"El hombre es un ser social cuya inteligencia necesita para excitarse el rumor de la colmena" Santiago Ramón y Cajal
De la razón hemos pasado a la sinrazón de... todas las razones son posibles, es decir, la comunicación. La comunicación nada tiene que ver con la razón, más bien es su contrario; cuanta más comunicación existe también existe más ruido y más confusión, mas distracción y dilación en la toma de decisiones, más atoramiento, más anegación, más molicie, más vacío, y más deshumanización.
No toda la información que se comunica en nuestros tiempos es correcta, es decir, cierta, sujeta a realidad; más bien ocurre lo contrario, la mayor parte de las cosas que se comunican son falsas, quien transmite errores por ignorancia, hace tanto daño como quien los trasmite por insidia.
Sin embargo asistimos a una cruel paradoja, si seleccionamos la información que se comunica y despreciamos otra que se queda sin comunicar, ¿no atentamos entonces contra la libertad de expresión?. ¿Por qué criterio vamos a seleccionar la información que se transmite, por su verdad, por su idoneidad, por su valor adaptativo, por su validez racional, por su necesidad social...?. Al fin y al cabo, criterios fundamentados en alguna creencia particular o mayoritaria. ¿Acaso no es verdad para unos lo que no lo es para otros?.
¿No viven en verdades diferentes el banquero que hace un préstamo hipotecario y el desahuciado que no ha podido pagarlo? ¿No viven en realidades distintas el parado de larga duración y el broker financiero? ¿No hay diferencia entre la realidad que perciben los ciudadanos y la que deben resolver los políticos?.
Contra la razón
La razón está en decadencia, por que la libertad de pensar o conocer, el “cógito ergo sum” cartesiano, se ha sustituido por el “me comunico, luego existo” de nuestros tiempos. La comunicación ha desplazado a la razón como valor prioritario, haciéndonos caer en la trampa materialista del capitalismo y el leninismo. ¿Pensar para qué?. ¿Acaso se necesita pensar para existir?. No, no es necesario, el mercado solo necesita que nos consumamos consumiendo, el Estado solo necesita que nos consumamos pagando impuestos. Es decir, si solo podemos ser consumidores, y en algunos casos productores, en otros ni eso, ¿para qué necesitamos pensar?, menuda pérdida de tiempo: carpe diem. Al fin y al cabo, Estados y Mercados han logrado el ganado humano que necesitan para sus propósitos, dócil ante los miedos que nos inoculan en vena, adoctrinado en el “desmoralismo”, cautivo y rendido ante las estrategias de los poderosos.
Pero al mismo tiempo, con el exterminio de la razón, desaparece la crítica, y por tanto el individualismo, origen de la libertad y cualquier opción de rebeldía ante lo existente se difumina hasta su desaparición. El “no pensar” está de moda, quien menos piensa, menos se preocupa y menos sufre, pero también deja de saber ocuparse de sus propios problemas, y espera que los demás se los acaben resolviendo. Así vamos viendo cada día más gente condenada a la supervivencia en mínimos para toda su existencia, jóvenes perdidos sin horizonte alguno, viejos abandonados, parejas disueltas, padres que aborrecen a sus hijos e hijos que aborrecen a sus padres.
Disolución del ser humano y disolución de sus relaciones, por lo tanto de la identidad y el significado voluntario que cada uno a sí mismo se concede, de esta forma somos convertidos en masa, unidades de la misma masa, cosificados, deshumanizados, gotas de agua en el río de la vida sin posibilidad de abandonar la corriente que nos arrastra hacia el profundo océano de nuestra desaparición. Nos vamos deshaciendo, disolviendo, desvinculando de todo y de todos, y al mismo tiempo, nos falta razón para ser, sólo podemos estar, existir, sin ninguna opción de cambio o liberación.
