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lunes, 15 de marzo de 2010

El arte de lo imposible


El canciller Von Bismarck definió la política como “el arte de lo posible” y la definición mantuvo su vigencia hasta que José Luis llegó a La Moncloa; este innovador rebelde que el destino nos ha brindado a los españoles como penitencia por nuestros pecados democráticos, se ha propuesto -y está consiguiendo- que también se pueda definir como “el arte de lo imposible”, demostrando que su un arte está en lograr que la gente vea lo que no puede ser -ni aquí, ni en Pandora- también como posible, siempre que haya alguien como él, de profundas convicciones e ignorancia extrema, pilotando el viaje de este país hacia su futuro.

Es lo que tiene confundir la Ilustración con el brillo de los zapatos, el despotismo iletrado, que no tiene límite, ni freno, en su osadía. El ínclito José Luis, es un hombre de enraizadas certidumbres al mismo borde de la iluminación, empeñado en demostrar que la realidad se equivoca y que todos, menos él, viven en el error y además son los únicos culpables de todo lo malo que nos ocurre, porque el piensa: “si mis intenciones son buenas ¿cómo voy a ser responsable de que las cosas no vayan bien si hago todo lo mejor que sé y puedo?". Cuando se reflexiona en serenidad sobre su comportamiento, su talante zangolotino invita más al miedo que a la ternura.

La lógica difusa de la ciencia infusa

Ayer he leído que la ministra de Ciencia e Investigación, Cristina Garmendia, quiere dotar a este país de una Nueva Ley de la cosa, aventurándose a decir que supondrá una estrategia novedosa, una especie de panacea para salir de la crisis económica que nos asola. Nada más lejos de la realidad, querida ministra, porque para que esa ley tuviera alguna posibilidad de resultar beneficiosa, primero tendría que convencer a sus compañeros de gabinete de que tienen razón "los fachas” porque el mundo es esférico, y no cúbico como ellos se piensan.

En primer lugar, ser ministra de Ciencia es un cargo político que invita a mofa y burla por su antítesis –política y ciencia son agua y aceite, no mezclan bien-; en segundo lugar, ser ministra de Investigación en un Gobierno que lo único que hace es promover el espionaje de sus rivales políticos para continuar en el poder, sin la mínima autocrítica y prudencia, es un tributo al enmascaramiento propio de los edecanes de la corte de La Moncloa, ocultar e investigar nada tienen que ver; por último, ser ministra de Ciencia e Investigación en un gobierno que pretende que los problemas económicos se resuelven con buena voluntad y total desconocimiento, es algo que denota una aproximación a la acción desesperada al proponer una nueva ley, nada más lejos de la ciencia, señora Garmendia, que nada tiene que ver con el oportunismo y el engaño urdido para estafar al prójimo.

La buena de Cristina Garmendia, en su inocencia irredenta, no se ha dado cuenta de las incompatibilidades, ni de las suyas -posiblemente transgredidas para hacerse con un patrimonio considerable siendo funcionaria del Estado-, ni las de sus queridos compañeros de bancada ministerial, que emulan esa magnífica obra de El Bosco titulada La Nave de los Locos, sin rumbo, ni destino, pero extraordinariamente animada y jocosa.

Con la ciencia hemos topado, querida Cristina, con los paradigmas y las falsaciones; con el rigor y la prudencia; con la discrección y el propósito; con las hipótesis, discusión y conclusiones de la investigación predeterminada; con el trabajo arduo, individual y colectivo, para descubrir nuevos caminos donde antes no existían. Es decir, con la previsión y el control que provienen del esfuerzo y la perseverancia, y no con la ocurrencia y el milagro (laico, pero milagro) que provienen de la iluminación de un “adanista”, un Peter Pan de la política que prefiere vivir en “el País de Nunca Jamás” de sus sueños, antes que enfrentarse a la resolución de los problemas de los ciudadanos que gobierna, que lo están pasando fatal –al menos once millones- después de haberle votado y confiado en sus promesas.

Un gobierno para la eternidad

Descontada la petulancia que supone llevar bajo el brazo una cartera ministerial en representación de aquellos mártires del conocimiento que, como Servet o Cajal, se dejaron la vida en la obra para que luego llegaran unos iletrados y determinaran que la única verdad posible es la verdad revelada por ellos, en pleno diletantismo, llama la atención la osadía de su propuesta, más que nada, por el contexto de irracionalidad en el que acontece, con energías eólicas, desaceleraciones económicas livianas, coches eléctricos y bombillas de bajo consumo que la anteceden, mejor estarían tus conocimientos al servicio del analfabetismo ministerial que te circunda haciendo un poco de pedagogía, - labor en la que puede ayudarte, sin duda, el señor Gabilondo-, que inventando ilusiones y utopías, para entretener al desesperado respetable con nuevas ocurrencias.

Como científica de valía y prestigio demostrados le propongo a Cristina Garmendia que trate de responder a unas hipótesis desde el rigor científico que caracteriza su trayectoria, antes de seguir enmarañando la cosa para que los sufridos ciudadanos, que desconocen en su mayoría de que va lo de la Ciencia y la Investigación, recobren nuevas esperanzas, que a la larga terminarán siendo, nuevamente, baldías y frustradas.

¿Hay alguna posibilidad de que un Presidente como José Luis, con “su exquisito respeto por la racionalidad”, resuelva los problemas económicos y políticos que sufrimos los ciudadanos españoles?; o al menos, ¿hay alguna posibilidad de qué ayude a que los resolvamos –sin distraernos, incomodarnos y engañarnos reiteradamente-?. Por último, Cristina, responde con sinceridad: ¿Es José Luis el Presidente que este país necesita para salir de la crisis en la que se encuentra?.

Alguien debería recordarle a tu jefe, Cristina, que lo de hacerse el paladín de lo imposible es a costa de nuestros problemas y dificultades, de nuestro disgusto, malestar e insatisfacción; que lo de ser el Peter Pan de sus sueños que se enfrenta a los malvados piratas y los cocodrilos de las agencias económicas, era tan solo un cuento infantil.

Sé coherente Cristina, defiende la razón antes que lo imposible, porque es preferible que el émulo del “niño que no quiere crecer” eche ahora unas lágrimas, por despertarle de su profundo sueño, antes de que terminemos llorando todos los españoles por soportar sus ocurrencias en una interminable pesadilla.

Despiértalo
Cristina, por lo que más quieras, porque vale más que la Ciencia no tenga Ley, que la Ley no tenga sentido

Biante de Priena

2 comentarios:

Anónimo dijo...

.Publicado porPropósito el 14/03/2010 11:48

La presente rebeldía española ha sido declarada oficialmente LEGAL de acuerdo con los DD.HH.
¡JUSTICIA!

Anónimo dijo...

Hay personas en mi propia familia que sin tener idea de política sienten un gran odio hacia el Sr. Aznar y cualquiera que defienda la verdad y la justicia.
¿Veremos en nuestra vida el autocastigo de los autores de la infamia y de la mentira, del odio y de la envidia? No me suelo alegrar del mal ajeno, pero creo que disfrutaría viendo la ruina financiera de los medios que han colaborado tan neciamente en la destrucción de nuestro país; la ruina física y moral de los políticos inútiles que no soportan el éxito de los que verdaderamente valen y sobretodo de los que, provistos de ciertos talentos, han preferido venderse, prostituirse, en lugar de utilizar el talento para producir, expandirse y hacer del país que les da de comer y les paga muchos de sus vicios un país orgulloso de su cultura. Cultura y basura van de la mano en la España actual.

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