Es hora de recapitular. Seis años de socialismo han destrozado España, pero supongo que también el socialismo en España, posiblemente para siempre. Seis años de no oposición lo han permitido, la oposición ha quedado muy tocada por su ausencia. Seis años de acoso continuado a la identidad española por parte de los nacionalistas han convencido a muy pocos más de los que contaban al comienzo, de que España tiene un problema con su organización territorial, pero sin embargo han convencido a muchísimos españoles de que el nacionalismo es una perversión depravada en todas sus formas, que vive de forma parásita a costa del Estado, igual que los sindicatos.
Realmente el geta de Zapatero ha demostrado que puede con todo, desde prometer pleno empleo y conseguir cinco millones de parados, hasta llamar hombres de paz a los que terminaron en la cárcel por atentar, por activa y por pasiva, contra los españoles. Desde crear una Alianza de Civilizaciones para mejorar las relaciones de Occidente con el Islam, hasta pagar siete millones de euros a Al Qaeda para que siga atentando por el mundo, lo mismo que se hizo en los casos de secuestro de barcos españoles por piratas somalíes. Desde prometer que iba a incrementar el bienestar social de los españoles, hasta subirnos los impuestos, congelarnos las pensiones y aumentar la edad de jubilación. Por mucho menos, no hace muchos años, a alguien que no ha sido capaz de hacer nada que merezca recordarse, se le hubiera corrido a gorrazos por el Parlamento, pero no ha ocurrido así, gracias a que los españoles nos han incrustado el chip del talante en el cerebro, mostrándonos que la libertad se reduce a poder cambiar de programa en televisión con el mando a distancia. ¡Que más queremos!
¿Y quién paga los platos rotos?
Tras el largo periodo de opresión, reeducación en la ignorancia, extremas avaricia y soberbia, y brutalidad de la aristocracia política que vela por nuestro destino, a que nos han sometido los políticos que nos representan, se preparan las próximas elecciones como si nada hubiera ocurrido.
La estrategia del poder será la misma de siempre, centrar nuestra atención sobre lo que a ellos les interesa, es decir, el conflicto sempiterno entre la derecha, la izquierda y los nacionalistas, y ocultar por completo la realidad que nos asfixia en la que nos han introducido, exclusivamente por su torpeza e incapacidad, carencia de honestidad, mentiras, trifulcas, despilfarros, privilegios y vergüenzas. Los españoles, con la idiotez colectiva que nos caracteriza, lo permitiremos y todavía nos acabaremos enfrentando entre nosotros por qué salga elegido el partido que nos sacará la sangre, porque preferimos que nos la saque el que elegimos y no el que eligen otros, y ahí concluye toda la libertad que tenemos concedida por nuestros señores de la política.
De lo hecho no habrá responsables, como siempre, porque las urnas tienen la capacidad de disolver todas las responsabilidades, despilfarros y opresiones a la que nos han sometido durante los últimos cuatro años, para concederles de nuevo la capacidad de que sigan haciéndolo por otros cuatro años más con nuestro voto. Aunque no lo creamos, las votaciones en una democracia, más que para elegir a unos u a otros, para lo que sirven es para ratificar la sumisión de un pueblo a sus políticos, es el vestigio de haber sido súbditos y la reafirmación de seguir siéndolo, lo que se constata con cada proceso electoral. Es reconocimiento del vasallaje, no expresión de la soberanía de los ciudadanos españoles. Desgraciadamente pocos lograrán entender de lo que estoy hablando.
Sólo el criterio propio nos hará libres
Es difícil que nos pongamos de acuerdo los ciudadanos de este país en una estrategia conjunta para derrocar la oclocracia en la que vivimos, a la que los políticos que nos representan y viven de nosotros denominan democracia. Sin embargo no es imposible. La única forma pasa por ponernos de acuerdo, estableciendo un canal único de acumulación de voluntades que tengan como único propósito acabar con esta obra de teatro a la que estamos obligados a asistir, aunque sea contra nuestra voluntad, y aplaudir si es necesario y lo indican los medios de comunicación.
Solo hay una fórmula mágica para acabar con toda esta mierda y se llama libertad, no de expresión, sino de impresión, debemos ser libres para no dejarnos impresionar por todo lo que les interesa a otros, a los que viven del cuento magníficamente, mientras que cada día los españoles estamos más acogotados. La libertad de impresión consiste en tener un criterio propio, inasequible a la propaganda y la influencia de los que tratan de secuestrar nuestra voluntad. Tenemos derecho a dejarnos impresionar por lo que bien nos parezca, y no por la máquina de moldeo a la que los políticos nos someten con el beneplácito de los medios de comunicación a los que subvencionan.
Para que exista libertad de expresión, tiene que haber espacio en nuestras cabezas para la impresión de la libertad en su plenitud, ese espacio se llena con basura hasta que se atiborra con los despojos del ágape de nuestros señores; ser libre es pensar, decir y hacer lo que queramos, respetando las leyes, no la ley de hacer lo que piensen y quieran otros para acabar explotándonos toda la vida. La libertad de prensa no es que nos impriman en el cerebro lo que debemos pensar, decir y hacer. Los medios de comunicación son el ventilador para que la mierda de la política no huela demasiado, la reparten en trocitos pequeños para que no se note. Así que atentos, que nadie crea lo que le digan los que tienen el patrimonio de decir lo que les dé la gana. A la verdad, como siempre, se llega por uno mismo y siempre con esfuerzo. Nada es gratis, lo que hoy nos ahorramos en no reflexionar, en decidir sin criterio, mañana nos lo cobrarán en más impuestos y nuevas opresiones. Dicho queda.
