Si hubiera que describir la transversalidad con una definición matemática esta sería la intersección, los partidos de izquierda y derecha en un eje, o los nacionales y nacionalistas en otro, tratan de que no existan planteamientos compartidos, precisamente esto les concede una definición diferenciada para distinguirse del rival, y cuanto más se diferencian del adversario saben que recogerán más votos, lo que les hará más fuertes. Pero esto es un modelo que puede aplicarse más a los beneficios que puede originar la competición en economía, que en política.
Esto supone una tremenda estupidez desde una perspectiva racional, imaginemos dos caballos tirando de un carro mientras que cada uno trata de irse a su costado externo, el carro no podría seguir adelante o iría demasiado lento o a trompicones, porque las fuerzas de los dos animales terminarían neutralizándose, que es precisamente lo que ocurre en la política. Pero si logramos que esos dos caballos vayan unidos por unos arneses que limiten su escape hacia el exterior, entonces el carruaje avanzará normalmente.
La aplicación de la racionalidad a la política es una de las ambiciones de los planteamientos que ofrece la transversalidad, porque las emociones, los sentimientos, o las distintas sensibilidades no reportan nada positivo a la acción política, más bien al contrario como se puede observar en la política española durante la presente legislatura.
Además, todos los partidos políticos en las sociedades avanzadas están obligados a mantener transversalidad en determinadas cuestiones, como el respeto a la democracia, a la libertad o a la justicia.
Desde una perspectiva económica, la transversalidad supone un importante ahorro de energía material y humana, porque se mueve en el territorio de la posibilidad, y no en el de los planteamientos absolutistas de que el rival no tiene razón nunca en lo que dice, porque la razón es siempre nuestra.
¿Conocen a alguien que se defina como de izquierdas y derechas?. Será difícil hallar tan extraordinario especimen, pero sin embargo todos somos de izquierdas y derechas en la vida práctica, aunque ideológicamente estemos convencidos de otra cosa.
Somos de izquierdas cuando queremos que las cosas cambien, y somos de derechas cuando queremos que se mantengan como están, y nadie con una mínima racionalidad quiere que todo cambie o todo permanezca durante todo el tiempo, por lo tanto todos somos transversales en mayor o menor medida en todos los ámbitos de nuestra vida.
Hay muchas falacias en política, y una de ellas se establece sobre el concepto de progreso, porque esta característica deseable en muchas ocasiones, resulta que no lo es en otras. Un ejemplo nos hará comprender mejor las cosas, si alguien se propusiera hacer una autopista dentro de un parque nacional (recientemente ha ocurrido en Polonia), mucha gente se opondría sin duda, pero sin embargo necesitamos autopistas, porque nos facilitan la vida y contribuyen al desarrollo, pero no en cualquier circunstancia.
Se podría decir que la transversalidad política busca el progreso de una forma racional, dinámica y sostenible, de nada sirve avanzar demasiado para agotar los recursos rápidamente y más tarde quedarse parados hasta que se vuelvan a recuperar.
Ese progreso se consigue estableciendo acuerdos entre las diversas alternativas posibles con un criterio relativo, y no absoluto como el que habitualmente se utiliza desde las posiciones de izquierda o derecha. La cogestión alemana, entre sindicatos y empresarios, es un modelo que ha logrado sostener la economía de esta nación durante décadas, incluso haciendo frente a la incorporación de su parte oriental, con todas sus carencias y retrasos económicos.
Los recursos que el Estado puede ofrecer a la Sociedad no son inagotables, si el Estado proporciona más recursos de los que puede ofrecer, se termina produciendo inflación y empobrecimiento. El mercado, sin embargo, produce más riqueza cuanta menos intervención estatal le sobrevenga, lo que no quiere decir falta de control, porque al mercado se le debe canalizar dentro de límites racionales, con las leyes que impidan sus desvaríos.
