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domingo, 30 de diciembre de 2007

Extraordinario éxito del Acto en defensa de la familia

Se habla de más de un millón de personas en la que quizás haya sido la última gran concentración popular en esta legislatura, hoy en plaza Colón, en defensa de la familia como núcleo fundamental de la sociedad.

En este enlace accederá el lector al relato pormenorizado del evento, y a las declaraciones duras y determinadas de portavoces cristianos contra una política y unas leyes que amenazan y desprotegen a la familia, portadora de valores de comunión y de estabilidad.

Por mi parte, deseo señalar las palabras de Benigno Blanco, responsable del Foro Español de la Familia, dirigiéndose a los padres: "jamás dejéis que otros controlen las cabezas y los corazones de vuestros hijos, sobre todo si se trata del estado".

Magnífica y refrescante desconfianza en el estado, sea de donde fuere, cuando de los aspectos esenciales de la vida se trata: pensar, creer, educar, decidir. Mensaje incómodo para progres e izquierdas varias, incluidas las arrepentidas u hostiles al totalitarismo estalinista o maoísta, pues jamás han renunciado, desde sus presupuestos ideológicos adelgazados, a cierta fe en colectivismos, aunque sólo sean abstractos y ergonómicos, fruto de la ingeniería sociológica que todo lo invade hoy, en detrimento de la libertad del individuo. Mensaje incómodo también para gran parte del abanico convencional de lo que se suele llamar la derecha, en sus vertientes más autoritarias y estatalistas.

Vivimos tiempos paradójicos, pues nunca se había protegido tanto, en nuestras sociedades, a los menores de edad. Hasta "el cachete de los idiotas", como dice uno de ellos, es tabú. Sin hablar de la psicosis de la pedofilia, de la indefensión de maestros que no pueden ni amonestar verbalmente a sus alumnos y de los padres envejecidos y amenazados por hijos déspotas, mutantes bárbaros, ególatras y víctimas de un terrible virus: el de la no educación, el relativismo y el hedonismo de supermercado.
Pero al mismo tiempo, nunca el estado, con excepciones como las experiencias fascistas o comunistas que nos ha dejado el siglo veinte, había alcanzado tales niveles de osadía e impunidad para hacer y deshacer a su antojo, repartiendo "valores" en escuelas y a través de los medios a precio de saldo, como otros les tiran cacahuetes a los simios en los zoológicos. La versión delirante-folclórica de nuestra España cañí es naturalmente different e incomparable, pues aquí, las cosas no se hacen a medias, sino a lo bestia, con libros de educación ciudadana impuestos a los padres por "docentes" indecentes, hijos de Marchesi, cuyos disparates e imprudencias despiertan incredulidad fuera de nuestro país: "no puedo creerlo, hasta que no me enseñes esos libros, no puedo creerlo", nos dicen los amigos y conocidos a quienes hemos tenido la oportunidad de viajar y vivir en el exterior.

Es una rebelión cívica más, la de cientos de miles de cristianos, acompañados por muchos no creyentes con sentido común y conscientes de sus responsabilidad ante sus hijos, que han bajado hoy a la calle para decirle NO a un gobierno-estado miope y sectario, que ha obrado durante estos cuatro años contra la sensibilidad y las convicciones de millones de ciudadanos, degradando el espacio de convivencia y, como lo ha recordado oportunamente Rouco, poniendo en peligro la paz social.

Dante Pombo de Alvear

10 comentarios:

Caballero ZP dijo...

Todo un éxito, la izquierda estará que muerde.
Te deseo un Feliz 2008 y que tus deseos se hagan realidad.

Anónimo dijo...

Tiene razón Benigno Blanco. Sólo le ha faltado recordarnos que el Vaticano es también otro Estado. Que tampoco controle las cabezas y los corazones de nuestros hijos. Ni los nuestros.

Anónimo dijo...

Anónimo: a los hijos hay que educarles. Los padres deben decidir qué educación, en qué valores. Ningún estado debe decidir por ellos, ni el Vaticano (no tiene poder para ello) ni el chino (eso es lo que hace), ni el español (a mí me preocupa su protagonismo creciente en estos aspectos).

