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martes, 15 de octubre de 2013

El despotismo de los partidos políticos y la disociación cívica de los españoles



En la partitocracia española se producen crueles paradojas rayanas en la impertinencia, una de las más interesantes es que todos los partidos políticos españoles son doctrinarios y excluyentes, otra es que son extraordinariamente dogmáticos (y también fanáticos) y por último,  que comparten el  patrón vertical de los  partidos socialistas en el proceso de decisión, con un aparato en la cúpula, unos cargos intermedios y unas bases, en todo aquello relacionado con la administración de sus recursos materiales y humanos. En otras democracias más avanzadas no todos los partidos políticos son así, ni siquiera los partidos socialistas mucho más abiertos a los ciudadanos, a la libertad y a la democracia, que los ejemplares patrios. 

Otra paradoja de las formaciones políticas españolas, es que en más de 35 años de democracia, no han sido capaces de evolucionar, sino más bien de involucionar. Sin duda en España no se produce la isocracia de los griegos, que hacía iguales a gobernantes y gobernados, ni tampoco una independencia de la justicia, tutelada por los gobiernos de turno, ni tampoco una isonomia, porque los políticos tienen códigos propios ajenos a la legislación común, ni por supuesto una isegoría, que es la oportunidad que tenían los ciudadanos griegos de expresarse en la asamblea. En realidad, la democracia en España es más bien una opción tutelada que representativa y recuerda más al despotismo que a un sistema equitativo y justo, en la relación entre gobernantes y gobernados. 

Sin duda este engendro al que denominan democracia los que mandan, fue pergeñado por los mandatarios del franquismo que realizaron la transición, para mantener atado y bien atado el poder, concediendo permiso a los ciudadanos para que acudan a las urnas cada cuatro años y así muestren su complacencia con el sistema han diseñado aquellos que  mandan  sobre ellos, ejerciendo de nuevos amos. No hay que olvidarse que las elecciones no hacen una democracia, en Cuba, en la Unión Soviética, en la Alemania nazi e incluso en el franquismo, el pueblo acudía a las urnas con cierta frecuencia, para elegir entre aquello que le ofrecían, exactamente igual que en la supuesta democracia española.


Como los que regulan la condición y calidad de nuestra democracia, son los representantes de los partidos políticos, será difícil que algún día renuncien a sus intereses, beneficios y privilegios, por eso los españoles estamos obligados a elegir entre toda esta fanfarria de partidos no democráticos, porque ninguno lo es, que nos ofrecen una democracia tutelada, en la que no se puede elegir más que a los que han escogido en las cúpulas de los partidos. La ignorancia política de los españoles cultivada durante cuarenta años de franquismo y treinta y cinco de “supuesta” democracia por aquellos que viven del engaño, ha hecho el resto. La pereza intelectual de los españoles, tradicionalmente ahormada por los medios de comunicación más vendidos al poder de Occidente, ha sido imprescindible para envolver la realidad como le interesa al poder de turno.

Parece que las cosas están cambiando, porque no somos pocos los españoles que denunciamos sin descanso que todo esto tiene que ver tanto con la democracia como un balón de fútbol con la luna, pero todavía son muy escasas las manifestaciones efectivas al respecto, por parte de una casta periodística que en vez de denunciar que el sistema es insostenible por incumplir los criterios democráticos, prefiere ejercer la política del chisme, contándonos las vicisitudes del elenco cuando tiene la magnanimidad de dejarse ver por sus súbditos.

Hoy, precisamente, el expresidente Aznar ha hablado de soberanía en relación a la cuestión de la independencia catalana y su discurso ha resultado políticamente incorrecto, porque en este país desde el socialismo de todos los partidos (Hayek), los españoles hace mucho tiempo que no tenemos reconocida por nuestros representantes políticos la condición soberana que nos asigna la Constitución Española.

Una de las mayores barbaridades que he observado es decir a la expresidenta María Teresa Fernández de la Vega que el Parlamento era el representante de “la soberanía popular”, siendo España una nación, cuya Jefatura de Estado es una monarquía, cuando la soberanía popular es propia de las Repúblicas, pero no se quedó atrás la Secretaria General del PP, María Dolores de Cospedal, cuando dijo que el Parlamento era el representante de la soberanía del pueblo, cuando la soberanía es una condición intransferible e indelegable, que pertenece a cada español desde 1812 hasta ahora. Estos pequeños detalles, a los que se pueden añadir otras barbaridades como la de “nación discutida y discutible” de Zapatero, en la estulticia que le caracterizaba, porque eso le convertía en Presidente del Gobierno de “una nación discutida y discutible” (?), que haría reir a cualquiera de sus homólogos europeos; hasta las operaciones del PP de convertir España en una “nación de ciudadanos”, cuando la nación no admite otra condición que la de soberanos, siendo el Estado el que ofrece la condición de ciudadanos.

Pues que quieren ustedes, si la ignorancia política extrema es el paradigma en el que se desenvuelve la vida democrática en España, tanto de representantes como de representados, aderezado por adoctrinamiento, dogmatismo y socialismo para tapar las carencias, ¿cómo quieren que nos vayan las cosas en la política de este país?, si nos fueran bien, sería inmerecidamente y desde luego, tremendamente injusto. 

Seguramente nos irá aún mucho peor, que es lo que nos corresponde, dada nuestra tremenda insensatez, irracionalidad y estupidez.

Enrique Suárez  

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