Los indios americanos bailaban la danza de la lluvia cuando la sequía asediaba, cuando los españoles cruzaron el Atlántico por primera vez con una lengua y una religión por equipaje, les convencieron de que era mejor sacar en procesión a un santo o la virgen. Pero como todo cambia, hágase o no se haga nada, ahora se saca al Presidente de Gobierno en la tele para hacerle preguntas y contemplar el auténtico color marrón de su política, fundamentalmente con la sequía de trabajo; más tarde, se hacen programas polémicos para que defensores y detractores, disputen sobre si ha estado bien, regular o mal.
Ciertamente, que Zapatero responda a unas preguntas hechas por los ciudadanos tras una selección previa, no resolverá la sequía laboral, o la crisis económica, pero ayuda a concentrar la atención sobre los problemas que nos atenazan realmente.
La gente aprovecha estas reuniones colectivas para discutir sobre lo que les preocupa y comparar su situación con la de los demás, y siempre acaban encontrando alguno más desafortunado, lo que contribuye a tranquilizarles, o alguien con más experiencia, por los años vividos, que recuerda que en el siglo pasado, hubo tiempos de grandes crisis y de todas se salió adelante, lo que adereza con alguna anécdota divertida o trágica que hace exclamar al personal alguna interjección.
Como vemos, las cosas no cambian, lo que si cambia son los sujetos que se aprovechan de la coyuntura, pasando de los chamanes a los religiosos, y posteriormente a los políticos. Y a lo que estamos asistiendo es sencillamente al sacrificio del cordero pascual, el chivo expiatorio, un símbolo que se comparte que ha mostrado su ineficacia.
Zapatero no es el único responsable de lo que ocurre, pero semánticamente es quien reúne en su persona el significado y significante de la realidad española, es el representante de todos y como ha demostrado que no sirve hay que sustituirlo, reemplazarlo por otro icono que sea más eficaz. Esto es bueno, porque ayuda a la gente a cambiar de posición, y a evolucionar. El fracaso de los políticos, nos muestra el camino del triunfo de los ciudadanos.
Los humanos, somos seres culturalmente programados para no apreciar cuando somos felices, y para reaccionar cuando somos desgraciados. Haber contemplado al Presidente haciendo el ridículo en su burbuja utópica de dichoso optimismo –eso que ya había amenazado en otro programa con los 80 céntimos del café- ha sido un hermosos espectáculo de circo, hasta la colocación del público recordaba el escenario en que los cristianos eran devorados por las fieras y los gladiadores se mataban entre ellos.
Pero en esta escenificación de la realidad no sé si resulta más sorprendente el ridículo que ha hecho el Presidente del Gobierno español, el apoyo inquebrantable de su partido –mostrando que defienden lo indefendible-, el particular silencio de la oposición, o el cabreo de los que hace tan solo 9 meses lo elevaron a los altares de la santidad pública.
De todas formas, estamos en crisis, y lo que está claro es que los que debieran estar resolviéndola no tienen ni pajolera idea de cómo hacerlo, demostrándose que estamos pagando a todos estos políticos a precio de indispensables, para que nos cuenten películas que podemos ver en cualquier cine, o gratis en internet.
Con el espectáculo que nos ha brindado Zapatero queda demostrada su absoluta inutilidad, ahora ya ni nos entretiene, más bien nos crispa, y paradójicamente, él sigue siendo el mismo, así que aprendamos la lección para siempre: los idiotas son los que han confiado en sus buenas palabras, un país con once millones de creyentes que abjura de la creencia religiosa para caer definitivamente en la creencia política.
Probablemente dios no exista, pero la democracia, tampoco, existe el poder, eso sí, que es la utilización de la lluvia, dios o la democracia para que unos cuantos se llenen los bolsillos, mientras muchos más las pasan putas.
Por cierto, nos informan que el próximo 14 de febrero hay congregación de ciudadanos escépticos, hartos y cabreados en Madrid, convocada por la Plataforma de las Clases Medias. Posiblemente no se resolverá nada, pero conforta verse rodeado de otros que están padeciendo los mismos problemas, ahí precisamente, en la reunión de damnificados, es donde nace la política que produce soluciones –cuando las hay-, y anuncia un nuevo cambio de paradigma político.
De lo que nos une, siempre acaba saliendo algo bueno, de lo que nos separa, sólo salen los engaños, las equivocaciones y los errores, de un Presidente, de su corte, y del pueblo que representa.
Y ahora, los del PSOE y sus sindicatos, con la misma caradura que les ha caracterizado siempre, piden que todos arrimemos el hombro para ayudar, para ayudar a reconstruir lo que ellos han derribado, primero que reconozcan que han metido la pata, luego que pidan disculpas -abandonen el poder- y más tarde, ya veremos. Que infinita soberbia, es como si unos terroristas heridos le piden a sus víctimas que les ayuden a levantar el hospital que han derribado con su egoismo, porque ahora lo necesitan para recuperarse, y poder seguir destruyendo hospitales. ¡Anda ya!
