Van pasando los años en este país nuestro, esta España contradictoria y nihilista, que nace y muere al mismo tiempo, cada día. Vivimos tiempos difíciles, muy difíciles para la convivencia, para el proyecto común, para la alegría.
Es cierto que entre Zapatero y Rajoy, entre Rosa Díez y Albert Rivera, entre Montilla, Ibarretxe, Ridao, y Mas, nos han abocado a los españoles a no se sabe qué. La gente se desquicia entre lo que es necesario conservar y lo que es necesario destruir, entre lo que es necesario cambiar y lo que es necesario mantener. Los políticos no están haciendo una España para los españoles, sino para ellos, mientras que los ciudadanos de este país pagamos sus ensayos y errores.
¿Y quién es responsable?. Evidentemente no sólo Zapatero, porque si hace las cosas que no nos agradan, no terminaría triunfando en las elecciones. El problema de Zapatero solo es uno, su tremenda ambición, la de convertir este país en el resultado de sus ilusiones y esperanzas, la de implantar un clima de tolerancia inflexible que a veces deriva en autoritarismo despótico, la de hacer y deshacer esta nación, porque se le ha subido el cargo a la cabeza, y se siente legitimado por los españoles para hacer una España diferente; no creo que sea un malintencionado vesánico, pero la verdad es que es bastante ceporro.
Aunque si Zapatero ha cometido errores, también ha tenido aciertos, posiblemente en la intención última, no creo que quiera ningún mal para los ciudadanos de este país, pero es torpe, muy torpe, porque no sabe que las políticas deben ser no solo coherentes con un programa propio, sino congruentes con el mundo en el que se producen. A las políticas de Zapatero les falta siempre la gran congruencia de ubicarse en el escenario del equilibrio, tratan de equilibrar y desequilibran, nunca alcanzan un estado de armonía, ordenan desordenando, es lo más contrario de lo que he visto en mi vida a la pretensión Zen de adaptación que parece guiarlas.
Pero si el Presidente de Gobierno es responsable de lo que se hace, el líder de la oposición, Mariano Rajoy es responsable de no saber hacer algo eficaz contra lo que se hace mal, o apoyar algo de lo que se hace bien. Mariano, vive en su limbo, y creo que su partido le ha adherido definitivamente al devenir de Zapatero, cuando Zapatero caiga, Mariano también lo hará, los dos se quemarán en la misma hoguera.
La política territorial de Zapatero trata de establecer la cuadratura del círculo imposible. Es un producto de la ambivalencia esquizofrénica que hace una coalición constitucionalista de facto en el País Vasco, y una coalición secesionista en Cataluña. Alguien puede decir a su favor que eso es un reflejo de la transversalidad política, el único destino que le queda al PSOE, antes de hundirse en los errores del socialismo real, la socialdemocracia asfixiante o las revoluciones bolivarianas. Pero todavía le queda mucha evolución ideológica a este partido para llegar a su tranquilidad política.
Cierto es que si bien Zapatero negocia hasta los límites de la razón, incluso con los terroristas de ETA, también sabe cual es el límite que no debe sobrepasarse, guante de seda hasta tener la mano ensangrentada, pero si el guante se cae, la zarpa del Estado caerá sobre los que no han sabido responder a su bondad, con la fortaleza que le permite su religión buenista.
En fin, todas estas cosas forman parte del “ceporrismo político” de implantación de un sistema cada día más asfixiante para los ciudadanos, en que al fenómeno de disolución del trabajo en nuestro país, por deslocalización, por falta de planificación, por todos los errores cometidos en las concesiones a los sindicatos –auténticos artífices del desastre-, nos va dejando más de cuatro millones de parados y unos trabajadores que cada día tienen que trabajar más para vivir igual o peor, y unas nuevas generaciones hipotecadas de por vida que jamás podrán trabajar para lo que se han formado, y están condenados a vivir de la subvención familiar o estatal, buena parte de su existencia.
Zapatero tiene un problema y los españoles tenemos un problema, porque la vaca España está llegando a una menopausia económica, antes de que las terneras autonómicas den leche.
Viene un tiempo en que los españoles lo vamos a pasar mal, muy mal, y el único problema que tenemos es que entre todos los ceporros que existen en la política española, ninguno se merece la confianza de que le encarguemos la resolución de la crisis, salir del hoyo.
Quizás la única salida sea la eliminación de lo existente en la política para pasar a otra cosa nueva, diferente, una democracia directa en la que los españoles renunciemos a esta forma de representación política y busquemos las alternativas en algo más próximo a los ciudadanos y mucho más distante de los políticos. Quizás sea el momento de tomar el tren de la historia democrática de nuevo y abandonar esta cochambre de autobús que todavía funciona con gasógeno.
Ante lo que viene, los españoles estamos condenados a recuperar la soberanía que nos corresponde, y tomar las decisiones que no nos perjudiquen, pero el grave problema que tenemos es que el ceporrismo político nos ha contagiado y no sabemos como hacerlo.
No sabemos como administrar el poder, de tanto ir en autobús por la vida, se nos ha olvidado conducir, y ahora que el piloto y el copiloto están borrachos, no hay ningún pasajero que sepa llevar el autobús a buen destino. Este viaje no va a ser tranquilo, no puede serlo.
