La política es una profesión ancestral, tal vez antigua como la prostitución, pero los políticos actuales lo desconocen, la inmensa mayoría competirían en un concurso de ignorancia y quedarían muy bien clasificados.
Hace muchos años, ser político era algo honorable pero hoy es execrable; los políticos hoy son mirados de soslayo y no se les presta demasiada atención, salvo que se espere recibir algo o se quiera trincar, y entonces tienen una corte de "pelotas" a su alrededor que dan grima.
La representación del poder ha degenerado tanto como nuestras instituciones. Los representantes políticos, otrora ensalzados por sus virtudes, hoy son denigrados por sus hechos. La realidad se ha despojado del mito y todo el mundo conoce que para ser hoy representante político hay que haber bajado mucho la cerviz, lamer el culo del jerarca de turno y tragado demasiadas estupideces del prójimo, como para haber conservado cierta prestancia.
Los representantes políticos son cargos sin carga, estandarizados y normalizados, sin carga, porque si un funcionario mete la pata, se le reprende, pero si un político lo hace, se le aplaude. Aquí entra en juego la manipulación de los aparatos de propaganda, cada día más sofisticados y rentables.
Ya no se distinguen los políticos por su pertenencia a un partido u otro, son todos iguales, les une la explotación de sus congéneres. Los de la derecha, que tradicionalmente defendían determinados valores y principios asociados a la vida, el humanismo, el cristianismo, la nación, la historia, el respeto, la tradición y la autoridad han degenerado y están en reconversión. Los de la izquierda llegaron defendiendo a los desposeídos, a los maltratados, a las víctimas de la civilización, a los trabajadores, a los más oprimidos, con una conciencia de paz universal, una ecología religiosa y una excelencia social y ciudadana asociada al poder del Estado, que en su codificación personal de la realidad sustituye al mismo Dios.
En realidad, los políticos son funcionarios de la rama política, que administran el poder que se les confiere sin haber superado ningún examen de sus cualidades y condiciones, más que el de ese ritual de masas festivas, patético y agónico, que suponen las elecciones, como si todo lo que se votase tuviera garantizada su certeza, bondad y plenitud.
Las elecciones, son un elemento de consumo y no el factor más importante de la democracia, pero los políticos han procurado ocultar que la democracia, etimológicamente el poder del pueblo, es mucho más que acudir a las urnas cada cuatro años.
La democracia es un clima institucional, una forma de vivir que se plasma en que lo que se decida será lo mejor para el pueblo, y no para los amigos, empresarios o parientes. La democracia es necesaria para que la libertad, la igualdad y la justicia se desarrollen para todos, y no para que se utilicen exclusivamente en el beneficio de algunos próximos.
El sistema político que tenemos en España es adecuado al infantilismo de los ciudadanos que no saben ni siquiera sus derechos, como para conocer dónde está el límite de su libertad. Por eso nuestra democracia se corresponde más con el juego que con la política, es una democracia lúdica y divertida, en la que todos nos lo pasamos bien; los españoles jugamos a que somos ciudadanos de un país democrático, y los políticos a que nos representan institucionalmente de forma justa, por haber sido elegidos en las urnas, pero en realidad quienes les han elegido son los que mandan, que son los que invierten su dinero en el negocio del engaño a los electores, y luego lo rentabilizan en obras públicas y prebendas.
Todo es un juego, por eso tenemos de Presidente a Rodríguez Zapatero y de líder de la oposición a Mariano Rajoy, que no dan la talla, ni la darán en su vida. Por eso los españoles, vemos como se destruyen nuestras instituciones, se maltrata la Constitución, se ríen de la justicia, y dedican el ejército a misiones de paz y no pasa nada.
El 11-M ocurrió, mala suerte. Mister X, el del GAL era quien no podía ser por eso todavía no sabemos su nombre. De Juana Chaos, con record de víctimas mortales a sus espaldas, volverá a ser un ciudadano más y será vecino de los damnificados y no pasará nada.
La democracia lúdica es un invento de las últimas generaciones de representantes políticos españoles, es un “como si” fuera democracia, pero en realidad es un juego, los políticos en realidad son señores feudales y los ciudadanos, en realidad somos sus esclavos, lo que queda de las instituciones se convierten en el tablero de la partidao, y el Presidente del Gobierno es el niño que nos va a dejar a todos excrementaditos cuando alboree.
Erasmo de Salinas
Hace muchos años, ser político era algo honorable pero hoy es execrable; los políticos hoy son mirados de soslayo y no se les presta demasiada atención, salvo que se espere recibir algo o se quiera trincar, y entonces tienen una corte de "pelotas" a su alrededor que dan grima.
La representación del poder ha degenerado tanto como nuestras instituciones. Los representantes políticos, otrora ensalzados por sus virtudes, hoy son denigrados por sus hechos. La realidad se ha despojado del mito y todo el mundo conoce que para ser hoy representante político hay que haber bajado mucho la cerviz, lamer el culo del jerarca de turno y tragado demasiadas estupideces del prójimo, como para haber conservado cierta prestancia.
Los representantes políticos son cargos sin carga, estandarizados y normalizados, sin carga, porque si un funcionario mete la pata, se le reprende, pero si un político lo hace, se le aplaude. Aquí entra en juego la manipulación de los aparatos de propaganda, cada día más sofisticados y rentables.