Estoy convencido de que todo esta marasmo alienante desaparecerá el día que alguien sea capaz de plantear la salida del laberinto, que no es otra que la razón, razón sí, la aritmética de la vida humana es la razón, sin ella es imposible cualquier operación, más allá de la supervivencia. Y comunicación, por supuesto, pero discerniendo lo valioso de lo espurio, lo necesario del divertimento, lo fundamental de lo accesorio, lo importante de lo que no lo es. No debemos reducir la comunicación, algo que iría contra la libertad de expresión, sino seleccionarla exhaustivamente, para poder percibir la realidad tal como es y no convertida en lo que quieren presentarnos. Hay que eliminar el ruido de la comunicación, para sintonizar lo que realmente necesitamos de la comunicación, lo que nos interesa, lo que nos resulta útil y práctico, lo que nos permite avanzar. Como cuando se gira el dial de un transistor para escuchar con nitidez el programa que nos gusta, cada uno que elija en libertad el que quiera, pero que no se quede escuchando ninguno, o el ruido que producen todos. La comunicación al servicio de la razón, no la razón al servicio de la comunicación. Antes de decir hay que pensar, tras escuchar también, no vale con decir y escuchar sin pensar, sin reflexionar, sin comprender.
Comunicarse es transmitir información, no ruido. La información válida para nuestras vidas puede ser racional, emocional o incluso metafísica, pero debe ser alguna, porque no somos capaces de procesar la realidad de forma holista, sino secuencial. No estamos preparados para sentir al mismo tiempo que pensamos, ni para pensar al mismo tiempo que sentimos, o sentimos o pensamos, pero ambas cosas no pueden mezclarse, ni deben mezclarse. Nadie puede sentir la belleza de un amanecer en toda su profundidad cuando debe resolver un problema matemático con urgencia, pero podemos hacer ambas cosas, aunque no al mismo tiempo.
Sí hay salida
Necesitamos romper las cadenas con que tratan de cautivarnos, reduciendo el ser humano a un objeto, una cosa, un cliente o un ciudadano, un usuario o un contribuyente, un votante o un creyente, hay que zaherirse de la opresión que tratan de imponernos, agotando con el ruido de la comunicación inútil, el tiempo que necesitamos para conocernos y conocer a los demás y al mismo tiempo, el mundo en el que vivimos; para sentir, para emocionarnos o dedicarnos a lo que nos produzca bienestar y felicidad. No podemos olvidarnos de que nadie regala nada, el recreo que nos están concediendo desde el poder nos condena a la esclavitud de mañana. No nos están regalando la comunicación, nos están secuestrando la capacidad de razonar.
Hay que regresar a Aristóteles, cuando dijo que el ser humano era un zoón logikon, un ser que piensa, un animal racional y además, como consecuencia, un zoón politikón, un ser que se relaciona, un animal social. Debemos abandonar el engaño al que nos están sometiendo desde todos los enclaves del poder político, económico, cultural o tecnológico. No existe el ser humano siendo exclusivamente animal social, para que el ser humano se convierta en un animal social, es imprescindible previamente ser un animal racional. Hay animales sociales que no son racionales, las abejas, las hormigas, los monos, o las sardinas, pero no por ello son humanos, no tienen desarrollada una razón individual, porque "su razón" responde exclusivamente a algo parecido a un instinto colectivo. El ser humano no puede renunciar a su razón, ni por su comunicación, ni por su asociación con otros seres humanos, porque si renuncia a su razón, deja de ser humano, libre y pierde su capacidad para cambiar él mismo y su mundo, condenándose a su propia autodestrucción. Sin razón sólo somos animales, sociales o asociales, no nos podemos hacernos seres humanos en los otros, sino en nosotros mismos.
La única forma de salir de esta crisis es la recuperación de la racionalidad en el ser humano, si es posible individual y reflexiva, compartida después con otros que hayan hecho el mismo recorrido. La única revolución posible es la de cada uno en la conquista de su libertad. No hay soluciones colectivas, toda solución colectiva está urdida desde el poder y establecida contra la libertad del ser humano.
