Creo que va siendo hora de un cambio de marcha en la oposición crítica al Gobierno, en general a todos los políticos, que se realiza en internet. Es hora de que dejemos de hacer el pardillo.
La arena política había sido hasta nuestros días un ágora, un lugar en el que se disputaba por la razón, en el que se establecían diálogos, debates, consensos y disensos. Pero las cosas han cambiado con la llegada de las nuevas tecnologías, porque hemos descubierto que la razón no es lo único, ni siquiera lo más importante que se disputa en la política. La razón es simplemente una máscara.
Lo que se disputa en política es el poder y el dinero, y si se me permite una reducción, exclusivamente el dinero, porque el poder se utiliza para desviar dinero a unos lugares o a otros, además de permitir vivir cómodamente a sus actores.
Así dejamos que corran ríos de tinta para disputar si el Presidente del Gobierno español, tiene razón o no la tiene, como si a él le importara lo más mínimo en su impostada actuación tener o no tener razón. Como si acaso sirviera de algo que no la tenga, tras tantas veces como se han demostrado sus equivocaciones y no ha ocurrido absolutamente nada. Puede no tener razón en nada de lo que diga, y sin embargo seguirá haciendo lo que le dé la gana.
Los ciudadanos estamos atrapados por la creencia de que los políticos quieren hacer las cosas bien, y que cuando se equivocan, yerran por ser humanos, como cualquiera. Nada más lejos de la realidad, los políticos quieren imponer su criterio y lo hacen, importándoles un rábano si tienen razón o no la tienen, porque su objetivo es utilizar el poder al servicio de las ideas que les consolidan y perpetúan, no sus ideas al servicio del poder para procurar o incrementar el bienestar de sus electores.
En términos taurinos, la disputa por la razón es una capa que permite establecer el engaño a la opinión pública por el poder. Todos los días asistimos a confrontaciones que parecen anticipar la tercera guerra mundial informativa, para que al día siguiente el pescado siga envolviéndose con las noticias de ayer.
El objetivo de esta disputa mediática, sin parangón, es precisamente la alimentación de la opinión pública a la medida, es fruto de los medios de comunicación digitales, de la comunicación inmediata que proporciona internet, y posiblemente del tiempo de ocio que cada día va siendo más abundante, tanto porque hay más gente sin trabajo, como porque muchos de los que trabajan lo hacen con menor intensidad.
Las disputas sobre la razón se han convertido en un magnífico videojuego. Vamos tras la noticia como cazadores de sueños. Perseguimos con denuedo objetivos que al día siguiente abandonamos para dirigirnos hacia otros distintos. Intentamos desenmascarar al poder hasta llegar a la frustración, mientras el poder se oculta en nuevas máscaras de información. Vivimos una época de expansión de la comunicación y todavía no sabemos como manejarla, no estamos preparados para resolver la saciedad, cuando venimos de vivir en la hambruna.
Lo que está ocurriendo fue descrito por diversos pensadores como Marcuse, Camus, Bauman, Ortega y Gasset, Popper o MacLuhan. Estamos asistiendo a nuestra propia incineración, la voluntad, la intención , el juicio, el criterio, la acción, se consumen en salvas. El exceso de información, manipulada o no, nos está encadenando a la montaña del destino, como el sosias de la humanidad que fue Prometeo fue inmovilizado por Zeus (el poder) por haber robado el fuego de los dioses y entregárselo a los humanos (la ilusión de hacerse con el poder).
El exceso de información no nos libera, al contrario, nos paraliza. La disputa no puede estar en las ideas, porque eso es una batalla perdida, sencillamente porque mientras jugamos por tener razón, otros disfrutan del poder con razón o sin ella.
La disputa con el poder debe realizarse de forma inmediata en el escenario de los hechos (no de las ideas). Los hechos políticos, ahí está el rival a batir por los ciudadanos, porque tras cada hecho político hay responsables y si los hechos son erróneos, provocan un malestar, despilfarran los fondos públicos, recortan las libertades y derechos, producen perjuicio, los ciudadanos debemos exigir reparación y restitución a los autores del daño, responsabilidad, y si es necesario, destitución. Sin control, ni limitaciones de los ciudadanos a los usos y abusos del poder, la democracia se transforma en una tiranía (la información no es un control -tratamiento-, es una constatación -diagnóstico-).
Es hora de darle una vuelta de tuerca a la civilización occidental, porque los políticos nos despistan con un juego por la disputa de la razón, mientras hacen lo que les da la gana en un juego de poder, en plena irresponsabilidad e impunidad.
Queridos amigos, queridas amigas, en este blog vamos a plantarnos en esta revolución a partir de ahora, esperamos que otros nos acompañen, y la única forma es resolver la inducción al olvido a que nos someten cada día con la presencia de nuevas noticias, la actualización inmanente y permanente, nos impide atrapar con fuerza la impostura. Es hora de que no dejemos que el olvido inducido, la intoxicación informativa, la saciedad, y el desinterés que ocasiona nos impida el movimiento, la acción de liberación.
El poder se mide en hechos, tanto en sus excsos como en sus defectos, no en ideas, las ideas no son punibles, los hechos sí lo son. Exijamos responsabilidad a los políticos sobre sus hechos. Cuatro millones y medio de parados no es una entelequia.
