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domingo, 14 de enero de 2007

El derecho a la identidad propia


La equidistancia es una utopía, sin duda. No se puede ser neutral, porque la neutralidad no existe, con la excepción de Suiza, que tampoco es neutral, pero como si lo fuera, y así le va. Pero a los demás, vedada nos queda.

Todo debe estar definido y si se puede, determinado, este es el himno glorioso de la globalización: clasificaciones para la operatividad estadística; necesitamos saber, no lo qué son las cosas, sino para qué son, por qué son, cómo son, dónde y cuándo son.

Adverbios y más adverbios, que cuando la cosa es el ser humano, estas definiciones se transforman en cadenas y condenas. Foucault, por ejemplo, nunca permitió que le definieran. Woody Allen, tampoco.

La semántica de todo este proceso, es que la libertad se resiente, con tanta clasificación, pero también la democracia, y los derechos civiles. Los ciudadanos se alienan en consumidores, contribuyentes, electores, simpatizantes, detractores, clientes. Hace falta algo más de transversalidad contra tanta globalización. Porque la transversalidad es una larga trinchera en la guerra contra los que establecen las definiciones.

Antes éramos españoles, pero ahora somos europeos, y sin embargo, catalanes, gallegos, asturianos, vascos, riojanos, andaluces, canarios, extremeños, cántabros, aragoneses, murcianos, navarros, madrileños, castellanos de León o de la Mancha, valencianos, baleares, y de las ciudades de Ceuta y Melilla.

Seguimos siendo españoles, pero más disueltos, por extraños intereses políticos, así resulta más difícil entender el concepto de España, porqué acabar con lo español, es imprescindible para poder implantar otras definiciones, cambiar de amo no es ser libre; no nos llevan a la indefinición, nos quieren re-definir.

Los ciudadanos somos ciudadanos, y el Estado nos puede considerar como le venga en gana para organizar sus instituciones, de la mejor forma que le parezca; pero no por ello dejamos de ser ciudadanos en ningún momento, aunque a los funcionarios se les olvida cada día más, que ellos son nuestros empleados y nosotros sus clientes.

Sería importante implementar nuevas fórmulas lingüísticas, porque si perdemos la identidad ciudadana estamos listos, por ahí se empieza la disolución de los derechos y las libertades. Disuelve y vencerás.

Quizás sea necesario establecer la fórmula prevalente de: el ciudadano o la ciudadana, para inmediatamente añadir: contribuyente, trabajador, empresario, jugador, artesano, profesional. Lo de dejar elíptica la ciudadanía es un grave riesgo, porque luego vienen los poderes organizadores de nuestras vidas, y se olviden de nuestra condición constitutiva de la sociedad, pero también del Estado.

Significante y significado

Parece que en tiempos de recortes lingüísticos, de SMS y Chats, decir “pslo”, es igual que decir "pásalo". El significante se está tragando al significado, y eso es peligroso, muy peligroso, para nuestra cultura y civilización. No somos lo que somos, nos prefieren como muchedumbre, nos quieren “anómicos” (de anomia), pero no nos permiten ser anónimos.

El Estado nos va devorando poco a poco, cada día un poquito más; antes éramos al menos, nombre y dos apellidos; ahora somos números: DNI, NIF, SS, tarjetas de crédito, números de teléfono, y otras cosas como seudónimos, nicks, email, iniciales, claves de acceso.

En este proceso de relativismo global, somos nuestros referentes, las etiquetas que nos imponen, que es algo como decir que somos nuestra relación con las circunstancias, el contexto impera sobre el yo.

Y éso es muy peligroso, porque el contexto disuelve la personalidad de los individuos en elementos de una categoría superior y ajena. Marx, ya lo había advertido, los poderes nos alienan, tanto si son públicos, como privados.

La próxima batalla por la libertad, se va a desarrollar en la recuperación de las propiedades del lenguaje, en referencia a los seres humanos. La lucha por la identidad, contra la “indexización”.

Uno de los actos de protesta contra esta coyuntura es la “seudonimización” de los individuos; los ciudadanos hacemos de la heteronomia un acto de libertad. Contra tanta clasificación, nos convertimos en diversos personajes con unas características fantásticas, míticas, heroicas, o ridículas, según proceda. Esto dice mucho, por qué elegimos “lo que no somos” (tal vez, lo que deseamos ser), no un animal domesticado o un funcionarizado sujeto.

