¿Por qué el PSOE apoya a Palestina?
¿Quién define la realidad actual?. Evidentemente, los políticos y los medios de comunicación. Esta realidad, que mañana piensan legar en los libros de historia a nuestros nietos, es una realidad definida desde el poder, no desde los hechos.
En cada noticia, en cada intervención política hay intención, la información es prácticamente gratuita, pero la comunicación cuesta mucho dinero, que evidentemente todas las representaciones del poder están dispuestas a gastarse, comprando voluntades, contratando intoxicadores profesionales, subvencionando el papel, o reduciendo impuestos a los proselitistas de sus criterios. El agit-prop institucional se ha convertido en un estilo de vida para muchos “profesionales” de la comunicación.
El tema del conflicto entre hebreos y palestinos se resume en pocas palabras: una organización terrorista de nombre Hamás, amparada por otras como la proiraní Hizballah, los mártires de Al-Aqsa, Jihad palestina, Abu Nidal, Al Fatah y la OLP en sus diferentes formas y frentes se han propuesto el martirio como negocio.
Son organizaciones que no respetan a los seres humanos, a los que consideran víctimas propiciatorias para su causa. ¿Y cuál es su causa?, mantener el conflicto al precio que sea en vidas humanas, porque con cada víctima se incrementa el dolor y se afloja el bolsillo del mecenazgo internacional. La población palestina está secuestrada por unos terroristas que han convertido en negocio su miserable existencia.
En este preciso momento, estamos viviendo en el mundo una auténtica guerra mundial por el control de la opinión pública, es la última linea de batalla de la resistencia totalitaria, tras la caída del muro de Berlín y el mundo virtual que había construido la Unión Soviética, que siempre ha sido apoyado por los partidos de izquierda de las democracias occidentales, y también los nacionalistas españoles.
Es la causa común que se organiza desde la ONU desde hace años por imponer un idealismo voraz con la esencia del ser humano. Es el esfuerzo de control de los ciudadanos individuales, diluyéndolos en un común social, mucho más manejable desde la política, si se recorta su libertad. Algo que se ha intentado desde el poder desde el comienzo de la civilización, pero que nunca se había organizado a escala mundial.
Si no hay víctimas, se hacen
Hamás sabe que no puede ganar la guerra a Israel, pero puede obtener el triunfo en la batalla por quedarse con la opinión pública mundial, eso permitirá que reciba más dinero, más armas, más conflicto. Hamás ha triunfado en las pasadas elecciones en Palestina, a pesar de los palestinos, que están hartos de vivir en la miseria y del subsidio internacional. También están hartos de Hamás, por eso han votado por una organización terrorista, para que se destruya enfrentándose con Israel, y quitárselos así de encima. El pueblo palestino sabe desde la época en que Yasser Arafat gobernaba la OLP, que depende para su supervivencia de las ayudas que provengan del exterior, y como no pueden producir nada, por la asfixia económica a que les ha sometido Israel para evitar actos terroristas, producen muertos, dolor, y sufrimiento que tras salir en los receptores de televisión, en internet, en las emisoras de radio y en los periódicos, les proporciona recursos para alcanzar una mezquina supervivencia. Los palestinos están secuestrados por las organizaciones terroristas, Hamás y Jihad islámica, fundamentalmente. En ningún lugar del mundo hay tantas organizaciones terroristas, y hay tantas porque se riegan con sangre y dinero, se cultivan estratégicamente.
Hasta el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, ha culpado a Hamás de la muerte de los palestinos en Gaza, y no a los judíos.
Cierto es que los judíos, también mantienen sus condiciones de vida con fuertes ayudas internacionales, provenientes de la comunidad hebrea y de los Estados Unidos, su principal aliado mundial, junto con algunos sectores de población occidentales. Su desmesurada capacidad armamentística es proporcional a las amenazas y ataques que reciben cada día. Hay un importante lobby sionista internacional, que no está interesado en detener la guerra bajo ningún concepto, porque cuanto más tiempo se mantenga, más recursos recibirán de Occidente, en dinero y armas, para continuar en su defensa, única forma de mantener su territorio ante el permanente acoso terrorista.
La solución no está ni en palestinos, ni en judíos
La solución de este grave conflicto pasa inexcusablemente por la separación de las posiciones más extremistas, palestinas y hebreas, de una posible negociación, y estableciendo un control exhaustivo sobre las ayudas internacionales que reciben ambos, y que solo podrán ser recibidas directamente por los ciudadanos en conflicto.
Evidentemente, el campo de concentración en que se ha convertido Gaza, en el que habitan 1.200.000 personas en 240 kilómetros cuadrados sin recursos propios, ni siquiera agua, es un problema que requiere la intervención inmediata de los organismos internacionales, pero no mayor que lo que ha ocurrido en Darfur, donde han fallecido 400.000 personas, sin salir ni una milésima parte de lo que ha salido Gaza en la televisión, y no ha convocado al lobby internacional progresista, porque no reviste interés estratégico.