Lo que inquieta a muchos de los que acudieron a Colón y a muchos entre quienes les apoyamos es que el estado español, a través de su política gubernamental actual en materia educativa y familiar, acosa a quiernes defendemos y afirmamos que la familia es el núcleo básico de la vida social, o el espacio de comunión primaria, si se quiere decir desde otra perspectiva. Lo que pretendemos es que, a diferencia de lo que se hacía en las dictaduras fascistas y comunistas, y de lo que se sigue haciendo en muchos países, como Cuba, China y tantas teocracias musulmanas, el estado no se meta en nuestras decisiones, o se meta lo menos posible, me refiero a aquellas que consideramos fundamentales y que no suponen peligro ni daño para nadie: entre ellas, la libertad de decidir cómo educamos a nuestros hijos. Pedimos además que no se combata desde el aparato político el modelo de la familia llamada convencional, pues no perjudica a nadie y no es obligatoria. Que no se adoctrine a nuestros niños en las escuelas. ¿Es mucho pedir? Para mí, es una cuestión importante, quizás la más importante en mi vida de padre.

La moderación y el equilibrio se anteponen a cualquier consideración, junto con el sentido común. Si tú también eres padre o madre, seguro que me entiendes. Tengo familias amigas, laicas y muy alejadas del catolicismo, y se han esmerado, con éxito a menudo, en educar a sus hijos y ayudarles a convertirse en gente de bien. A ellos tampoco les gusta que a sus hijos les metan en la cabeza, desde políticas estatales o desde otros sitios, cacahuetes contrarios a lo que ellos consideran bueno para sus vástagos.

No pretendemos imponer nada a los demás, esa época pasó, y precisamente porque pasó no aceptamos que un estado con un gobierno laicista y con ínfulas agresivas de imposición de un modelo cuyos valores, en parte, podemos no compartir, se meta en nuestro territorio de padres, es decir, en mi caso, se meta con mi familia.

Otra cosa es que yo opine que la familia cristiana es un modelo "bueno", y tú, u otro, no lo vea así. Pero no creo que en ese supuesto el Vaticano te obligue y te imponga un modelo educativo.

Entiéndannos.

Anónimo dijo...

Cuando el estado decide la educación de nuestros hijos por algo será,
porque creeis que lo hace?
seguro que por nada bueno.

Anónimo dijo...

LA IGLESIA EN LA CALLE
Agapito Maestre
Libertad Digital, 30 dic 07

"El conflicto entre la Conferencia Episcopal Española y el Gobierno socialista es una lucha entre la libertad y su contrario."

Nunca es tarde si la dicha llega. Al fin, la Iglesia católica, una de las instituciones más profundamente civilizadoras de Occidente y Oriente, ha salido a manifestarse en España a favor de una institución clave de las sociedades desarrolladas: la familia. Al fin, la Iglesia católica ha salido a la calle sola, sin ningún aditamento partidista, a decir que el Gobierno socialista ha robado a la institución de la familia sus derechos. La "legislación civil" sobre la familia en España, sí, la legislación recogida en el Código Civil español sobre la familia, coreada y aplaudida por cientos de medios de comunicación acéfalos, es una salvajada. Punto. Lo sucedido en Colón es muy importante. Miles de personas rezando por la familia ya es un asunto digno de respeto. Es todo un acontecimiento.

Esos miles que allí estaban defendían, más acá de su creencia en Dios, el hecho antropológico básico de la familia. Pero, aunque el valor de la familia es incalculable, las leyes españolas no reconocen esta realidad humana fundamental. Sí, el lenguaje poético, o mejor, el lenguaje de la calle, el lenguaje de la familia que hablan millones y millones de seres humanos, es negado, o peor, no está recogido en el "lenguaje jurídico". A la familia española le han robado sus derechos una legislación puesta en cuestión en el mundo entero. Contra ese robo, miles de españoles se han manifestado. Han rezado para su recuperación. Y, sobre todo, han afirmado que ese valor es inherente a la libertad de la persona. Quieren, en fin, que les sea devuelto lo que unos salvajes les han robado. Quieren que los traten civilizadamente como ellos tratan a todo ser humano, independientemente de su sexo, creencia o ideología.

¿Cuántos había en la reunión de Colón? Muchos, pero más importante que ese dato es constatar que en la parroquia de San Ginés, sita en pleno centro de Madrid, por poner un ejemplo, en la misa de una el templo estaba repleto. Más aún, entre las 10 de la mañana y las 14 horas del domingo 30, las Iglesias del centro de Madrid estaban llenas. Miles de feligreses estaban en misa. Otros miles entraban en los templos a rezar, y otros miles estaban en el acto de celebración por la familia y la vida que había organizado la diócesis de Madrid. Había cristianos por todas partes. Me di un paseo por las Iglesias del centro de Madrid y todas cobijaban a cristianos. Sí, el domingo 30, como cualquier otro domingo del año, las Iglesias de Madrid, y sospecho que otro tanto sucede en el resto de España estaban llenas de fieles.

