Los enemigos de la libertad siempre actúan de forma colectiva: es un axioma
Desde hace una década, la opinión pública española está siendo sometida a un ejercicio de violencia democrática ininterrumpido, con el único objetivo de erradicar la libertad de pensamiento y expresión de este país. Primero desde el Gobierno, ahora desde la oposición, asistimos cada día al bombardeo organizado con la intención de lavar el cerebro a los españoles, creando la mitología de que el ser humano sólo puede salvarse de los grandes males de este mundo si renuncia al egoísmo individual, hasta convertirse en masa amorfa y sumisa, en un adoctrinamiento moral permanente.
El problema es que los propagandistas de la izquierda nos ocultan tras su proeza samaritana, sus auténticas intenciones: ocultar su egoísmo colectivo a la hora de acumular privilegios y recolectar beneficios defendiendo “las causas más nobles” siempre que redunden en su propio provecho, un aliciente de lo más “altruista”; aunque esto acabe perjudicando a todos los demás, ricos o pobres. No en vano, la pobreza se ha incrementado en España un 20 % (25 % de la población) y el paro un 140 % (25 % de la población), tras “la pasada” socialista. Además de haberse incrementado el analfabetismo real y funcional en todo el país, la dependencia, y la miseria; estos hechos también se ocultan (o se induce a su olvido) con una censura impropia de una democracia, destacando los pírricos logros de los gobiernos socialistas ante las hecatombe que nos han legado y que estamos viviendo.
Las redes socialistas, comunistas, sindicalistas y afines, actúan de forma sencilla y sectaria, organizándose para la acción del agit-prop mediático cada día, colonizando los grupos de Facebook, retwiteando las noticias que favorecen sus argumentos, expulsando del menéame a todos los discrepantes, y aplaudiendo las noticias que van saliendo en los medios digitales en maniobras orquestadas para una expansión sincronizada, mientras que desprestigian todas las que critican sus planteamientos. Cierto es que cada día se va reproduciendo también esta actitud desde posiciones conservadoras o nacionalistas, en una competición sin descanso por llevarnos a la confrontación y el conflicto permanente, en el pastoreo de las opiniones a que nos someten, para ir completando sus rediles electorales.
Sin embargo, lo que está cada día más claro es que la información publicada y “me-gustada” no viene a ser un reflejo de la opinión pública mayoritaria, sino más bien de su manipulación y adoctrinamiento, porque la minoría más ruidosa del más de lo mismo, no es portavoz de la mayoría silenciosa, que lo único que desea es que dejen de manipularla en el nombre de Dios, del bienestar de la humanidad o de la próxima invasión de los alienígenas. Los motivos para creer se han acabado, cuando los españoles están sufriendo en sus carnes el azote del colectivismo mental, del ensalzamiento de lo público para pesebre de parásitos, y el pensamiento único que nos conceden los que se salvan a si mismos mientras anuncian que van a salvarnos a todos los demás.
La sociedad dependiente que se ha creado en este país, exclusivamente con el objetivo de que los sectarios de la izquierda se perpetuaran en el poder, aunque fuera hundiendo este país y a sus habitantes, por su mezquindad, en el más profundo abismo de la miseria, no tiene ninguna posibilidad de lograr sus propósitos; a mí solo me conmueve al desconsuelo de los años que vamos a tardar en desincrustarnos la costra mental que nos han dejado, que va a terminar expulsando de este país a los jóvenes mejor formados de nuestra historia (55 % de paro juvenil), desposeyendo a España de su principal capital humano, porque a unos indigentes intelectuales se les haya ocurrido la desafortunada idea de descerebrar a este pueblo por todos los medios, para que los apoltronados políticos, de la izquierda y la derecha, de los nacionalismos y los populismos, los sindicalistas y empresarios de pesebre, puedan seguir manteniéndose en el poder como la más depravada mafia reaccionaria de la historia reciente de España.
Da mucha pena contemplar esa negación de la prosperidad de los españoles en nombre del progreso, que no es otra cosa que el eufemismo del conservadurismo más extremo, al mantener una gerontocracia de impresentables e indocumentados dirigiendo este país como una casta aristocrática, en nombre de las causas más anheladas y los objetivos más nobles, desde una hipocresía democrática que habría hecho sonrojarse a las mismas cortes franquistas, por su depravada e insólita soberbia.