Que se enteren de una vez de una de las leyes universales de la democracia: político que se equivoca en la defensa de lo común -aunque no engañe-, a la puta calle.
Biante de Priena
Ciertamente, que Zapatero responda a unas preguntas hechas por los ciudadanos tras una selección previa, no resolverá la sequía laboral, o la crisis económica, pero ayuda a concentrar la atención sobre los problemas que nos atenazan realmente.
La gente aprovecha estas reuniones colectivas para discutir sobre lo que les preocupa y comparar su situación con la de los demás, y siempre acaban encontrando alguno más desafortunado, lo que contribuye a tranquilizarles, o alguien con más experiencia, por los años vividos, que recuerda que en el siglo pasado, hubo tiempos de grandes crisis y de todas se salió adelante, lo que adereza con alguna anécdota divertida o trágica que hace exclamar al personal alguna interjección.
Como vemos, las cosas no cambian, lo que si cambia son los sujetos que se aprovechan de la coyuntura, pasando de los chamanes a los religiosos, y posteriormente a los políticos. Y a lo que estamos asistiendo es sencillamente al sacrificio del cordero pascual, el chivo expiatorio, un símbolo que se comparte que ha mostrado su ineficacia.
Zapatero no es el único responsable de lo que ocurre, pero semánticamente es quien reúne en su persona el significado y significante de la realidad española, es el representante de todos y como ha demostrado que no sirve hay que sustituirlo, reemplazarlo por otro icono que sea más eficaz. Esto es bueno, porque ayuda a la gente a cambiar de posición, y a evolucionar. El fracaso de los políticos, nos muestra el camino del triunfo de los ciudadanos.
Los humanos, somos seres culturalmente programados para no apreciar cuando somos felices, y para reaccionar cuando somos desgraciados. Haber contemplado al Presidente haciendo el ridículo en su burbuja utópica de dichoso optimismo –eso que ya había amenazado en otro programa con los 80 céntimos del café- ha sido un hermosos espectáculo de circo, hasta la colocación del público recordaba el escenario en que los cristianos eran devorados por las fieras y los gladiadores se mataban entre ellos.
Pero en esta escenificación de la realidad no sé si resulta más sorprendente el ridículo que ha hecho el Presidente del Gobierno español, el apoyo inquebrantable de su partido –mostrando que defienden lo indefendible-, el particular silencio de la oposición, o el cabreo de los que hace tan solo 9 meses lo elevaron a los altares de la santidad pública.
De todas formas, estamos en crisis, y lo que está claro es que los que debieran estar resolviéndola no tienen ni pajolera idea de cómo hacerlo, demostrándose que estamos pagando a todos estos políticos a precio de indispensables, para que nos cuenten películas que podemos ver en cualquier cine, o gratis en internet.
Con el espectáculo que nos ha brindado Zapatero queda demostrada su absoluta inutilidad, ahora ya ni nos entretiene, más bien nos crispa, y paradójicamente, él sigue siendo el mismo, así que aprendamos la lección para siempre: los idiotas son los que han confiado en sus buenas palabras, un país con once millones de creyentes que abjura de la creencia religiosa para caer definitivamente en la creencia política.
Probablemente dios no exista, pero la democracia, tampoco, existe el poder, eso sí, que es la utilización de la lluvia, dios o la democracia para que unos cuantos se llenen los bolsillos, mientras muchos más las pasan putas.
Por cierto, nos informan que el próximo 14 de febrero hay congregación de ciudadanos escépticos, hartos y cabreados en Madrid, convocada por la Plataforma de las Clases Medias. Posiblemente no se resolverá nada, pero conforta verse rodeado de otros que están padeciendo los mismos problemas, ahí precisamente, en la reunión de damnificados, es donde nace la política que produce soluciones –cuando las hay-, y anuncia un nuevo cambio de paradigma político.
De lo que nos une, siempre acaba saliendo algo bueno, de lo que nos separa, sólo salen los engaños, las equivocaciones y los errores, de un Presidente, de su corte, y del pueblo que representa.
Y ahora, los del PSOE y sus sindicatos, con la misma caradura que les ha caracterizado siempre, piden que todos arrimemos el hombro para ayudar, para ayudar a reconstruir lo que ellos han derribado, primero que reconozcan que han metido la pata, luego que pidan disculpas -abandonen el poder- y más tarde, ya veremos. Que infinita soberbia, es como si unos terroristas heridos le piden a sus víctimas que les ayuden a levantar el hospital que han derribado con su egoismo, porque ahora lo necesitan para recuperarse, y poder seguir destruyendo hospitales. ¡Anda ya!
Que se enteren de una vez de una de las leyes universales de la democracia: político que se equivoca en la defensa de lo común -aunque no engañe-, a la puta calle.
Biante de Priena