Los precios en España se han
reducido en un 1 % en diciembre de 2014 con respecto al año anterior. Según el FMI, dos trimestres consecutivos con bajada de
precios, deben considerarse como deflación. Pero ¿qué es la deflación?, ¿cómo afecta a
nuestras vidas?
Trataré de exponer a continuación,
algunas de las consecuencias que pueden producirse en nuestras vidas
relacionadas con este pernicioso fenómeno que, por ejemplo, ha mantenido a
Japón en una crisis prologada de 25 años.
La deflación es en realidad una
consecuencia de la reducción de la demanda agregada, por decirlo en cierta
forma es un retroceso en el consumo de bienes y servicios que se va reduciendo progresivamente, en
una espiral, algo que se va manifestando en la reducción de precios.
España ha entrado en
deflación por la bajada de los productos del petróleo, pero hay que tener en cuenta
que tras Grecia, es el segundo país del mundo que más deflación ha tenido el
año pasado. No solo la bajada de los carburantes explica la deflación en
España, el elevado paro, la escasa liquidez y las deudas acumuladas, tienen
algo que ver también en el fenómeno, y por supuesto, las nefastas políticas de falsa austeridad que ha promovido el gobierno, siendo austeridad para los ciudadanos, pero no para los que detentan el poder, que todavía han incrementado más el gasto público.
Si la gente no consume, los precios
disminuyen, pero las empresas productoras sólo pueden abaratar sus precios
hasta un límite, porque a partir de ahí se producirán pérdidas. Antes de eso
las empresas abaratan costes y entre ellos los laborales son los primeros, por
lo que la deflación es una presión que incrementa el desempleo. En un país como España con cotas de desempleo
del 24 % esto puede tener unas consecuencias funestas, porque cuanto más se
reduce el empleo y los salarios, más se sigue reduciendo el consumo. El valor 100 de diciembre de 2014 es hoy 99, es decir, el valor se ha devaluado, pero sigue costando prácticamente lo mismo.
Por otra parte, al saber que los
precios tienden a la baja, se difiere el consumo, si alguien tiene que
comprarse una vivienda o un vehículo, espera, pues sabe que los precios
seguirán bajando, esto también reduce la demanda de viviendas y vehículos, que
actualmente se encuentran ya subvencionados en su compra, y también contribuye
a reducir los trabajadores en los sectores afectados. Lo mismo se puede decir
de electrodomésticos, o bienes de cierto valor, pero también de los de valor
mínimo, por ejemplo la alimentación, se reduce la demanda de productos de más
valor y se incrementa la de los de menos valor, por lo que los productos de
alto valor no resultan rentables y empiezan a desaparecer del mercado
produciéndose escasez.
Al mismo tiempo se incrementa el
valor de las deudas, la reducción de los salarios que es una consecuencia de la
deflación, termina haciendo que las deudas cada día requieran más horas de
trabajo para pagarlas. Quien tiene una hipoteca de 100.000 euros y ve que su
salario se reduce un 10 %, en realidad es como si su deuda se hubiera
incrementado a una deuda de 110.000 euros. Como la gente tiene que pagar sus
deudas de forma prioritaria, el dinero libre del que disponen cada día es menor
y eso reduce aún más el consumo.
Cuando los precios caen, el dinero se vuelve más valioso
porque la misma cantidad de euros compra más, es decir, aumenta el poder
adquisitivo de los consumidores. Por eso los que tienen unos ingresos fijos
como los pensionistas o muchos funcionarios, salen, a la larga, beneficiados,
porque aumenta el poder adquisitivo de sus ingresos, mientras que todos los
demás sectores de la población se ven perjudicados. El que tiene dinero, tendrá
más dinero, y el que no lo tiene, tendrá más deudas. La deflación beneficia a
los ricos y perjudica a los pobres.
En circunstancias sin crisis
económica, los gobiernos podrían cambiar el sentido del índice de precios con
inversiones públicas, pero con la elevada deuda pública que hay en España y con
el elevado déficit público, esto resulta imposible. La deflación es una presión
sobre el gasto público que debe reducirse, pues el Estado recauda menos al
contraerse la economía y existir menos consumo. La deflación repercutirá de
forma negativa sobre las inversiones públicas y los empleados públicos que
tenderán a reducirse. En cuanto a las medidas monetarias, al ser España un país
miembro de la unidad monetaria no depende de sí misma para aplicarlas y como
otros países como Alemania o Francia, luchan por no entrar en deflación,
tratarán de aplicar políticas de rescisión de grandes inversiones en Europa.
Independientemente del
crecimiento que se supone que España tendrá en 2015, próximo al 2,5 % según los
más optimistas, la bajada de precios contrarrestará los efectos positivos del
crecimiento. Solo una reducción del gasto público podría permitir realizar
inversiones públicas para incrementar los precios, el empleo y la demanda de
los consumidores, pero eso no debe
entrar en los planes de los numerosos gobiernos que hay en España, que siguen
exigiendo austeridad a los españoles, con una carga impositiva cada vez mayor,
mientras que se despilfarra en gasto público suntuario e innecesario buena
parte de las oportunidades que nos quedan de no entrar en una recesión para
varias décadas.
Enrique Suárez