Erasmo de Salinas
La arena política había sido hasta nuestros días un ágora, un lugar en el que se disputaba por la razón, en el que se establecían diálogos, debates, consensos y disensos. Pero las cosas han cambiado con la llegada de las nuevas tecnologías, porque hemos descubierto que la razón no es lo único, ni siquiera lo más importante que se disputa en la política. La razón es simplemente una máscara.
Lo que se disputa en política es el poder y el dinero, y si se me permite una reducción, exclusivamente el dinero, porque el poder se utiliza para desviar dinero a unos lugares o a otros, además de permitir vivir cómodamente a sus actores.
Así dejamos que corran ríos de tinta para disputar si el Presidente del Gobierno español, tiene razón o no la tiene, como si a él le importara lo más mínimo en su impostada actuación tener o no tener razón. Como si acaso sirviera de algo que no la tenga, tras tantas veces como se han demostrado sus equivocaciones y no ha ocurrido absolutamente nada. Puede no tener razón en nada de lo que diga, y sin embargo seguirá haciendo lo que le dé la gana.
Los ciudadanos estamos atrapados por la creencia de que los políticos quieren hacer las cosas bien, y que cuando se equivocan, yerran por ser humanos, como cualquiera. Nada más lejos de la realidad, los políticos quieren imponer su criterio y lo hacen, importándoles un rábano si tienen razón o no la tienen, porque su objetivo es utilizar el poder al servicio de las ideas que les consolidan y perpetúan, no sus ideas al servicio del poder para procurar o incrementar el bienestar de sus electores.
En términos taurinos, la disputa por la razón es una capa que permite establecer el engaño a la opinión pública por el poder. Todos los días asistimos a confrontaciones que parecen anticipar la tercera guerra mundial informativa, para que al día siguiente el pescado siga envolviéndose con las noticias de ayer.
El objetivo de esta disputa mediática, sin parangón, es precisamente la alimentación de la opinión pública a la medida, es fruto de los medios de comunicación digitales, de la comunicación inmediata que proporciona internet, y posiblemente del tiempo de ocio que cada día va siendo más abundante, tanto porque hay más gente sin trabajo, como porque muchos de los que trabajan lo hacen con menor intensidad.
Las disputas sobre la razón se han convertido en un magnífico videojuego. Vamos tras la noticia como cazadores de sueños. Perseguimos con denuedo objetivos que al día siguiente abandonamos para dirigirnos hacia otros distintos. Intentamos desenmascarar al poder hasta llegar a la frustración, mientras el poder se oculta en nuevas máscaras de información. Vivimos una época de expansión de la comunicación y todavía no sabemos como manejarla, no estamos preparados para resolver la saciedad, cuando venimos de vivir en la hambruna.
Lo que está ocurriendo fue descrito por diversos pensadores como Marcuse, Camus, Bauman, Ortega y Gasset, Popper o MacLuhan. Estamos asistiendo a nuestra propia incineración, la voluntad, la intención , el juicio, el criterio, la acción, se consumen en salvas. El exceso de información, manipulada o no, nos está encadenando a la montaña del destino, como el sosias de la humanidad que fue Prometeo fue inmovilizado por Zeus (el poder) por haber robado el fuego de los dioses y entregárselo a los humanos (la ilusión de hacerse con el poder).
El exceso de información no nos libera, al contrario, nos paraliza. La disputa no puede estar en las ideas, porque eso es una batalla perdida, sencillamente porque mientras jugamos por tener razón, otros disfrutan del poder con razón o sin ella.
La disputa con el poder debe realizarse de forma inmediata en el escenario de los hechos (no de las ideas). Los hechos políticos, ahí está el rival a batir por los ciudadanos, porque tras cada hecho político hay responsables y si los hechos son erróneos, provocan un malestar, despilfarran los fondos públicos, recortan las libertades y derechos, producen perjuicio, los ciudadanos debemos exigir reparación y restitución a los autores del daño, responsabilidad, y si es necesario, destitución. Sin control, ni limitaciones de los ciudadanos a los usos y abusos del poder, la democracia se transforma en una tiranía (la información no es un control -tratamiento-, es una constatación -diagnóstico-).
Es hora de darle una vuelta de tuerca a la civilización occidental, porque los políticos nos despistan con un juego por la disputa de la razón, mientras hacen lo que les da la gana en un juego de poder, en plena irresponsabilidad e impunidad.
Queridos amigos, queridas amigas, en este blog vamos a plantarnos en esta revolución a partir de ahora, esperamos que otros nos acompañen, y la única forma es resolver la inducción al olvido a que nos someten cada día con la presencia de nuevas noticias, la actualización inmanente y permanente, nos impide atrapar con fuerza la impostura. Es hora de que no dejemos que el olvido inducido, la intoxicación informativa, la saciedad, y el desinterés que ocasiona nos impida el movimiento, la acción de liberación.
El poder se mide en hechos, tanto en sus excsos como en sus defectos, no en ideas, las ideas no son punibles, los hechos sí lo son. Exijamos responsabilidad a los políticos sobre sus hechos. Cuatro millones y medio de parados no es una entelequia.
Erasmo de Salinas