Enrique Suárez
De la razón hemos pasado a la sinrazón de... todas las razones son posibles, es decir, la comunicación. La comunicación nada tiene que ver con la razón, más bien es su contrario; cuanta más comunicación existe también existe más ruido y más confusión, mas distracción y dilación en la toma de decisiones, más atoramiento, más anegación, más molicie, más vacío, y más deshumanización.
No toda la información que se comunica en nuestros tiempos es correcta, es decir, cierta, sujeta a realidad; más bien ocurre lo contrario, la mayor parte de las cosas que se comunican son falsas, quien transmite errores por ignorancia, hace tanto daño como quien los trasmite por insidia.
Sin embargo asistimos a una cruel paradoja, si seleccionamos la información que se comunica y despreciamos otra que se queda sin comunicar, ¿no atentamos entonces contra la libertad de expresión?. ¿Por qué criterio vamos a seleccionar la información que se transmite, por su verdad, por su idoneidad, por su valor adaptativo, por su validez racional, por su necesidad social...?. Al fin y al cabo, criterios fundamentados en alguna creencia particular o mayoritaria. ¿Acaso no es verdad para unos lo que no lo es para otros?.
¿No viven en verdades diferentes el banquero que hace un préstamo hipotecario y el desahuciado que no ha podido pagarlo? ¿No viven en realidades distintas el parado de larga duración y el broker financiero? ¿No hay diferencia entre la realidad que perciben los ciudadanos y la que deben resolver los políticos?.
Contra la razón
La razón está en decadencia, por que la libertad de pensar o conocer, el “cógito ergo sum” cartesiano, se ha sustituido por el “me comunico, luego existo” de nuestros tiempos. La comunicación ha desplazado a la razón como valor prioritario, haciéndonos caer en la trampa materialista del capitalismo y el leninismo. ¿Pensar para qué?. ¿Acaso se necesita pensar para existir?. No, no es necesario, el mercado solo necesita que nos consumamos consumiendo, el Estado solo necesita que nos consumamos pagando impuestos. Es decir, si solo podemos ser consumidores, y en algunos casos productores, en otros ni eso, ¿para qué necesitamos pensar?, menuda pérdida de tiempo: carpe diem. Al fin y al cabo, Estados y Mercados han logrado el ganado humano que necesitan para sus propósitos, dócil ante los miedos que nos inoculan en vena, adoctrinado en el “desmoralismo”, cautivo y rendido ante las estrategias de los poderosos.
Pero al mismo tiempo, con el exterminio de la razón, desaparece la crítica, y por tanto el individualismo, origen de la libertad y cualquier opción de rebeldía ante lo existente se difumina hasta su desaparición. El “no pensar” está de moda, quien menos piensa, menos se preocupa y menos sufre, pero también deja de saber ocuparse de sus propios problemas, y espera que los demás se los acaben resolviendo. Así vamos viendo cada día más gente condenada a la supervivencia en mínimos para toda su existencia, jóvenes perdidos sin horizonte alguno, viejos abandonados, parejas disueltas, padres que aborrecen a sus hijos e hijos que aborrecen a sus padres.
Disolución del ser humano y disolución de sus relaciones, por lo tanto de la identidad y el significado voluntario que cada uno a sí mismo se concede, de esta forma somos convertidos en masa, unidades de la misma masa, cosificados, deshumanizados, gotas de agua en el río de la vida sin posibilidad de abandonar la corriente que nos arrastra hacia el profundo océano de nuestra desaparición. Nos vamos deshaciendo, disolviendo, desvinculando de todo y de todos, y al mismo tiempo, nos falta razón para ser, sólo podemos estar, existir, sin ninguna opción de cambio o liberación.