Erasmo de Salinas
Es cierto que entre Zapatero y Rajoy, entre Rosa Díez y Albert Rivera, entre Montilla, Ibarretxe, Ridao, y Mas, nos han abocado a los españoles a no se sabe qué. La gente se desquicia entre lo que es necesario conservar y lo que es necesario destruir, entre lo que es necesario cambiar y lo que es necesario mantener. Los políticos no están haciendo una España para los españoles, sino para ellos, mientras que los ciudadanos de este país pagamos sus ensayos y errores.
¿Y quién es responsable?. Evidentemente no sólo Zapatero, porque si hace las cosas que no nos agradan, no terminaría triunfando en las elecciones. El problema de Zapatero solo es uno, su tremenda ambición, la de convertir este país en el resultado de sus ilusiones y esperanzas, la de implantar un clima de tolerancia inflexible que a veces deriva en autoritarismo despótico, la de hacer y deshacer esta nación, porque se le ha subido el cargo a la cabeza, y se siente legitimado por los españoles para hacer una España diferente; no creo que sea un malintencionado vesánico, pero la verdad es que es bastante ceporro.
Aunque si Zapatero ha cometido errores, también ha tenido aciertos, posiblemente en la intención última, no creo que quiera ningún mal para los ciudadanos de este país, pero es torpe, muy torpe, porque no sabe que las políticas deben ser no solo coherentes con un programa propio, sino congruentes con el mundo en el que se producen. A las políticas de Zapatero les falta siempre la gran congruencia de ubicarse en el escenario del equilibrio, tratan de equilibrar y desequilibran, nunca alcanzan un estado de armonía, ordenan desordenando, es lo más contrario de lo que he visto en mi vida a la pretensión Zen de adaptación que parece guiarlas.
Pero si el Presidente de Gobierno es responsable de lo que se hace, el líder de la oposición, Mariano Rajoy es responsable de no saber hacer algo eficaz contra lo que se hace mal, o apoyar algo de lo que se hace bien. Mariano, vive en su limbo, y creo que su partido le ha adherido definitivamente al devenir de Zapatero, cuando Zapatero caiga, Mariano también lo hará, los dos se quemarán en la misma hoguera.
La política territorial de Zapatero trata de establecer la cuadratura del círculo imposible. Es un producto de la ambivalencia esquizofrénica que hace una coalición constitucionalista de facto en el País Vasco, y una coalición secesionista en Cataluña. Alguien puede decir a su favor que eso es un reflejo de la transversalidad política, el único destino que le queda al PSOE, antes de hundirse en los errores del socialismo real, la socialdemocracia asfixiante o las revoluciones bolivarianas. Pero todavía le queda mucha evolución ideológica a este partido para llegar a su tranquilidad política.
Cierto es que si bien Zapatero negocia hasta los límites de la razón, incluso con los terroristas de ETA, también sabe cual es el límite que no debe sobrepasarse, guante de seda hasta tener la mano ensangrentada, pero si el guante se cae, la zarpa del Estado caerá sobre los que no han sabido responder a su bondad, con la fortaleza que le permite su religión buenista.
En fin, todas estas cosas forman parte del “ceporrismo político” de implantación de un sistema cada día más asfixiante para los ciudadanos, en que al fenómeno de disolución del trabajo en nuestro país, por deslocalización, por falta de planificación, por todos los errores cometidos en las concesiones a los sindicatos –auténticos artífices del desastre-, nos va dejando más de cuatro millones de parados y unos trabajadores que cada día tienen que trabajar más para vivir igual o peor, y unas nuevas generaciones hipotecadas de por vida que jamás podrán trabajar para lo que se han formado, y están condenados a vivir de la subvención familiar o estatal, buena parte de su existencia.
Zapatero tiene un problema y los españoles tenemos un problema, porque la vaca España está llegando a una menopausia económica, antes de que las terneras autonómicas den leche.
Viene un tiempo en que los españoles lo vamos a pasar mal, muy mal, y el único problema que tenemos es que entre todos los ceporros que existen en la política española, ninguno se merece la confianza de que le encarguemos la resolución de la crisis, salir del hoyo.
Quizás la única salida sea la eliminación de lo existente en la política para pasar a otra cosa nueva, diferente, una democracia directa en la que los españoles renunciemos a esta forma de representación política y busquemos las alternativas en algo más próximo a los ciudadanos y mucho más distante de los políticos. Quizás sea el momento de tomar el tren de la historia democrática de nuevo y abandonar esta cochambre de autobús que todavía funciona con gasógeno.
Ante lo que viene, los españoles estamos condenados a recuperar la soberanía que nos corresponde, y tomar las decisiones que no nos perjudiquen, pero el grave problema que tenemos es que el ceporrismo político nos ha contagiado y no sabemos como hacerlo.
No sabemos como administrar el poder, de tanto ir en autobús por la vida, se nos ha olvidado conducir, y ahora que el piloto y el copiloto están borrachos, no hay ningún pasajero que sepa llevar el autobús a buen destino. Este viaje no va a ser tranquilo, no puede serlo.
Erasmo de Salinas