Mucho se ha hablado de la casta en este país, pero poco se ha
dicho sobre lo que define su interés. Es cierto que los privilegios para sus
miembros, los beneficios para sus seguidores, los intereses para sus líderes y
por tanto, para que sus partidos sean los elegidos en la lucha por el poder, en
sus preferencias por los ciudadanos.
Durante muchos años he analizado el fenómeno de la casta en
el poder, al menos desde hace siete años, cuando se publicaron los primeros
libros en Italia y en España sobre el tema, en este blog ya se publicaron
artículos al respecto en numerosas ocasiones a lo largo de estos años.
Sin duda la casta representa su farsa en un escenario creado
ex profeso, cuando en este país quien elige a los elegibles, no son los
ciudadanos, sino los líderes de los distintos partidos y sus consejos
ejecutivos. Esa usurpación, hace que los elegidos en las urnas le deban su
elección en mayor medida a quien los propuso desde el poder, que a quien los
dispuso desde las urnas.
Las claves ideológicas serían inútiles al tratar de definir a
la casta, pues todos los partidos políticos siguen el mismo sistema de
usurpación e impostura, por eso hay que buscar un elemento común a todos ellos,
una clave que permita distinguir con claridad quienes son casta de quienes no
lo son.
Los partidos políticos con representación política son casta,
porque sólo ellos pueden serlo, pues es necesaria la representación política
para acceder al poder. La representación política es causa necesaria, por
tanto, para poder ser casta, pero esto convertiría a todos los representantes
políticos en usurpadores y posiblemente no sea así.
Debemos profundizar en el criterio: ¿Qué define a la casta?,
pues sencillamente el sectarismo, que se determina en la defensa de los
intereses de partido, por encima o en contra de los intereses comunes de los
ciudadanos. Quien defiende los intereses de sus partidarios o seguidores, por
encima de los intereses de los demás ciudadanos, forma parte de la casta.
Si conocen ustedes algún caso de seguidor o representante de
un partido, que defienda por encima de los intereses de su formación los
intereses de los ciudadanos, incluso en contra de los intereses de su partido,
ese miembro de la formación política se puede decir que no es casta, mientras
que todos los demás sí lo son.
Quien defiende los intereses de parte, contra los intereses
de todos, no es más que un partidario de una determinada opción y rival de
todas las demás. Nada que ver con un demócrata, en la Antigua Grecia los
partidos políticos se habían prohibido,
por ser enemigos de la democracia.
Es hora de que en este país surjan políticos que defiendan
los intereses de la mayoría de los ciudadanos, incluso contra los intereses de
su partido, es hora de tener políticos que sean responsables ante los
ciudadanos que les votan y no ante el líder o consejo ejecutivo de su partido
que los selecciona por su sometimiento al poder.
Esa es la única opción posible que le queda a la casta para
regenerarse, la independencia personal de los políticos de sus partidos y que
muestren como defienden los intereses de los ciudadanos, mientras eso no
ocurra, todos los representantes políticos de este país formarán parte de la
casta, aunque hayan sido elegidos en las urnas, eso no les convierte en
demócratas, ni a ellos, ni a los que les votan. La democracia no está por
debajo de los partidos políticos, sino por encima, mientras los partidos
políticos la sigan utilizando en su propio interés y el de sus beneficiados, no
se podrá decir que en este país vivimos en una democracia, sino en una farsa
democrática en la que se ejerce el despotismo, la opresión y la tiranía.
Enrique Suárez
1 comentario:
Un representante de un partido que defienda los intereses de los ciudadanos por encima de los intereses de su formación es una contradicción en sí misma. No sería miembro de la formación política, pues como bien dices después, los políticos son responsables ante el líder o consejo ejecutivo de su partido, que los selecciona por su sometimiento al poder.
Y un seguidor de un partido, sólo por el hecho de serlo, implica que está de acuerdo con esa metodología, por lo que se convierte en cómplice en el momento que le da su voto, pues éste es absolutamente necesario para tales fines.
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