Las planificaciones económicas o políticas siempre están sujetas a los sesgos que ocasionamos se imponen por los seres humanos o las circunstancias, pero siempre se obtendrán mejores resultados con un planteamiento transversal, que con uno conflictivo permanente, que es al que estamos acostumbrados en la política española.
El ritmo de progreso, sin embargo, si puede acordarse y planificarse, y es lo que se trata de hacer en numerosos países avanzados como los países escandinavos, Suiza o Japón, y la razón es que los partidos políticos que existen en estos lugares siempre logran establecer acuerdos porque comparten objetivos a largo plazo, teniendo además unas administraciones públicas extraordinariamente competentes, cosa que en nuestro país no ocurre porque se encuentran sesgadas políticamente por los gobiernos de turno.
La transversalidad es una emergente del futuro, relativa al tiempo que vivimos, y que busca superar los viejos anclajes que impiden un desarrollo óptimo de las sociedades en las que vivimos. Se podría decir que pretende sublimarse sobre lo existente, superando el nivel actual de dificultad, y ubicando en cada lugar las influencias que provienen de tradiciones estériles, vicios adquiridos en la gestión de los recursos, percepciones fundamentalistas sobre la realidad que siguen vigentes, y por las que se paga un elevado precio político.
Un ejemplo de política transversal en relación a la educación sería la de establecer como obligatoria la enseñanza del castellano en todo el territorio nacional, sin denostar el conocimiento de lenguas localizadas en distintos lugares. Prescindir de un lenguaje común en un país, algo que se está haciendo por intereses ocultos de todos los partidos políticos es un tremendo error histórico, político y económico, que solo beneficia a quienes obtienen ventajas con la actual situación, es decir, a los partidos nacionalistas.
En relación al tema de la Educación para la Ciudadanía ocurre algo parecido, el Estado no es el único oferente de valores, hay valores que nada tienen que ver con el Estado sino con otras formas culturales como la religión, las costumbres, o las tradiciones históricas que se contraponen a los valores estatales. Renunciar a su presencia en la sociedad no supone ninguna avance social, sino más bien todo lo contrario. Por eso es importante que el Estado sea laico, y peligroso que se convierta en laicista, porque el laicismo es una forma de fundamentalismo a denostar.
El Estado lo que debe ofrecer es enseñanza de los valores existentes en la sociedad en la que se asienta y no modelos gestionados por intereses políticos. Es una estupidez crear una controversia inútil entre la libertad de enseñanza y la libertad de aprendizaje. Por la misma razón, tampoco se debe permitir que los únicos valores que se enseñen sean los religiosos, porque caeríamos en una trampa como la que se ha producido con el tema de la lengua en territorios en los que hay lenguas alternativas.
La transversalidad educativa requiere asumir la realidad cultural existente, no se puede intrumentalizar la cultura desde un planteamiento político, aunque si puede hacerse desde uno social. La cultura debe corresponderse con la sociedad, y la política debe ceñirse a la sociedad y la cultura existentes, no tratar de desviarlas hacia el interés y beneficio de los políticos, eso es un acto de irracionalidad que se queda fuera de los presupuestos transversales.
Y terminamos este segundo episodio sobre la transversalidad con un ejemplo conflictivo, el tema del aborto, y el ejemplo serviría también para el de la lengua en su ámbito o cualquier otro.
Desde las enseñanzas religiosas que considera el aborto como un pecado hasta las posiciones más avanzadas que lo consideran como un derecho social hay un largo camino, y evidentemente un conflicto de difícil solución, porque concierne a la vida, la dignidad, la conciencia humana y la libertad. Un criterio transversal sería exponer ambas posiciones de forma argumentada, el catolicismo considera un pecado el aborto por esto y por lo otro, y abjura de su ejecución, mientras que desde una perspectiva ívica se considera un derecho por esto y por lo otro, y algo que debe estar legislado en una sociedad del siglo XXI.
