Coincidiendo con la creación de nuestro partido político, Ciutadans, alguien tan incuestionable para la izquierda como Carlos Semprún, se dejaba decir lo siguiente hace un par de años:
“Porque, como no hace mucho en África del Sur, cuando imperaba el apartheid (o separación), se está imponiendo un apartheid en Cataluña, entre los catalanes de sangre pura, de raíces puras, de alma pura, de lengua pura, y los “charnegos” y “murcianos”, incluso cuando tienen la desgracia de haber nacido en Cataluña, de padres, abuelos y tatarabuelos catalanes, porque eso no les basta, exigen además odio a España, a la lengua española, y particular odio a Madrid, paradigma de todos los horrores”. Carlos Semprún. “Apartheid” catalán. Ideas (14-06-05)
El escritor, supongo que sea el hermano de Jorge Semprún, (según me ha indicado un amable comentarista había un error de confusión con su hermano, afincado en París, y ministro de cultura con Felipe González, experiencia de la que no salió muy airoso), se ocupaba de entrecomillar el vocablo de origen afrikáaner. Hoy no resulta necesario, el diccionario de la RAE acepta el vocablo para expresar lo siguiente:
segregación racial, especialmente la establecida en la República de Sudáfrica por la minoría blanca.
De forma figurada se puede utilizar para definir la segregación que realiza una determinada facción de la población, privilegiada en sus derechos, con los que no comparten sus criterios. El tema racial, se puede sustituir perfectamente por el nacimiento, los apellidos, la lengua, la cultura, el hecho diferencial suficiente, que permita realizar exclusiones programadas, con la intención de engrandecer el tiránico poder de seguir excluyendo, y sembrando cada vez más hambre para lo ajeno.
Es la tiranía de lo propio, en suerte endémica de reproducción clonada, para lo que se requiere el poder; todo lo demás resulta instrumental a este propósito, lo fundamental es seguir adelante con la creación del invento sectario, que permite que cada día más cofrades compartan mantel, mesa y prebendas; y todo esto se hace asfixiando lo que no es afín, erradicando la diversidad.
“La asimetría que realmente padecen los pueblos distintos es que se les trate como iguales en su lengua en su derecho civil y en su historia (...) La asimetría más dañina es la obstinada negación de la diferencia. Si en algo habría que corregir la trilogía de valores de la Revolución Francesa es en eso: la diversidad es un valor tan decisivo como la igualdad”. Arcadi Espada (Blog de Arcadi Espada - 29-08-2005).
Estas palabras de Arcadi Espada, pronunciadas hace dos años, nos invitan de nuevo a reflexionar sobre lo que está ocurriendo en Cataluña. El “barretina power” se va instalando cada día más en la sociedad catalana, discretamente, sin estridencias, de esa manera sigilosa y sinuosa, con que los parásitos van determinando el futuro del territorio huésped, en esta ocasión, la población que habita en Cataluña.
Una inmensa mayoría, al servicio de los intereses enmascarados de una minoría elitista, precisamente esa definición coincide con lo que se conoce como Apartheid. Esa oligocracia, en la que solo los que disfrutan de todos los derechos se sienten satisfechos en su privilegio, (el oasis catalán), mientras que a los que se les han recortado (el gran desierto de lo español en Cataluña), van desfalleciendo lentamente.
El asimilacionismo obligatorio es xenófobia
En este mundo cada vez más liviano en las ideas, parece que determinadas palabras desaparecen. Lo había denunciado Nietzsche en su día, Foucault lo hizo más tarde, y Borges no dejo de decirlo. Secuestrar de la comunicación habitual y cotidiana determinados conceptos, es una forma de segregación establecida y consolidada en en Cataluña.
Cuando desde los partidos nacionalistas catalanes se habla de asimilación, siempre se refiere a la bondad del proceso para las poblaciones recientemente asentadas en el territorio catalán. A Pujol se le llenaba la boca hablando del asimilacionismo oferente de Cataluña para los venidos de otros países como prueba de sociedad tolerante y abierta.
Cuando se revisa la literatura antropológica, se comprende que realmente lo que se está haciendo en Cataluña, es asimilar a los propios catalanes al catalanismo, independientemente de su condición original.
Esto es un acto execrable denunciado desde hace años en la carta de los derechos humanos, que promueve el multiculturalismo, y no el etnocentrismo miserable, superado por la inmensa mayoría de las democracias avanzadas, por lo que Cataluña no cumple criterios de modernidad, sino de retroceso histórico al siglo XIX, construyendo la nación inventada que pudo haber sido y no fue.
No se puede reasimilar lo propio, y si lo propio es diverso, debe aceptarse, bajo peligro de sustraerse al progreso social, y regresar a las estructuras sociales arcaicas de las movimientos migratorios masivos de principios del siglo XX.
Hay una gran diferencia entre Cataluña y otros lugares avanzados del planeta como los Estados Unidos, donde los emigrantes eran quienes querían integrarse y aceptaban gustosos las facilidades para la asimilación, o por ejemplo, Portugal, Francia, Holanda, Reino Unido, países con colonias, que siempre han respetado las diversidades.
En España se sigue una política multicultural en todas las autonomías no nacionalistas, mientras que en las nacionalistas se establece una opresión permanente desde las minorías privilegiadas sobre las mayorías silenciadas, una reasimilación integrista y totalitaria. No se puede continuar así en nuestro país, España.
Estamos asistiendo a la creación de una aberración cultural en pleno siglo XXI, en un país europeo y nadie parece haberse enterado. El etnocentrismo catalán es anacrónico y utópico, un delirio de cuatro proxenetas de la libertad, que se sirven de la democracia instrumentalmente para obtener privilegios sectarios.
Cataluña recuerda cada día más a Marruecos, lo que se hace con los españoles que la habitan, es lo mismo que procura el gobierno de Mohamed VI con su política de asimilación de los saharauis. Laminación cultural al servicio de intereses económicos, para beneficiar a una inmensa minoría.
Hay apartheid en Cataluña, y no es racial, porque la etnia es la misma, pero en lo demás, cumple todos los criterios. Xenofobia organizada desde la administración pública, es una forma de maltrato institucional que debe erradicarse cuanto antes, por el bien de nuestros hijos y la memoria de nuestros padres. El Estado español no puede seguir mirando a otro lado, porque al partido que está en el gobierno en ambos lugares le interese políticamente.
Biante de Priena