Ya no se distinguen los políticos por su pertenencia a un partido u otro, son todos iguales, les une la explotación de sus congéneres. Los de la derecha, que tradicionalmente defendían determinados valores y principios asociados a la vida, el humanismo, el cristianismo, la nación, la historia, el respeto, la tradición y la autoridad han degenerado y están en reconversión. Los de la izquierda llegaron defendiendo a los desposeídos, a los maltratados, a las víctimas de la civilización, a los trabajadores, a los más oprimidos, con una conciencia de paz universal, una ecología religiosa y una excelencia social y ciudadana asociada al poder del Estado, que en su codificación personal de la realidad sustituye al mismo Dios.
En realidad, los políticos son funcionarios de la rama política, que administran el poder que se les confiere sin haber superado ningún examen de sus cualidades y condiciones, más que el de ese ritual de masas festivas, patético y agónico, que suponen las elecciones, como si todo lo que se votase tuviera garantizada su certeza, bondad y plenitud.
Las elecciones, son un elemento de consumo y no el factor más importante de la democracia, pero los políticos han procurado ocultar que la democracia, etimológicamente el poder del pueblo, es mucho más que acudir a las urnas cada cuatro años.
La democracia es un clima institucional, una forma de vivir que se plasma en que lo que se decida será lo mejor para el pueblo, y no para los amigos, empresarios o parientes. La democracia es necesaria para que la libertad, la igualdad y la justicia se desarrollen para todos, y no para que se utilicen exclusivamente en el beneficio de algunos próximos.
El sistema político que tenemos en España es adecuado al infantilismo de los ciudadanos que no saben ni siquiera sus derechos, como para conocer dónde está el límite de su libertad. Por eso nuestra democracia se corresponde más con el juego que con la política, es una democracia lúdica y divertida, en la que todos nos lo pasamos bien; los españoles jugamos a que somos ciudadanos de un país democrático, y los políticos a que nos representan institucionalmente de forma justa, por haber sido elegidos en las urnas, pero en realidad quienes les han elegido son los que mandan, que son los que invierten su dinero en el negocio del engaño a los electores, y luego lo rentabilizan en obras públicas y prebendas.
Todo es un juego, por eso tenemos de Presidente a Rodríguez Zapatero y de líder de la oposición a Mariano Rajoy, que no dan la talla, ni la darán en su vida. Por eso los españoles, vemos como se destruyen nuestras instituciones, se maltrata la Constitución, se ríen de la justicia, y dedican el ejército a misiones de paz y no pasa nada.
El 11-M ocurrió, mala suerte. Mister X, el del GAL era quien no podía ser por eso todavía no sabemos su nombre. De Juana Chaos, con record de víctimas mortales a sus espaldas, volverá a ser un ciudadano más y será vecino de los damnificados y no pasará nada.
La democracia lúdica es un invento de las últimas generaciones de representantes políticos españoles, es un “como si” fuera democracia, pero en realidad es un juego, los políticos en realidad son señores feudales y los ciudadanos, en realidad somos sus esclavos, lo que queda de las instituciones se convierten en el tablero de la partidao, y el Presidente del Gobierno es el niño que nos va a dejar a todos excrementaditos cuando alboree.
Erasmo de Salinas
1 comentario:
Arnal dijo...
Lo que ha pasado en España es que nos han vendido una moto vieja desde la transición. Aprovechando que el dictador dejó mala prensa popular a la Nación, que los restos feudales de nobles regionales se apuntaron al festín de la “democracia”, y que la ocasión la pintan calva, los gobernantes españoles han ido haciendo su agosto mientras despojaban a la población de sus conquistas históricas. El método ha consistido en la disolución de los elementos nacionales y en una especie de propaganda chusco-hedonista incontestada popularmente por el creciente bienestar general.
Es la Nación y sus símbolos lo que encierran valores, Educación, Libertad, Democracia, proyectos comunes, horizonte, orgullo colectivo …, del mismo modo que una bandera “contiene” una Nación. Esta “cultura” y esa conciencia nacional, existente en todo tiempo y lugar, ha sido pisoteada en España desde las instituciones con el sencillo objeto de desarmar ideológicamente a unos españoles que han quedado inermes frente a la penetración más salvaje de los “valores” universales del capitalismo, que es decir al albur de explotadores variopintos, sin escrúpulos, sin miramientos, ni tasa, como comprobamos en la actual vida nacional.
Pero no hay mal que por bien no venga, pues la aceleración y crudeza de este proceso “desnacionalizador” en España desde el punto de vista político, ha venido a encontrarse con un proceso mucho más importante y profundo, como es que en la realidad material, en la formación social de intercambios y comunicaciones y en sus articulación territorial, España es hoy más Nación que nunca desde el punto de vista material, y en consecuencia tiene más peso la unidad real de todo tipo, la Nación “realmente existente” aunque no haya estado ausente en la opinión pública, que cualquier intento, discurso o políticas que se opongan a esa evidencia y a esa práctica que la Historia ha construido en nuestro país.
Todo este proceso presente tiene un final muy conocido en la Historia, y es que cuando unos gobernantes no son capaces de mantener el nivel de vida concerniente a cada estadio de desarrollo, y cuando además en nuestro caso vienen a perjudicar al grueso de la población, es la propia sociedad a través de mecanismos ad hoc, -en general invisibles a priori-, la que acaba por resolver el conflicto poniendo las cosas en su verdadero lugar.
Esta pelusa política, esta excrescencia indigna, este tumor infecto que ha generado la Nación Española como casta gobernante, no constituye ningún obstáculo serio a su devenir histórico, no tiene entidad alguna, no supone una fuerza poderosa, no tiene ni futuro, ni alcance, ni redaños, y está condenada a una desaparición inmediata. El hambre en el estómago y las ganas de comer en la cabeza, se unirán próximamente en la mayoría de los españoles para realizar otra de sus hazañas ejemplares: construir una Nación a la medida de los tiempos, como Dios manda y como demanda la Historia.
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