La Ciudad de Dios (413-426) - Agustín de Hipona (010)
No se puede comprender el mensaje de Agustín de Hipona sin imaginarlo incrustado en la época en que el autor escribió los 22 tomos de La Ciudad de Dios (De Civitate Dei contra paganos). Obra de senectud y reflexión, provocada por la Caída del Imperio Romano y el Saco bárbaro de Roma por Alarico I.
Esta obra puede decirse que abre la oscuridad política de la Edad Media en Occidente, en la que todo conocimiento quedó sometido a la revelación, pues era la fe y no la razón, la que debería guiar la vida de los mortales para alcanzar algún día la inmortalidad tras su final
Casi mil años pasaron entre la publicación de esta obra y el Renacimiento y la Reforma del cristianismo provocado por el Cisma de Occidente, previo fue el de Oriente, pero Agustín fue un autor valorado por los cristianos de todas las épocas, de todos los cristianos. Privó del conocimiento a la mayoría de ellos con un analfabetismo del que solo se podía librar quien elegía el clero o nacía en la nobleza. Es la servidumbra natural de los humanos a quienes detentan el poder, quizás el peor legado de San Agustin, pero gracias a esta fórmula inhumana la civilización occidental se salvó de la barbarie, y sirvió para concentrar el conocimiento durante siglos en los monasterios, privando a los simples mortales de su acceso al mismo.
“Para quienes amen a Dios, la principal lealtad debería ser para con la Ciudad de Dios, cuya ubicación final está en el reino celestial. La sociedad terrenal siempre será insegura y sujeta a cambios, debido a la naturaleza degradada del ser humano y su inclinación al pecado. Sin embargo, la Ciudad del mundo aún era necesaria, dado que era obligación de los gobernantes frenar los instintos depravados de los humanos pecadores, así como mantener la paz, la cual los cristianos necesitaban para vivir en el mundo. Por lo tanto, Agustín dio por sentado que el gobierno y la autoridad secular eran necesarios para la búsqueda de la verdadera vida cristiana sobre la Tierra; al plantear esto, proveyó una justificación para la autoridad política secular, la cual desempeñaría un importante papel en el pensamiento medieval (planeta sedna)”.
El obispo de Hipona es un planificador, ordena realidad tal como se imagina que debería ser si estuviera guiada por su fe en un orden divino. Desde un planteamiento que presupone la dialéctica enfrenta a la ciudad pagana, en la que las pasiones y la ignorancia guían a los seres humanos, con la ciudad divina, donde la búsqueda de la virtud y el conocimiento de la verdad ilumina el camino de los creyentes.
La filosofía deja de ser un fruto de la razón, para subyugarse a la revelación, la verdad deja de ser racional, para ser revelada. Es la fe la que mueve la realidad de los humanos, no la razón. Pero no toda fe es verdadera, sólo el cristianismo puede considerarse como tal.
Bajo el pabellón de la cruz se conquistaron países y se persiguió a los paganos, se abolieron las supersticiones y se negó cualquier poder que no fuera de origen divino, cualquier acción humana que no estuviera perfectamente regulada por la mano de Dios. Los monarcas y los nobles eran señores por la gracia de Dios, igual que los plebeyos eran plebeyos por la gracia de Dios. Desde el nacimiento todos los mortales estaban condenados a ocupar el lugar que les correspondía en herencia de la situación de sus ancestros. Los que nacían pobres morirían pobres –salvo extraña casualidad- y los que nacían ricos, morirían ricos –salvo extraña casualidad-.
La vida era instrumental a un propósito: alcanzar la gloria tras la muerte, y esta sólo podía alcanzarse cumpliendo con todas las leyes divinas y humanas. Y aún así, sirvió para separar la religión del Estado, porque la Nueva Jerusalem no era de este mundo.
Resulta extraño contemplar como 1600 años después todavía hay creyentes que consideran que el poder se obtiene por la gracia de Dios y no por la elección libre y democrática de los humanos. A ellos quiero dedicar esta obra, para que comprendan que la fe puede mover montañas, pero solo la razón puede evitar que nos caigan encima y nos aplasten como la obra de Agustín de Hipona por mil años. Hay obras que perduran no por sus enseñanzas, sino porque nos ofrecen un espejo en el que compararnos a lo largo del tiempo. La Ciudad de Dios es una de las obras más importantes, y posiblemente la columna vertebral de la historia de Occidente.
Una de sus enseñanzas más importantes de esta obra es la concepción negativa de la política (en el libro V), habitualmente sometida al poder sectario de los hombres, porque los políticos tratan de emular a Dios siendo pobres mortales. La política es buena para el progreso de la humanidad, pero los políticos son deleznables porque juegan a ser dioses con sus propios congéneres. Por eso el orden divino es para todos igual, todos hijos de Dios, por encima de sus poderes terrenales.
Referencias
Sobre la obra
Prólogo a la Ciudad de Dios
Comentarios
Resumen
Sobre el autor
La filosofía de Agustín de Hipona
Obras de San Agustín
Interesante obra sobre el cristianismo y el pensamiento político
Vida de San Agustín
San Agustín, filósofo y teólogo
La obra en internet
La ciudad de Dios (Iglesia reformada)
La ciudad de Dios (quedelibros)
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Fe y Razón en San Agustín
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