Se nos está llenando el país de caínes y abeles, era algo de esperar desde que el dios de las urnas hizo que
Zapatero se convirtiera en Adán, para que de su costilla saliera Rajoy; creo
que en la alegoría del Paraíso que se han montado los de la casta, Pujol debía
ser la serpiente y el árbol del bien y del mal, la corrupción.
Mirando atrás, que bien estaba este país, limpito de roña y
mugre sin todos ellos; pero que se le va a hacer, la dicha de los ilusos puede ser
inagotable, por eso ahora tenemos la segunda generación de castosos, con sus
Iglesias, Sánchez, y garzones por la izquierda y sus a ver quién se lo dice a
Rajoy, al otro lado. Los catalanes jugando a su Juego de Tronos para ocultar la corrupción y los demás de comparsa
Con este elenco a lo máximo que podemos aspirar es a hacer el
ridículo más espantoso, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. La
degradación de la casta no da para más, se ha producido una selección invertida
en la que los mejores han sido desplazados por los peores hasta formar una
magnífica kakistocracia, que viene a ser los peores gobiernos, con las peores
oposiciones y las más pésimas políticas, en las peores circunstancias.
Pero creo que lo más importante es que este país que vive en un
sinvivir por una coleta, entre los defensores, los atacantes, los detractores y
los aplaudidores de Podemos y nadie se ha dado cuenta de que si hace poco hemos
sabido que 20 fortunas acumulan más riqueza que 14 millones de españoles, nadie se ha dado cuenta que otros 20 españoles deciden desde el
poder político todo lo que le ocurre a 46 millones de españoles, porque los
demás que dicen nos representan van de comparsa de la casta; 20 españoles deciden lo que se
puede juzgar, aplazar o sobreseer; otros 20 españoles lo que puede salir en
los medios de comunicación o no y otros 20 españoles deciden la economía de
este país, con austeridades, paros y deudas públicas. Esos cien españoles son los que cuentan y los demás contamos una mierda soberana.
Es decir, todo el poder
de este país está en manos de 100 personas y se atreven a llamarlo democracia,
menos mal que nos hemos salvado de vivir en una oligarquía desde que nos
concedieron el derecho a votar, para que siempre sigan los mismos arriba del
todo y los mismos sosteniéndolos.
Lamentablemente, Pablo Iglesias se ha convertido en uno
más de esas cien personas que deciden por todos los demás sobre su vida, obra y
miserias, algo que por otra parte era esperado, desde que decidió convertirse en el mesías
coyuntural para que el poder siga en las mismas manos de los cien despojadores que viven a costa de los 46 millones que los sostienen en su inocencia e ingenuidad, en este
simulacro de democracia. Para las próximas elecciones se recomienda votar por Santa Rita, que es la única demócrata que se presenta.
Enrique Suárez