Le he escuchado hablando en el debate sobre el Estado de la Nación, permitidme que me ahorre nombrarlo, he escuchado lo que ha dicho y luego me he asomado a la ventana, parece que todo es normal, pero de pronto he sentido un sobresalto, no sé si una intuición o una premonición, y he imaginado como pueden ser las cosas a partir de ahora en nuestro país.
Ahora ya le conocemos, sabemos que entre lo que promete y cumple hay mucho trecho, y no desconocemos sus delirios mesiánicos, esa Alianza de las Civilizaciones, esa Memoria Histórica, ese Diálogo con ETA que no fructificó, ese aislamiento del PP, ese apoyo a la SGAE, ese feminismo radical, ese adoctrinamiento implícito con la Educación de Estado – dicen que para la ciudadanía-. También sabemos de sus filigranas ideológicas, que permiten a su partido ser secesionista en Cataluña y constitucionalista en el País Vasco.
Ahora promete una política “verde y social”, magnífico. La ecoteología de Gore y la subvención eterna de los desempleados, para tener a los sindicatos contentos, también de los bancos y de todo el mundo que lo precise. Demos la bienvenida al Estado Providencia, que redistribuirá a discreción los recursos que ingresa, fundamentalmente en inversiones en la improductividad.
El PSOE tiene un problema con él, y nosotros, los españoles, tenemos un grave problema con el PSOE. Estamos consumiendo los recursos que no tenemos, y por lo tanto endeudándonos como sociedad, gracias al Estado Propaganda (perdón, Providencia) que este señor tiene en su cabezota sonriente. Al borde estamos de los planes quinquenales de la Unión Soviética de Breznev, lo comentábamos el otro día, y fíjense ustedes en lo que se ha quedado Rusia, tras derrumbarse la realidad del socialismo.
Ahora vendrán Rajoy, Díez y los demás, y harán un discurso magnífico sobre los errores del Señor Presidente, y mañana todo habrá acabado. Los parados seguirán incrementándose al mismo ritmo que nuestra deuda aumenta y disminuye nuestro PIB. Este es el juego de la democracia que asfixia la libertad y la justicia. Algún espabilado dirá que este hombre imita a Obama, o a Brown, evidentemente no a Sarkozy o a Merkel, mucho más responsables y limitados en sus alegrías por equipos de asesores y ministros que les recuerdan que lo posible no cabe en sus pretensiones. Aquí un coro de palmeros aplaude o pita la faena, pero todos le dejan hacer, por qué nadie se atreve a plantarse.
El principal problema que tiene nuestro país es el enmascaramiento de la verdad a la que todos contribuyen. La inflación política del Estado, que somete a la sociedad a la esclavitud y la opresión. El principal problema son los privilegios, a los que la clase política no quiere renunciar. Nos sale demasiado cara esta representación teatral. La política está demasiado bien pagada, para lo que sirve a los ciudadanos. Y estos zánganos no se han dado cuenta de que como en todas las realidades de la vida, el que paga tiene derecho a exigir el cumplimiento de lo que le han ofrecido.
Desde la política no vendrá ninguna solución, por qué es la sociedad civil la que tiene que plantarse ante la depredación interesada que hacen de nuestro bienestar, el primer objetivo de los ciudadanos es decir hasta aquí hemos llegado y obrar en consecuencia, el segundo hacerlo manifiesto públicamente, no estaría mal que todos los parados de Madrid, los inconformes con lo que ocurre, y los que cada día viven peor se fueran hoy mismo y mañana a la Carrera de San Jerónimo a participar en una concentración silenciosa, actividad que podría extenderse a todas las provincias españolas, ante las delegaciones de Gobierno. Hay otros objetivos, como desparasitar de políticos la administración pública y los servicios gestionados por el Estado, no acudir a votar en las próximas Elecciones Europeas, hacer huelgas de consumo sobre aquellos productos que el Estado manipula a su interés con impuestos o gravámenes estratégicos –electricidad, combustibles, agua-, y por supuesto vacunarse contra los políticos, mucho más peligrosos que la gripe A, con información veraz, lejos de las intoxicaciones que acostumbran a procurar los medios subvencionados.
El ciudadano es soberano en sus decisiones, y deja de serlo cuando ha decidido apoyar que todo siga igual. No es sólo una cuestión de responsabilidad, sino de supervivencia, por qué cuanto más alimentemos el monstruo estatal que está creando el inefable, más cerca estamos del caos, la inseguridad y la catástrofe, no sólo para nuestra generación, sino también para las posteriores.
Ahora la cuestión es pasar a la acción, hacer algo que ponga freno al disparate, y el primer paso es reflexionar, cada uno por sí mismo, de si en el tablero de juego que han impuesto los políticos merece la pena seguir jugando, a pesar de que ya nada tiene que ver con la democracia, la libertad o la justicia. Es el dilema del prisionero a gran escala, aquí el que coopera siempre pierde, por qué los políticos exclusivamente defienden sus intereses, que evidentemente mejoran cuando las condiciones de vida de los ciudadanos empeoran.
