Tan solo contemplando la insidia de sus adversarios, se puede deducir que algo tendrá de bueno el candidato ineludible, Francisco Álvarez Cascos, posiblemente demasiado para los tiempos que corren en la política española. Ningún político español concita tanta animadversión entre propios y extraños, ni tantas pasiones, y tan confrontadas, entre partidarios y rivales.
¿No les parece extraño que solo haya un político en España que sea rechazado públicamente por algunos destacados compañeros de su propio partido, además de por todos los adversarios?. No negaré que esta circunstancia me intriga, al igual que me llama la atención las intenciones de Francisco Álvarez Cascos de regresar a la política, como ha expresado en ocasiones puntuales (sólo el corazón puede mover su decisión, gobernar una pequeña autonomía cuando se han ocupado los cargos más elevados en la política, no puede provenir de la ambición), así como el apoyo que ha desatado entre sus seguidores infatigables que se han puesto a recoger firmas en su apoyo y ya han pasado de las siete mil, con acta notarial incluida, y se siguen recogiendo.
Alguien dijo que para entender la política es necesario comprender lo que rompe la rutina, lo que siembra el caos, lo que se escapa del más de lo mismo, porque es en las ranuras que se abren en el poder donde se descubren los hechos reales, en este sentido el regreso de Cascos a la política es un hecho singular que merece nuestro análisis.
Creo que la presencia de Francisco Álvarez Cascos hay que encuadrarla en la situación actual de la política española y los políticos españoles, cuando alcanzan el mayor rechazo histórico de los ciudadanos en nuestra historia democrática, como nos indican las encuestas del CIS, cuando el Presidente del Gobierno de España solo recibe el apoyo del 19 % de los ciudadanos y el líder de la oposición, a pesar de la situación catastrófica, no acaba de despegar y consolidarse como alternativa, con claridad y contundencia.
Creo también que el rechazo de los dirigentes del PP de Asturias a su candidatura, cuando las encuestas conceden al candidato ineludible mayoría absoluta (y en todas las opciones alternativas una victoria al PSOE) debe enmarcarse en la cadencia de la política asturiana, con prácticamente 30 años ininterrumpidos de gobierno socialista (con una legislatura tormentosa en la que el PP resultó victorioso y quedó destrozado). Una situación de estancamiento político que grava nuestro futuro y el de nuestros hijos, al tiempo que complace, exclusivamente, a nuestros mandatarios.
En la dirección nacional del PP tratan de prolongar la ausencia de Cascos, posiblemente hasta que concluyan las elecciones catalanas, fundamentalmente por incompatibilidad de estrategias. Cascos tiene un discurso severo, manifiestamente hostil contra la incompetencia, riguroso, coherente y destemplado, lo que le ha procurado numerosas enemistades en la política y también en los medios de comunicación, pero no así entre los ciudadanos, que hartos de contemplar la representación teatral a que les someten sus representantes políticos, agradecen que alguien diga lo que todo el mundo piensa en voz alta, algo que posiblemente no agrade a los políticos, sean de su partido o de los rivales. Me fascina que un político sea más admirado por los ciudadanos que por la mayoría sus compañeros de actividad, pero lo comprendo, al comprobar que los que más le apoyan son los compañeros que triunfan en la política por sus propios medios, incluso a pesar de las estrategias ininteligibles de su propio partido.
Tras observar la trayectoria política de Francisco Álvarez Cascos, he llegado a la conclusión de que es el último romántico de la escena política española, precisamente por que conserva la “areté” que la inmensa mayoría de sus colegas han perdido hace mucho tiempo. Pero al mismo tiempo, Cascos es un político valorado por los ciudadanos españoles, entre otras muchas cosas, porque ha cumplido con su palabra siempre que ha podido, y si analizamos la utilización del dinero público cuando ocupó el ministerio de Fomento y lo comparamos con sus sucesores, que disponían de mucho más, llegaremos a la conclusión de que se hicieron proporcionalmente muchas más obras públicas, autovías, vías de AVE, e infraestructuras, lo que indica que es un buen gestor de recursos públicos.
Por otra parte, es el único político que conozco que ha sido capaz de enmendar la plana con claridad tanto a su propio partido, sin importarle si eran poderosos dirigentes nacionales o concejales de municipios minúsculos, como a sus rivales políticos del PSOE (que le han dedicado los insultos más ofensivos), diciendo lo que realmente pensaba, que en realidad era lo que sentíamos la mayoría de los ciudadanos españoles. Esto le ha traído desprecios y desdenes, incluso insultos e infamias, y numerosas estrategias de dilapidación de las que ha salido indemne, con la colaboración de numerosos medios de comunicación adversos y el silencio cómplice de los supuestamente favorables.
