En este país la mentira se está convirtiendo en un bonito deporte primaveral, es una cuestión que se asocia a los tiempos de la comunicación masiva, de la que ya nos había advertido Jean François Revel en su obra “El conocimiento Inútil”, diciéndonos que en relación a la política y el poder todo es mentira, una farsa, un cuento, un motivo para creer.
Pero fue Ludwig Wittgenstein el que nos advirtió que si bien
el lenguaje sirve para comunicarnos, también sirve para incomunicarnos y
confundirnos, porque los hechos descritos o relatados, nada tienen que ver con
los hechos reales, fundamentalmente cuando el comunicador tiene la intención de
mentirnos. El pintor Magritte lo señaló con inteligencia en aquel cuadro de una
pipa que decía debajo “Ceci n´est pas une pipe”, evidentemente, un cuadro de una
pipa no es exactamente una pipa
Sobre los hechos acontecidos el 22-M se han escrito muchas
cosas, en primer lugar se comenzó sobrecargando las redes sociales con las
agresiones de los antidisturbios a “pacíficos manifestantes” ocurridas en el
pasado, pero también, con un despliegue de medios inusitado se anunciaba el
fragor de la revolución en las redes sociales, blogs y otros medios de
comunicación de internet.
La dialéctica del manifiesto leído por Willy Toledo recordaba
la mística revolucionaria de las repúblicas castristas-bolivarianas de América
del Sur, el relato de la aproximación a Madrid era un remedo de la guerra civil
con sus columnas y sus no pasarán. Sin embargo los medios de comunicación habituales no prestaron demasiada atención a las advertencias de todas las formaciones de izquierda que organizaban los actos, algo que denunciaron los organizadores como una manipulación del poder. La realidad es que las cosas fueron más ruido, furia y después nada que otra cosa, desposeyendo a la izquierda de este país de su legitimidad en la defensa de los derechos desde la calle, para unos cuantos años.
Sin embargo la apoteosis llegó cuando Cañamero, uno de los
líderes de las marchas anunció que eran más de dos millones los asistentes a
las protestas. En realidad esto fue un error de traducción de un grupo
Anonymous de Facebook, en el que se transcribió un titular de la edición digital de Le Monde
erróneamente. Donde decía “des milliers” (miles) alguien consideró que eran dos
millones, los asistentes a la congregación del final de los tiempos que no fue. El titular decía realmente: " Des milliers de manifestants à Madrid pour dénoncer « l'urgence sociale", (Le Monde.fr avec AFP | 22.03.2014 à 14h04 • Mis à jour le 22.03.2014 à 21h04) aunque posteriormente fue retirado para poner "gigantesque manifestation", supongo que alguien debió llamarles por teléfono.
La policía municipal dijo que habían sido 350.000 personas,
pa no ofender a nadie, pero El País redujo la asistencia a 50.000 personas, de
las que consideró que sólo 2.000 contando todas las columnas llegaron a pie. Los
hechos que se sucedieron después fueron los de siempre en estas reuniones
pacíficas, 87 heridos, 20 detenidos, pero lo curioso es que hubo más heridos
entre los policías que entre los manifestantes.
Evidentemente este país está muy harto de la casta política
que le representa, en una encuesta reciente así lo manifestaban el 75 % de los
entrevistados, pero está mucho más harta de los extremos que pretenden
desplazarla del poder, a los que rechazan más del 95 % de los españoles, y aún
más harta de los que utilizan la violencia para alcanzar sus propósitos, algo a
lo que sólo estarían dispuestos el 0,5 % de los españoles.
P.S.
Quizás este haya sido el mayor legado de Adolfo Suárez, haber conseguido una paz duradera entre los españoles, que se opone tanto a la opresión desde el poder, como a la impresión desde la calle. Ahora sólo falta que seamos capaces de dialogar como personas civilizadas, que los de la casta política depongan su actitud despótica, que los corruptos devuelvan el dinero sustraído y vayan a la cárcel y volveremos a ser un país normal, algo a lo que aspiramos la inmensa mayoría de los españoles.
Enrique Suárez