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miércoles, 30 de junio de 2010

El hecho diferencial de ser español

A la Constitución Española de 1812 - Cádiz

Desde hace muchos años en nuestro país se ha sometido la condición de ser español a todas las presiones políticas y mediáticas posibles. Se ha producido un atentado permanente contra nuestra identidad nacional compartida. Este acoso no ha sido arbitrario y gratuito, sino interesado y estratégico, con una clara finalidad: la de desposeer a los españoles de su condición compartida y común.

Francamente tiene su gracia la cosa, cuando los que más se han afanado y ufanado en la tarea han sido los que se reunen en establecer de forma fanática, desde criterios extraordinariamente controvertidos y refutables, que poseían una condición identitaria propia que no era la española. Algunos catalanes, vascos, gallegos, baleares, valencianos, canarios, navarros y hasta andaluces nos han hablado de sus sueños de independencia, nos han dicho que la Constitución que el pueblo español había ratificado en 1978 admitía lo que ellos proponían, y hemos tenido que contemplar como en algunos lugares del territorio nacional se atentaba contra los símbolos de la nación española, el idioma español, la condición nacional, mostrando una flagrante ausencia de respeto a las señales españolas mientras exigían pleitesía para las suyas.

Los nacionalistas (menos de un 10 % de todos los españoles) no han sido los únicos que se han enfrentado con nuestra identidad común, los socialistas del PSOE siempre han abjurado de España, a pesar de gobernar en ella. Desde la boutade del Presidente Rodríguez Zapatero diciendo que España era un concepto discutido y discutible, hasta las permanentes barabaridades que hemos escuchado al President Montilla, oriundo de Iznajar (Córdoba – España, no Argentina) en la defensa de su poltrona de la Generalitat a cualquier precio, algo que continúa haciendo desde la reciente sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut. La izquierda de este país ha buscado la estrategia del no nacionalismo español al tiempo que se apoyaba y apoyaba a los nacionalismos no españoles, la historia recordará la infamia a la que nos han sometido algún día, posiblmente más próximo de lo que ellos esperan. En realidad, los socialistas siempre han visto un obstáculo en la condición identitaria española para implantar sus jacobinas pretensiones oclócratícas en nuestro país, y como el valor prioritario para el PSOE siempre ha sido triunfar en las elecciones a cualquier precio, no han tenido ningún rubor en imponer la estrategia sectaria que más favoreciera sus intereses políticos.

En esta posición miserable siempre se han apoyado en la muchedumbre representada por los sindicatos, asociaciones cívicas y colectivos que habitualmente cultivan con las subvenciones de dinero público, para contar con un “ejército de manifestantes” permanente dispuestos a tomar las calles, a reventar la normalidad de la vida cívica con huelgas salvajes como la del metro de Madrid, convirtiéndose en la pata mundana que toda tiranía requiere para conformarse en oclocracia. Algo en lo que han sido habitualmente favorecidos por los medios de comunicación públicos y privados, subvencionados con el dinero de todos los españoles. Su estrategia es similar a la de los nacionalistas, pero en esta ocasión orientada a conformar a los ciudadanos españoles en una sociedad a la medida de sus intereses, la intención pedagógica de la izquierda en su doctrina siempre ha resultado soberanamente mendaz, sobretodo cuando inventan valores y principios para el consumo de las masas más aborregadas del país.

Una de las versiones más novedosas de los aparatosos intentos en la desidentidad de los españoles ha sido la de los nuevos partidos políticos como Ciutadans que se dedicó a defender una posición ideológica de no nacionalismo española que sin embargo no era equitativa con su reconocimiento exhaustivo del nacionalismo catalán y la del partido de Rosa Díez, la UPyD, empeñada en convencernos que el español era tan solo una lengua común, al tiempo que al señor Savater se la soplaba la idea de España, ambas ideas peregrinas se consolidaron tras el rodillo democrático que convirtió a este partido en una organización que busca para nuestro país un federalismo corporativo de intensidad media, jamás comprendido (ni explicado) siquiera por los que lo propusieron y lo aprobaron en el único congreso que han celebrado.

Al otro lado tenemos al Partido Popular que desde la llegada de Rajoy a su dirección jamás ha sabido estar en el lugar que la historia de este país le reservaba, su afán de modernidad y su olor a alcanfor han sido una auténtica representación de su patetismo político. Han tratado de zafarse de sus vínculos con el franquismo y del etiquetamiento extremo en el carpetovetonismo más furibundo de las tradiciones españolas: la religión católica, la autoridad, la burguesía pija, el conservadurismo arcaico, la sacralidad de sus valores. Los de la izquierda y los nacionalistas se han pasado décadas diciéndonos que España era el PP, hasta el punto de llegar al eufemismo de denominar al idioma español como castellano (que nunca fue un idioma, sino una lengua), o a la selección española como “La Roja”. El PP no ha estado a la altura de representar a los españoles, porque no puede aceptar como vergonzante –y lo ha hecho por sus enormes complejos históricos- que la condición de español debía ser elíptica, encubierta o invisible, siempre con el objetivo de presentarse electoralmente como un producto renovado para consumo fácil por los electores. Gracias a sus errores y vergüenzas este país ha sido conducido al abrevadero de sus rivales, que han logrado con su propaganda convertir a los populares en fachas irredentos.

Verán ustedes, como ningún partido político reivindica lo español, es hora de que alguien asuma la defensa de lo nuestro, de lo compartido por todos, mucho más allá de las ideologías políticas o las distintas percepciones que conducen a nociones diversas de la identidad de los españoles. Ha llegado la hora de que nos declaremos españoles sin complejos, entre otras cosas para hacer valer nuestra condición soberana y ciudadana ante los que tratan de confundirnos con sus entelequias.

