"...vengo a hablaros de la muerte de Kévin, muchacho nacido en Bogotá hace unos catorce años, mientras su padre y yo, íntimos amigos, grabábamos no sé qué ficción ahora intranscendente. No tuvo suerte, pues careció de oxígeno en el momento oportuno, mientras a otros les falta corazón, vísceras o valor durante décadas, sin consecuencias nefastas para su vida orgánica. A Kevin, sin embargo, el déficit H2o le pasó factura y se ha despedido joven, después de una vida de santo inocente, rodeado de amor y ternura."
Cuánto obituario veraniego : Antonioni y Bergman, genios cinematográficos, ciertamente, según dicen, aunque a mí me recuerdan sesiones dormilonas de cineclub en mi pasado estudiantil: psicología, mucha psicología, y travellings interminables, picados de escuela de cine y planos fijos o lentos, de aquellos que tanto les gustan a los "cinéfilos" de ayer, de hoy, y me temo que de mañana.
Y el cardenal Lustiger, arzobispo de Notre-Dame, judío concentrado-convertido al cristianismo, Saulo de Tarso de nuetra era.
Michel Serrault también, extraordinario actor destinado a la comedia ligera y reconducido por la corrección cinematográfico-ideológica al estrellato inexplicable dentro de la intelectualidad. Menos mal que se convirtió al catolicismo en los últimos años de su vida, recluído en un pueblo de la Bretaña profunda; quizás lo hizo, lazarillo siempre, para ahuyentar a los perros ladradores del progresismo cinéfasta, digo cinéfilo, aunque sonaba a auténtico (pero fue tan buen actor...).
Ayer fallecía un futbolista efímero, Puerta de nombre, excelente persona y jugador, no lo dudo, así como el Larra del siglo veinte, no sé si del veintiuno: para el inmenso Paco Umbral, unas palabras de cortesía en la telebasura; para el deportista, horas y horas de culebrón sentimental; así es la vida perrodística.
Hoy enterraban a Raymond Barre, el mejor primer ministro de la quinta república, y fallecía Pierre Messmer, el más ilustre de los sesenta y ocho héroes supervivientes de la Resistencia a la invasión nazi, quien fuera combatiente en Bir-Hakeim, libertador de París en los tanques de Leclercq, ministro de Defensa del General de Gaulle y "premier" del presidente Pompidou.
Pero yo vengo a hablaros de la muerte de Kévin, muchacho nacido en Bogotá hace unos catorce años, mientras su padre y yo, íntimos amigos, grabábamos no sé qué ficción ahora intranscendente. No tuvo suerte, pues careció de oxígeno en el momento oportuno, mientras a otros les falta corazón, vísceras o valor durante décadas, sin consecuencias nefastas para su vida orgánica. A Kevin, sin embargo, el déficit H2o le pasó factura y se ha despedido joven, después de una vida de santo inocente, rodeado de amor y ternura.
Dicen mis hermanos judíos que la muerte de un ser es la muerte repetida e irrepetible de la humanidad. En Kévin morimos todos, algo, parte o mucho, según "circunstancias y proximidad", como dicen los tecnócratas de aluminio.
Reacio a tiempos nuevos y óptimos, oigo, siento, intuyo que el niño Kévin me susurra al oído, con eco de Bernanos: "si je recommençais ma vie, je tâcherais de faire mes rêves encore plus grands ; parce que la vie est infiniment plus belle et plus grande que ne n'avais jamais cru, même en rêve".
Dante Pombo
2 comentarios:
"Una vida no vale nada, pero no hay nada que valga una vida". Malraux
no tengo claro si le faltaba aire o agua (H2O). a ver...
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