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lunes, 16 de febrero de 2009

No hay vuelta atrás

Zapatero se ha atado al mástil y lleva este país directamente hacia los arrecifes, mejor un buen naufragio pilotado que un hundimiento fortuito. No hay nada de heroico en el Trafalgar que se avecina: más vale barcos sin honra que honra sin barcos. Sin honra y sin barcos nos vamos a ir directamente al final de una época.

La talla política de nuestros representantes públicos se mide por la estatura intelectual de José Blanco, la creatividad de Miguel Sebastián, la mala hostia de la Vice, la prudencia incompetente de Solbes y el talante del caradura de Zapatero. Sin dejar atrás a ese Rajoy incomensurable, esa Esperanza Aguirre excepcional y ese Gallardón inefable. Y Rosa Díez rectificando, mejor trainera que piragua, ya lo decíamos ayer..., a ver si se le ilumina la lámpara de la supervivencia, hace un poquito de caso a los cibercabras, zanahorios, y no alineados, y despeja el directorio de su partido de incompetentes severos...

Pues alguien debe decirlo, porque aquí seguimos jugando a que la crisis se va a resolver dejando que pase el tiempo sin hacer nada, ni rezar, que ya no se debe. Pero la crisis no se puede resolver, porque entre todas las ilustrísimas señorías del Parlamento, no dan ni para hacer un plan municipal de recogida de basura y saneamiento en una ciudad pequeña.

La política en España había alcanzado su cota más baja en la historia, mucho antes de que la crisis se presentara en ese formato parco y desapercibido de la versión oficial inicial. Y en correlación inmediata, la corrupción había alcanzado su cota más alta antes de que se convirtiera al PP en un partido en extinción, al que cazan los poderosos mezclados al descuido, justo antes de procesos electorales autonómicos.

Ahora es el momento de hablar de la ley de memoria histórica, la ley de dependencia, la ley de violencia de género, la posición del gobierno ante el cambio climático, el diálogo con ETA, el desprecio a las víctimas del terrorismo, los negocios del Estado con los nacionalismos, y por supuesto del talante, del diálogo, y de la tensión.

No hay vuelta atrás, al impresentable Presidente del Gobierno que es incapaz de resistir ni una entrevista pública en la tele, al impresentable opositor que está más perdido que Robinsón Crusoe. A sus cortes respectivas, y a todos los instalados en la función pública a dedo los vamos a tener que aguantar hasta dentro de tres años, y van a dejar el país que no lo va a reconocer ni la madre que lo parió.

Con esta banda de miserables, dispuestos a las mayores atrocidades vamos a tener que resolver la crisis, ellos subidos en el carro y todos los españoles tirando de él, en esta fantasía persa que se han montado. Y encima vamos a soportar a los 21 millones de españoles –el pueblo nunca se equivoca, dicen desde los púlpitos parlamentarios, para añadir a continuación: es la democracia-. 21 millones de españoles son responsables, liderados por sus mediocres y obscenos representantes publicos (servidor votó por UPyD, pero no volveré a hacerlo, han defraudado mi confianza, y en la parte del desastre que me corresponde por mantener esta panoplia, pido disculpas a mis compatriotas, por haber creido -una vez más- en esta tribu caníbal que son los políticos).

Pues verán ustedes, esto ni es democracia ni nada que se le parezca, es literalmente una organización mafiosa para explotar y expoliar a los ciudadanos, una trama dispuesta para delinquir que se ha apoderado de España para convertirla en un negocio rentable para ellos.

Lo único que queda es esperar a que la delincuencia se incremente, al igual que la violencia, algún parado cometa un magnicidio, y el Estado siga sin pagar a empresas privadas a las que debe más de 8.000 millones de euros, que se hagan unos cuantos chanchullos más en los ayuntamientos con la financiación extraordinaria, que las comunidades autónomas se distancien un poquito más del común, que los pensionistas y parados dejen de cobrar sus pensiones y subsidios, y que el Rey abdique en su hijo, para oxigenar el pútrido ambiente.

No esperen nada, no hay nada más que lo que se ve, los conejos en la chistera se acabaron con Adolfo Suárez; ahora la chistera sirve para pedir limosna. Solo nos espera sangre, sudor, lágrimas y mucha intoxicación informativa, pletórica de promesas en el más allá temporal. Nos encontramos ante un hecho insólito que se produce cuando la indigencia intelectual de las élites y la torpeza infinita de las masas convergen en un preciso momento, logrando que todo se vaya al carajo.


Erasmo de Salinas

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