Este artículo fue publicado por primera vez en este blog, hace cinco años, el 17 de marzo de 2007, en él se puede observar con claridad lo que ha ocurrido en España, es un ensayo sociológico que nos descubre que la responsabilidad sobre lo acontecido no ha estado exclusivamente en la maldad, impostura e ineptitud de los políticos, sino también en la indiferencia de los ciudadanos españoles ante esa maldad, impostura e ineptitud. Se confirma por tanto la hipótesis establecida: ¿qué ocurre si se produce indiferencia de los ciudadanos hacia la política?, pues sencillamente, el abuso de poder que hemos vivido y estamos viviendo
"Nadie se hizo perverso súbitamente" Juvenal
En tiempos de globalización, el análisis exhaustivo es imprescindible. Los cambios que han experimentado, durante las últimas décadas, las sociedades reconocidas como más avanzadas, han sido extraordinariamente positivos, pero han arrastrado algunas cuestiones que se deberían erradicar por acuerdo de todos.
La democracia no se renueva espontáneamente, la libertad no se mantiene por sí misma, los derechos humanos no se sostienen por estar escritos; la justicia, la igualdad, la solidaridad, no se producen si no se siembran y se cultivan con esmero. La ausencia de atención a todas estas cuestiones conduce a una colección de distorsiones que pasamos a describir.
La sociedad realiza intercambios con sus representaciones, pero es incapaz de regularlas de forma racional, ocurriendo singulares mecanismos de refuerzo a posiciones que precisamente la perjudican. El conductismo debería analizarse con más detalle en el ámbito de la política
PERVERSIONES POLITICAS
En los momentos de amenaza, conflicto o peligro, la sociedad y sus representantes políticos, al igual que ocurre con los militares, establecen un proceso de convergencia de intereses comunes, que conduce a un estado de cohesión de sus propuestas. No hay diferencia entre las propuestas políticas y los deseos de la sociedad.
Sin embargo, en tiempos de paz y tranquilidad, la sociedad cuestiona sus representantes, promoviendo cambios que conciernen a las leyes y a la forma de gobernar. Sociedad y política solo alcanzan un auténtico proceso simbiótico en tiempos de guerra.
Al igual ocurre con otras semióticas; las expresiones simbólicas como la bandera, el himno, las instituciones, o los valores nacionales, cobran especial sentido para la sociedad en tiempos difíciles, y sin embargo, son desdeñadas, cuestionadas, o desposeídas en tiempo de paz.
Los políticos están condicionados por la sociedad que representan para recibir amor cuando hay problemas y críticas cuando no los hay. Numerosos conflictos son creados entre los políticos, que antes de resolver los problemas que ocurren en la sociedad que los elige, disfrutan de la conflictividad que generan al no resolverlos, lo que termina justificando su presencia hasta hacerlos imprescindibles. Es como si al único fabricante de ataúdes de una comunidad se le permitiera decidir sobre la necesidad de implantar la pena de muerte en su ámbito.
Pero este problema no afecta solo al ámbito de la política; en menor escala ocurre en todas las instituciones y estamentos del Estado: justicia, militares, religiosas, orden público, educación, sanidad, obras públicas, o medio ambiente, entre otras.
En cada decisión política, ocurra en el ámbito que ocurra, siempre se producen dos consecuencias; la primera es la que concierne propio asunto que la suscita, y la segunda, la que incide en la carrera personal del personaje político que ha de tomar las decisiones. Es imposible separar una de la otra, por lo que siempre habrá que pensar que influencia incidió más en su decisión, si el asunto común o el privado.
PERVERSIONES EN LOS MEDIOS DE COMINICACION
Con los medios de comunicación ocurre lo mismo de una forma aún más flagrante, habitualmente subvencionados por la política en forma de publicidad o subvenciones, se ven obligados a no dejar de emitir información política de forma regular, si quieren subsistir.
Los medios de comunicación viven de la información que comunican, por lo que además de su utilidad como instrumentos de divulgación de las cosas que ocurren, también fomentan que ocurran cosas, por que así tendrán mayor información que transmitir.
Es una pescadilla que se muerde la cola, y que tiene mucho que ver con la sociología del rumor, que va cobrando más importancia a medida que se aleja de la realidad y se aproxima a los temores compartidos de los receptores.