Natural, dirá algún bienintencionado, ¿o es que acaso no estamos en España? ¿O es que este país se ha hecho de la noche a la mañana ateo o totalitario? Vale, de acuerdo, contestaremos castizamente; pero, es menester, tal y como están las cosas, constatar este hecho decisivo que niega el Gobierno de Zapatero. Millones y millones de españoles son cristianos de creencia o culturalmente. He ahí el grandioso acontecimiento, o dato básico, que el Gobierno socialista quiere matar. El Gobierno ataca a millones de ciudadanos españoles sólo por profesar la fe cristiana. Es en este preciso contexto donde debemos ubicar el acontecimiento de la plaza de Colón. Es ahí donde se pone en evidencia, una vez más, el enfrentamiento entre los defensores de la libertad y los que consideran que el hombre es un esclavo del Estado.

El conflicto entre la Conferencia Episcopal Española y el Gobierno socialista es una lucha entre la libertad y su contrario. La Iglesia, que siempre defendió su soberanía, se ha constituido como una verdadera fortaleza de libertad frente a un Estado despótico y autoritario. La diferencia entre la Conferencia Episcopal española y el Gobierno socialista no es de grado sino de fondo. Los socialistas confían en el Estado el desarrollo del individuo, o sea, el individuo tiene que someterse a sus dictados. Por el contrario, la Iglesia, y en eso coincide con otros muchos ciudadanos que no se acogen a principios sobrenaturales, desconfía y somete a crítica a quienes creen "conocer las leyes que rigen el futuro de los individuos y la humanidad".

En la Plaza de Colón, frente a lo que mantendrá el hombre-masa, el salvaje cerril, entregado a los dictados del Gobierno despótico, sólo había hombres y mujeres libres, con un objetivo común defender los valores de la libertad y la familia.

Anónimo dijo...

joooooder.... hombres y mujeres libres. sin dictado papal.

sin el dogma de la infalibilidad del papa del 1870.

el agapito ese (a ver, ¿no hace referencia a un personaje de la seria martinez el facha en el jueves?) se esta pasando tres pueblos.


tereso

Anónimo dijo...

Agapito Maestre es de esos presuntos intelectuales que nos quieren convencer de que la Iglesia Católica es el paladín de la libertad.

Si acaso lo será de la igualdad, como el marxismo. Lo dijo Chávez, Jesucristo fue el primer socialista de la Historia.

Lo que mejor hace la jerarquía eclesiástica es adaptarse al paisaje. Camaleones los llaman.

Anónimo dijo...

pues hay que evitar asociarse con ellos como con chavez.


tereso

Anónimo dijo...

PEPIÑO, LA CHECA Y LA IGLESIA
31 de Diciembre de 2007 - Pío Moa

Pepiño Blanco, portavoz de los herederos voluntarios y voluntariosos (nadie les obligaba a ello) de la checa -- véase su "memoria histórica"-- y de la sádica persecución religiosa practicada por los suyos, por la que nunca ha expresado el más mínimo pesar (como tampoco por sus gigantescos expolios), dice ahora, con "esa constante e irritante mentira de los rojos" (Marañón) que la concentración en defensa de la familia fue "un acto del PP presidido por los cardenales".

Él sabe bien que el PP, cuando estuvo en el poder, nunca se preocupó por la familia y que, en la oposición, abunda en las ideas y medidas del propio PSOE, orientadas precisamente a socavarla. No se contenta con eso nuestro glorificador de chequistas, pues con el mismo talante con que los herederos de las checas vienen exigiendo a la Iglesia que pida perdón a sus masacradores, quiere asustar ahora a los obispos para que rectifiquen por haber afirmado que los derechos humanos sufren una involución bajo el gobierno de los autoproclamados "rojos", enterradores de Montesquieu y sucesores del totalitario Frente Popular.

La intimidación va en la línea de las denuncias mafiosas a Alcaraz, a Jiménez Losantos, a César Vidal o a mí por decir, precisamente, la verdad: que este gobierno se identifica con los terroristas y acosa a las víctimas, que corroe la independencia judicial, desvirtúa la Constitución, socava la familia, promueve el separatismo y llena el país de corrupción. La democracia permite, ciertamente, la expresión del embuste, y los embaucadores políticos, siempre gritando, siempre intimidando, han llenado el país de su basura. Pero una cosa es el derecho a la mentira, inevitable dada la naturaleza humana, y que no deja de convertirse en camino a la difícil verdad si encuentra la crítica y la aclaración correspondientes; y otra cosa muy distinta que lo único que permita la democracia sea precisamente la mentira, como quieren los cada día más radicalizados pepiños, los balcanizadores del país, los herederos de la checa y sus "creadores" a sueldo, pagados con el dinero de todos. Esa gente ha tenido muchos años de predominio en la plaza pública y aspira a convertir en absoluto ese predominio. Si lo consintiéramos con nuestra pasividad, con nuestro silencio, nos convertiríamos en sus cómplices.

