Evidentemente, casi todo el mundo quiere progresar, de lo que se puede inferir que prácticamente nadie está a gusto con lo que hace, vive o tiene. El progreso es un determinante de la modernidad, del saber estar con los tiempos que corren, de orientación hacia el futuro.
Los partidos políticos ofrecen progreso, como las religiones proponen un más allá, con una diferencia, del más allá poco sabemos, pero del progreso sabemos que habitualmente no se reparte de forma equitativa, pues siempre progresan más y más deprisa los que disfrutan de más poder, o arrancan de una posición más aventajada.
El progreso es una inmensa zanahoria que se ofrece a los ciudadanos para que tiren del arnés que mueve la noria del sistema, y para que dediquen su vida a circundar el pozo del que se extraen los beneficios que permiten regar los sembrados económicos de los que detentan el poder en todas sus formas. La noria del progreso es un gran invento social y económico, porque permite que los ciudadanos obtengan comida, descanso, y “lo que necesiten”, aunque queden condenados a permanece haciendo lo mismo toda su vida, y no se les admita que rebuznen demasiado.
Sí, parece una tontería, pero el progreso surge como término depurado de otros como desarrollo más relacionado con lo social, o evolución, más relacionado con el curso natural de la vida. El progreso es lo contrario del regreso. ¿Quién quiere regresar?. ¿a dónde?. ¿Para qué?.
El progreso es un término que sirve lo mismo para un roto que para un descosido, tanto para el capitalismo voraz de no me preguntes como ha sido pero hemos crecido, como para el socialismo bondadoso y genuino que busca un mundo mejor lleno de palomitas con ramas de olivo en el pico.
A mí, personalmente, apelar al progreso me parece una estafa, que quieren que les diga. Analizaré algunos escenarios para que vean a que me refiero:
Si hablamos de educación, se puede decir que hemos progresado, nunca los alumnos de enseñanzas obligatorias han dispuesto de tantos recursos, materiales y humanos, de tantas leyes, de tanta intervención directa del Estado en nuestro país, que se permite hasta establecer doctrina secular como si de una iglesia cualquiera se tratase, todo para obtener unos “magníficos resultados” en el Informe Pisa, por no mencionar las cosas que dice un señor que se llama D. Emilio Calatayud, que se dedica a eso de juzgar menores.
Si hablamos de justicia, podemos comprobar que también hemos progresado, nunca ha habido tantos jueces en todos los ámbitos de la justicia, tantos recursos humanos y materiales, tantos abogados, tanta facilidad para acceder a los elementos de la legislación vigente, pero nunca ha habido tantos recursos, tantos presos, tantos delitos, y los procedimientos judiciales siguen tardando prácticamente lo mismo.
Que decir de la sanidad, efectivamente, el progreso se puede comprobar sin duda en los avances de las ciencias médicas, pero en realidad, a pesar de que los recursos disponibles se han multiplicado por diez en las últimas décadas, la gente sigue teniendo las mismas enfermedades, el personal sanitario sigue igual de cabreado y se siguen produciendo carencias inexplicables. No diré nada de la calidad humana media del servicio, no vaya a ser que se ofenda el elenco.
Es cierto que hemos progresado mucho, eso se puede comprobar en el acceso a la cultura, en el contenido de los programas televisivos, en la crispación que caracteriza el ambiente social, en el número de televisores, móviles, coches, microondas que disfrutamos por persona. Se puede decir que en relación al consumo hemos avanzado mucho, y más que vamos a hacerlo.
Pero también hemos progresado en número de viviendas, y por supuesto en su precio, que han ido creciendo paulatinamente, hasta llegar a ese punto que determina el capitalismo de costar precisamente todo lo que uno puede pagar.
Pero también hemos crecido en las oportunidades de ocio, cada día más organizadas, más estandarizadas, más asequibles y más idénticas . Otro de los logros del Estado del Bienestar es la organización de lo relacionado con la muerte, todo tan mecanizado y tan bonito.
En fin, que no sé de que vamos a quejarnos, si ya hemos progresado tanto, no sé por qué vamos a querer seguir progresando, somos insaciables en nuestro afán de progresar aunque no se sepa ni cómo, ni por qué, ni hacia dónde. Las alternativas están bien claras, o progresamos o no. Ustedes eligen.
Lo diré con claridad que estamos a comienzos de 2008, un gran año para la cosecha del vino de Valdepeñas según dicen, y para que las cosas cambien de una vez, a mí lo del progreso me parece un gran invento para que cada vez más gente pueda vivir haciendo lo mismo, menos o peor de lo que venía haciendo menos gente.
El progreso nos abre las puertas del futuro, para ver como pasa ante nuestros ojos el bienestar de los que viven a su costa, y a la nuestra. Está bien, no resulta extraño que haya tanto progresista en estos días, que es como la versión talibán del progreso, en su forma más fanática. Habitualmente en esa izquierda del pesebre que tanto se ha fomentado desde los gobiernos socialistas.
¿Y usted en qué trabaja?.
¿Yo?. En un proyecto para el progreso de la humanidad, ignorante.
