He de reconocerlo públicamente, porque en privado ya tengo a la gente saturada de antizapaterismo, hasta mis hijos me regalan azulejos que dicen: “estoy de Zapatero hasta los...” y luego se ven dos huevos fritos. La coyuntura actual me recuerda la de otros tiempos, porque Zapatero es como el “alter ego” de Franco, ningún político español de la historia reciente ha levantado tantas ampollas y ha provocado tantas críticas. Algo tendrá el inefable, cuando tanta inquina dispara.
Pero en coherencia hay que decir que más que contra Zapatero, que ocupa un cargo institucional con la afición por el poder que muestran Hugo Chávez o Fidel Castro, la gente está contra la política, y como Zapatero es el “primus inter pares” pues recibe las críticas en primera persona, cuando en realidad sólo es el mascarón de la nave pirata que navega por la administración pública y los recursos del Estado.
Cierto es que el ínclito personaje no ceja en su empeño de convertirse en protagonista de la nefasta realidad, tanto por jugar desde el poder a colocarnos todos los delirios de sus fantasías infantiles y las de los que le rodean, como por mentir sin recato alguno a todo el que le pueda escuchar. La transversalidad en las críticas a Rodríguez Zapatero es un valor en alza, desde nacionalistas –etarras incluídos- hasta españoles de los tercios de Flandes, todos compartimos la animadversión hacia este sujeto, que además destaca en la veneración de sus sectarios promotores, que hacen de sus pobres expresiones manifiestos políticos de crucial importancia.
El antizapaterismo, como el antifranquismo, son reacciones generales contra una forma de hacer política pero que tienen la misma duración que el objeto de crítica. Triste es pasar a la historia por los errores cometidos, porque en el futuro próximo, cuando Zapatero desaloje el Gobierno todos los que hoy le veneran, que son los que esperan recibir algo o ya lo han recibido, se acordarán de sus antecesores.
Zapatero es un zombie, un cadáver político sostenido institucionalmente por un buen aparato de propaganda y una secta que se ha enseñoreado del poder que detenta. Quien se atreva a escribir la vida y obra del personaje, llegará a un punto en que no tendrá nada bueno que decir, porque nada bueno ha hecho y ha destrozado mucho.
Pero en realidad sí ha hecho algo importante por nuestro país, y todos tenemos que agradecérselo, aprovecho para reconocérselo desde estas páginas, porque gracias a Zapatero nunca tantos españoles se habían percatado de la miseria de la política, la ineptitud supina con la que se puede gobernar, y la ausencia de democracia real que vivimos en este país. Nunca el poder fue tan mal representado por alguien, tan vulgarmente maquinado, y tan absurdamente vendido a los ciudadanos. Y aún así, once millones de votantes han dicho sí a Zapatero, muchos para decirle no a Rajoy, y otros por miedo a que las cosas se pusieran peor, que es precisamente lo que ha ocurrido.
Ahora que tenemos crisis económica, la crisis política explotará en nuestras narices, porque Zapatero no es un personaje simpático, más tieso que una estatua egipcia, con una sonrisa “abobinable” de vendedor de cosméticos a domicilio. Tampoco es culto, más bien mecánico y reiterativo como un martillo mecánico, repitiendo las mismas frases con los mismos gestos.
Hay androides mucho más entrañables que el fantasma de La Moncloa. Por cierto, para navegantes despistados, los once millones de españoles que han votado al PSOE son absolutamente responsables de todo lo que ocurra en este país, gracias a ellos estamos haciendo el ridículo en el mundo, porque pasaremos de ser un país avanzado a un país retrocedido. ¿Quién se hará cargo de los daños causados a los españoles, a las instituciones de este país, y a nuestra imagen internacional?.
Biante de Priena
Pero en coherencia hay que decir que más que contra Zapatero, que ocupa un cargo institucional con la afición por el poder que muestran Hugo Chávez o Fidel Castro, la gente está contra la política, y como Zapatero es el “primus inter pares” pues recibe las críticas en primera persona, cuando en realidad sólo es el mascarón de la nave pirata que navega por la administración pública y los recursos del Estado.
Cierto es que el ínclito personaje no ceja en su empeño de convertirse en protagonista de la nefasta realidad, tanto por jugar desde el poder a colocarnos todos los delirios de sus fantasías infantiles y las de los que le rodean, como por mentir sin recato alguno a todo el que le pueda escuchar. La transversalidad en las críticas a Rodríguez Zapatero es un valor en alza, desde nacionalistas –etarras incluídos- hasta españoles de los tercios de Flandes, todos compartimos la animadversión hacia este sujeto, que además destaca en la veneración de sus sectarios promotores, que hacen de sus pobres expresiones manifiestos políticos de crucial importancia.
El antizapaterismo, como el antifranquismo, son reacciones generales contra una forma de hacer política pero que tienen la misma duración que el objeto de crítica. Triste es pasar a la historia por los errores cometidos, porque en el futuro próximo, cuando Zapatero desaloje el Gobierno todos los que hoy le veneran, que son los que esperan recibir algo o ya lo han recibido, se acordarán de sus antecesores.
Zapatero es un zombie, un cadáver político sostenido institucionalmente por un buen aparato de propaganda y una secta que se ha enseñoreado del poder que detenta. Quien se atreva a escribir la vida y obra del personaje, llegará a un punto en que no tendrá nada bueno que decir, porque nada bueno ha hecho y ha destrozado mucho.
Pero en realidad sí ha hecho algo importante por nuestro país, y todos tenemos que agradecérselo, aprovecho para reconocérselo desde estas páginas, porque gracias a Zapatero nunca tantos españoles se habían percatado de la miseria de la política, la ineptitud supina con la que se puede gobernar, y la ausencia de democracia real que vivimos en este país. Nunca el poder fue tan mal representado por alguien, tan vulgarmente maquinado, y tan absurdamente vendido a los ciudadanos. Y aún así, once millones de votantes han dicho sí a Zapatero, muchos para decirle no a Rajoy, y otros por miedo a que las cosas se pusieran peor, que es precisamente lo que ha ocurrido.
Ahora que tenemos crisis económica, la crisis política explotará en nuestras narices, porque Zapatero no es un personaje simpático, más tieso que una estatua egipcia, con una sonrisa “abobinable” de vendedor de cosméticos a domicilio. Tampoco es culto, más bien mecánico y reiterativo como un martillo mecánico, repitiendo las mismas frases con los mismos gestos.
Hay androides mucho más entrañables que el fantasma de La Moncloa. Por cierto, para navegantes despistados, los once millones de españoles que han votado al PSOE son absolutamente responsables de todo lo que ocurra en este país, gracias a ellos estamos haciendo el ridículo en el mundo, porque pasaremos de ser un país avanzado a un país retrocedido. ¿Quién se hará cargo de los daños causados a los españoles, a las instituciones de este país, y a nuestra imagen internacional?.
Biante de Priena