Haciendo recopilación de su vida y obra, he llegado a la conclusión de que Francisco Álvarez Cascos se postula para candidato respetando a quienes le van a conceder su representación, es decir, a los ciudadanos, cuando la inmensa mayoría de los políticos han dejado de hacerlo hace tiempo. Rechazado por casi todos los que se reparten el poder y admirado por la gente llana, por los ciudadanos de a pie, creo que estamos ante un personaje que reúne condiciones de heroicidad por su forma de actuar en política, que además contrastan con el pragmatismo y la desafección que sienten sus compañeros de profesión por quienes les eligen, y de los que se acuerdan exclusivamente cuando hay elecciones para prometerles el paraíso mientras cada día les conducen hacia el infierno más deprisa.
No sé ustedes, pero yo apoyo a Cascos porque creo en él, porque he visto a la gente que le apoya y lo único que he detectado es admiración, pico y pala, unidad y esperanza, sin las malas artes a que nos tienen acostumbrados los representantes políticos; también porque cree en sí mismo y no cree en todos los políticos que le rodean, por qué los conoce y se sabe sus artimañas. Soy iconoclasta por naturaleza, pero en el caso de Cascos sé que hay lo que se ve, porque no trata de enmascararse, sino de ofrecerse tal como es, sin campañas de propagandas, ni disfraces. Austero, sobrio, solemne.
Los políticos españoles temen su regreso a la política, no les gusta, muchos de ellos tampoco le gustan a él, ni posiblemente a muchos de los ciudadanos que vamos a convertirlo en Presidente de Asturias, en cuanto lo permita la dirección nacional del PP. Creo que es un acto de responsabilidad ciudadana votar por aquellos que se oponen a la estupidez que nos invade en la política española, en una democracia amortajada por la tiranía, la opresión y la demagogia. Cada día que pasa me agrada más la presencia de Cascos en la política asturiana y española, por sus numerosas virtudes, pero también por los numerosos defectos y maldades de todos sus detractores, los mismos que no han sabido hacer nada para evitar la catástrofe social, política y cultural en la que vivimos en España en estos momentos, más que vivir confortablemente a la sombra del poder.
Con Cascos tenemos una oportunidad de que las cosas vuelvan a ser normales, no la desaprovechemos, brindémosle nuestro apoyo, porque él se lo merece y los asturianos nos lo merecemos a él, tras más de treinta años de decadencia ininterrumpida. Asturias sólo puede cambiar su destino político hacia el declive seguro, librándose de lo existente y convirtiendo a Francisco Álvarez Cascos en su Presidente. Cualquier alternativa será mucho peor con certeza.
Enrique Suárez
¿No les parece extraño que solo haya un político en España que sea rechazado públicamente por algunos destacados compañeros de su propio partido, además de por todos los adversarios?. No negaré que esta circunstancia me intriga, al igual que me llama la atención las intenciones de Francisco Álvarez Cascos de regresar a la política, como ha expresado en ocasiones puntuales (sólo el corazón puede mover su decisión, gobernar una pequeña autonomía cuando se han ocupado los cargos más elevados en la política, no puede provenir de la ambición), así como el apoyo que ha desatado entre sus seguidores infatigables que se han puesto a recoger firmas en su apoyo y ya han pasado de las siete mil, con acta notarial incluida, y se siguen recogiendo.
Alguien dijo que para entender la política es necesario comprender lo que rompe la rutina, lo que siembra el caos, lo que se escapa del más de lo mismo, porque es en las ranuras que se abren en el poder donde se descubren los hechos reales, en este sentido el regreso de Cascos a la política es un hecho singular que merece nuestro análisis.
Creo que la presencia de Francisco Álvarez Cascos hay que encuadrarla en la situación actual de la política española y los políticos españoles, cuando alcanzan el mayor rechazo histórico de los ciudadanos en nuestra historia democrática, como nos indican las encuestas del CIS, cuando el Presidente del Gobierno de España solo recibe el apoyo del 19 % de los ciudadanos y el líder de la oposición, a pesar de la situación catastrófica, no acaba de despegar y consolidarse como alternativa, con claridad y contundencia.
Creo también que el rechazo de los dirigentes del PP de Asturias a su candidatura, cuando las encuestas conceden al candidato ineludible mayoría absoluta (y en todas las opciones alternativas una victoria al PSOE) debe enmarcarse en la cadencia de la política asturiana, con prácticamente 30 años ininterrumpidos de gobierno socialista (con una legislatura tormentosa en la que el PP resultó victorioso y quedó destrozado). Una situación de estancamiento político que grava nuestro futuro y el de nuestros hijos, al tiempo que complace, exclusivamente, a nuestros mandatarios.
