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sábado, 24 de marzo de 2007

La burla y el sarcasmo, armas irrisorias contra el fanatismo



"Se garantizó la libertad de prensa en el país de Dreyfus, de Clémenceau y de l’Aurore. Es bueno. Mi pregunta, sin embargo, es acerca de la Libertad: aceptando que la risa sea liberadora, y probablemente lo es, ¿qué puede la sátira contra el fanatismo?" ...

"Quien se ríe de todo ya no se indigna por nada, pues no admira nada ni sabe de nada. Es como el soldado renano y su carcajada frente a la pipa de Magritte o al Ubu Imperator de Max Ernst. La servidumbre ha invadido su conciencia, como un cáncer terminal. Escribía el poeta Louis Aragon: Riez gens sans amour qu’à rire tout incline." "

Esta semana, tal y como se sabía por adelantado, la justicia francesa ha dejado libre y sin cargos al responsable de la revista satírica Charlie Hebdo, denunciada por asociaciones musulmanas, con el apoyo de alguna asociación antirracista, por haber publicado las viñetas danesas de Mahoma.


Charlie Hebdo fue defendida y apoyada por testigos de excepción: hombres políticos de derecha, centro e izquierda, dura y regularmente ridiculizados y vilipendidados por los feroces e iconoclastas humoristas de esa redacción. Nicolas Sarkozy envió una carta, pues estaba en le extranjero durante el proceso; François Bayrou y François Hollande se presentaron y declararon. Los tres dijeron lo mismo, que la libertad de prensa es uno de los bienes más valiosos de la República, y hay que conservarlo. Miles de ciudadanos, entre los que me encuentro, también dirigimos cartas de apoyo a la revista.

En Francia existen leyes parecidas a las nuestras, que consideran delito injuriar, ridiculizar o humillar al prójimo por cuestiones de creencias. Los jueces debían pues pronunciarse sobre ese supuesto en particular. Las viñetas, tanto las danesas como las que Cabú y otros crearon para la publicación, denunciaban de forma mordaz el islamismo y sus abusos contra la libertad individual de las personas, así como el terrorismo. Es cierto que no había, en ninguna de ellas, ofensas contra el islam en sí o quienes profesan esa gran religión (al contrario, una de las viñetas más criticadas, en la que Mahoma trata de imbéciles a algunos de sus seguidores, que llevan bombas en las manos, se puede entender como un reconocimiento de la religión musulmana).

Se garantizó la libertad de prensa en el país de Dreyfus, de Clémenceau y de l’Aurore. Es bueno. Mi pregunta, sin embargo, es acerca de la Libertad: aceptando que la risa sea liberadora, y probablemente lo es, ¿qué puede la sátira contra el fanatismo?

No leo Charlie Hebdo, ni me gusta. Cuando lo compro, un par de veces al año, me desagrada el sarcasmo convencional y omnipresente. El conformismo de su burla. No denuncia los prejuicios, más bien los explota y los refuerza en la mirada del contrario lector. Cuando la risa es colectiva, cuando todos se ríen de lo mismo (en Charlie Hebdo, se trata de satirizar, esencialmente, las religiones como instituciones y los partidos políticos, con excepción de la extrema izquierda), una mayoría -en este caso, los lectores- termina riéndose de una minoría, censurando sin querer cualquier tipo de singularidad o de diferencia.

Kierkegaard expresaba la idea de que la ironía es cosa de solitarios. Si se convierte en uso colectivo, es algo distinto, parecido a la grosería de la turbamulta que sanciona lo que le incomoda.
En una conferencia reciente, Alain Finkielkraut aludía a multitud de testimonios sobre los soldados alemanes durante la ocupación nazi en Europa: reían y se reían de todo y de todos, permanentemente.
A la inversa, me viene en memoria el resistente Jean Moulin, torturado hasta la muerte por la Gestapo sin conseguir que denunciase a sus compañeros: cuando ya no podía hablar porque ni tenía labios, ni dientes, ni boca, le entregaron un lápiz y un papel, para que escribiera los nombres de sus amigos. Si lo hubiera hecho, se lo habrían agradecido satisfaciendo el mayor deseo del torturado: matándolo inmediatamente, abreviando así el sufrimiento. Pues bien, ¿qué hizo Jean Moulin? Un dibujito, una caricatura de su verdugo. No había público para reirse, nadie se rió, y nadie se ríe.