Cuanto más partidista es un medio de comunicación, más necesidad tiene de sobrevivir a costa de beneficiar a su mecenas, y menos de una forma independiente; por lo que cada día se va haciendo menos importante la defensa de la verdad y más importante la propaganda.
Lamentablemente, España es un ejemplo interesante del pesebrismo de los medios de comunicación sesgados políticamente, con periódicos de derechas e izquierdas, pero no independientes. También ocurre lo mismo con emisoras de radio y cadenas de televisión.
La magnificación de una noticia o su olvido absoluto no depende nunca del azar, sino del interés de alguien que desea implantar sus posiciones en la sociedad.
PERVERSIONES EN LA SOCIEDAD
Los ciudadanos también somos responsables de que las cosas permanezcan igual, pues con quejarnos de lo que ocurre no es suficiente; así aceptamos como bueno lo que hay, sea lo que sea, con tal de no hacer la reflexión y el esfuerzo de intentar cambiar las cosas. “Todo vale” en principio, aunque luego se comprueba que esta actitud es errónea, por que permite que se transforme en el “vale todo”.
Nuestra sociedad no es una organización bien estructurada, más bien es una acumulación de gente. La sociedad no puede organizarse por si misma, mientras la política se ocupe de dirigir sus pasos.
La sociedad debe emanciparse de la política, hemos entrado en una dinámica extravagante, en la que resulta extraordinario observar como la sociedad depende de las decisiones de los políticos, y no la política de las decisiones de los ciudadanos.
PROXIMOS ESCENARIOS
Critica de la democracia occidental: el caso español
Tras la alianza puntual de la segunda guerra mundial para derrotar al común enemigo fascista, el mundo occidental recupera su dicotomía en dos facciones opuestas y complementarias, que fueron determinados con acierto como bloques: la OTAN y el Pacto de Varsovia.
En los años sesenta se construye el muro de Berlín en Alemania, que representa el acmé de la segregación en bandos a ambos lados de la frontera (el telón de acero en Europa), pero también de la escalada armamentística de la “guerra fría” y la disminución de intercambios entre el bloque comunista y el capitalista.
Años de maniqueísmo, que permiten a los poderes fácticos de ambas agrupaciones utilizar los recursos económicos y sociales en la construcción de sus respectivas fortalezas políticas. La sociedad evoluciona en este ambiente como buenamente puede. Pero es en Occidente, por su diferente valoración de la libertad, donde mejor se aprecia la reacción social de grupos minoritarios que están llamados a defender otros valores alternativos a los oficiales.
Es la época de la oposición permanente, de la crítica sistemática de lo existente, del “antismo”, de la negación permanente de lo que hay. Brotan movimientos antinucleares, antibelicistas, anticapitalistas, antiautoritarios, antiracistas, antireligiosos, anticivilización, antimercado, etc.
Durante este tiempo era más importante decir que se estaba en contra de algo, que definirse directamente, pudiendo aceptarse que la gente se hace por lo que no es, más que por lo que realmente es. Un ecologista no defiende la naturaleza, está contra la civilización. Un pacifista no defiende la paz, está contra la guerra. Un comunista no defiende el socialismo, está contra el capitalismo.
Cuando el líder socialista, Felipe González, gana las primeras elecciones en España en 1982, se sabe que sus seguidores y compañeros de partido están más por la labor de destruir lo que se encuentran que por crear algo nuevo. El pueblo aplaude la intervención en Rumasa, por ejemplo, más tarde la persecución de Mario Conde, se anticipa el reparto de las fincas de la Duquesa de Alba en Andalucía.
Desaparecen los iconos del franquismo y reaparecen otros. La administración se socializa, y se aprovecha la politización del sistema funcionarial para colocar a los partidarios en los puestos de gestión y gobierno de las instituciones, pero no solo en los nivele superiores del escalafón, el nepotismo alcanza al personal de limpieza o a los proveedores. Se crea una mafia política, económica y social.
Las masas siempre han aprobado el ir contra lo que hay. El acertado lema del PSOE es por el cambio, tras varias décadas de inmutabilidad. Brotan por todas partes expresiones culturales nuevas: la movida, el reconocimiento de los perseguidos, las legislaciones más igualitarias y por supuesto la entrada en Europa en 1986, que define el comienzo de una nueva etapa. Ya no importa tanto ser antifranquista, sino lo que realmente hay que ser es europeo en plenitud de hechos y derechos.
