La "hibris o hibrys", es un concepto de origen griego, que puede traducirse como ‘desmesura’ y que alude a la exagerada confianza en uno mismo y en sus obras, rasgo que habitualmente acaba derivando en una orgullosa condescendencia o un irreverente desprecio por los demás.
En la antigua Grecia, se relacionaba con la falta de respeto temeraria, hacia el espacio vital ajeno de los demás ciudadanos, que unido a la falta de control sobre los propios instintos, conducía a sentimientos violentos y pasiones exageradas, que inexorablemente empujaban a la fatalidad (Até) a los actores en su vida social o pública.
El concepto cristiano de pecado, era aún desconocido para los antiguos griegos y se consideraba que la hibris era la principal falta en su sociedad, junto con la asebeia, o inducción de los más jóvenes hacia el error en la convivencia y respeto por sus iguales, y que fue la acusación que recibió Sócrates antes de ser invitado al suicidio.
En la civilización helena, se creía en la predestinación, y se atribuía a las moiras, la proporción de felicidad o desgracia que reservaban para los humanos en su nacimiento, en función de su posición social de partida y su relación personal con los dioses, los hombres y el mundo.
La construcción del destino
La hibris, recibe sentido en relación al concepto de moira, que en griego significa ‘destino’, ‘parte’, ‘lote’ y ‘porción’ simultáneamente. El destino es el lote, la parte de felicidad o desgracia, de fortuna o desgracia, de vida o muerte, que corresponde a cada uno en función de sus condiciones y cualidades.
Las moiras, o crónicas, eran hijas de Zeus y Temis, aunque hay otros que atribuyen su origen a Nix, la noche, diosa que concebía sin aparearse. Eran tres: Cloto, "la que hila", Láquesis "la que asigna el destino" y Átropos, "la inflexible". En su conjunto, personifican el destino, y su misión es asignar el futuro a los seres que nacen, configurando su suerte y su desgracia.
Como diosas del destino, velan porque el sino de cada cual se cumpla, incluyendo el de los propios dioses, no solo el de los hombres. Asisten al nacimiento de cada ser, hilan su destino y predicen su futuro. Se las representaba como tres mujeres de aspecto severo: Cloto, con una rueca; Láquesis, con una pluma o un mundo y Átropos, con una balanza.
En los orígenes del mito, estos espíritus estaban relacionados con el instante del nacimiento, asistiendo al proceso del parto en el que ya decidían cual iba a ser la vida del recién nacido, lo que le iba a ocurrir a lo largo de ella, y cómo y cuándo iba a ser su muerte.
Mas tarde, el mito evolucionó a la forma que conocemos de las tres hermanas. El destino era determinado mediante un hilo de lana que Cloto hilaba, Láquesis devanaba y Átropos, cortaba. La representación más común usada era la tres viejas hilanderas o unas melancólicas doncellas. En Roma se transformaron en las Parcas (Nona, Décima y Morta).
Volviendo a la Hibris, quien en la antigua Grecia cometía esta falta, era considerado culpable de querer más de la parte que le fue asignada por las moiras en su destino. La desmesura, señala el hecho de desear más que la justa medida que el destino nos asigna, de ser extremadamente ambicioso.
El castigo de la hibris se conoce como Némesis, la sanción de los dioses que tiene como propósito devolver al individuo al lugar que le corresponde.
Herodoto lo expresa con claridad en un significativo pasaje de su Historia:
Puedes observar cómo la divinidad fulmina con sus rayos a los seres que sobresalen demasiado, sin permitir que se jacten de su condición; en cambio, los pequeños no despiertan sus iras. Puedes observar también cómo siempre lanza sus dardos desde el cielo contra los mayores edificios y los árboles más altos, pues la divinidad tiende a abatir todo lo que descuella en demasía. —Historia, VII, 10
Estas palabras recuerdan el atentado del 11-S en New York, que coincide con la segunda aleya del capítulo dedicado al trueno en El Corán
2. Alá es quien elevó los cielos sin pilares visibles. Luego, se instaló en el Trono y sujetó el sol y la luna, prosiguiendo los dos su curso hacia un término fijo. Él lo dispone todo. Explica detalladamente los signos. Quizás, así, estéis convencidos del encuentro de vuestro Señor.Las torres gemelas ofendían a Alá, por ser las “columnas del cielo” que pretendían sostener un nuevo cielo, un cielo diferente al que Mahoma o Jesucristo se referían. Los terroristas musulmanes, se han convertido desde entonces en los dedos de la mano de Dios, dispuestos a derribar la ambición ateocrática de los hombres, lo que nos lleva a la segunda falta contra los dioses y las costumbres de los hombres: la asebeia o impiedad.