Bien está que la civilización progrese, pero no a costa de aplastar nuestra identidad como seres humanos, como personas. Por eso, la próxima batalla por la libertad será bajo el lema: que nadie te defina, o como decía Paracelso, “que no sea de otro quien pueda ser de sí mismo”, porque al final es éso, quién te define, te clasifica, te controla y te domina.

El poder se desarrolla por el significante, la libertad, por el significado. Ser o tener, ya lo había dicho Erich Fromm, pero se leyó menos de lo necesario; algunos de los políticos de este país, estoy seguro de que ni siquiera lo conocen y deberían, pero quizá sea pedir demasiado.

Sé tú mismo

Sé tú mismo, o lo que te dé la gana, pero no permitas que otro te haga ser lo que requiere de ti para su beneficio personal o de la institución que representa.

Sé libre tú, hasta sentirte libre, así seremos libres todos. La libertad, en determinados ambientes opresivos es una enfermedad muy contagiosa. Ciudadano libre, suena mucho mejor que ciudadano a secas. Y sólo con ciudadanos libres, que lo sepan y que lo sean, se puede construir el país que necesitamos.

La revolución ha dejado de estar en la masa y en la calle, instancias que se han manipulado extraordinariamente desde políticas diversas, para retornar a su auténtico origen: la persona, representación plena del ser humano en sus derechos y deberes, pero también en sus necesidades y deseos.

La próxima revolución será sin duda de personas, una revolución íntima, diversa, plural, de personas que se agreguen en un propósito compartido; no de masas y elementos organizados desde cualquier poder o contrapoder. En este juego de palabras a que les he sometido, creo que el mejor significante de ciudadano libre, es persona.

Personifiquemos el mundo de nuevo, por la libertad; la despersonificación, a la que hemos estado sometidos, es sencillamente una estrategia de los poderes políticos para delimitar nuestro comportamiento y controlar nuestros actos.

No sé ustedes, pero por mi parte, prefiero acabar en un diván, que en un laberinto políticamente socializado, como una rata de laboratorio. A mí, sólo me importan las personas, eso me permite ser ciudadano, y no al revés, la condición de ciudadano, no hace que sea persona. El yo individual, siempre antes que las circunstancias definidoras

Es una simple cuestión, la de confiar antes en mi criterio para decidir y elegir, que en ser decidido por otros. A éso, sencillamente, se le llama libertad, y la libertad nos define y determina como personas, no la ciudadanía, que es una consecuencia, y no una causa.


Enrique Suárez Retuerta

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien Enrique, sé tú mismo, sé un gilipollas.
¿Ciudadano libre? De libre no tienes nada, en todo caso tendencioso.

Anónimo dijo...

Se le podría decir, gracias ser anónimo por tu lectura e interpretación, demuestras con ello que la libertad es fascinante, ¿verdad?.
Y también se le podría decir, nada.
Se le podría..., pero hay cosas que no llevan remedio
Otro anónimo

Anónimo dijo...

Enrique, ¿cómo se te ocurre ser "tendencioso"? ¿Es que te crees que essto es una democracia? Hazle caso al gilipollas ése (perdón, al primer anónimo, quería decir) y únete a las ratas de Luppi. Cordón sanitario contra los tendenciosos, sí señor.

Anónimo dijo...

Bilingüismo!

JHONMER dijo...

Me pareses una persona culta y con muchos libros leidos.
Pero todo lo escrito en tu artículo me parese una verdadera parafernalia.
Hablas de la libertad, pero ni una palabra de los extranjeros y los inmigrantes.
El engaño mas grande del mundo personas muy cultas que no dejan ver realmente sus más oscuros pensamientos. cadenatworld.b.c EL OCTAVO CONTINENTE.

Enrique Suárez dijo...

Tampoco hablo de la desaparición de los dinosaurios, ni de como se construyó la mezquita de Córdoba. Los liberales no distinguimos a la gente por su origen, sino por lo que hacen. La gente no debe identificarse como inmigrantes o autóctonos, eso es una fuente de conflicto. Aunque ya lo he dicho en alguna ocasión, mi posición personal es favorable a la inmigración, confío mucho más en la productividad de los inmigrantes que en la de mis compatriotas sindicalistas, políticos y gente del buen vivir.

A mí me gusta la mezcla JHONMER

De la sociedad líquida a la cultura mestiza

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