Los políticos españoles han matado la gallina de los huevos de oro que suponía la confianza de los ciudadanos.
Biante de Priena
Ahora ya le conocemos, sabemos que entre lo que promete y cumple hay mucho trecho, y no desconocemos sus delirios mesiánicos, esa Alianza de las Civilizaciones, esa Memoria Histórica, ese Diálogo con ETA que no fructificó, ese aislamiento del PP, ese apoyo a la SGAE, ese feminismo radical, ese adoctrinamiento implícito con la Educación de Estado – dicen que para la ciudadanía-. También sabemos de sus filigranas ideológicas, que permiten a su partido ser secesionista en Cataluña y constitucionalista en el País Vasco.
Ahora promete una política “verde y social”, magnífico. La ecoteología de Gore y la subvención eterna de los desempleados, para tener a los sindicatos contentos, también de los bancos y de todo el mundo que lo precise. Demos la bienvenida al Estado Providencia, que redistribuirá a discreción los recursos que ingresa, fundamentalmente en inversiones en la improductividad.
El PSOE tiene un problema con él, y nosotros, los españoles, tenemos un grave problema con el PSOE. Estamos consumiendo los recursos que no tenemos, y por lo tanto endeudándonos como sociedad, gracias al Estado Propaganda (perdón, Providencia) que este señor tiene en su cabezota sonriente. Al borde estamos de los planes quinquenales de la Unión Soviética de Breznev, lo comentábamos el otro día, y fíjense ustedes en lo que se ha quedado Rusia, tras derrumbarse la realidad del socialismo.
Ahora vendrán Rajoy, Díez y los demás, y harán un discurso magnífico sobre los errores del Señor Presidente, y mañana todo habrá acabado. Los parados seguirán incrementándose al mismo ritmo que nuestra deuda aumenta y disminuye nuestro PIB. Este es el juego de la democracia que asfixia la libertad y la justicia. Algún espabilado dirá que este hombre imita a Obama, o a Brown, evidentemente no a Sarkozy o a Merkel, mucho más responsables y limitados en sus alegrías por equipos de asesores y ministros que les recuerdan que lo posible no cabe en sus pretensiones. Aquí un coro de palmeros aplaude o pita la faena, pero todos le dejan hacer, por qué nadie se atreve a plantarse.
El principal problema que tiene nuestro país es el enmascaramiento de la verdad a la que todos contribuyen. La inflación política del Estado, que somete a la sociedad a la esclavitud y la opresión. El principal problema son los privilegios, a los que la clase política no quiere renunciar. Nos sale demasiado cara esta representación teatral. La política está demasiado bien pagada, para lo que sirve a los ciudadanos. Y estos zánganos no se han dado cuenta de que como en todas las realidades de la vida, el que paga tiene derecho a exigir el cumplimiento de lo que le han ofrecido.
Desde la política no vendrá ninguna solución, por qué es la sociedad civil la que tiene que plantarse ante la depredación interesada que hacen de nuestro bienestar, el primer objetivo de los ciudadanos es decir hasta aquí hemos llegado y obrar en consecuencia, el segundo hacerlo manifiesto públicamente, no estaría mal que todos los parados de Madrid, los inconformes con lo que ocurre, y los que cada día viven peor se fueran hoy mismo y mañana a la Carrera de San Jerónimo a participar en una concentración silenciosa, actividad que podría extenderse a todas las provincias españolas, ante las delegaciones de Gobierno. Hay otros objetivos, como desparasitar de políticos la administración pública y los servicios gestionados por el Estado, no acudir a votar en las próximas Elecciones Europeas, hacer huelgas de consumo sobre aquellos productos que el Estado manipula a su interés con impuestos o gravámenes estratégicos –electricidad, combustibles, agua-, y por supuesto vacunarse contra los políticos, mucho más peligrosos que la gripe A, con información veraz, lejos de las intoxicaciones que acostumbran a procurar los medios subvencionados.
El ciudadano es soberano en sus decisiones, y deja de serlo cuando ha decidido apoyar que todo siga igual. No es sólo una cuestión de responsabilidad, sino de supervivencia, por qué cuanto más alimentemos el monstruo estatal que está creando el inefable, más cerca estamos del caos, la inseguridad y la catástrofe, no sólo para nuestra generación, sino también para las posteriores.
Ahora la cuestión es pasar a la acción, hacer algo que ponga freno al disparate, y el primer paso es reflexionar, cada uno por sí mismo, de si en el tablero de juego que han impuesto los políticos merece la pena seguir jugando, a pesar de que ya nada tiene que ver con la democracia, la libertad o la justicia. Es el dilema del prisionero a gran escala, aquí el que coopera siempre pierde, por qué los políticos exclusivamente defienden sus intereses, que evidentemente mejoran cuando las condiciones de vida de los ciudadanos empeoran.
Los políticos españoles han matado la gallina de los huevos de oro que suponía la confianza de los ciudadanos.
Biante de Priena