La asebeia, es un término griego que hace referencia al delito de impiedad o falta de devoción hacia los dioses de la religión del estado ateniense. Por cometer este delito fueron acusados Anaxágoras, Protágoras, Sócrates y Aristóteles. La impiedad entendida en un sentido amplio, esto es, como irreligiosidad, caracteriza al racionalismo filosófico por ser éste incompatible con la aceptación de verdades alcanzadas desde fuentes praeterracionales como la fe o la revelación.
Superar la asebeia era necesario para transformar el mythos en logos, y alcanzar la era de la razón, las explicaciones racionales de la realidad. Requería de una laicidad de partida, que permitiera el desarrollo de la filosofía, la ciencia, la democracia, la libertad y la justicia.
La concepción de la hibris como falta determina la moral griega como una doctrina de la mesura, la moderación y la sobriedad, obedeciendo al proverbio pan metron, que significa literalmente ‘la medida en todas las cosas’, o mejor aún como “nada en exceso”, ‘nunca demasiado’ o ‘siempre bastante’.
El hombre debe ser consciente de su lugar en el Universo, “conocerse a sí mismo”, pero al mismo tiempo “conocer el cosmos en el que habita”, debe aceptar su posición social en una sociedad jerarquizada desde la justicia, y también su mortalidad ante la inmortalidad de los dioses.
La hibris es un tema común en la mitología, pero también en las tragedias griegas y el pensamiento presocrático, cuyas historias incluían a menudo protagonistas que sufrían de hibris y terminaban por ello siendo castigados por los dioses.
En la Teogonía de Hesíodo, las distintas razas de hombres (de bronce, de hierro, etcétera) que se suceden en el tiempo, se condenaron por su hibris. En cierto modo, la falta de Agamenón en el primer libro de La Iliada se relaciona con la hibris al desposeer a Aquiles de la parte del botín que debería corresponderle en justicia.
Por su parte, Heráclito “el oscuro”, nos muestra la hibris como el señalamiento de una falta hacia el Nous o dios legal: «El sol no traspasará sus medidas, pues si no las Erinias, asistentes de la Diké (justicia), lo descubrirán.» No obstante, Heráclito piensa que mientras haya discordia, se podrá fundir las partes en el Uno. Por lo tanto aquí la hibris es un fluir de opuestos, haciendo posible la vida, lo que preconcibe la dialéctica como forma de alcanzar la certeza.
El derecho griego aporta la referencia que más nos interesa sobre la cuestión, la hibris es así definida como la violencia ebria de los poderosos hacia los débiles, la altanería grosera de los detentadotes del poder.
En la poesía y la mitología, el término fue aplicado a aquellos individuos que se consideraban a sí mismos, iguales o superiores a los dioses. La hibris, era a menudo el ‘trágico error’ o hamartía de los personajes de las tragedias helenas.
Contra hibris, némesis
Némesis es la diosa griega que medía la felicidad y la desdicha de los mortales, a quienes solía ocasionar crueles pérdidas cuando habían sido favorecidos en demasía por la diosa Fortuna o por su hibris. Con este carácter nos la presentan los primeros escritores griegos, y más tarde se representó en las Furias, deidades que castigaban los crímenes.
Némesis, también llamada Ramnusia, la “diosa del santuario de Ramnus”, es la deidad que corrige los excesos de la fortuna. Es una deidad antigua, por lo que no está sometida a los dictámenes de los olímpicos. Castiga sobre todo la desmesura.