Estoy convencido de que todo esta marasmo alienante desaparecerá el día que alguien sea capaz de plantear la salida del laberinto, que no es otra que la razón, razón sí, la aritmética de la vida humana es la razón, sin ella es imposible cualquier operación, más allá de la supervivencia. Y comunicación, por supuesto, pero discerniendo lo valioso de lo espurio, lo necesario del divertimento, lo fundamental de lo accesorio, lo importante de lo que no lo es. No debemos reducir la comunicación, algo que iría contra la libertad de expresión, sino seleccionarla exhaustivamente, para poder percibir la realidad tal como es y no convertida en lo que quieren presentarnos. Hay que eliminar el ruido de la comunicación, para sintonizar lo que realmente necesitamos de la comunicación, lo que nos interesa, lo que nos resulta útil y práctico, lo que nos permite avanzar. Como cuando se gira el dial de un transistor para escuchar con nitidez el programa que nos gusta, cada uno que elija en libertad el que quiera, pero que no se quede escuchando ninguno, o el ruido que producen todos. La comunicación al servicio de la razón, no la razón al servicio de la comunicación. Antes de decir hay que pensar, tras escuchar también, no vale con decir y escuchar sin pensar, sin reflexionar, sin comprender.
Comunicarse es transmitir información, no ruido. La información válida para nuestras vidas puede ser racional, emocional o incluso metafísica, pero debe ser alguna, porque no somos capaces de procesar la realidad de forma holista, sino secuencial. No estamos preparados para sentir al mismo tiempo que pensamos, ni para pensar al mismo tiempo que sentimos, o sentimos o pensamos, pero ambas cosas no pueden mezclarse, ni deben mezclarse. Nadie puede sentir la belleza de un amanecer en toda su profundidad cuando debe resolver un problema matemático con urgencia, pero podemos hacer ambas cosas, aunque no al mismo tiempo.
Sí hay salida
Necesitamos romper las cadenas con que tratan de cautivarnos, reduciendo el ser humano a un objeto, una cosa, un cliente o un ciudadano, un usuario o un contribuyente, un votante o un creyente, hay que zaherirse de la opresión que tratan de imponernos, agotando con el ruido de la comunicación inútil, el tiempo que necesitamos para conocernos y conocer a los demás y al mismo tiempo, el mundo en el que vivimos; para sentir, para emocionarnos o dedicarnos a lo que nos produzca bienestar y felicidad. No podemos olvidarnos de que nadie regala nada, el recreo que nos están concediendo desde el poder nos condena a la esclavitud de mañana. No nos están regalando la comunicación, nos están secuestrando la capacidad de razonar.
Hay que regresar a Aristóteles, cuando dijo que el ser humano era un zoón logikon, un ser que piensa, un animal racional y además, como consecuencia, un zoón politikón, un ser que se relaciona, un animal social. Debemos abandonar el engaño al que nos están sometiendo desde todos los enclaves del poder político, económico, cultural o tecnológico. No existe el ser humano siendo exclusivamente animal social, para que el ser humano se convierta en un animal social, es imprescindible previamente ser un animal racional. Hay animales sociales que no son racionales, las abejas, las hormigas, los monos, o las sardinas, pero no por ello son humanos, no tienen desarrollada una razón individual, porque "su razón" responde exclusivamente a algo parecido a un instinto colectivo. El ser humano no puede renunciar a su razón, ni por su comunicación, ni por su asociación con otros seres humanos, porque si renuncia a su razón, deja de ser humano, libre y pierde su capacidad para cambiar él mismo y su mundo, condenándose a su propia autodestrucción. Sin razón sólo somos animales, sociales o asociales, no nos podemos hacernos seres humanos en los otros, sino en nosotros mismos.
La única forma de salir de esta crisis es la recuperación de la racionalidad en el ser humano, si es posible individual y reflexiva, compartida después con otros que hayan hecho el mismo recorrido. La única revolución posible es la de cada uno en la conquista de su libertad. No hay soluciones colectivas, toda solución colectiva está urdida desde el poder y establecida contra la libertad del ser humano.
Enrique Suárez