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jueves, 12 de julio de 2007

ERMUA

Hace diez años, estaba yo dictando unos cursos de universidad de verano en Le Mans. Volviendo al hotel, me esperaba un mensaje telefónico de mi padre, anotado por el señor de la recepción. “Ils l’ont tué”, ponía.

Subí a mi habitación y no lloré. Escribí un texto, lo terminé después del entierro. Me alegra haberlo perdido, pues me las daba de antropólogo social en un soliloquio rayando en lo cínico, acerca de los aplausos al paso del ataúd y la ibérica fiesta en torno a la muerte. Durante muchos años he recordado ese ignominioso escrito con un sentimiento de vergüenza que me quemaba el estómago y apretaba el corazón. No puedo evitar relacionarlo con la reacción inmediata e insólita de los soldados británicos cuando llegaron a un campo de concentración en 1.945: se reían, al ver aquellos cuerpos escuálidos y absurdos, enracimados a las alambradas y mirándolos como sólo miran los locos y Jack Nicholson.

Ahora me he perdonado. Aquel escrito, así lo entiendo por fin, no era fruto de la rabia ni del dolor, sino de la autodefensa y del espíritu de supervivencia. Era una fotografía felizmente desaparecida de mi debilidad ante lo indecible, de mi flaqueza ante lo inconcebible.

Como con la Shoah, la tristeza, la desolación y el martirio no ceden ante el paso del tiempo, sino que al contrario crecen entre la gente de buena voluntad, aquella que mantiene la conciencia intacta entre tanto espectador distanciado, indiferente, ausente, amnésico, miope, ciego, entregado, rendido.

Sigo sin llorar, y cuanto más pasa el tiempo, más presente tengo a Miguel Ángel Blanco. Y a Goyo. Y a Múgica. Y a Buesa. Y a la muñeca de aquella fotografía en Zaragoza que hubiera querido no ver jamás. Mil muertos inocentes, mil familias rotas, veinte mil familias heridas, cien mil familias atemorizadas. Un millón de vascos silenciados. 40 millones de españoles agredidos.

Más allá de las manos blancas y del sentimiento, de quienes gritaban al unísono Basta Ya y ahora le niegan el saludo a la hermana y a los concejales del PP, lo urgente es recordar. Girauta encontró las palabras, y las hago mías: “Persiste la cabeza atravesada del hijo de un albañil. Los boquetes por donde se marcharon el músico y el economista. Viviendo iba a redimir a una familia modesta. Muriendo redimió a España. ¿O no?"

Antonio Casas Aragón

1 comentario:

Butzer dijo...

Pasaron ya 10 años. Pero el problema de ETA sigue vigente. Y lo que es peor, el PSOE ha optado por la postura de un nacionalismo obligatorio y fundamental no solo ya en el País Vasco, sino en Cataluña o Galicia. Un nacionalismo con un poder otorgado artificialmente, aprovechándose de la división entre PP y PSOE.

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