Asistimos a la apoteosis final de un democráta acaudillado, quizas de un partido político que ha pasado de los cien años de honradez a por todo malogrado, y tal vez, de un régimen político, asentado en el bipartidismo imperfecto y fundamentado en la propaganda contumaz y la prosodia del talante. El legado de este periodo legislativo está ahí, no admite parangón con otras épocas: un paro de un 20 %, un déficit de un 10 % y una deuda galopante del Estado e incalculable del pueblo, con una actividad económica en decadencia por la desconfianza que provoca el Gobierno. Habrá que hacer balance, pero en frío, cuando se callen los que tratan de embadurnar los hechos con falacias y maquillajes.
Los problemas políticos y económicos que tenemos en España no provienen exclusivamente de la casta política que nos mal representa, sino de la ausencia de formación política del pueblo español, que posiblemente sea de las más bajas de la Unión Europea. Este pueblo nuestro sigue entonando el “viva las caenas” del recibimiento en Madrid al felón Fernando VII, pero en nuestro tiempo ha cambiado por el “viva las caenas de televisión”, que no osan morder la mano del amo que ha concedido los canales de la TDT.
El pueblo español siempre ha mirado a la política con desdén, como antiguamente miraban los siervos a la nobleza, sabiendo que eran sus súbditos. A estos hechos han contribuido fundamentalmente la inducción al apoliticismo de la época de la dictadura de Franco y el escaso interés de la partitocracia vigente por educar al pueblo en sus libertades y derechos, prueba de ello es el desconocimiento profundo de los españoles en cuestiones relacionadas con la democracia, reducida exclusivamente al hecho activo y periódico del voto, que sirve para legitimar lo existente cada cuatro años y para exonerar a los responsables de cualquier responsabilidad política en sus actos; pero también se puede constatar en la escasa organización de la sociedad civil en España, limitada habitualmente a la subsidiariedad política o determinades actividades extrapolíticas.
Sin embargo, la llegada de internet, con el estallido comunicacional directo entre los ciudadanos de todo el planeta está cambiando las cosas, fundamentalmente porque permite la comunicación entre personas en tiempo real a un coste muy bajo, aunque todavía queda la organización civilizada de la información, que actualmente recuerda a un periodo selvático. Internet ha hecho más por la formación política de los españoles que 40 años de dictadura y 35 de democracia, este cultivo intensivo y extensivo dará sus frutos dentro de unos años.
Hasta ahora los partidos políticos fundamentaban en la propaganda su éxito, que consiste en varias actividades concatenadas: ensalzar lo propio; hacer promesas sin soporte real, es decir mentir descaradamente; ocultar los hechos al pueblo, o la ausencia de los mismos; denostar a los rivales; ofrecer esperanzas y seguridad. Hay algunas otras cuestiones relacionadas con el mercantilismo electoral, pero estas son las más destacadas. De forma resumida se construye un mensaje, habitualmente falso, sobre las virtudes de lo propio y los pecados de lo ajeno, posteriormente se expande por los medios de comunicación que deben su supervivencia actual más a la política que a sus audiencias y el efecto se consigue en las urnas cuando corresponda. Este paradigma fundamentado en las creencias se puede denominar mitocracia.
Por el contrario, cada día más ciudadanos de este páis votan siguiendo los criterios de la razón, el empirismo que se fundamenta en los hechos. Es difícil confiar en un partido que ofreció pleno empleo para alcanzar la victoria electoral y ha conseguido cinco millones de parados, los hechos incontrovertibles no necesitan explicaciones. Pero también el mayor conocimiento de los ciudadanos sobrea las cosas de la política les ha llevado a acceder a información que hace tan solo unos años estaba vedada a su conocimiento, como los datos estadísticos o los hechos de la corrupción. Hoy los ciudadanos españoles hacen seguimiento de los desmadres de la política con parsimonia. El modelo fundamentado en el conocimiento de los hechos y su correlato con la razón o el sentido común, podría denominarse logocracia, pero posiblemente tenga mejores alternativas de denominanción.
Se puede establecer de esta forma un criterio racional para votar por un partido político considerando la credibilidad como método de evaluación política. La credibilidad sería una función de los hechos favorables realizados de los que habría que descontar la propaganda (promesas de lo que se hará, ocultación de lo que no se ha hecho y se ha prometido previamente).
Credibilidad = Hechos – Propaganda, la cuestión sería establecer unos indicadores que estimaran los hechos y la propaganda. Sobre los hechos se pueden elegir tres alternativas: lo prometido y realizado, lo hecho en comparación con otras épocas, y también en comparación con otros países. Sobre la propaganda, se podría estimar sobre las promesas incumplidas del pasado o cada vez que un partido habla de los errores de los demás, sin dar cuenta de los errores propios. En cuanto a la oposición, siguiendo patrones similares, se podría valorar su eficiencia en las propuestas presentadas, en las actividades realizadas o en el descubrimiento de lo no hecho o mal hecho por el gobierno y su exposición a los ciudadanos.
Desde cualquier punto de vista que se analice, los últimos siete años de Gobierno y oposición son sin duda el periodo más oscuro de la democracia española, con niveles de corrupción insoportables (actualmente estamos en Transparency Internacional por debajo de 2004), con atentados al Estado de Derecho, con ausencia de democracia real, con deterioro constatado del bienestar de los ciudadanos y con la mayor sarta de mentiras urdidas por un Gobierno y calladas por una Oposición en los últimos 30 años de democracia.
