Si con el desaparecido Zapatero
aprendimos que no se debe negar la realidad, ni tratar de ocultarla
transfiriendo al futuro despropósitos, con Rajoy estamos asistiendo al
empecinamiento de aquel que se ha juramentado en seguir todas las instrucciones
del libro gordo de Ángela Merkel, para que le quieran los alemanes, mientras
los españoles nos vamos acordando de todos sus antepasados. Cierto que las
tonterías de Zapatero no se van a resolver con las tonterías de Rajoy, pero
induce realmente al pavor pensar que hemos tenido un par de tontos haciendo tonterías a la
cabeza de los gobiernos de este país durante los diez últimos años.
Mariano Rajoy nos ha dicho que se
siente satisfecho de no haber cumplido con su programa pero haberlo hecho con
su deber, George Bernard Shaw decía que todo aquel que decía hacer las cosas por su
deber era porque realmente se avergonzaba de lo que estaba haciendo. Zapatero
nos llenó la cabeza de “nuevas ideas” demostrando que hubiera sido mejor lingüista
que político, porque nadie como él ha cambiado la semántica del español, para
imponer sus singulares delirios, desde las cruzadas de Felipe II.
Sin embargo de lo que pretendo hablar
es de lo que creo que este país necesita para salir de la crisis de desmoralización
que estamos atravesando. Por recrearnos en los errores del pasado o en las
equivocaciones del presente, no vamos a resolver mejor el futuro; ni la
nostalgia, ni la melancolía son caminos posibles para salir de la crisis.
Para salir de la crisis se necesitan
algunas condiciones de las que este país y sus habitantes carecen en estos
momentos; las describo a continuación, siempre según mi criterio que, ni impone,
ni dispone, sólo propone:
1) Unidad: mientras los españoles no nos demos cuenta de que lo que nos
interesa en común es imprescindible para lograr lo que nos interesa en
particular no saldremos del lodazal en el que nos encontramos. Esto incluye que
el 99 % de los españoles que sufrimos los desvaríos del poder nos pongamos de
acuerdo para desplazar al 1 % que nos los imponen.
2) Compromiso: sin comprometernos en causas comunes, que definan el
marco de la realidad con criterios de equidad y libertad, tampoco podremos
avanzar demasiado hacia el futuro. Salir de esta crisis requiere compromisos
básicos o mínimos, favoreciendo acuerdos y postergando desacuerdos.
3) Responsabilidad: sin duda, la responsabilidad comienza por uno
mismo, pero sólo quien es responsable puede exigir responsabilidad a los demás.
A mí me resulta patético ver a Rubalcaba reclamar a Rajoy por las consecuencias
de las propias decisiones erróneas que él mismo adoptó cuando estuvo en el
gobierno. De nada sirve hundir el país y luego ponerse a la cabeza de la
manifestación para exigir que se levante.
4) Mérito: si hiciéramos un estudio de la cualificación de los
políticos que nos representan nos quedaríamos asombrados, al contemplar como
auténticos tarugos con carnet están tomando decisiones que provocan gastos de
miles de millones de euros. Es hora de exigir que para representar a los demás
en este país, por lo menos se supere la media del 10 % más cualificado, porque
si ponemos al 10 % menos cualificado, sólo por ser de un partido, las cosas no
pueden ir bien de ninguna manera. En un país con más de seis millones de
parados, un millón de ellos licenciados, seguro que tenemos muchísima gente más
joven, valiosa y con ideas nuevas y más afortunadas que
los tarugos que amenizan los telediarios en el más de lo mismo.
5) Experiencia: es imprescindible exigir experiencia en gestión de
intereses generales, y no de mantenerse en la poltrona que es la única que nos
pueden ofrecer los que llevan años representándonos. Nombrar ministros o
consejeros exclusivamente por que tienen una titulación es una desfachatez.
Nombrar ministro de Fomento a un iletrado como José Blanco o a un médico como
Ana Pastor, no parece ser la mejor alternativa para que se puedan hacer las
obras que este país necesita, salvo que la obra de José Blanco fuera trincar
con las obras, y la de Ana Pastor, impedir que continúe la epidemia.
6) Honestidad: esta cuestión es imprescindible, la justicia española
debe radicalizarse contra la corrupción política en este país. A alguien que se
le pille mínima proximidad al delito, se le tiene que expulsar del poder de
forma inmediata y además exigirle cuentas por lo ocurrido. Sería buena idea
elevar las penas contra los políticos (como hacen en Suiza) con el agravante de haber cometido el delito con recursos públicos,
al doble de las comunes.
7) Abrirse al futuro: todo lo que estamos viviendo forma parte del
pasado, el PSOE y/o el PP no van a volver a gobernar este país tras las próximas
elecciones generales, porque han sido los autores de todo lo que está
ocurriendo, aunque nieguen su responsabilidad y traten de justificar sus
dislates, ellos son los que han tomado las decisiones y por tanto son
responsables que deben rendir cuentas.
El futuro de este país ya no puede
contar con ellos, nos han defraudado, esquilmado y empobrecido motivos suficientes para ganarse el despido por incumplimiento de contrato.
Enrique Suárez