España se alinea con el resto de países de su órbita política y económica. Acompasa su marcha a la de los otros, con sus peculiaridades. Se producen las grandes luchas políticas entre los partidos de izquierdas y derechas, hasta que su confrontación termina aburriendo a la ciudadanía. A la gente le importa más el paro o el terrorismo que las elecciones, lo que quiere decir que nuestro país ha superado la etapa infantil en política, comenzando la juvenil.
Nuestro país se parece cada día más a cualquier otro de Europa. Surgen las inversiones extranjeras y la cultura del pelotazo, y los grandes negocios de la corrupción. Con Aznar, la ciudadanía descubre que los políticos son un mal necesario, más que aquellos anhelados salvadores que se esperaban durante el franquismo.
Con la internacionalización de España, nuestro país alcanza la madurez política, y se descuenta de una vez por todas la deuda de la nación con los ciudadanos de izquierdas perseguidos durante el franquismo. Aquí concluye la etapa anti, en los últimos años del pasado siglo.
La indiferencia, como tránsito hacia la nada
Ahora los políticos importan menos que la subida del petróleo o los combates del Barça y el Madrid. España, recupera su pulso tranquilo después de la taquicardia que padecida tras la muerte del dictador.
Los políticos sin embargo siguen peleándose por que consideran que la lucha está en su sueldo, sin haberse adaptado a las circunstancias actuales. Así tenemos un ambiente trasnochado en el Parlamento, por que estos señores no se dan cuenta de que las cosas ya han cambiado, y los únicos que no cambian son ellos.
En el pensamiento filosófico o la ciencia ocurre lo mismo, se está viviendo el periodo adaptativo tras la revolución tecnologíca, mediática y comunicativa, a la que hemos asistido en las tres últimas décadas. Es un periodo de reflexión discreta, de digestión histórica, de metabolismo de lo adquirido. Pero también de preparación del futuro.
Cuando hoy se pregunta a los más jóvenes sobre la política y los políticos, o no saben nada o dicen que no les importa. Esto es un grave problema, porque nuestros jóvenes se están acostumbrando a vivir en su propio mundo tribal de piercing, movil y msn, sin percatarse que ese letargo les conduce poco a poco a la incapacitación civil para asumir responsabilidades propias o sociales.
La indiferencia, es el peor enemigo de la libertad, no hay nadie más atrapado que aquel que no se pregunta nada. La indiferencia, es el caldo de cultivo para que los mismos aprovechados de siempre se beneficien de la baja resistencia a sus propósitos de culminar su obra personal. La indiferencia de los ciudadanos hacia la política y los políticos, es el preámbulo de la dictadura política de los arribistas y la próxima asfixia económica de los más poderosos.
Cada día que pasa nos cuesta más vivir de la misma forma, o peor; parece que no somos capaces de zafarnos socialmente de la servidumbre y la dependencia. Esclavos en Grecia y Roma, siervos en la Edad media, y adictos al consumo de lo que nos ofrecen en el siglo XXI.
Hoy nadie quiere cambiar, pero sin embargo todo el mundo se queja de que nada cambie; nos da miedo perder lo conseguido, y nos da miedo conseguir lo que necesitamos. Nos han llevado entre todos los políticos al río revuelto de sus intereses, y ahora se disponen a divertirse con la pesca.
La libertad es elección, pero no se puede elegir entre blanco y blanco, no hay elección en el más de lo mismo. Solo queda aceptar lo que hay, o dedicarse a la miseria de criticar lo que existe para soportar el paso del tiempo, la impotencia absoluta de los individuos considerados libres, y el naufragio social en el océano que separa la duda de la nada.
Los jóvenes, en esta ocasión, más que dueños de su destino, van a ser esclavos de su impotencia, inermes de valores, dependientes económicos, apáticos en la política y absolutamente conformistas, porque el precio de su libertad les resulta demasiado alto, mejor continuar en la estela de los viejos, aunque sea sometidos.
Y si la juventud acepta lo que hay, hemos alcanzado por fin, la zona cero de la democracia y la libertad, a partir de ahora, la política se convierte en un solar, preparado para el negocio de cualquier oscuro constructor.
Biante de Priena
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