"Bajo las fuertes patas del temible caballo de Atila no volvía a crecer la hierba ni vida alguna." Proverbio Europeo
Si les parece bien, deténganse a
reflexionar sobre una cuestión que voy a proponerles que no deja de dar vueltas
en mi cabeza. Supongan ustedes que una normativa europea urgente transformara el
Estado español en una empresa privada, que tendría que ser sometida a auditoría
por organismos internacionales independientes. ¿Qué nos encontraríamos?
Por lo pronto 3,2 millones de
trabajadores, de los que más de 600.000 no se sabe muy bien a que se dedican o
si aquello a lo que se dedican tiene alguna utilidad para la empresa o los
accionistas más allá de procurarles su estipendio asegurado. Entre ellos
contaríamos más de 200.000 políticos, 100.000 sindicalistas liberados, 50.000
liberados empresariales y los 250.000 restantes serían personal asignado como
asistencia a sus necesidades. Por supuesto, todos ellos cobrando el doble o el triple de lo que cobrarían si estuvieran haciendo la misma tarea en otra empresa privada.
La empresa estaría produciendo un
déficit anual continuado del 10 % y tendría una deuda similar a su producción
anual. Además, gracias a la manipulación de los mercados por decisiones fundamentadas
en el beneficio de los privilegiados, habría ocasionado un desempleo de más del
27 % de los accionistas de la empresa.
Cada día se descubrirían nuevas
operaciones de fraude y corrupción cometidas por los delegados territoriales y
los sectoriales, incluso los órganos encargados de la regulación interna del
funcionamiento también se verían salpicados por la corrupción. En cuanto a los organismos
que se dedican al marketing y la publicidad de la empresa, no dejarían de
mostrar las noticias de los distintos descalabros cotidianos.
El Presidente de la empresa nos
hablaría por medio de una pantalla de televisión para decirnos que este año no,
pero tal vez el siguiente, las cosas empezarían a ir mejor. Del Presidente
anterior nada se sabe tras su fuga para no dar explicaciones de su desastrosa
gestión.
Sin embargo, además de no existir
responsabilidad alguna reconocida ni por estos gestores, ni por los anteriores
de lo ocurrido, llama especialmente la atención que en vez de generar
mecanismos de creación de riqueza, abrir nuevos mercados, hacer inversiones en
futuros, o mejorar las actividades rentables existentes, el consejo de administración haya decidido la
austeridad como vía para salir de la crisis, en realidad sobre el papel, porque
los gastos de esa empresa no sólo disminuyen sino que se incrementan todos los
meses, a razón de 350 millones de euros diarios, llueva, nieve o haga sol.
Pues supongan que ustedes son los
accionistas de esa empresa, que ven como desde una territorial tratan de
chantajear a la central, desde una sectorial acusan a otra sectorial sin dar
explicaciones de sus errores y equivocaciones, acusando a los de otras
secciones de la empresa de las mismas cosas que ellos son acusados. Pues
supongan que además se financian entidades quebradas para reflotarlas con el
dinero que precisamente estas entidades han dilapidado y esquilmado en
cuestiones inopinadas.
El Consejo de Administración
convoca Junta de Accionistas y comunica a los dueños de la empresa que no solo
van a dejar de recibir beneficios o dividendos en los próximos veinte años,
sino que van a tener que comprar nuevas acciones para que la empresa no
quiebre, renunciando a una parte de sus recursos en forma de salarios o ahorros
y que lo van a hacer de forma obligatoria, sin poder dejar de ser accionistas,
ni poder criticar la gestión de los administradores, ni siquiera mostrar su
derecho al pataleo porque serán considerados unos irresponsables. Una de las
cláusulas impuestas por la junta directiva expone que hasta dentro de dos años
no se puede volver a elegir un nuevo consejo de administración, y además son
insultados desde la mesa de dirección diciendo que no entienden de gestión de
empresas y acusados de que han sido precisamente los accionistas que no han
tomado ni una decisión –y no los gestores que las han tomado todas- los
auténticos responsables de la quiebra de la empresa.
Pues así funciona este país,
españoles, ¿vamos a seguir consintiendo que nos tomen el pelo los analfabetos
funcionales con carcasa de parásito que se llevan riendo de nosotros desde hace
décadas o les echamos a la puta calle y cambiamos estos gestores deleznables
por un equipo que sea capaz de cambiar las cosas definitivamente, comenzando
por apartar del poder y las decisiones a unos tarugos que viven de contarnos
cuentos sin rendir cuentas?
¿A qué es para reflexionar más de
un breve instante?
Enrique Suárez