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martes, 18 de marzo de 2014

REFLEXIONES SOBRE LA DEMOCRACIA EN ESPAÑA EN EL SIGLO XXI


Charles Chaplin en El Gran Dictador

"El deber de un patriota es proteger a su país de los ataques del gobierno.” Thomas Paine

Hace un año se publicó en este blog un artículo titulado “En busca de los orígenes de la democracia” en el que se relataba la historia del inicio del sistema más avanzado de distribución del poder político que se ha alcanzado hasta fechas actuales, un sistema que ha resistido 2.500 años parece, sin duda, que ofrece un avalado éxito.



Sin embargo, durante estos 25 siglos de existencia, el poder ha tratado de socavar en todas sus formas la bondad del proceso democrático, creando arteras estrategias y artificios que impidan que el pueblo pueda decidir realmente quienes van a gobernarle. Con la llegada de las nuevas tecnologías de la sociedad de la información y la comunicación, la brecha entre gobernantes y gobernados se ha seguido acrecentando hasta alcanzar una situación de desconfianza de los gobernados en los gobernantes.



George Santayana nos advirtió sobre una extraordinaria paradoja en la conocida frase: la democracia es el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo, pues si bien ese era el pensamiento que invitaba a los votantes a elegir sus representantes políticos en las urnas, en el caso de los elegidos lo de “por el pueblo y para el pueblo”, siempre se les acababa olvidando, convirtiendo la democracia en un singular despotismo, cambiando entonces la frase a: “la democracia es el gobierno del pueblo (sin el pueblo y a veces, contra el pueblo).



Gustavo Bueno nos ha hablado, por su parte, del fundamentalismo democrático, por el que aquel partido o facción que alcanza una mayoría absoluta decide lo que bien le parece, convirtiendo asímismo la democracia en otra forma de despotismo, que alcanza condición de totalitarismo. No sólo se controla el poder político (legislativo, ejecutivo), sino el económico, mediático, judicial, social, pues todos los recursos de los que dispone la formación política gobernante se utilizan en su propio interés y beneficio, también han acabado desde el poder con todos los contrapoderes que podrían regular sus acciones ilegítimas. Este fenómeno ha ocurrido durante décadas con el PRI mexicano, pero también con el PSOE o el PP en España.



La democracia, que en sus fundamentos y esencia sigue siendo el menos malo de los métodos para formar gobiernos, requiere en pleno siglo XXI una revisión porque se está comprobando, que debido a las injerencias antidemocráticas de las formaciones políticas, cada día se va transformando más en un mito que en una realidad, por la que los votantes creen que eligen a quienes les gobiernan, cuando en realidad sancionan con su voto el engaño de aquellos que van cerrando sus posibilidades de elección desde las cúpulas de los partidos. De esta forma, los elegidos ya no son tributarios de sus electores, algo que se ha quedado en un mero trámite formal, sino de aquellos que les han designado para ocupar un puesto en las listas.



La democracia requiere una revisión en sus planteamientos, precisamente hoy que la comunicación puede resultar abierta y prácticamente gratuita. Un gobierno no puede tomarse el apoyo de los ciudadanos como una delegación pasiva en la que los ciudadanos dejan de ser representados para ser gobernados, de esta forma los gobiernos acaban representándose a sí mismos y nada más. Este sistema parece más una aristocracia electiva, como la behetría, antigua institución española que permitía a los siervos elegir amos.



Para resolver esta coyuntura se requiere de forma inmediata un diálogo abierto entre gobernados y gobernantes, entre todos los ciudadanos, pues todos los artefactos de la democracia, urdidos desde el poder, se terminan convirtiendo en fuente de fraude y corrupción, de agresión y violencia moral contra los ciudadanos, condenados desde que acuden a las urnas a dar por bueno un sistema que les impone su voluntad, sin dar explicación alguna de las imposiciones. Por mucho que se empeñen desde el poder los partidos doctrinarios, la democracia no puede ser la doctrina que les permita acaudalar riqueza y poder, sino la que precisamente se lo impida. 

Cada día que pasa va siendo más necesario darle un vuelco a la farsa representativa, porque la democracia no consiste en politizar a los ciudadanos, sino en civilizar a los políticos para que no se propasen con un poder que ha sido conferido por los ciudadanos, y para ello es necesario establecer alguna forma de limitación legal a su poder, una vez que han sobrepasado todos los dinteles de inmoralidad.



Soy de los que siguen pensando que la democracia sólo puede existir en un clima de libertad e igualdad, entre electores y elegibles, en una ética de la responsabilidad, y en un ambiente de transparencia y reflexión. 

Por mi parte pienso que sólo hay un régimen político que permite la democracia y no es otro que el régimen liberal con una independencia absoluta del poder judicial, en el que todas las opciones pueden representarse siempre que cumplan las reglas y no dejen de cumplirlas, por supuesto en un sistema económico capitalista abierto y no intervenido por el Estado en elguna forma de burocratización colectivista, porque el Estado es poder y el poder, en todas sus formas, siempre ha sido el principal enemigo de la democracia, a la que considera un estorbo. Como dijo Karl Marx, no es el Estado el que debe educar al pueblo, sino el pueblo al Estado, no puede existir democracia si ocurre lo contrario, como es el caso de España.



Enrique Suárez




3 comentarios:

fractalio dijo...

Hace décadas que vengo diciendo que tenemos un problema, y es que somos los ciudadanos los que representamos a los políticos, y a su vez éstos representan a sus electores, que no son otros que los dueños del capital. Y mientras nos sigamos creyendo lo contrario, el problema es irresoluble.

El verdadero poder lo detenta el poderoso caballero de Quevedo. Y ese caballero es el que maneja a los Estados, dándoles su comisión en efectivo por trabajar para él. Enrique, o le ponemos límites clarísimos a ese sistema económico capitalista abierto, que es el que realmente interviene a los Estados (y no al revés), o literalmente nos come.

Eduardo-Luis Muñoz Pereira dijo...

No es un sistema capitalista "abierto" cono dices Fractalio sino un capitalismo corrupto puesto que influye en los Estados para obtener ventajas respecto a sus competidores osea el resto de capitales "abiertos" osea que no tienen ventajas legales

fractalio dijo...

fractalio dijo...
Es que el sistema capitalista es corrupto por antonomasia, nunca pondrá límites a su expansión, y para ello huye por delante recurriendo a la trampa, y a la compra y corrupción de gobiernos, estados, jueces y fiscales. A partir de ciertos niveles de acumulación de capital, es barato y rentabilísimo. Jamás ha obedecido el sistema capitalista al principio fundamental que debería regularlo, el de la oferta y la demanda real, sino a la ley de la mafia, hoy día globalizada. Y cuenta para ello con todo un sistema político mal llamado democracia, más falso que un euro con la cara de Luis Candelas.

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