Anónimo dijo...

Cristianismo y familia, fundamentos de una sociedad libre

Editorial de Libertad Digital
31-12-2007


"Si la lucha de Juan Pablo II por librar al mundo de la monstruosa experiencia del comunismo acercó a muchos liberales hacia la Iglesia, el ataque del progresismo contra la civilización occidental debería convertir esa alianza en algo más permanente."

Durante demasiado tiempo, especialmente en el siglo XIX, el liberalismo y el catolicismo estuvieron enfrentados. Los liberales veían a la Iglesia como una amenaza a la libertad individual tan grande o en ocasiones incluso mayor que el Estado, mientras que los católicos veían en los primeros un peligro para las costumbres y la moral, además de para el papel de la Iglesia en el orden social. Sin embargo, el paso de los años ha traído un acercamiento que ha llegado incluso a formalizarse en una corriente política, el liberalismo conservador, que cuenta con no pocos seguidores en el mundo y en España.

El cambio más notable desde el punto de vista de los teóricos liberales ha sido el descubrimiento de la importancia de la tradición dentro de una sociedad libre, y del papel que juegan instituciones como la moral para que el Estado pueda reducirse y confiar buena parte de las competencias que se ha atribuido a los propios ciudadanos. Habría que ser ciego también para no darse cuenta a estas alturas que las mismas raíces de las que creció el árbol del liberalismo sólo se han afirmado en la cultura judeocristiana. No es casualidad que la defensa de los derechos individuales naciera en Occidente, ni que fuera esta civilización, por medio sobre todo del imperialismo británico, la que terminara acabando con una institución hasta entonces universal como es el esclavismo.

Muchos católicos, por su parte, tras la completa aceptación de la separación entre Iglesia y Estado, han sufrido en sus carnes cómo la ideología predominante del progresismo ha ido atacando una por una todas las cosas que les son queridas y que conforman su modo de vida. En muchas ocasiones, sí, el ataque se ha limitado a las tribunas de la prensa y la televisión, pero en otras –especialmente en esta última legislatura– ha sido el propio Gobierno el encargado de encabezar esa ofensiva. Para el progresismo, la religión debe limitarse al ámbito privado, y como el Estado debe ocuparse cada vez de más y más cosas, ese ámbito se ve continuamente reducido. Así, los católicos han visto en la disminución del Estado, al menos en ciertos ámbitos como el educativo, la única vía para poder seguir viviendo de acuerdo con sus creencias.

Durante más de un siglo la izquierda se ha empeñado en situar la familia como un entorno hostil al individuo, que lo coarta y le pone cadenas y le impide alcanzar su pleno potencial. Pero cualquiera que conozca su historial en materia de libertades debería desconfiar de cualquier afirmación que pueda hacer al respecto. Desde Rousseau, el buen progresista considera que el ser humano no es aún el ser bondadoso que considera que es de forma natural por culpa de de diversas instituciones que lo van echando a perder. Sólo la izquierda, desde una posición de poder, puede eliminar esas trabas para que un hombre nuevo pueda alcanzar todo el potencial del que somos capaces. Así, el castigo al delincuente se sustituye por reeducación y reinserción, la enseñanza por educación para la ciudadanía, la familia por el cálido abrazo del asistente social y el apoyo del Estado del Bienestar, la religión por la ciencia.

Pero en lo que cristianos y liberales están de acuerdo es que son precisamente esas instituciones las que impiden que el hombre acabe convirtiéndose en el lobo para el hombre. Si la lucha de Juan Pablo II por librar al mundo de la monstruosa experiencia del comunismo acercó a muchos liberales hacia la Iglesia, el ataque del progresismo contra la civilización occidental debería convertir esa alianza en algo más permanente. La defensa de la familia cristiana, de la familia tal y como la entendemos en España y en Occidente, forma parte sustancial de esa lucha. Pues sin ella nos encontraríamos inermes y desprotegidos frente al Estado. Es un motivo por el que debemos mostrar nuestra satisfacción ante la concentración de este domingo, más allá de la coyuntural lucha frente a Zapatero.

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