntado que nos pasa a los españoles con la política?. ¿Cuántas veces hemos dicho que da igual lo que se haga porque la gente no quiere darse cuenta de lo que ocurre?. Son preguntas que quedan sin respuesta hasta que agonizan y desaparecen de nuestra atención.
He reflexionado mucho sobre el asunto, solo y en compañía de otros, para concluir en un diagnóstico sobre lo que realmente nos ocurre a los españoles con la política y los políticos.
Ninguna sociedad formada por ciudadanos libres, en un país democrático, con una Constitución vigente, soportaría ni la décima parte de las cosas que nos está tocando vivir.
Rodríguez Zapatero es un impresentable, que vela más por sus propios intereses y los de su partido que por los de sus gobernados. Rajoy no da la talla como líder de la oposición. Los nacionalistas presionan sin descanso sobre la convivencia para sacar tajada del asunto, y los terroristas les ayudan.
Y no pasa nada. ¿Y por qué no pasa nada?. Pues porque Franco lo dejó todo atado y bien atado, y los políticos “democráticos” han continuado su obra, han aprovechado la estructura de poder fascista cambiando solo el nombre de los altos cargos. La estructura burocrática permanece idéntica. No hubo ruptura, como tantas veces ha denunciado García Trevijano, sin ser comprendido.
La sociedad española no está estructurada en la defensa de sus derechos contra el poder del Estado que administran los políticos, sino en la obediencia, en el sometimiento y en la desesperanza que se fraguaron durante 40 años de dictadura y 30 años de democracia aparente. En eso nos parecemos a la sociedad rusa, aplastada durante cientos de años, y que es incapaz de levantar cabeza por miedo de sus ciudadanos a ser deportados. El fantasma de Stalin pesa tanto allí como aquí el de Franco.
Los ciudadanos españoles desconocemos la lucha por nuestros derechos, los límites de nuestra libertad, la amplitud de la democracia, somos unos analfabetos funcionales en la práctica política, porque a los que dirigen el curso de nuestras vidas les interesa, los poderes económico, político y mediático se benefician de nuestra simplicidad e ignorancia.
Si con Franco se cometían tropelías económicas, en la democracia se han cometido muchas más. Si hubo persecuciones políticas, en la democracia se han mantenido, recordemos el GAL, recordemos lo ocurrido cada día con los que se han opuesto al poder, los expedientes, y hasta los encarcelamientos de los que luchan por sus derechos y su libertad.
Si con Franco se imponían conocimientos en las escuelas, ahí tenemos la Educación para la Ciudadanía. Si con Franco se manipulaba la justicia, recordemos el Tribunal Constitucional y la Fiscalía General del Estado. Si con Franco se atenazaba a los militares con los consejos de guerra, hoy se hace lo mismo con los expedientes disciplinarios. No ha cambiado nada, absolutamente nada más que la cáscara porque el proceso de dominio permanece idéntico.
Franco permitió una incipiente apertura económica, y los “demócratas” han permitido una incipiente apertura política, es cierto que se puede hablar de todo lo que se quiera, ¿pero de qué sirve?, ¿qué cambia porque hablemos?. Nada.
La democracia en España se resume en acudir o no a las urnas cada cuatro años para elegir entre lo que nos ofrecen para NO CAMBIAR NADA, el “cambiemos algo para que todo siga igual” de El Gatopardo de Lampedusa, alcanza su plenitud orgiástica en nuestro país.
Esta es la gran mentira en la que estamos viviendo, que bajo la apariencia de una democracia sólida, estamos sometidos a los herencia vigente de un dictador, con una democracia aparente, exclusivamente formal y vacía de contenidos. No porque no pueda ser de otra forma, sino porque nuestros políticos desean que siga siendo así. Todo atado y bien atado.
Mis queridos compatriotas, es hora de despertar, de dar la talla como pueblo, como ciudadanos libres, uno a uno, y todos juntos, tenemos que quitarnos de encima a todos estos miserables, a los herederos de Franco que se siguen beneficiando a costa nuestra.
