Una democracia sin límites

Cuando un político sobrepasa los límites de la razón y de la ética en el ámbito de la democracia, no está en condiciones de seguir representando nada, ni a nadie. En ningún contrato social se establece que los políticos tienen patente de corso para decir y hacer lo que quieran, porque ese comportamiento es más propio de las dictaduras que de las democracias.

En esta España desvencijada, no se sabe si son más perjudiciales los excesos o los defectos de los políticos, pero la mayoría de los españoles, unos por intuición y otros por conocimiento, discrepamos del comportamiento estúpido, soez y delictivo de algunos políticos, y por supuesto, del silencio corporativo de sus compañeros.

Esta semana, el alcalde de Getafe, presidente de la confederación nacional de municipios, ha considerado que más de 10 millones de ciudadanos españoles son “tontos de los cojones” por apoyar al PP. Hace un par de días, el diputado Tardà de ERC ha dicho que el Tribunal Constitucional es corrupto, y ha gritado “muera el Borbón”, es decir, nuestro actual Jefe del Estado, salvo que también se estuviera refiriendo al Tribunal Constitucional de Felipe V, cuando no había ni Constitución.

Ambas actuaciones son indignas de quien ha recibido el mandato representativo, y en cualquier país con un Estado de Derecho activo, no durarían ni diez minutos en la poltrona, aquí, está por ver que ocurrirá.

Pero si usted se pasa diez kilómetros en un tramo de carretera recibirá un multa en su casa, usted tiene que pagar impuestos todos los meses y todos los años para que unos indeseables se dediquen a insultar a los españoles, al Rey, a la Constitución, con gastos y dietas, más sueldos.

Si no se respetan las formas, difícilmente se cumplirán los contenidos que representan. ¿Alguien puede dudar que estas declaraciones de el alcalde "primus inter pares" de España y de un diputado en el Parlamento Nacional son algo más que un síntoma de la grave enfermedad que sufre nuestra democracia?.

Evidentemente, de los cordones sanitarios, del pásalo, de la tensión, de los pactos electorales contra natura, de las paridades y las paridas, de las aberraciones múltiples de la política de este Gobierno que tenemos en España se derivan estas cosas. Zapatero es el avalista principal de esta forma de hacr las cosas en la política española, y por tanto, el mayor responsable del deterioro institucional.

Pero hay un grave problema, el sistema representativo de la democracia es un acuerdo implícito entre ciudadanos y políticos, en el que los políticos son representantes de los ciudadanos. El señor Castro, y el señor Tardà no representan a sus votantes, representan a todos los españoles, y sus palabras nos hacen responsables y partícipes a los ciudadanos de sus actuaciones. No es broma, que alguien en nombre de los españoles pida la muerte del Jefe de Estado, no sé si es traición o sedición, pero la cosa es grave.

Si un político dice “muera el Borbón” está cometiendo un acto de sedición contra el orden constitucional, de traición a la Constitución que prometió, si un político insulta a diez millones de ciudadanos está aprovechando su situación de privilegio para acosar públicamente a varios millones de españoles.

Si cualquier ciudadano dijera públicamente “muera el Borbón” en un acto político sería juzgado y condenado por sus palabras. La incitación al terrorismo, a la sedición, a contravenir el orden constitucional de los miembros de ERC es exactamente igual que la que se ejecuta desde ANV o ETA. Si Tardà no es juzgado por sus palabras, ¿sobre qué razón se puede sostener que Otegui esté en la cárcel o De Juana Chaos tenga que fichar aquí o en Irlanda?.

Castro y Tardà la han cagado y deben ser inhabilitados para el ejercicio de la política de forma inmediata. Si no se hace, que nadie espere que los ciudadanos paguen las multas, respeten a las autoridades policiales y judiciales, y cumplan con sus obligaciones contributivas. Si no hay Estado de Derecho para los políticos, tampoco ha de haberlo para los ciudadanos, y entonces cada uno hará lo que le venga en gana, que quizás sea el propósito último de Tardà. Las negligencias en política siempre son deliberadas.

Una democracia sin límites, no es una democracia, es una dictadura encubierta. Esta semana sabremos en que nivel de destrucción del Estado estamos por la respuesta política que se dé a ambos exabruptos, que en el fondo tratan de medir hasta donde pueden llegar los políticos en su impunidad, para saber si pueden seguir apretando el torno inquisitorial sobre nuestra libertad y nuestro silencio.

Biante de Priena