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viernes, 26 de diciembre de 2008

La doctrina soviética de la SGAE llega a los niños



Gracias C"SI (extraído del blog "Contra los gigantes")

¡Abajo el franquismo!

¿Arde Barcelona?

Cuando el General Von Choltitz, gobernador alemán de la capital francesa en las postrimerías de la II Guerra Mundial, se negó a cumplir la orden de Hitler de destruir París antes de abandonarla a la invasión de los alíados, demostró todo el poder de un solo hombre ante la persuasión-coacción de la locura de un dictador.

Hoy, los turistas que visitan París, escuchan por los altavoces de los autobuses panorámicos que gracias a un señor, de nombre Von Choltitz, todo aquello sigue allí para ser contemplado por autóctonos y foráneos.

La decisión del general alemán no era baladí, la política de tierra quemada de Hitler le hubiera dado tiempo para organizar sus tropas y preparar nuevas estrategias, desde el punto de vista militar, fue un acto de traición, pero desde una perspectiva humana, fua una victoria de la civilización contra la barbarie. La rendición del alto mando alemán ante el general Leclerc, salvó muchas vidas y la imagen que hoy disfrutamos de París.

Von Choltitz, estuvo un año en la cárcel y posteriormente fue liberado falleciendo en 1966 tras una larga enfermedad, a su funeral asistieron numerosos altos cargos de la República Francesa.

Entra en contraste con otra versión opuesta de la interpretación de la realidad, cuando el protagonista del relato “Deutches Réquiem” de Jorge Luis Borges, Otto Dietrich Zun Linde, un nazi a punto de ser ajusticiado por sus crímenes, concluye su alocución de la siguiente forma – dicen que éste fue uno de los párrafos que le impidió al escritor argentino alcanzar la gloria del Premio Nóbel- que hiela la sangre al más flemático, por su crudeza, pero también por su certeza:

“Hitler creyó luchar por un país, pero luchó por todos, aun por aquellos que agredió y detestó. No importa que su yo lo ignorara; lo sabían su sangre, su voluntad. El mundo se moría de judaísmo y de esa enfermedad del judaísmo, que es la fe de Jesús; nosotros le enseñamos la violencia y la fe de la espada. Esa espada nos mata y somos comparables al hechicero que teje un laberinto y que se ve forzado a errar en él hasta el fin de sus días o a David que juzga a un desconocido y lo condena a muerte y oye después la revelación: Tú eres aquel hombre. Muchas cosas hay que destruir para edificar el nuevo orden; ahora sabemos que Alemania era una de esas cosas. Hemos dado algo más que nuestra vida, hemos dado la suerte de nuestro querido país. Que otros maldigan y otros lloren; a mí me regocija que nuestro don sea orbicular y perfecto.

Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable. Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima. ¿Qué importa que Inglaterra sea el martillo y nosotros el yunque? Lo importante es que rija la violencia, no las serviles timideces cristianas. Si la victoria y la injusticia y la felicidad no son para Alemania, que sean para otras naciones. Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno.
Miro mi cara en el espejo para saber quién soy, para saber cómo me portaré dentro de unas horas, cuando me enfrente con el fin. Mi carne puede tener miedo; yo, no.”
.

El mito del eterno retorno

Cuando el folklorista rumano, Mircea Eliade, se ocupó de investigar una historia trágica y sentimental ocurrida en Maramuresh, comprobó que los hechos reales poco tenían que ver con la tragedia y el drama que corría de boca en boca. La gente tenía la necesidad de colorear con sus creencias y aportaciones la historia que se relata, dándole un acabado literario.

Cuando se estudia la psicología del rumor, se descubre como unos frailes belgas pueden acabar colgados de los badajos de las campanas de su abadía, si la historia resulta más congruente y propicia a la versión políticamente correcta de los hechos, que en realidad es la que favorece una determinada interpretación que suele favorecer los intereses de los administradores del poder.

Los profesionales de los medios de comunicación no desconocen este aforismo informativo: “que la noticia adopte la forma que permita mayor consumo por la gente”. Trasladando las enseñanzas del capitalismo a la producción y consumo de la información, pero no sabiendo nunca, si es la gente la que demanda anormalidad, o es el interés de las fuentes de noticias en ofrecerla, lo que mantiene la reiteración del modelo.

Aunque sea una perversión para atraer la atención de los ciudadanos, las noticias hoy, siguen el catecismo de destacar la información negativa sobre la positiva, de darnos malas noticias, porque las buenas “no venden”.

Pero de este modo, con la profusión de informaciones y la competición por destacar lo negativo, nos hemos condenado a vivir en un clima intoxicado, en el que es noticia el accidente de tráfico y no los millones de kilómetros recorridos normalmente por los conductores.