El problema de Gaza no proviene en ningún caso del ancestral odio entre judíos y musulmanes, esa es la pantalla que un determinado lobby internacional de la izquierda progresista quiere mostrarnos, para demonizar a los Estados Unidos de América y a sus aliados; la auténtica causa del conflicto, como siempre, es el control de los recursos, en este caso, ajenos, que se envían en forma de partidas de ayuda tanto a Israel como a Palestina.
El chantaje del sufrimiento a que somos sometidos los occidentales sólo se resolverá con autoridad, posiblemente con una autoridad internacional que imponga un orden no pervertido por las intenciones políticas de los usurpadores de la paz, nunca con más solidaridad gratuita, por muchos manifestantes que se reúnan en todas las capitales occidentales ante las embajadas de Israel.
La solución es quirúrgica y dolorosa, y consiste en cerrar las ayudas internacionales de forma inmediata, y sólo proporcionar ayuda humanitaria directa a los palestinos, y a los judíos (si la necesitan), pero por medio de quien pueda controlarla objetivamente y sea de absoluta confianza, evidentemente, ni judío, ni palestino, y eso sólo lo puede hacer la ONU, pero para ello tiene que abandonar su posición de acusar permanentemente a los judíos y a los norteamericanos de genocidio del pueblo palestino, y hay mucha gente interesada en ese lobby internacional progresista que no está por la labor, porque como en la gloriosa revolución soviética, la cubana, o la china, antes está la causa del progreso, que las víctimas que ocasione.
Ningún fuego se mantiene sin combustible y mejor retirar el dinero a que nos sigan mostrando cadáveres de los palestinos en la televisión para ganar nuestras conciencias para su causa. Y estos progresistas son los que pretenden enseñarnos a respetar los derechos humanos, cuando los humanos no necesitan derechos, sino libertad y paz para poder ejercerlos.
El pueblo elegido se enfrenta a la realidad interpretada por quienes quieren destruir la forma de vida occidental, la libertad, la justicia y la paz, vendiéndonos que son nuestros salvadores en la televisión, como los telepredicadores norteamericanos, pero en este caso desde los telediarios, con el dinero de todos.
Biante de Priena
¿Quién define la realidad actual?. Evidentemente, los políticos y los medios de comunicación. Esta realidad, que mañana piensan legar en los libros de historia a nuestros nietos, es una realidad definida desde el poder, no desde los hechos.
En cada noticia, en cada intervención política hay intención, la información es prácticamente gratuita, pero la comunicación cuesta mucho dinero, que evidentemente todas las representaciones del poder están dispuestas a gastarse, comprando voluntades, contratando intoxicadores profesionales, subvencionando el papel, o reduciendo impuestos a los proselitistas de sus criterios. El agit-prop institucional se ha convertido en un estilo de vida para muchos “profesionales” de la comunicación.
El tema del conflicto entre hebreos y palestinos se resume en pocas palabras: una organización terrorista de nombre Hamás, amparada por otras como la proiraní Hizballah, los mártires de Al-Aqsa, Jihad palestina, Abu Nidal, Al Fatah y la OLP en sus diferentes formas y frentes se han propuesto el martirio como negocio.
Son organizaciones que no respetan a los seres humanos, a los que consideran víctimas propiciatorias para su causa. ¿Y cuál es su causa?, mantener el conflicto al precio que sea en vidas humanas, porque con cada víctima se incrementa el dolor y se afloja el bolsillo del mecenazgo internacional. La población palestina está secuestrada por unos terroristas que han convertido en negocio su miserable existencia.
En este preciso momento, estamos viviendo en el mundo una auténtica guerra mundial por el control de la opinión pública, es la última linea de batalla de la resistencia totalitaria, tras la caída del muro de Berlín y el mundo virtual que había construido la Unión Soviética, que siempre ha sido apoyado por los partidos de izquierda de las democracias occidentales, y también los nacionalistas españoles.
Es la causa común que se organiza desde la ONU desde hace años por imponer un idealismo voraz con la esencia del ser humano. Es el esfuerzo de control de los ciudadanos individuales, diluyéndolos en un común social, mucho más manejable desde la política, si se recorta su libertad. Algo que se ha intentado desde el poder desde el comienzo de la civilización, pero que nunca se había organizado a escala mundial.
