A menos de una semana de las elecciones municipales, quiero hacer algunas reflexiones sobre lo sucedido recientemente en nuestro partido. El expulsado preventivo, el sevillano Mario Acosta, al que todos conocemos por su desbordante talento comunicativo y su propensión a la exageración, no se ha equivocado en muchas cosas y sí lo ha hecho en alguna.
Comenzaré por los errores, que fundamentalmente ha sido uno, el momento de hacerlo, en plena campaña electoral. Eso no ha gustado a la mayoría de sus compañeros, ni a la dirección del partido, porque se ha comprendido como un palo entre las ruedas de nuestros propósitos; , aunque quizás si lo hubiera hecho en otro momento, no habría tenido tanta repercusión, y su decisión de hacerlo precisamente ahora, no ha sido fortuita, sino para dejar en evidencia la realidad política en la que estamos viviendo en este país.
Uno de los graves problemas de la política española, es que todo el mundo respeta las reglas del juego formales, y lo que realmente ha sorprendido es que alguien haya decidido defender la democracia, incluso por encima del perjuicio que pueda ocasionar a su propia formación política, que más bien ha sido beneficio, como ha expresado sutilmente, Arcadi Espada.
Nuestro compañero ha sido coherente con el ideario y los estatutos de nuestro partido y ha demostrado con sus hechos la realidad caducada de la política española. Los partidos políticos son entes irracionales que creamos para organizarnos socialmente, y que terminamos convirtiendo en escenarios aptos para las creencias, más próximos al ámbito de las ideas religiosas que al de las ideas políticas.
Por lo tanto, no resulta extraño que al que transgreda los rituales establecidos, se le considere pecador y sea condenado al infierno del ostracismo, desde la perífrasis correspondiente. La herejía hay que sancionarla con la hoguera para escarmiento de los fieles, para que aprendan la lección de que nadie pueda rebelarse contra el poder establecido.
Acosta ha denunciado que en la desigual lucha entre una institución y un individuo, las reglas del juego son inicuas y favorecen siempre a la organización frente al ciudadano. Sea en el interior de nuestro partido, o sea en la lucha de un padre para que su hijo pueda estudiar en castellano en Cataluña. Todo es lo mismo.
Las formaciones políticas se defienden de las acciones individuales, aunque estas hayan sido correctas, pero impera que sean “políticamente” correctas por encima que sean ciertas o racionales. La política triunfa sobre el ciudadano, una vez más, cuando tendría que estar a su servicio.
Sin embargo, resulta complicado acertar siempre en política, sin ir más lejos, ahí tenemos la dirección de nuestro partido, que ha venido cometiendo numerosos errores y sigue indemne, como si no aquí hubiera pasado nada. Pero eso no puede decirse, es “pecado”.
Sin embargo, Mario Acosta, también es autor de algún acierto histórico, que poco tiene que ver con su triunfo personal, pero si con las ideas que transcienden su mensaje; nuestro compañero representa ese aire de regeneración y transparencia que tanto necesita la política de nuestro país, pero que va un paso mas allá de las buenas palabras de Albert Rivera y penetra en la realidad.
Mario es el primer ciudadano que ha sucumbido en el entramado político de nuestro partido. Acosta se ha inmolado por la democracia, suena extraño, pero así ha sido; pero no solo por la democracia en nuestro partido, sino para demostrar la falsedad que se vive en la política catalana y en la política española, cuando se habla de democracia interna en los partidos políticos.
Lo ha hecho con plena conciencia, ha sido más Ciudadano que ninguno de todos nosotros, y ha demostrado con su acción de denuncia, la realidad política en la que estamos viviendo actualmente.
Mario ha hecho un test a Ciudadanos, la prueba del algodón, y nuestro partido no ha estado a la altura de lo que se esperaba, ha reaccionado como cualquier formación política convencional y se ha equivocado negando la crisis que realmente sí existe, porque al mismo tiempo ha negado la posibilidad de ser diferente al resto de las formaciones políticas españolas.
Los partidos políticos convencionales son auténticos engendros fosilizados, enormes máquinas que aplastan las iniciativas individuales y jerarquizan las decisiones hasta la parálisis plena de sus acciones. Lo ha dicho Félix de Azúa hablando de Bayrou, en el ámbito de la política francesa:
“O bien cambiamos las reglas de juego, decía Bayrou, o bien Francia seguirá siendo la finca privada que explotan dos inmensas empresas y sus redes clientelares, los socialistas y los conservadores. Bayrou hablaba ya pensando en las legislativas, cuando es muy probable que se convierta en la pieza decisiva para la formación de gobierno. Es el único que aún puede hacer algo por su país”.