Es hora de recordar que la nación española como entidad política diferenciada tiene su origen en los liberales españoles, los padres de nuestra patria que en 1812 se enfrentaron al Antiguo Régimen absolutista representado por el felón Fernando VII, al invasor francés representado por los ejércitos imperialistas de Napoleón, y a los propios españoles, unos serviles y otros josefinos, que son antecesores de los partidos políticos que hoy tenemos en el escenario parlamentario representando de forma infame los intereses del pueblo español, que al fin y al cabo es el único soberano de nuestra nación. Muchos de aquellos liberales se dejaron la vida por España, por el pueblo español, por concederle libertad, democracia, justicia y orgullo de su condición, para que ahora vengan unos mequetrefes a vivir a costa del pueblo español, vendiéndonos magníficos burkas a precio de saldo.

Es hora de que los liberales hagamos lo que siempre hemos hecho, luchar por la libertad, contra la opresión de los egoistas que velan antes por sus intereses que por los del pueblo que dicen que representan. Es hora de que los patanes de la izquierda renuncien al himno de la República que nos han robado, vigente en España entre los años 1820 y 1823, porque el Himno de Riego es el himno de los liberales españoles y fue en su día el himno de España, de esa España que ellos nunca defendieron, porque el Frente Popular, como hicieron sus ancestros con Napoleón y Fernando VII gritando “vivan las caenas” no luchó en la guerra civil gritando viva España, sino viva Rusia, que se queden con el himno ruso o La Internacional y nos devuelvan lo que nos han robado.

También es hora de que los representantes del Partido Popular, que llevan abjurando de su condición conservadora en defensa de los valores compartidos por los españoles se decidan de una vez en la defensa de lo español sin fisuras, o abracen su condición de partido que compite en la estupidez con sus rivales del PSOE. Lo que no se puede asumir es que los conservadores traten de ser aceptados como demócratas por sus rivales, bajando el listón de nuestra identidad común como españoles para ser confirmados y reconocidos como demócratas por quienes les desprecian, que son a su vez los que ellos también denostan.

Ha llegado la hora de desenmascarar a todos los enemigos de España, a los que no han sabido defender nuestra nación, a los que se han reido del pueblo español en sus narices, a los que han utilizado la democracia en su propio provecho.

Queridos compatriotas, ha llegado la hora de que los españoles podamos hacer y decir lo que nos dé la gana sobre lo que somos o dejamos de ser, sobre lo que hemos sido o lo que queremos ser. No se trata de esencialismo, sino de pura supervivencia, si no somos españoles y nos mantenemos unidos contra todos los que tratan que seamos lo que a ellos les interesa, no tendremos la fuerza suficiente para hacerles comprender que el pueblo español no es su siervo, sino su soberano, al que deben rendir cuentas.

Ser español, también es un hecho diferencial y además distinguido, para envidia y desdén de los que aspiran a que los españoles dejemos de ser españoles, para convertirnos en lo que a ellos les interesa, que es la única forma que tienen de hacerse diferenciados y no semejantes al resto de los españoles.

España somos los españoles, no lo que los políticos decidan, usurpando la soberanía del pueblo español, el único soberano al que los políticos deben someterse, no solo en las elecciones, sino también en los periodos interelectorales. Un gobierno y una oposición que no gobiernan mirando los intereses compartidos del pueblo español, sino sus propios intereses, están incurriendo en traición a su cometido anunciado y deberán rendir cuentas de lo que han hecho y restituir lo que nos han arrebatado. Va siendo hora de que España sea conceptualizada por el pueblo español directamente y no por la intermediación insidiosa de los políticos.

Biante de Priena

Movimiento Democrático


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2 comentarios:

Esperanza, estamos contigo dijo...

La huelga del metro la han organizado en La Moncloa contra los madrileños, creo que los madrileños debemos ir a La Moncloa a manifestarle nuestro agradecimiento a Zapatero. ¿A qué nos disuelven antes de llegar mientras siguen sin hacer nada contra los guardianes del zapaterismo?. ¿Qué nos jugamos?

Casandra dijo...

Con su permiso, me voy centrando, me voy centrando, y como yo, casi, todo lo tengo que rajar en público, pues ustedes me perdonarán la expansión.

Dice Antonio Robles algo así como que, ¡oyes!, lo del Estatut, pues una faena, si lo miras bien, pero no ha salido del todo mal, porque, ¡oyes!, los castellanohablantes ya no están tan malamente. Sí, luego hay otras peguitas, y las cuenta, el hombre, pero tampoco le demos más vueltas, esto se arregla "si hay un gobierno nacional de verdad, un Congreso valiente y unos jueces atentos", lo cual viene a ser lo mismo que si yo digo que se me pasarán las ganas de independizarme de Cataluña (porque me sale muy caro que vuestros niños estudien en castellano, y encima de que lo pago yo, se puedan convertir en competencia laboral para los míos), como decía, que para que se me pasen las ansias independentistas, sólo necesito que Iker Casillas me pegue un buen repaso; y si antes deja a la Cabronaza, mejor; y si viene a mi casa y no tengo ni que desplazarme a Sudáfrica para hacerme la encontradiza con él, no es "el mejor escenario posible", pero, ¡oyes!, eso que me llevo por delante. ¿El fallo del Estatuto? Una putada para vosotros, pero un mal menor para mí.

Pues nada, seguiremos pagando para que podáis ver películas dobladas al español; para que podáis rotular en castellano vuestros negocios, cuyos beneficios no váis a compartir con "el resto de España" y para que vuestros nens se coloquen bien.

Pero os sentís españoles, que conste. Pues gracias.

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