A veces pensamos que la risa es la expresión de la indignación, porque se denuncian en clave de humor las injusticias y los abusos. Puede ser, en algunas circunstancias, no lo excluyo. Sin embargo, recordemos a Bergson: la risa precede la insensibilidad, y no es compatible con la ira. Su eficacia contra el tirano es nula, y mientras el pueblo oprimido ríe, pasa el tiempo y la rebelión espera.

También está la puesta en ridículo del mal, eso significan las viñetas danesas. Sin embargo, cuando el mal es violencia fanática, ¿cómo combatirlo? ¿con la risa?

Charlie Hebdo es una eterna adolescente, como sus redactores y dibujantes, la mayoría con barba blanquecina y pelo gris, rebeldes del 68 (y los más jóvenes, émulos de los ancianos) que jamás aceptaron rendirse. Sus amigos de antaño son ahora ministros, diputados, altos funcionarios, escritores, universitarios, admirados periodistas. Charlie Hebdo es el Fort Álamo de quienes siguen buscando la playa debajo de los adoquines. Como esos quinceañeros que se ríen de todo, porque no quieren ser distintos, ni dejar que la emoción aflore en público.

Quien se ríe de todo ya no se indigna por nada, pues no admira nada ni sabe de nada. Es como el soldado renano y su carcajada frente a la pipa de Magritte o al Ubu Imperator de Max Ernst. La servidumbre ha invadido su conciencia, como un cáncer terminal. Escribía el poeta Louis Aragon: Riez gens sans amour qu’à rire tout incline.

Siempre defenderé Charlie Hebdo, tan opuesto estética y espiritualmente a muchas de mis convicciones. Porque Zola se lo merece, y porque estos envejecidos muchachos atrincherados en su arcadia juvenil nunca han pretendido ofender a la gente por sus orígenes, su condición, el color de su piel o sus creencias (a diferencia de los repugnantes y despreciables dibujos de Montoya, cuyo objetivo es insultar una religión e indignar a los católicos). Y porque, a pesar de su convencimiento antisistema, siempre han denunciado la violencia terrorista de oriente y de occidente.

Debemos sin embargo buscar la verdad detrás de la burla, e interrogarnos sobre nuestra cultura del escarnio público y su capacidad para extenuar las libertades.
Contra el fanatismo no pueden nada las caricaturas ni los sarcasmos. Porque al fanático se le secó el corazón. Sigamos buscando.

Dante Pombo de Alvear, Crónicas de Calypso

3 comentarios:

Enrique Suárez dijo...

Excelente impresión Dante. Y leyéndote me ha venido a la cabeza el suceso ocurrido estos días en el diario EL PAIS, con el periodista Hermann Tertsch, despedido por Polanco, por participar en coloquios en Telemadrid.

Que grandes son los Pirineos

Anónimo dijo...

Hay denuncias, señor, que solo se pueden hacer desde lo cómico, puesto que tal estado, el de la comicidad, solo puede habitar en bobos de baba y desnortados.
Permítame que no entre en la bobada de estas o aquellas viñetas, tal como usted soy europeo, abelardista y mas amigo de la dialéctica que del fuego.
Si nos hemos sacudido supremacías en el orden sacerdotal, eclesiástico o papal, para dar por nuestras las ideas del Renacimiento y luego de la Ilustración, no veo razon para comprar ese torna-atrás que, casi con palabras místicas, quieren vendernos.
¿Acaso vale mas mi vida que la cobardía de la Europa entera?
En fin, que se necesita mucho mas ingenio para el insulto que para el yo alabo...

Papá Ubu dijo...

Europedos, uníos, a la toma de Polonia para los polinecios. La madre del que se ría, mierdra. Muy zeriotes los que(ma)remos. Viva Papá Ubu y Alfred Jarry. Yo alabo la labia y lavo los trapos sucios en los labios del lábil libidinoso. Yo de nuncio apostólico, denuncio romano y así sucesivamente. Que vivan las armas irrisorias.

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