Sus sanciones tienen usualmente la intención de dejar claro a los hombres que, debido a su condición humana, no pueden ser excesivamente afortunados ni deben trastocar con sus actos, ya sean buenos o malos, el equilibrio universal, tan admirado por los griegos. Un claro ejemplo lo encontramos en Creso, que al ser demasiado dichoso fue arrastrado por Némesis a una expedición contra Ciro que provocó su ruina.
Las representaciones de Némesis son diversas, quizás la primera sea llevando en la mano una rama de manzano y coronada con un stéfanos. De rasgos imprecisos, más tarde aparecerá caracterizada con la corona llamada polos, mostrando una actitud especial, con un dedo sobre sus labios como indicando silencio.
Némesis aparece representada con la ninfa Adrastea en un carro tirado por grifos en las monedas de Esmirna. En las pinturas de los vasos suele aparecer en unión con Temis. En las indicadas monedas Némesis lleva en la cabeza un modius, medida que los dioses habían puesto a la ambición y a la felicidad humana, de la cual no debían pasar los hombres para no exponerse a ser perseguidos por la Némesis alada, que es como se la suele ver en algunos monumentos.
Resulta extraño que a lo largo de mi vida estas palabras, hibris, némesis, asebeia, modius, no hayan sido pronunciadas por nadie de los que me han rodeado. Han desaparecido del lenguaje común, porque no resultan políticamente correctas.
Superar la hipocresía
Definitivamente vivimos en una sociedad creadora de máscaras, que en el teatro griego eran denominadas “hypócritas”, y que proviene del término heleno hypokrisis, que significa acción de desempeñar un papel
La falta de autenticidad que caracteriza nuestras vidas actuales, se refiere etimológicamente a un vicio que consiste en la simulación de una virtud o cualidad de la que se carece. En la antigüedad, se consideraba que la hipocresía era un homenaje que brindaba el vicio a la virtud.
Nos acostumbramos tanto a fingir, ante los otros y ante nosotros mismos, que nos vamos olvidando de lo auténtico, y confundimos lo que simulamos con lo que somos, y termina importándonos solamente lo que queremos hacer creer a los demás que somos
Nos escondemos más que nunca tras las máscaras griegas, y la representación de lo que no somos nos atrapa, hasta sufrir la metamorfosis que nos permite adaptarnos en forma de mentira ante la vida, convirtiéndonos en actores dispuestos a representar el papel que les dicta el destino gestionado por las moiras, hasta que convertimos nuestra existencia en un espectáculo singular, que transcurre entre la tragedia y la comedia, buscando el aplauso de los otros, mientras más solos nos vamos sintiendo.
Resulta extraño que a lo largo de nuestras vidas, de todas estas palabras, hibris, némesis, asebeia, la única que ha sobrevivido y se usa con frecuencia, es la hipocresía. Las otras han desaparecido del lenguaje común, porque no resultan políticamente correctas.
No sólo se secuestra la verdad, sino también los caminos y conceptos que a ella conducen, a eso lo denominamos política en los tiempos actuales.
Némesis, es el concepto que representa la era de los ciudadanos; al fin ha llegado la hora de erradicar a los políticos de nuestras vidas para siempre, de superar la insoportable represión del poder, construida sobre la difusión del miedo y la ignorancia.
No podemos permitir que nadie usurpe lo que nos pertenece: el dominio sobre nuestro propio destino.
Los políticos no representan, ni defienden nuestros intereses, sino los suyos; no son nuestros benefactores, sino nuestros adversarios en la conquista del bienestar y la felicidad. Si hemos logrado superar el destino que las moiras, los dioses, los señores, todos ellos representantes del poder, han establecido sobre nuestras vidas, el siguiente paso es erradicar a los políticos de la escena.
Es la hora de Némesis, es la hora de los ciudadanos, es la hora de que el poder retorne a sus auténticos dueños, es la hora de que no exista otro destino que el emergente de nuestros deseos.
Dedicado a todos los CIUDADANOS
Enrique Suárez Retuerta