Acosta, ha sido coherente con sus ideas, como Bayrou, y ha ido más allá de las palabras, demostrando con hechos, que al menos en un sector de Ciudadanos, hay gente comprometida con un auténtico cambio en la forma de hacer las cosas en la política española, comenzando por la democracia interna en nuestro partido.
Si no somos capaces de aplicar a nuestra convivencia el discurso que presentamos ante la sociedad española, difícilmente alcanzaremos la coherencia necesaria para transmitirlo al escenario político en el que competimos con las demás formaciones, por lo que estamos condenados a seguir siendo igual que los demás, un más de lo mismo, nada diferente.
El partido Ciutadans ha sancionado a Acosta, y al mismo tiempo, se ha determinado políticamente. Porque si Acosta defiende la autenticidad de los principios en que se fundamenta nuestra existencia política, lo que ha hecho Ciutadans es manifestar su renuncia a ser lo que había anunciado en sus comienzos.
Todavía estamos a tiempo de rectificar el error cometido con Acosta, aprovechemos el discurso de nuestro compañero, y digámosle a este país de una puñetera vez, que si Acosta denuncia errores cometidos y comprobados en el interior de Ciutadans, quien sobra no es Acosta, sino los que han cometido los errores. Acosta solo es el mensajero de nuestra incoherencia política.
Si no somos capaces de respetarnos a nosotros mismos, ¿cómo vamos a pedir a los ciudadanos que crean en nuestras propuestas o en que seremos capaces de conseguir que los partidos políticos con los que competimos lleguen a respetarlas?.
Ciudadano Acosta es usted un artista, en sus hechos estamos todos retratados, nos ha sacado una foto imposible, pero también inolvidable. Si este partido le indulta inmediatamente, le aseguro que tendrá un futuro extraordinario, pero si no lo hace, le comunico que usted ha sido el primer autor de su próxima agonía.
Deseo y espero, que triunfe la inteligencia en nuestro partido, la de Acosta y la de sus dirigentes.
Saludos Ciudadanos
Enrique Suárez Retuerta
Comenzaré por los errores, que fundamentalmente ha sido uno, el momento de hacerlo, en plena campaña electoral. Eso no ha gustado a la mayoría de sus compañeros, ni a la dirección del partido, porque se ha comprendido como un palo entre las ruedas de nuestros propósitos; , aunque quizás si lo hubiera hecho en otro momento, no habría tenido tanta repercusión, y su decisión de hacerlo precisamente ahora, no ha sido fortuita, sino para dejar en evidencia la realidad política en la que estamos viviendo en este país.
Uno de los graves problemas de la política española, es que todo el mundo respeta las reglas del juego formales, y lo que realmente ha sorprendido es que alguien haya decidido defender la democracia, incluso por encima del perjuicio que pueda ocasionar a su propia formación política, que más bien ha sido beneficio, como ha expresado sutilmente, Arcadi Espada.
Nuestro compañero ha sido coherente con el ideario y los estatutos de nuestro partido y ha demostrado con sus hechos la realidad caducada de la política española. Los partidos políticos son entes irracionales que creamos para organizarnos socialmente, y que terminamos convirtiendo en escenarios aptos para las creencias, más próximos al ámbito de las ideas religiosas que al de las ideas políticas.
Por lo tanto, no resulta extraño que al que transgreda los rituales establecidos, se le considere pecador y sea condenado al infierno del ostracismo, desde la perífrasis correspondiente. La herejía hay que sancionarla con la hoguera para escarmiento de los fieles, para que aprendan la lección de que nadie pueda rebelarse contra el poder establecido.
Acosta ha denunciado que en la desigual lucha entre una institución y un individuo, las reglas del juego son inicuas y favorecen siempre a la organización frente al ciudadano. Sea en el interior de nuestro partido, o sea en la lucha de un padre para que su hijo pueda estudiar en castellano en Cataluña. Todo es lo mismo.
Las formaciones políticas se defienden de las acciones individuales, aunque estas hayan sido correctas, pero impera que sean “políticamente” correctas por encima que sean ciertas o racionales. La política triunfa sobre el ciudadano, una vez más, cuando tendría que estar a su servicio.
Sin embargo, resulta complicado acertar siempre en política, sin ir más lejos, ahí tenemos la dirección de nuestro partido, que ha venido cometiendo numerosos errores y sigue indemne, como si no aquí hubiera pasado nada. Pero eso no puede decirse, es “pecado”.
