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viernes, 16 de enero de 2015

Consecuencias de la deflación para los ciudadanos





Los precios en España se han reducido en un 1 %  en diciembre de 2014 con respecto al año anterior. Según el FMI,  dos trimestres consecutivos con bajada de precios, deben considerarse como deflación.  Pero ¿qué es la deflación?, ¿cómo afecta a nuestras vidas? 


Trataré de exponer a continuación, algunas de las consecuencias que pueden producirse en nuestras vidas relacionadas con este pernicioso fenómeno que, por ejemplo, ha mantenido a Japón en una crisis prologada de 25 años.


La deflación es en realidad una consecuencia de la reducción de la demanda agregada, por decirlo en cierta forma es un retroceso en el consumo de bienes y servicios que se va reduciendo progresivamente, en una espiral, algo que se va manifestando en la reducción de precios.


España ha entrado en deflación por la bajada de los productos del petróleo, pero hay que tener en cuenta que tras Grecia, es el segundo país del mundo que más deflación ha tenido el año pasado. No solo la bajada de los carburantes explica la deflación en España, el elevado paro, la escasa liquidez y las deudas acumuladas, tienen algo que ver también en el fenómeno, y por supuesto, las nefastas políticas de falsa austeridad que ha promovido el gobierno, siendo austeridad para los ciudadanos, pero no para los que detentan el poder, que todavía han incrementado más el gasto público.


Si la gente no consume, los precios disminuyen, pero las empresas productoras sólo pueden abaratar sus precios hasta un límite, porque a partir de ahí se producirán pérdidas. Antes de eso las empresas abaratan costes y entre ellos los laborales son los primeros, por lo que la deflación es una presión que incrementa el desempleo.  En un país como España con cotas de desempleo del 24 % esto puede tener unas consecuencias funestas, porque cuanto más se reduce el empleo y los salarios, más se sigue reduciendo el consumo. El valor 100 de diciembre de 2014 es hoy 99, es decir, el valor se ha devaluado, pero sigue costando prácticamente lo mismo.


Por otra parte, al saber que los precios tienden a la baja, se difiere el consumo, si alguien tiene que comprarse una vivienda o un vehículo, espera, pues sabe que los precios seguirán bajando, esto también reduce la demanda de viviendas y vehículos, que actualmente se encuentran ya subvencionados en su compra, y también contribuye a reducir los trabajadores en los sectores afectados. Lo mismo se puede decir de electrodomésticos, o bienes de cierto valor, pero también de los de valor mínimo, por ejemplo la alimentación, se reduce la demanda de productos de más valor y se incrementa la de los de menos valor, por lo que los productos de alto valor no resultan rentables y empiezan a desaparecer del mercado produciéndose escasez.


Al mismo tiempo se incrementa el valor de las deudas, la reducción de los salarios que es una consecuencia de la deflación, termina haciendo que las deudas cada día requieran más horas de trabajo para pagarlas. Quien tiene una hipoteca de 100.000 euros y ve que su salario se reduce un 10 %, en realidad es como si su deuda se hubiera incrementado a una deuda de 110.000 euros. Como la gente tiene que pagar sus deudas de forma prioritaria, el dinero libre del que disponen cada día es menor y eso reduce aún más el consumo.


Cuando los precios caen, el dinero se vuelve más valioso porque la misma cantidad de euros compra más, es decir, aumenta el poder adquisitivo de los consumidores. Por eso los que tienen unos ingresos fijos como los pensionistas o muchos funcionarios, salen, a la larga, beneficiados, porque aumenta el poder adquisitivo de sus ingresos, mientras que todos los demás sectores de la población se ven perjudicados. El que tiene dinero, tendrá más dinero, y el que no lo tiene, tendrá más deudas. La deflación beneficia a los ricos y perjudica a los pobres.


En circunstancias sin crisis económica, los gobiernos podrían cambiar el sentido del índice de precios con inversiones públicas, pero con la elevada deuda pública que hay en España y con el elevado déficit público, esto resulta imposible. La deflación es una presión sobre el gasto público que debe reducirse, pues el Estado recauda menos al contraerse la economía y existir menos consumo. La deflación repercutirá de forma negativa sobre las inversiones públicas y los empleados públicos que tenderán a reducirse. En cuanto a las medidas monetarias, al ser España un país miembro de la unidad monetaria no depende de sí misma para aplicarlas y como otros países como Alemania o Francia, luchan por no entrar en deflación, tratarán de aplicar políticas de rescisión de grandes inversiones en Europa.


Independientemente del crecimiento que se supone que España tendrá en 2015, próximo al 2,5 % según los más optimistas, la bajada de precios contrarrestará los efectos positivos del crecimiento. Solo una reducción del gasto público podría permitir realizar inversiones públicas para incrementar los precios, el empleo y la demanda de los consumidores,  pero eso no debe entrar en los planes de los numerosos gobiernos que hay en España, que siguen exigiendo austeridad a los españoles, con una carga impositiva cada vez mayor, mientras que se despilfarra en gasto público suntuario e innecesario buena parte de las oportunidades que nos quedan de no entrar en una recesión para varias décadas. 


Enrique Suárez
  

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