¡Ah!. Que suerte, yo soy albañil, y aquí todavía no hay progreso.
Biante de Priena
Los partidos políticos ofrecen progreso, como las religiones proponen un más allá, con una diferencia, del más allá poco sabemos, pero del progreso sabemos que habitualmente no se reparte de forma equitativa, pues siempre progresan más y más deprisa los que disfrutan de más poder, o arrancan de una posición más aventajada.
El progreso es una inmensa zanahoria que se ofrece a los ciudadanos para que tiren del arnés que mueve la noria del sistema, y para que dediquen su vida a circundar el pozo del que se extraen los beneficios que permiten regar los sembrados económicos de los que detentan el poder en todas sus formas. La noria del progreso es un gran invento social y económico, porque permite que los ciudadanos obtengan comida, descanso, y “lo que necesiten”, aunque queden condenados a permanece haciendo lo mismo toda su vida, y no se les admita que rebuznen demasiado.
Sí, parece una tontería, pero el progreso surge como término depurado de otros como desarrollo más relacionado con lo social, o evolución, más relacionado con el curso natural de la vida. El progreso es lo contrario del regreso. ¿Quién quiere regresar?. ¿a dónde?. ¿Para qué?.
El progreso es un término que sirve lo mismo para un roto que para un descosido, tanto para el capitalismo voraz de no me preguntes como ha sido pero hemos crecido, como para el socialismo bondadoso y genuino que busca un mundo mejor lleno de palomitas con ramas de olivo en el pico.
A mí, personalmente, apelar al progreso me parece una estafa, que quieren que les diga. Analizaré algunos escenarios para que vean a que me refiero:
Si hablamos de educación, se puede decir que hemos progresado, nunca los alumnos de enseñanzas obligatorias han dispuesto de tantos recursos, materiales y humanos, de tantas leyes, de tanta intervención directa del Estado en nuestro país, que se permite hasta establecer doctrina secular como si de una iglesia cualquiera se tratase, todo para obtener unos “magníficos resultados” en el Informe Pisa, por no mencionar las cosas que dice un señor que se llama D. Emilio Calatayud, que se dedica a eso de juzgar menores.
Si hablamos de justicia, podemos comprobar que también hemos progresado, nunca ha habido tantos jueces en todos los ámbitos de la justicia, tantos recursos humanos y materiales, tantos abogados, tanta facilidad para acceder a los elementos de la legislación vigente, pero nunca ha habido tantos recursos, tantos presos, tantos delitos, y los procedimientos judiciales siguen tardando prácticamente lo mismo.
Que decir de la sanidad, efectivamente, el progreso se puede comprobar sin duda en los avances de las ciencias médicas, pero en realidad, a pesar de que los recursos disponibles se han multiplicado por diez en las últimas décadas, la gente sigue teniendo las mismas enfermedades, el personal sanitario sigue igual de cabreado y se siguen produciendo carencias inexplicables. No diré nada de la calidad humana media del servicio, no vaya a ser que se ofenda el elenco.
Es cierto que hemos progresado mucho, eso se puede comprobar en el acceso a la cultura, en el contenido de los programas televisivos, en la crispación que caracteriza el ambiente social, en el número de televisores, móviles, coches, microondas que disfrutamos por persona. Se puede decir que en relación al consumo hemos avanzado mucho, y más que vamos a hacerlo.
Pero también hemos progresado en número de viviendas, y por supuesto en su precio, que han ido creciendo paulatinamente, hasta llegar a ese punto que determina el capitalismo de costar precisamente todo lo que uno puede pagar.
Pero también hemos crecido en las oportunidades de ocio, cada día más organizadas, más estandarizadas, más asequibles y más idénticas . Otro de los logros del Estado del Bienestar es la organización de lo relacionado con la muerte, todo tan mecanizado y tan bonito.
En fin, que no sé de que vamos a quejarnos, si ya hemos progresado tanto, no sé por qué vamos a querer seguir progresando, somos insaciables en nuestro afán de progresar aunque no se sepa ni cómo, ni por qué, ni hacia dónde. Las alternativas están bien claras, o progresamos o no. Ustedes eligen.
Lo diré con claridad que estamos a comienzos de 2008, un gran año para la cosecha del vino de Valdepeñas según dicen, y para que las cosas cambien de una vez, a mí lo del progreso me parece un gran invento para que cada vez más gente pueda vivir haciendo lo mismo, menos o peor de lo que venía haciendo menos gente.
El progreso nos abre las puertas del futuro, para ver como pasa ante nuestros ojos el bienestar de los que viven a su costa, y a la nuestra. Está bien, no resulta extraño que haya tanto progresista en estos días, que es como la versión talibán del progreso, en su forma más fanática. Habitualmente en esa izquierda del pesebre que tanto se ha fomentado desde los gobiernos socialistas.
¿Y usted en qué trabaja?.
¿Yo?. En un proyecto para el progreso de la humanidad, ignorante.
¡Ah!. Que suerte, yo soy albañil, y aquí todavía no hay progreso.
Biante de Priena
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