Biante de Priena
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Realmente el geta de Zapatero ha demostrado que puede con todo, desde prometer pleno empleo y conseguir cinco millones de parados, hasta llamar hombres de paz a los que terminaron en la cárcel por atentar, por activa y por pasiva, contra los españoles. Desde crear una Alianza de Civilizaciones para mejorar las relaciones de Occidente con el Islam, hasta pagar siete millones de euros a Al Qaeda para que siga atentando por el mundo, lo mismo que se hizo en los casos de secuestro de barcos españoles por piratas somalíes. Desde prometer que iba a incrementar el bienestar social de los españoles, hasta subirnos los impuestos, congelarnos las pensiones y aumentar la edad de jubilación. Por mucho menos, no hace muchos años, a alguien que no ha sido capaz de hacer nada que merezca recordarse, se le hubiera corrido a gorrazos por el Parlamento, pero no ha ocurrido así, gracias a que los españoles nos han incrustado el chip del talante en el cerebro, mostrándonos que la libertad se reduce a poder cambiar de programa en televisión con el mando a distancia. ¡Que más queremos!
¿Y quién paga los platos rotos?
Tras el largo periodo de opresión, reeducación en la ignorancia, extremas avaricia y soberbia, y brutalidad de la aristocracia política que vela por nuestro destino, a que nos han sometido los políticos que nos representan, se preparan las próximas elecciones como si nada hubiera ocurrido.
La estrategia del poder será la misma de siempre, centrar nuestra atención sobre lo que a ellos les interesa, es decir, el conflicto sempiterno entre la derecha, la izquierda y los nacionalistas, y ocultar por completo la realidad que nos asfixia en la que nos han introducido, exclusivamente por su torpeza e incapacidad, carencia de honestidad, mentiras, trifulcas, despilfarros, privilegios y vergüenzas. Los españoles, con la idiotez colectiva que nos caracteriza, lo permitiremos y todavía nos acabaremos enfrentando entre nosotros por qué salga elegido el partido que nos sacará la sangre, porque preferimos que nos la saque el que elegimos y no el que eligen otros, y ahí concluye toda la libertad que tenemos concedida por nuestros señores de la política.
De lo hecho no habrá responsables, como siempre, porque las urnas tienen la capacidad de disolver todas las responsabilidades, despilfarros y opresiones a la que nos han sometido durante los últimos cuatro años, para concederles de nuevo la capacidad de que sigan haciéndolo por otros cuatro años más con nuestro voto. Aunque no lo creamos, las votaciones en una democracia, más que para elegir a unos u a otros, para lo que sirven es para ratificar la sumisión de un pueblo a sus políticos, es el vestigio de haber sido súbditos y la reafirmación de seguir siéndolo, lo que se constata con cada proceso electoral. Es reconocimiento del vasallaje, no expresión de la soberanía de los ciudadanos españoles. Desgraciadamente pocos lograrán entender de lo que estoy hablando.
Sólo el criterio propio nos hará libres
Es difícil que nos pongamos de acuerdo los ciudadanos de este país en una estrategia conjunta para derrocar la oclocracia en la que vivimos, a la que los políticos que nos representan y viven de nosotros denominan democracia. Sin embargo no es imposible. La única forma pasa por ponernos de acuerdo, estableciendo un canal único de acumulación de voluntades que tengan como único propósito acabar con esta obra de teatro a la que estamos obligados a asistir, aunque sea contra nuestra voluntad, y aplaudir si es necesario y lo indican los medios de comunicación.
Solo hay una fórmula mágica para acabar con toda esta mierda y se llama libertad, no de expresión, sino de impresión, debemos ser libres para no dejarnos impresionar por todo lo que les interesa a otros, a los que viven del cuento magníficamente, mientras que cada día los españoles estamos más acogotados. La libertad de impresión consiste en tener un criterio propio, inasequible a la propaganda y la influencia de los que tratan de secuestrar nuestra voluntad. Tenemos derecho a dejarnos impresionar por lo que bien nos parezca, y no por la máquina de moldeo a la que los políticos nos someten con el beneplácito de los medios de comunicación a los que subvencionan.
Para que exista libertad de expresión, tiene que haber espacio en nuestras cabezas para la impresión de la libertad en su plenitud, ese espacio se llena con basura hasta que se atiborra con los despojos del ágape de nuestros señores; ser libre es pensar, decir y hacer lo que queramos, respetando las leyes, no la ley de hacer lo que piensen y quieran otros para acabar explotándonos toda la vida. La libertad de prensa no es que nos impriman en el cerebro lo que debemos pensar, decir y hacer. Los medios de comunicación son el ventilador para que la mierda de la política no huela demasiado, la reparten en trocitos pequeños para que no se note. Así que atentos, que nadie crea lo que le digan los que tienen el patrimonio de decir lo que les dé la gana. A la verdad, como siempre, se llega por uno mismo y siempre con esfuerzo. Nada es gratis, lo que hoy nos ahorramos en no reflexionar, en decidir sin criterio, mañana nos lo cobrarán en más impuestos y nuevas opresiones. Dicho queda.
Biante de Priena
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