Una auténtica kakistocracia es lo que hemos vivido, los peores gobiernos con las peores políticas urdidas por el peor presidente, a lo que se añade la peor oposición política de nuestra historia. El único consuelo que nos queda a los españoles, es que si nos quitamos de encima este yugo nuestras vidas están obligadas a mejorar en cualquier circunstancia. Desde lo peor siempre se mejora. Hay que ser optimistas, por tanto, porque solo podemos mejorar una vez que ayudemos a que se vayan los que la han cagado, luego tardaremos una década en retirar los destrozos, y que no se nos olvide jamás quienes fueron los autores.
Biante de Priena
Los problemas políticos y económicos que tenemos en España no provienen exclusivamente de la casta política que nos mal representa, sino de la ausencia de formación política del pueblo español, que posiblemente sea de las más bajas de la Unión Europea. Este pueblo nuestro sigue entonando el “viva las caenas” del recibimiento en Madrid al felón Fernando VII, pero en nuestro tiempo ha cambiado por el “viva las caenas de televisión”, que no osan morder la mano del amo que ha concedido los canales de la TDT.
El pueblo español siempre ha mirado a la política con desdén, como antiguamente miraban los siervos a la nobleza, sabiendo que eran sus súbditos. A estos hechos han contribuido fundamentalmente la inducción al apoliticismo de la época de la dictadura de Franco y el escaso interés de la partitocracia vigente por educar al pueblo en sus libertades y derechos, prueba de ello es el desconocimiento profundo de los españoles en cuestiones relacionadas con la democracia, reducida exclusivamente al hecho activo y periódico del voto, que sirve para legitimar lo existente cada cuatro años y para exonerar a los responsables de cualquier responsabilidad política en sus actos; pero también se puede constatar en la escasa organización de la sociedad civil en España, limitada habitualmente a la subsidiariedad política o determinades actividades extrapolíticas.
Sin embargo, la llegada de internet, con el estallido comunicacional directo entre los ciudadanos de todo el planeta está cambiando las cosas, fundamentalmente porque permite la comunicación entre personas en tiempo real a un coste muy bajo, aunque todavía queda la organización civilizada de la información, que actualmente recuerda a un periodo selvático. Internet ha hecho más por la formación política de los españoles que 40 años de dictadura y 35 de democracia, este cultivo intensivo y extensivo dará sus frutos dentro de unos años.
Hasta ahora los partidos políticos fundamentaban en la propaganda su éxito, que consiste en varias actividades concatenadas: ensalzar lo propio; hacer promesas sin soporte real, es decir mentir descaradamente; ocultar los hechos al pueblo, o la ausencia de los mismos; denostar a los rivales; ofrecer esperanzas y seguridad. Hay algunas otras cuestiones relacionadas con el mercantilismo electoral, pero estas son las más destacadas. De forma resumida se construye un mensaje, habitualmente falso, sobre las virtudes de lo propio y los pecados de lo ajeno, posteriormente se expande por los medios de comunicación que deben su supervivencia actual más a la política que a sus audiencias y el efecto se consigue en las urnas cuando corresponda. Este paradigma fundamentado en las creencias se puede denominar mitocracia.
Por el contrario, cada día más ciudadanos de este páis votan siguiendo los criterios de la razón, el empirismo que se fundamenta en los hechos. Es difícil confiar en un partido que ofreció pleno empleo para alcanzar la victoria electoral y ha conseguido cinco millones de parados, los hechos incontrovertibles no necesitan explicaciones. Pero también el mayor conocimiento de los ciudadanos sobrea las cosas de la política les ha llevado a acceder a información que hace tan solo unos años estaba vedada a su conocimiento, como los datos estadísticos o los hechos de la corrupción. Hoy los ciudadanos españoles hacen seguimiento de los desmadres de la política con parsimonia. El modelo fundamentado en el conocimiento de los hechos y su correlato con la razón o el sentido común, podría denominarse logocracia, pero posiblemente tenga mejores alternativas de denominanción.
Se puede establecer de esta forma un criterio racional para votar por un partido político considerando la credibilidad como método de evaluación política. La credibilidad sería una función de los hechos favorables realizados de los que habría que descontar la propaganda (promesas de lo que se hará, ocultación de lo que no se ha hecho y se ha prometido previamente).
Credibilidad = Hechos – Propaganda, la cuestión sería establecer unos indicadores que estimaran los hechos y la propaganda. Sobre los hechos se pueden elegir tres alternativas: lo prometido y realizado, lo hecho en comparación con otras épocas, y también en comparación con otros países. Sobre la propaganda, se podría estimar sobre las promesas incumplidas del pasado o cada vez que un partido habla de los errores de los demás, sin dar cuenta de los errores propios. En cuanto a la oposición, siguiendo patrones similares, se podría valorar su eficiencia en las propuestas presentadas, en las actividades realizadas o en el descubrimiento de lo no hecho o mal hecho por el gobierno y su exposición a los ciudadanos.
Desde cualquier punto de vista que se analice, los últimos siete años de Gobierno y oposición son sin duda el periodo más oscuro de la democracia española, con niveles de corrupción insoportables (actualmente estamos en Transparency Internacional por debajo de 2004), con atentados al Estado de Derecho, con ausencia de democracia real, con deterioro constatado del bienestar de los ciudadanos y con la mayor sarta de mentiras urdidas por un Gobierno y calladas por una Oposición en los últimos 30 años de democracia.
Una auténtica kakistocracia es lo que hemos vivido, los peores gobiernos con las peores políticas urdidas por el peor presidente, a lo que se añade la peor oposición política de nuestra historia. El único consuelo que nos queda a los españoles, es que si nos quitamos de encima este yugo nuestras vidas están obligadas a mejorar en cualquier circunstancia. Desde lo peor siempre se mejora. Hay que ser optimistas, por tanto, porque solo podemos mejorar una vez que ayudemos a que se vayan los que la han cagado, luego tardaremos una década en retirar los destrozos, y que no se nos olvide jamás quienes fueron los autores.
Biante de Priena