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sábado, 13 de octubre de 2007

Françesc de Carreras, autor del epitafio de Ciutadans



Hace tiempo que Max Weber dejó escrito que las formaciones políticas no se pueden hacer fuera del hombre, recordando a Protágoras y su homo mensura. Toda formación política, remeda las características de quienes la forman. Son las ideas, valores, intereses, y creencias de los hombres las variables sobre las que se construye la política, no la política la que conforma las ideas de los hombres, en todo caso, las deforma.

El sociólogo alemán confiaba más en la política que en los hombres, por eso se pasó buena parte de su vida denunciando las pequeñas perversiones que nos pueden conducir a la desproporción y la distorsión en el mensaje político.

El inconsciente de Ciutadans

Francesc de Carreras es supuestamente un hombre de conocimiento, según se detrae de su profesión, Catedrático de Derecho Constitucional, no obstante, parece que algún interés desconocido le ha obligado a convertirse en un hombre de acción política.

Max Weber dijo en su obra “El político y el científico” que ambas actividades resultan incompatibles y comparto sus propuestas. No se puede influir y ser al mismo tiempo. Quien cocina las ideas no debe servirlas para el consumo, es un principio básico de la hostelería política.

No se puede ser al mismo tiempo hombre de acción y hombre de estudio, sin atentar contra la dignidad de una y otra profesión, sin faltar a la vocación de ambas. Pero pueden adoptarse actitudes políticas fuera de la Universidad, y la posesión del saber objetivo, aunque no indispensable, es ciertamente favorable para una acción razonable”, decía Max Weber.

El profesor de Carreras, definitivamente se ha olvidado de su condición etérea, para pasar a la acción. No es la primera vez que lo hace, sino la enésima, en esa ambición irredenta de convertir al partido Ciutadans en su propia obra, enajenando los esfuerzos de otros intelectuales que buscaban la realización de una obra colectiva.

La avaricia obsesiva del “profesor enmienda” con el partido naranja, es de larga tradición, y se remonta a los comienzos de esta que fue nuestra formación política, y por desgracia ya no puede seguir siéndolo.

El cuento inacabable de Ciutadans

Hubo una vez quince intelectuales, que hartos de ver la deriva de los acontecimientos en Cataluña, cuando el PSC toma la decisión de hacerse “nacionalista in”, deciden reunirse y convocar a los ciudadanos a la acción política.

Para superar el tradicional conflicto dialéctico que existe históricamente en la política española, el modelo de partido estaría formado por un núcleo ideológico que tendría como elementos fundamentales, su acción contra los excesos sectarios del nacionalismo, su transversalidad entre la socialdemocracia y el liberalismo progresista, su afán de regenerar la vida política en nuestro país, su expresa laicidad, su énfasis racional, su admiración por los movimientos políticos liberadores del ser humano, y su aproximación a una militancia que no perdiera su condición ciudadana para participar en política.

Sencillamente esto era y debería ser Ciudadanos, pero no ha sido así, y el principal responsable de que este proyecto haya fracasado, es el ínclito Francesc de Carreras.
Comprendiendo sus intervenciones directas en las acciones e inacciones del partido ciudadano, así como las indirectas, se observa su siniestra influencia sobre el porvenir de esta joven formación política.

La deriva de Ciutadans desde el éxtasis del 1 de Noviembre de 2006, cuando tres ciudadanos llegaban al oasis del parlamento catalán con las alforjas cargadas de buenas ideas y el apoyo de 90.000 ciudadanos, hasta la declaración a favor de un referéndum consultivo quebequés que propuso el profesor en el canal 8 de la TV catalana, ante la atónita expresión de sus contertulios, entre ellos Alex Vidal Quadras, no se podría explicar sin un reconocimiento explícito de las artimañas del diletante personaje.

Según dice Alex Sàlmon en su libro “El enigma de ciudadanos”, él fue quien propuso a José Domingo para organizar el primer congreso de Ciutadans, mientras que Arcadi Espada, que se debía oler algo, encomendó la tarea a su amigo José March. Y el primer congreso tuvo lugar, al fin, en Bellaterra.