Si no hay víctimas, se hacen
Hamás sabe que no puede ganar la guerra a Israel, pero puede obtener el triunfo en la batalla por quedarse con la opinión pública mundial, eso permitirá que reciba más dinero, más armas, más conflicto. Hamás ha triunfado en las pasadas elecciones en Palestina, a pesar de los palestinos, que están hartos de vivir en la miseria y del subsidio internacional. También están hartos de Hamás, por eso han votado por una organización terrorista, para que se destruya enfrentándose con Israel, y quitárselos así de encima. El pueblo palestino sabe desde la época en que Yasser Arafat gobernaba la OLP, que depende para su supervivencia de las ayudas que provengan del exterior, y como no pueden producir nada, por la asfixia económica a que les ha sometido Israel para evitar actos terroristas, producen muertos, dolor, y sufrimiento que tras salir en los receptores de televisión, en internet, en las emisoras de radio y en los periódicos, les proporciona recursos para alcanzar una mezquina supervivencia. Los palestinos están secuestrados por las organizaciones terroristas, Hamás y Jihad islámica, fundamentalmente. En ningún lugar del mundo hay tantas organizaciones terroristas, y hay tantas porque se riegan con sangre y dinero, se cultivan estratégicamente.
Hasta el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, ha culpado a Hamás de la muerte de los palestinos en Gaza, y no a los judíos.
Cierto es que los judíos, también mantienen sus condiciones de vida con fuertes ayudas internacionales, provenientes de la comunidad hebrea y de los Estados Unidos, su principal aliado mundial, junto con algunos sectores de población occidentales. Su desmesurada capacidad armamentística es proporcional a las amenazas y ataques que reciben cada día. Hay un importante lobby sionista internacional, que no está interesado en detener la guerra bajo ningún concepto, porque cuanto más tiempo se mantenga, más recursos recibirán de Occidente, en dinero y armas, para continuar en su defensa, única forma de mantener su territorio ante el permanente acoso terrorista.
La solución no está ni en palestinos, ni en judíos
La solución de este grave conflicto pasa inexcusablemente por la separación de las posiciones más extremistas, palestinas y hebreas, de una posible negociación, y estableciendo un control exhaustivo sobre las ayudas internacionales que reciben ambos, y que solo podrán ser recibidas directamente por los ciudadanos en conflicto.
Evidentemente, el campo de concentración en que se ha convertido Gaza, en el que habitan 1.200.000 personas en 240 kilómetros cuadrados sin recursos propios, ni siquiera agua, es un problema que requiere la intervención inmediata de los organismos internacionales, pero no mayor que lo que ha ocurrido en Darfur, donde han fallecido 400.000 personas, sin salir ni una milésima parte de lo que ha salido Gaza en la televisión, y no ha convocado al lobby internacional progresista, porque no reviste interés estratégico.
El problema de Gaza no proviene en ningún caso del ancestral odio entre judíos y musulmanes, esa es la pantalla que un determinado lobby internacional de la izquierda progresista quiere mostrarnos, para demonizar a los Estados Unidos de América y a sus aliados; la auténtica causa del conflicto, como siempre, es el control de los recursos, en este caso, ajenos, que se envían en forma de partidas de ayuda tanto a Israel como a Palestina.
El chantaje del sufrimiento a que somos sometidos los occidentales sólo se resolverá con autoridad, posiblemente con una autoridad internacional que imponga un orden no pervertido por las intenciones políticas de los usurpadores de la paz, nunca con más solidaridad gratuita, por muchos manifestantes que se reúnan en todas las capitales occidentales ante las embajadas de Israel.
La solución es quirúrgica y dolorosa, y consiste en cerrar las ayudas internacionales de forma inmediata, y sólo proporcionar ayuda humanitaria directa a los palestinos, y a los judíos (si la necesitan), pero por medio de quien pueda controlarla objetivamente y sea de absoluta confianza, evidentemente, ni judío, ni palestino, y eso sólo lo puede hacer la ONU, pero para ello tiene que abandonar su posición de acusar permanentemente a los judíos y a los norteamericanos de genocidio del pueblo palestino, y hay mucha gente interesada en ese lobby internacional progresista que no está por la labor, porque como en la gloriosa revolución soviética, la cubana, o la china, antes está la causa del progreso, que las víctimas que ocasione.
Ningún fuego se mantiene sin combustible y mejor retirar el dinero a que nos sigan mostrando cadáveres de los palestinos en la televisión para ganar nuestras conciencias para su causa. Y estos progresistas son los que pretenden enseñarnos a respetar los derechos humanos, cuando los humanos no necesitan derechos, sino libertad y paz para poder ejercerlos.
El pueblo elegido se enfrenta a la realidad interpretada por quienes quieren destruir la forma de vida occidental, la libertad, la justicia y la paz, vendiéndonos que son nuestros salvadores en la televisión, como los telepredicadores norteamericanos, pero en este caso desde los telediarios, con el dinero de todos.
Biante de Priena