Ni olvido, ni perdono

"Es tiempo de disidencia, contra el golpe antidemocrático del gobierno de Rodríguez y la muerte definitiva de Montesquieu. Ni perdono ni olvido. Tampoco acato. Discrepo y resisto."

Dentro de unos días, saldrá de la cárcel de Francia el etarra Bidart; mató a tres polícías. Nos dicen que su liberación (régimen abierto de cumplimiento de condena) es acorde con la legalidad, aunque fue condenado a cadena perpetua.

El 27 de marzo, será liberada Brigitte Mohnhaupt, también en aplicación de la legislación vigente (libertad condicional), a pesar de haber sido condenada a cinco cadenas perpetuas. Miembro de la Fracción del Ejército Rojo o Baader-Meinhof, secuestró a muchas personas y mató a nueve.

En ambos casos, la decisión judicial, aparentemente legal, ha suscitado un desacuerdo profundo en las familias de las víctimas, quienes consideran que no puede haber olvido, ni tampoco perdón. Entre otras cosas porque no hubo arrepentimiento. Ni en Bidart, ni en Mohnhaupt. En determinados sectores de las sociedades alemana y francesa, incluso en medios políticos y próximos a los gobiernos, hay dolor y perplejidad, pues se considera un final inmerecido e injusto.

En otros ámbitos, considerados progresistas, se apela para cerrar el debate antes de que se pueda abrir entre los ciudadanos, a que hay que acatar las decisiones judiciales. Detrás de un argumento técnico y de principio, seudoobjetivo, subyace el tono moralizante, casi un reproche a quienes osan criticar que estos asesinos puedan salir a la calle: «El Estado de Derecho no es un Estado vengador», dicen desde el SPD germano. Algunos socialistas franceses, en plena campaña electoral, callan para no perder más votos, pero piensan lo mismo. También calla la izquierda gala decente, para no romper filas, ya saben.

En círculos próximos a los terroristas, ya sean nacionalistas o de ultra izquierda, se dicen las cosas con mayor sinceridad. La escritora Bettina Roehl, hija de la líder de la RAF Ulrike Meinhof, quien se suicidó en la cárcel, reaccionaba ayer a la noticia estimando que Mohnhaupt «no tiene obligación de arrepentirse si se ha cumplido el mínimo de la condena».

En España, más de lo mismo con la próxima liberación del “hombre de paz”, Chaos, quien mató a 25 inocentes y siguió riéndose a caracajadas cada vez que sus amigos seguían matando. Con la diferencia, aquí, de que el terrorismo no es un recuerdo lejano como en Alemania, o algo excepcional y accidental, como en Francia. Sino una práctica cotidiana, plasmada en asesinatos, como el 30 D, en explosiones, intimidaciones, extorsiones y clima de amedrentamiento cotidiano en las calles del País Vasco contra quienes no adhieren al totalitarismo nacionalista.

Otra diferencia notable es que en Francia y Alemania, un ordenamiento jurídico excesivamente comprensivo con los criminales crea las condiciones de tan indignantes medidas de libertad. En el caso Chaos no. Aquí, se da un salto cualitativo, pues se amolda y fuerza la maquinaria judicial para servir los planes de la rendición del gobierno, quién sabe si del estado, ante el chantaje terrorista.

Y mientras en países con opiniones públicas medianamente informadas, se genera un debate sobre una conclusión judicial difícilmente aceptable desde el punto de vista moral, aquí, el iletrado nº 2 del Psoe denuncia a quienes se manifiestan contra el terrorismo; la radical nº 2 del gobierno trata de extremista al único partido constitucionalista que nos queda; y el iluminado de la Moncloa, con jersey y pantalón de pana, nos habla de la guerra de Iraq.

Es tiempo de disidencia, contra el golpe antidemocrático del gobierno de Rodríguez y la muerte definitiva de Montesquieu. Ni perdono ni olvido. Tampoco acato. Discrepo y resisto, pues exijo justicia y libertad.

Dante Pombo de Alvear, Reflexiones liberales