No hace falta una ley de memoria histórica, lo que hace falta es que abandonemos la misma historia de una vez por todas, que dejemos de ser memoria administrativa para ser definitivamente ciudadanos libres.
Erasmo de Salinas
He reflexionado mucho sobre el asunto, solo y en compañía de otros, para concluir en un diagnóstico sobre lo que realmente nos ocurre a los españoles con la política y los políticos.
Ninguna sociedad formada por ciudadanos libres, en un país democrático, con una Constitución vigente, soportaría ni la décima parte de las cosas que nos está tocando vivir.
Rodríguez Zapatero es un impresentable, que vela más por sus propios intereses y los de su partido que por los de sus gobernados. Rajoy no da la talla como líder de la oposición. Los nacionalistas presionan sin descanso sobre la convivencia para sacar tajada del asunto, y los terroristas les ayudan.
Y no pasa nada. ¿Y por qué no pasa nada?. Pues porque Franco lo dejó todo atado y bien atado, y los políticos “democráticos” han continuado su obra, han aprovechado la estructura de poder fascista cambiando solo el nombre de los altos cargos. La estructura burocrática permanece idéntica. No hubo ruptura, como tantas veces ha denunciado García Trevijano, sin ser comprendido.
La sociedad española no está estructurada en la defensa de sus derechos contra el poder del Estado que administran los políticos, sino en la obediencia, en el sometimiento y en la desesperanza que se fraguaron durante 40 años de dictadura y 30 años de democracia aparente. En eso nos parecemos a la sociedad rusa, aplastada durante cientos de años, y que es incapaz de levantar cabeza por miedo de sus ciudadanos a ser deportados. El fantasma de Stalin pesa tanto allí como aquí el de Franco.
Los ciudadanos españoles desconocemos la lucha por nuestros derechos, los límites de nuestra libertad, la amplitud de la democracia, somos unos analfabetos funcionales en la práctica política, porque a los que dirigen el curso de nuestras vidas les interesa, los poderes económico, político y mediático se benefician de nuestra simplicidad e ignorancia.
Si con Franco se cometían tropelías económicas, en la democracia se han cometido muchas más. Si hubo persecuciones políticas, en la democracia se han mantenido, recordemos el GAL, recordemos lo ocurrido cada día con los que se han opuesto al poder, los expedientes, y hasta los encarcelamientos de los que luchan por sus derechos y su libertad.
Si con Franco se imponían conocimientos en las escuelas, ahí tenemos la Educación para la Ciudadanía. Si con Franco se manipulaba la justicia, recordemos el Tribunal Constitucional y la Fiscalía General del Estado. Si con Franco se atenazaba a los militares con los consejos de guerra, hoy se hace lo mismo con los expedientes disciplinarios. No ha cambiado nada, absolutamente nada más que la cáscara porque el proceso de dominio permanece idéntico.
Franco permitió una incipiente apertura económica, y los “demócratas” han permitido una incipiente apertura política, es cierto que se puede hablar de todo lo que se quiera, ¿pero de qué sirve?, ¿qué cambia porque hablemos?. Nada.
La democracia en España se resume en acudir o no a las urnas cada cuatro años para elegir entre lo que nos ofrecen para NO CAMBIAR NADA, el “cambiemos algo para que todo siga igual” de El Gatopardo de Lampedusa, alcanza su plenitud orgiástica en nuestro país.
Esta es la gran mentira en la que estamos viviendo, que bajo la apariencia de una democracia sólida, estamos sometidos a los herencia vigente de un dictador, con una democracia aparente, exclusivamente formal y vacía de contenidos. No porque no pueda ser de otra forma, sino porque nuestros políticos desean que siga siendo así. Todo atado y bien atado.
Mis queridos compatriotas, es hora de despertar, de dar la talla como pueblo, como ciudadanos libres, uno a uno, y todos juntos, tenemos que quitarnos de encima a todos estos miserables, a los herederos de Franco que se siguen beneficiando a costa nuestra.
No hace falta una ley de memoria histórica, lo que hace falta es que abandonemos la misma historia de una vez por todas, que dejemos de ser memoria administrativa para ser definitivamente ciudadanos libres.
Erasmo de Salinas