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miércoles, 13 de junio de 2007

La sonrisa de la libertad

Sonreír es un arte singular. Mostrar los dientes cerrados, blancos o blanqueados, es un regalo que los seres humanos nos concedemos. Una sonrisa abra muchas puertas y cierra muchas iras. La sonrisa, es un arma cargada de futuro.

Todos sonreímos, pero no lo hacemos de la misma forma. Hay gente que sonríe elevando discretamente las comisuras de los labios, como la Gioconda; mientras otros lo hacen a carcajadas de forma espontánea y estridente.

La sonrisa apolínea es estética, políticamente correcta, mantiene la compostura, es elegante y climática, puede fingirse cómodamente y siempre queda bien, es cultural y diplomática, sostiene la comunicación y decora las relaciones.

La sonrisa dionisiaca, al contrario, rompe con la realidad, es abrupta y manifiesta, no pasa desapercibida para los presentes, y de ella se desprende alegría o ausencia de control sobre la expresión de los sentimientos, e indica un estallido de vida y pasión.

Los buenos políticos sonríen de forma apolínea, y lo hacen bien. Nunca se ríen a carcajadas en público, deben guardar la compostura porque está mal visto que la pierdan, y deben ser correctos en esta sociedad española tan mojigata con las expresiones de alegría.

Sin embargo, hay sonrisas que delatan ocultos comportamientos, precisas intenciones y voluntades, son las sonrisas sectarias. Todos los sectarios tienen una forma particular de sonreír, que varía según la familia que representen. Cuando uno está atento puede percatarse de cual es la relación de los que interaccionan por su forma de sonreír.

En “Manifiesto de un traidor a la patria”, Albert Boadella hablaba de la sonrisa étnica de los nacionalistas catalanes, expresando lo siguiente:

“Las sonrisas, en esta latitud del Mediterráneo norte no han sido nunca sonrisas relajadas y espontáneas; analizándolas con cierto detalle, da la sensación que mientras se mueve la boca se aprieta el culo. Pero aquellas sonrisitas condescendientes (máxima expresión del hecho diferencial) aquellos guiños de etnia superior, ciertamente, tuvieron la virtud de exasperarme. Son muecas crípticas, reservadas solo a los que ostentan el privilegio de pertenecer al meollo del asunto. Se trata, de una contraseña indicativa de los preconcebidos nacionales y que también, obviamente, compromete al mantenimiento de la omertá general.”

Contra las sonrisas sectarias de los políticos, a los ciudadanos solo nos queda la sonrisa de la libertad, esa que tanto temen los que se benefician de representarnos. Es la sonrisa inteligente, irónica, socarrona, sarcástica, provocadora, y desabrida, que señala y acusa los desmanes de los afianzados al poder, por la explotación más impía de sus congéneres, a los que venden su salvación, mientras que lo único que hacen es de defender sus privilegios, habitualmente obtenidos con malas artes.

La sonrisa de la libertad, es posiblemente el mejor antídoto contra los desaprensivos que desconocen las lágrimas y el dolor de los que sufren para que ellos puedan seguir adelante en sus propósitos. Esa gente, la mayoría de los políticos, no se merece ningún respeto, ni deferencia. Propongo que los derribemos con sonrisas. Una sonrisa ante su desfachatez, es la mejor demostración de que seguimos siendo libres. Una sonrisa es una pancarta que dice: ¡anda ya!.

Sonría a los políticos, por favor. Hágalo en su cara. Si es posible, a carcajadas. Que se enteren de lo que no pueden arrebatarnos: la libertad de reirnos en sus narices. Ejerzamos nuestros derechos políticos.


Jean Le Non

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