La semiótica del poder aprovecha esta coyuntura del doble filo de la noticia, y aunque la realidad en su inmensa mayoría es absolutamente prosaica y normal, es necesario destacar la épica de la información para captar la atención de los consumidores de información.

¿Arde Barcelona?

En lugares como Cataluña, el País Vasco, o Galicia, a pesar de que los ciudadanos hacen la misma vida que en cualquier lugar del conjunto de España, hace tiempo que los partidos nacionalistas utilizan la intoxicación informativa, como arma para hacer patria.

El negocio de hacer nación, ha permitido que muchos nacionalistas se dediquen a lo que les gusta, que es a comer el coco a sus conciudadanos desde cualquier manifestación cultural, cualquier gesto social, y por supuesto, cualquier intervención política.

La necesidad de explicar todos los conflictos que el ciudadano sufre desde la opresión de la metrópolis sobre la “colonia”, es un mecanismo de incrustación cultural que se promueve desde determinados gobiernos autonómicos.

De esta forma, hay lugares de España, donde lo español es más perseguido que el cristianismo en un país musulmán o en la comunista China, hay lugares, como Barcelona, donde el conflicto se lleva siempre a la lucha identitaria sin precedentes. Exterminando por decreto, la enseñanza académica del español en Cataluña, incluso contra las recomendaciones de la Unión Europea.

Si mañana nos dijeran que las turbas en Barcelona se han echado a la calle, nadie pensaría que el motivo había sido el paro, sino el paso previo a la última batalla por la identidad nacional.

Pero la realidad, lamentablemente no es así, esa es la realidad que nos transmiten –y transmitimos- los que estamos en pleno fragor de la batalla por la identificación, una minoría ellos y una minoría, nosotros. La mayoría de la gente vive ajena a estas cosas y se ocupa más de saber si baja el petróleo, que si la selección catalana de fútbol va a jugar un partido.

Todos somos responsables

Los medios de comunicación subvencionados, los profesionales sin ética alguna más que la de pillar lo que se pueda, las barbaridades que se han hecho en los últimos años –que han de rectificarse sin lugar a dudas-, han llevado al estado de crispación permanente, las “hazañas” de ETA y adlateres, las “boutades” de ERC, o las melodramáticas pretensiones del BNG. Entre todos, no llegan al millón y medio de españoles que no quieren serlo, sobrerepresentados en un Parlamento que les favorece por que los partidos nacionales les necesitan para formar mayorías.

Pero los principales responsables de lo ocurrido son el Partido Popular y el PSOE, ambos representan más del 90 % de españoles, y son incapaces de ponerse de acuerdo ni siquiera para defender unos valores comunes. El PSOE, porque sabe que si se aparta de los nacionalismos, tendrá muchas dificultades para gobernar de nuevo y el PP, porque sabe que si se acerca a los nacionalismos, tendrá unos resultados insuficientes, y así, los españoles seguiremos secuestrados por unos movimientos nacionalistas minoritarios que se han fortalecido en el Estado, gracias a la estupidez de los representantes del común, que son incapaces de acordar lo más mínimo, porque todavía están resolviendo la guerra civil ocurrida hace 60 años.

Si queremos librarnos del yugo nacionalista, parece que sólo tenemos una opción: darle todos los votos a uno u a otro, y es trágico que nuestro país sólo se pueda gobernar desde mayorías absolutas, que son la mejor representación de una dictadura, pero son los políticos españoles , herederos del franquismo, que sólo saben utilizar el poder de forma absoluta los únicos responsables, y nosotros que se lo permitimos. La mezquindad de los políticos españoles alcanza cotas épicas en la historia mundial, y ningún pueblo lo ha soportado como el nuestro.

Hay otra forma, desenmascarar este régimen de opresión y buena vida, que consiste en despertar a la gente de la hipnosis y conseguir que abandone el calor de sus hogares en este frío invierno permanente, para echarse a la calle y romper la inercia. Eso sería una revolución incruenta, como la que se hizo en Rusia o Ucrania, pero no se dan las condiciones de opresión suficientes, ni de mala vida de los ciudadanos.

Mientras tanto seguiremos viviendo amenazados ante la posibilidad de que Barcelona entre en llamas, como si los apoltronados representantes públicos fueran a dejar sus posiciones inherentes exclusivamente a la política. Cuanta miseria hay en la política en España, nunca hubo tanta.

Quien vería buscar trabajo a esas eminencias que se han apalancado en el poder, como el President Montilla, que se levanta directamente con su señora 300.000 euros al año, más dietas, viajes y alegrías. Ese es el mundo real, los demás estamos en el mundo virtual del videojuego del poder y hacen lo que les da la gana con nosotros.

Como si al President Montilla le importase algo que ardiera Barcelona, estoy seguro de que emularía a Nerón, si viera por un momento sus privilegios amenazados, nada que ver con Von Choltitz. Qué razón tenía Borges.


Biante de Priena

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