En este congreso, salió elegido presidente Albert Rivera, un recomendado viejo alumno del profesor de Carreras que por aquella época andaba echando curriculums a los partidos políticos, para hacer valer su excelente retórica plana en los mejores escenarios posibles. No hay siquiera mito, Albert es un chico desnudo en un cartel de propaganda, no hay más, ni menos, representando una obra política que está por encima de sus posibilidades.

En aquel primer congreso de Ciutadans, celebrado en Bellaterra, el profesor de Carreras trató de desbaratar el largo proceso colectivo de convergencia ideológica, presentando una enmienda a la totalidad en el último momento, que recibió los abucheos de la inmensa mayoría de los asistentes.

La lenta escritura de un epitafio

La labor de zapa continuó durante todo el año, retrayendo la expansión del partido a todo el territorio nacional, recortando las intervenciones comprometidos, haciéndose discreto en su presencia pública, en los medios de comunicación, en el parlamento.

Hasta que llegaron las elecciones municipales de marzo, en las que Ciutadans perdió más de un tercio de sus apoyos, y obtuvo apenas una decena de concejales, sin entrar en ningún gran núcleo de población. Se impidió la presencia de candidaturas en Sevilla, Madrid y otros lugares, apelando a la falta de recursos, y ocurrieron cosas en la formación de listas, como el caso de Cerdanyola, de los que más vale olvidarse.

La retracción de la expansión del partido, así como su baja intensidad política, solo tenía un objetivo, pasar desapercibido hasta el siguiente congreso para tenerlo controlado y hacerse con el poder absoluto. Y así efectivamente ocurrió, la gestión del partido fue sancionada negativamente por la asamblea, así como la gestión de Albert Rivera, pero el profesor de Carreras, junto con sus ad láteres tenía una clara estrategia, la de ofrecer a la izquierda menos templada del partido el ideario, siempre que dejaran a Albert Rivera con el poder absoluto, y su influencia como única dentro de los intelectuales.

Y la izquierda más sectaria aceptó el implícito acuerdo votando el ideario de centro izquierda catalanista del profesor de Carreras, así como los "riveristas" inquebrantables, y los que tenían miedo a que los de "el resto de España" no supieran entender que Cataluña es algo diferente, con lo que la estampida de afiliados fue espectacular; por la izquierda los de Alternativa Ciudadana Progresista, los más racionales de la izquierda de Ciudadanos; por los liberales, los que habían votado por Luis Bouza-Brey y su candidatura de Regeneración Democrática (40 % de apoyos recibidos, y de la que tuve el honor de formar parte, y fundamentalmente todos los que no estaban adscritos a ninguna de estas opciones, los independientes, que han sido la mayoría de los que se han ido.

Arcadi Espada, “no es una buena noticia que haya ganado Albert Rivera en el congreso”, y Albert Boadella, “este partido se ha corrompido más rápido de lo que esperaba”, sentenciaron el futuro de Ciutadans; la UPD, del triunvirato de Basta Ya, en la que ya se encuentran muchos de los que abandonaron el partido, no se fía ni un pelo de los vaivenes y devaneos de Ciutadans, y por último, la intervención de Francesc de Carreras, lanzando la propuesta de un referéndum consultivo a la moda de Quebec– evidentemente, profesor, no puede haber un referéndum decisivo porque lo impide la Constitución Española de la que usted imparte doctrina -, han permitido escribir las últimas líneas del epitafio de Ciutadans: el nacionalismo interior acabó con su vida política (ni siquiera tuvo capacidad de acabar en lucha contra sus enemigos).


Enrique Suárez Retuerta

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Saliendo del armario

Hay que reconocer, en honor a la verdad, que el llamamiento a la expresión de orgullo, el orgullo de ser Español, realizado por el líder de la oposición y por numerosas asociaciones y colectivos, entre ellos Ciudadanos en la Red, no ha desembocado en un 12 de Octubre de regeneración ciudadana, democrática y nacional.

