"La gente empieza a darse cuenta de que el aparato del gobierno es costoso. Lo que aún no ven es que el peso recae sobre ellos." Frédéric Bastiat
Han sido muchos años de lavado de cerebro socialista los que se
han soportado en las economías occidentales. Primero con las maravillas del
socialismo real, que terminó hundiendo todos los países del Telón de Acero en
la miseria, más tarde con las socialdemocracias nórdicas que actualmente han
derivado hacia el liberalismo conservador, como Alemania, y por último, con la
necesaria búsqueda de la justicia social en el capitalismo como contrapeso de la
codicia depredadora.
Friedrich A. Hayek, nos recuerda en su ensayo titulado “El atavismo de la justicia social” que mientras la creencia en la justicia social
rija la acción política, el proceso deberá aproximarse cada vez más a un
sistema totalitario, desmintiendo que tal pretensión sea un avance
civilizatorio, sino más bien un extravagante retroceso a sociedades tribales
organizadas en la redistribución de la escasez.
A partir de esta premisa, podemos ir desmontando algunas de
las falacias más incrustadas en la mentalidad de los ciudadanos occidentales
tras un siglo de propaganda ininterrumpida.
1) A lo largo de la historia de la humanidad jamás se ha resuelto la pobreza plenamente en ningún país del mundo, tampoco en “los paraísos socialistas” abanderados de la justicia social. Algunas de las economías más deprimidas del mundo son las que han vivido bajo paradigma socialista desde hace décadas y en ellas se encuentran las bolsas de marginación y pobreza más extendidas.
2) Disminuir el número de ricos o la riqueza de los que ya lo son no disminuye el número de pobres, sino al contrario, se ha observado a lo largo del tiempo que cuanta mayor es la riqueza de los países, y cuantos más ricos tienen, cuanto mayores son sus rentas per cápita, menos pobres existen y menos extendida es la pobreza, como ejemplo tenemos lugares como Alemania, Dinamarca, Luxemburgo, Suiza, Singapur o los Emiratos Árabes.
3) Una de las falacias más socorridas del paradigma socialista es la de que los pobres y los ricos se distribuyen una riqueza fija e inamovible, por tanto, cuantos más ricos hay, más pobres se producen. Evidentemente si se fuerza a la decadencia y la recesión se consigue ese objetivo, que la riqueza no crezca y entonces se produce una profecía autocumplida: los ricos le quitan el pan a los pobres. No ocurre así cuando los países siguen una tasa de enriquecimiento progresiva, es decir, cuando los países crecen y no se empobrecen sin fin, cuando se producen más ricos, también, casualmente, se producen menos pobres. En los modelos planificados se producen cada vez menos ricos, pero también más pobres. Riqueza y pobreza no son términos opuestos, sino correlacionados inversamente. Si crece la riqueza, disminuye la pobreza, pero si la riqueza disminuye, aumenta la pobreza.
4) En ningún lugar del planeta se ha producido una situación en la que hayan dejado de existir los ricos, en las economías intervenidas por el Estado, socialistas y comunistas, a lo que más se ha llegado es a sustituir los ricos depuestos por una casta relacionada con el aparato de los partidos políticos que habían tomado el poder, como actualmente ocurre en China.
5) Definitivamente la deseable “justicia social”, que en realidad es un concepto vacío de contenido (Hayek), es un magnífico motivo para creer, como el cielo de los cristianos o el “jannat al-na’im” (jardín de las delicias) de los musulmanes. Aquel lugar al que van los justos tras su muerte, pero lo que se dice en vida, a seguir sufriendo.
La conclusión es que la justicia social está llamada a formar
parte del friso de los motivos para creer que han llevado el mundo hacia el retraso, la pobreza, la miseria y el retroceso.
La gente parece olvidarse de algo muy importante y es que en
esta vida todo lo que se le concede a alguien sin merecérselo se le arrebata a
alguien que se lo ha ganado con el sudor de su frente, mereciéndoselo; por eso cuanta más
intervención redistributiva se haga desde los Estados más injusticias reales se
crean en nombre de la justicia social.
La mejor forma de crear pobres es cultivando la pobreza desde
el Estado y regando el no hacer de unos con el hacer de otros, que cada vez
tienen que hacer más para recibir menos (más impuestos). A este paso, llegará un día en que
nadie hará nada, porque es tremendamente injusto que se explote a los
trabajadores para mantener a los que no trabajan, ese día habremos alcanzado la
plena justicia social, el cielo cristiano y el jardín de las delicias musulmán:
todos seremos políticos a sueldo del Estado, que nos ganaremos honestamente la
vida criticando a los ricos, a los pobres y a los hacen algo por levantar el
país y a los que no hacen nada.
¿Acaso los desalmados que aún tienen la inmensa fortuna de tener un trabajo en España no lo hacen porque son unos egoístas que no se
conforman con los 450 euros que obtendrían si no hicieran nada, por lo menos hasta que duren? Desde luego, no sé a dónde
vamos a llegar con tanto insolidario que pretende obtener con el sudor de su
frente las lentejas que se come y con tanto condenado a recibir la limosna del Estado para poder seguir comiendo.
Enrique Suárez