En la dirección nacional del PP tratan de prolongar la ausencia de Cascos, posiblemente hasta que concluyan las elecciones catalanas, fundamentalmente por incompatibilidad de estrategias. Cascos tiene un discurso severo, manifiestamente hostil contra la incompetencia, riguroso, coherente y destemplado, lo que le ha procurado numerosas enemistades en la política y también en los medios de comunicación, pero no así entre los ciudadanos, que hartos de contemplar la representación teatral a que les someten sus representantes políticos, agradecen que alguien diga lo que todo el mundo piensa en voz alta, algo que posiblemente no agrade a los políticos, sean de su partido o de los rivales. Me fascina que un político sea más admirado por los ciudadanos que por la mayoría sus compañeros de actividad, pero lo comprendo, al comprobar que los que más le apoyan son los compañeros que triunfan en la política por sus propios medios, incluso a pesar de las estrategias ininteligibles de su propio partido.
Tras observar la trayectoria política de Francisco Álvarez Cascos, he llegado a la conclusión de que es el último romántico de la escena política española, precisamente por que conserva la “areté” que la inmensa mayoría de sus colegas han perdido hace mucho tiempo. Pero al mismo tiempo, Cascos es un político valorado por los ciudadanos españoles, entre otras muchas cosas, porque ha cumplido con su palabra siempre que ha podido, y si analizamos la utilización del dinero público cuando ocupó el ministerio de Fomento y lo comparamos con sus sucesores, que disponían de mucho más, llegaremos a la conclusión de que se hicieron proporcionalmente muchas más obras públicas, autovías, vías de AVE, e infraestructuras, lo que indica que es un buen gestor de recursos públicos.
Por otra parte, es el único político que conozco que ha sido capaz de enmendar la plana con claridad tanto a su propio partido, sin importarle si eran poderosos dirigentes nacionales o concejales de municipios minúsculos, como a sus rivales políticos del PSOE (que le han dedicado los insultos más ofensivos), diciendo lo que realmente pensaba, que en realidad era lo que sentíamos la mayoría de los ciudadanos españoles. Esto le ha traído desprecios y desdenes, incluso insultos e infamias, y numerosas estrategias de dilapidación de las que ha salido indemne, con la colaboración de numerosos medios de comunicación adversos y el silencio cómplice de los supuestamente favorables.
Haciendo recopilación de su vida y obra, he llegado a la conclusión de que Francisco Álvarez Cascos se postula para candidato respetando a quienes le van a conceder su representación, es decir, a los ciudadanos, cuando la inmensa mayoría de los políticos han dejado de hacerlo hace tiempo. Rechazado por casi todos los que se reparten el poder y admirado por la gente llana, por los ciudadanos de a pie, creo que estamos ante un personaje que reúne condiciones de heroicidad por su forma de actuar en política, que además contrastan con el pragmatismo y la desafección que sienten sus compañeros de profesión por quienes les eligen, y de los que se acuerdan exclusivamente cuando hay elecciones para prometerles el paraíso mientras cada día les conducen hacia el infierno más deprisa.
No sé ustedes, pero yo apoyo a Cascos porque creo en él, porque he visto a la gente que le apoya y lo único que he detectado es admiración, pico y pala, unidad y esperanza, sin las malas artes a que nos tienen acostumbrados los representantes políticos; también porque cree en sí mismo y no cree en todos los políticos que le rodean, por qué los conoce y se sabe sus artimañas. Soy iconoclasta por naturaleza, pero en el caso de Cascos sé que hay lo que se ve, porque no trata de enmascararse, sino de ofrecerse tal como es, sin campañas de propagandas, ni disfraces. Austero, sobrio, solemne.
Los políticos españoles temen su regreso a la política, no les gusta, muchos de ellos tampoco le gustan a él, ni posiblemente a muchos de los ciudadanos que vamos a convertirlo en Presidente de Asturias, en cuanto lo permita la dirección nacional del PP. Creo que es un acto de responsabilidad ciudadana votar por aquellos que se oponen a la estupidez que nos invade en la política española, en una democracia amortajada por la tiranía, la opresión y la demagogia. Cada día que pasa me agrada más la presencia de Cascos en la política asturiana y española, por sus numerosas virtudes, pero también por los numerosos defectos y maldades de todos sus detractores, los mismos que no han sabido hacer nada para evitar la catástrofe social, política y cultural en la que vivimos en España en estos momentos, más que vivir confortablemente a la sombra del poder.
Con Cascos tenemos una oportunidad de que las cosas vuelvan a ser normales, no la desaprovechemos, brindémosle nuestro apoyo, porque él se lo merece y los asturianos nos lo merecemos a él, tras más de treinta años de decadencia ininterrumpida. Asturias sólo puede cambiar su destino político hacia el declive seguro, librándose de lo existente y convirtiendo a Francisco Álvarez Cascos en su Presidente. Cualquier alternativa será mucho peor con certeza.
Enrique Suárez