¿Más banderas que de costumbre en las terrazas y ventanas? Sí, ciertamente, pero sólo eso. No se podía esperar, probablemente, nada más, en un país donde:

la intención de voto al partido de la traición a la Constitución sigue siendo tan alta que no se excluye la posibilidad de que la pesoe siga gobernando cuatro años más; en un país donde determinadas alternativas a la deriva nacionalista, como se suponía que era el partidillo Cs, ni siquiera se atreven a enarbolar sencilla y únicamente la bandera española para denunciar a los nacionalsocialistas catalanes; en un país donde a algún portavoz de la izquierda supuestamente honrada España se la "suda" y se la "sopla"; en un país donde ni un colectivo tan dignísimo como Foro Ermua es capaz de manifestarse sin esos paraguas ridículos y acomplejados a la gloria de las autonomías, ikurriña incluída, cuando lo que hay que defender ahora es la bandera española y aquello que representa: nuestra libertad; en un país donde el único partido legalista, constitucional y de ámbito español que nos queda margina en Bruselas y Estrasburgo a sus conciencias más clarividentes. En un país capaz de arrodillarse ante el terror yendo a votar masivamente por la rendición y la demagogia, en aquel oscuro domingo del 14 M, día de la capitulación más vergonzosa de nuestra era democrática.

Sin embargo, algo se nota, se siente, se palpa en el ambiente. ¿Un estremecimiento? No tanto, quizás un ligero despertar, una brisa, el esbozo de lo que un día bien pudiera convertirse en un clamor popular contra la inmundicia nacionalista y la izquierda oficial que la sostiene.

Algunos han empezado a salir del armario. Lo más difícil es empezar, ser los primeros. Eso ya está. Otros quizás se vayan animando, después de mirar a su alrededor, de pensarlo, de vacilar de nuevo (¿espero un poco más, o ha llegado el momento?).

Salgamos, Ciudadanos, salgamos de nuestros armarios llenos de prejuicios, o sencillamente de moho. No esperemos a que "llegue el momento", o nos encontraremos nuevamente, como ha pasado tantas veces en nuestra historia, con la secuencia revivida del tarde y mal y del a buena hora. Un dos de mayo, gente hasta entonces desprendida e indiferente gritó "¡Qué nos lo llevan!". Pensemos nosotros también en cómo defender, no tanto al Francisco de Paula de turno, sino a nuestro infante nacido un día de referéndum, hace sólo treinta años: el pacto constitucional de una España compuesta por hombres y mujeres iguales en derechos y en dignidad.

Dante Pombo de Alvear, Reflexiones liberales

cobardía de un miserable

Además de traicionar la Constitución, de establecer un cordón sanitario en torno al único partido nacional que nos queda, de gobernar con extremistas y enemigos de España, de promover leyes e iniciativas contra la mitad de la Nación, de mentir constantemente y de negociar con los criminales, Rodríguez es un cobardón.

Así lo comentaban, indignados, altos mandos de la cúpula militar, ayer, después del bochornoso abucheo contra el presidente accidental, que tuvo lugar en el peor de los momentos: cuando el rey rendía homenaje a la Bandera y a todos los Caídos por España.

Recapitulemos los hechos: este pobre hombre que asume inexplicablemente el gobierno de España (quienes le votaron el 14 M deberían rendir cuentas por ello, pues son en última instancia los responsables de nuestro desastre político) llegó a la tribuna por detrás, con nocturnidad y alevosía, pasando por la calle Génova (donde está la sede del PP), y se quedó agazapado hasta que llegaron el Borbón y su vástago, todo un acto de miseria moral que no debería sorprendernos, pero inesperado para los más ingenuos; este individuo se escudó en el monarca y, lo que es mucho peor, en el acto más solemne y respetado de las Fuerzas Armadas, para evitar que le dijeran lo que es, manchando así la ceremonia, la fiesta nacional y el recuerdo de los Caídos.

No logró su objetivo, pues la gente le gritó, en el nombre de millones de españoles, que es un traidor y un indeseable, y que se tiene que ir, cuanto antes mejor. Pero logró destrozar el acto culminante y ensuciar, quizás eso fuera lo que buscaba en realidad, el ritual más importante de la vida política y constitucional española.

Mientras tanto, cuando la izquierda oficial destruye España y pisotea los símbolos de su legitimidad institucional, parece que en Zarzuela el jefe del Estado se queja del trato que recibe desde medios identificados con la derecha. Y es que algunos vitalicios y cortesanos no han entendido todavía que hay un contrato firmado desde hace treinta años; un contrato que compromete a las dos partes. Aviso a navegantes, mar gruesa.


Jorge Harrison

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