Enrique Suárez
Desde hace una década, la opinión pública española está siendo sometida a un ejercicio de violencia democrática ininterrumpido, con el único objetivo de erradicar la libertad de pensamiento y expresión de este país. Primero desde el Gobierno, ahora desde la oposición, asistimos cada día al bombardeo organizado con la intención de lavar el cerebro a los españoles, creando la mitología de que el ser humano sólo puede salvarse de los grandes males de este mundo si renuncia al egoísmo individual, hasta convertirse en masa amorfa y sumisa, en un adoctrinamiento moral permanente.
El problema es que los propagandistas de la izquierda nos ocultan tras su proeza samaritana, sus auténticas intenciones: ocultar su egoísmo colectivo a la hora de acumular privilegios y recolectar beneficios defendiendo “las causas más nobles” siempre que redunden en su propio provecho, un aliciente de lo más “altruista”; aunque esto acabe perjudicando a todos los demás, ricos o pobres. No en vano, la pobreza se ha incrementado en España un 20 % (25 % de la población) y el paro un 140 % (25 % de la población), tras “la pasada” socialista. Además de haberse incrementado el analfabetismo real y funcional en todo el país, la dependencia, y la miseria; estos hechos también se ocultan (o se induce a su olvido) con una censura impropia de una democracia, destacando los pírricos logros de los gobiernos socialistas ante las hecatombe que nos han legado y que estamos viviendo.
Las redes socialistas, comunistas, sindicalistas y afines, actúan de forma sencilla y sectaria, organizándose para la acción del agit-prop mediático cada día, colonizando los grupos de Facebook, retwiteando las noticias que favorecen sus argumentos, expulsando del menéame a todos los discrepantes, y aplaudiendo las noticias que van saliendo en los medios digitales en maniobras orquestadas para una expansión sincronizada, mientras que desprestigian todas las que critican sus planteamientos. Cierto es que cada día se va reproduciendo también esta actitud desde posiciones conservadoras o nacionalistas, en una competición sin descanso por llevarnos a la confrontación y el conflicto permanente, en el pastoreo de las opiniones a que nos someten, para ir completando sus rediles electorales.
Sin embargo, lo que está cada día más claro es que la información publicada y “me-gustada” no viene a ser un reflejo de la opinión pública mayoritaria, sino más bien de su manipulación y adoctrinamiento, porque la minoría más ruidosa del más de lo mismo, no es portavoz de la mayoría silenciosa, que lo único que desea es que dejen de manipularla en el nombre de Dios, del bienestar de la humanidad o de la próxima invasión de los alienígenas. Los motivos para creer se han acabado, cuando los españoles están sufriendo en sus carnes el azote del colectivismo mental, del ensalzamiento de lo público para pesebre de parásitos, y el pensamiento único que nos conceden los que se salvan a si mismos mientras anuncian que van a salvarnos a todos los demás.
La sociedad dependiente que se ha creado en este país, exclusivamente con el objetivo de que los sectarios de la izquierda se perpetuaran en el poder, aunque fuera hundiendo este país y a sus habitantes, por su mezquindad, en el más profundo abismo de la miseria, no tiene ninguna posibilidad de lograr sus propósitos; a mí solo me conmueve al desconsuelo de los años que vamos a tardar en desincrustarnos la costra mental que nos han dejado, que va a terminar expulsando de este país a los jóvenes mejor formados de nuestra historia (55 % de paro juvenil), desposeyendo a España de su principal capital humano, porque a unos indigentes intelectuales se les haya ocurrido la desafortunada idea de descerebrar a este pueblo por todos los medios, para que los apoltronados políticos, de la izquierda y la derecha, de los nacionalismos y los populismos, los sindicalistas y empresarios de pesebre, puedan seguir manteniéndose en el poder como la más depravada mafia reaccionaria de la historia reciente de España.
Da mucha pena contemplar esa negación de la prosperidad de los españoles en nombre del progreso, que no es otra cosa que el eufemismo del conservadurismo más extremo, al mantener una gerontocracia de impresentables e indocumentados dirigiendo este país como una casta aristocrática, en nombre de las causas más anheladas y los objetivos más nobles, desde una hipocresía democrática que habría hecho sonrojarse a las mismas cortes franquistas, por su depravada e insólita soberbia.
Enrique Suárez