Sin embargo, Mario Acosta, también es autor de algún acierto histórico, que poco tiene que ver con su triunfo personal, pero si con las ideas que transcienden su mensaje; nuestro compañero representa ese aire de regeneración y transparencia que tanto necesita la política de nuestro país, pero que va un paso mas allá de las buenas palabras de Albert Rivera y penetra en la realidad.
Mario es el primer ciudadano que ha sucumbido en el entramado político de nuestro partido. Acosta se ha inmolado por la democracia, suena extraño, pero así ha sido; pero no solo por la democracia en nuestro partido, sino para demostrar la falsedad que se vive en la política catalana y en la política española, cuando se habla de democracia interna en los partidos políticos.
Lo ha hecho con plena conciencia, ha sido más Ciudadano que ninguno de todos nosotros, y ha demostrado con su acción de denuncia, la realidad política en la que estamos viviendo actualmente.
Mario ha hecho un test a Ciudadanos, la prueba del algodón, y nuestro partido no ha estado a la altura de lo que se esperaba, ha reaccionado como cualquier formación política convencional y se ha equivocado negando la crisis que realmente sí existe, porque al mismo tiempo ha negado la posibilidad de ser diferente al resto de las formaciones políticas españolas.
Los partidos políticos convencionales son auténticos engendros fosilizados, enormes máquinas que aplastan las iniciativas individuales y jerarquizan las decisiones hasta la parálisis plena de sus acciones. Lo ha dicho Félix de Azúa hablando de Bayrou, en el ámbito de la política francesa:
“O bien cambiamos las reglas de juego, decía Bayrou, o bien Francia seguirá siendo la finca privada que explotan dos inmensas empresas y sus redes clientelares, los socialistas y los conservadores. Bayrou hablaba ya pensando en las legislativas, cuando es muy probable que se convierta en la pieza decisiva para la formación de gobierno. Es el único que aún puede hacer algo por su país”.
Acosta, ha sido coherente con sus ideas, como Bayrou, y ha ido más allá de las palabras, demostrando con hechos, que al menos en un sector de Ciudadanos, hay gente comprometida con un auténtico cambio en la forma de hacer las cosas en la política española, comenzando por la democracia interna en nuestro partido.
Si no somos capaces de aplicar a nuestra convivencia el discurso que presentamos ante la sociedad española, difícilmente alcanzaremos la coherencia necesaria para transmitirlo al escenario político en el que competimos con las demás formaciones, por lo que estamos condenados a seguir siendo igual que los demás, un más de lo mismo, nada diferente.
El partido Ciutadans ha sancionado a Acosta, y al mismo tiempo, se ha determinado políticamente. Porque si Acosta defiende la autenticidad de los principios en que se fundamenta nuestra existencia política, lo que ha hecho Ciutadans es manifestar su renuncia a ser lo que había anunciado en sus comienzos.
Todavía estamos a tiempo de rectificar el error cometido con Acosta, aprovechemos el discurso de nuestro compañero, y digámosle a este país de una puñetera vez, que si Acosta denuncia errores cometidos y comprobados en el interior de Ciutadans, quien sobra no es Acosta, sino los que han cometido los errores. Acosta solo es el mensajero de nuestra incoherencia política.
Si no somos capaces de respetarnos a nosotros mismos, ¿cómo vamos a pedir a los ciudadanos que crean en nuestras propuestas o en que seremos capaces de conseguir que los partidos políticos con los que competimos lleguen a respetarlas?.
Ciudadano Acosta es usted un artista, en sus hechos estamos todos retratados, nos ha sacado una foto imposible, pero también inolvidable. Si este partido le indulta inmediatamente, le aseguro que tendrá un futuro extraordinario, pero si no lo hace, le comunico que usted ha sido el primer autor de su próxima agonía.
Deseo y espero, que triunfe la inteligencia en nuestro partido, la de Acosta y la de sus dirigentes.
Saludos Ciudadanos
Enrique Suárez Retuerta
3 comentarios:
Hay momentos en la vida de un hombre... en que uno esta alla en medio.
Uno puede correr, puede intentar esconderse o puede decir: aqui estoy.
Y cuando son los principios los que estan en juego sólo cabe agradecer la decencia.
Magnífico artículo, y encima es verdad lo que se relata. Enhorabuena a su excelente autor.
Vale, vale,está muy claro que al autor de este artículo le cae muy bien Acosta. Pero después de leerlo entero nadie se entera de nada de lo que ha ocurrido con el tal Acosta y cuales eran sus divergencias.
Menos artículos de juegos florales y más periodismo serio e informativo.
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