No se puede negar la realidad de conflicto social sobre el tema, porque eso sería adoctrinar y no educar, lo más lógico en estos temas es procurar la información a los educandos (no su esclavitud ideológica), y permitirles que libremente vayan construyendo su criterio.Lo que no es admisible es que se produzca una inmersión en la cultura que le interesa a un determinado partido político, con el fin de hacer proselitismo entre los más jóvenes de su ideología, excluyendo otros criterios de forma dogmática.
La transversalidad a debate (I)
Enrique Suárez Retuerta
Esto supone una tremenda estupidez desde una perspectiva racional, imaginemos dos caballos tirando de un carro mientras que cada uno trata de irse a su costado externo, el carro no podría seguir adelante o iría demasiado lento o a trompicones, porque las fuerzas de los dos animales terminarían neutralizándose, que es precisamente lo que ocurre en la política. Pero si logramos que esos dos caballos vayan unidos por unos arneses que limiten su escape hacia el exterior, entonces el carruaje avanzará normalmente.
La aplicación de la racionalidad a la política es una de las ambiciones de los planteamientos que ofrece la transversalidad, porque las emociones, los sentimientos, o las distintas sensibilidades no reportan nada positivo a la acción política, más bien al contrario como se puede observar en la política española durante la presente legislatura.
Además, todos los partidos políticos en las sociedades avanzadas están obligados a mantener transversalidad en determinadas cuestiones, como el respeto a la democracia, a la libertad o a la justicia.
Desde una perspectiva económica, la transversalidad supone un importante ahorro de energía material y humana, porque se mueve en el territorio de la posibilidad, y no en el de los planteamientos absolutistas de que el rival no tiene razón nunca en lo que dice, porque la razón es siempre nuestra.
¿Conocen a alguien que se defina como de izquierdas y derechas?. Será difícil hallar tan extraordinario especimen, pero sin embargo todos somos de izquierdas y derechas en la vida práctica, aunque ideológicamente estemos convencidos de otra cosa.
Somos de izquierdas cuando queremos que las cosas cambien, y somos de derechas cuando queremos que se mantengan como están, y nadie con una mínima racionalidad quiere que todo cambie o todo permanezca durante todo el tiempo, por lo tanto todos somos transversales en mayor o menor medida en todos los ámbitos de nuestra vida.
Hay muchas falacias en política, y una de ellas se establece sobre el concepto de progreso, porque esta característica deseable en muchas ocasiones, resulta que no lo es en otras. Un ejemplo nos hará comprender mejor las cosas, si alguien se propusiera hacer una autopista dentro de un parque nacional (recientemente ha ocurrido en Polonia), mucha gente se opondría sin duda, pero sin embargo necesitamos autopistas, porque nos facilitan la vida y contribuyen al desarrollo, pero no en cualquier circunstancia.
Se podría decir que la transversalidad política busca el progreso de una forma racional, dinámica y sostenible, de nada sirve avanzar demasiado para agotar los recursos rápidamente y más tarde quedarse parados hasta que se vuelvan a recuperar.
Ese progreso se consigue estableciendo acuerdos entre las diversas alternativas posibles con un criterio relativo, y no absoluto como el que habitualmente se utiliza desde las posiciones de izquierda o derecha. La cogestión alemana, entre sindicatos y empresarios, es un modelo que ha logrado sostener la economía de esta nación durante décadas, incluso haciendo frente a la incorporación de su parte oriental, con todas sus carencias y retrasos económicos.
Los recursos que el Estado puede ofrecer a la Sociedad no son inagotables, si el Estado proporciona más recursos de los que puede ofrecer, se termina produciendo inflación y empobrecimiento. El mercado, sin embargo, produce más riqueza cuanta menos intervención estatal le sobrevenga, lo que no quiere decir falta de control, porque al mercado se le debe canalizar dentro de límites racionales, con las leyes que impidan sus desvaríos.
Las planificaciones económicas o políticas siempre están sujetas a los sesgos que ocasionamos se imponen por los seres humanos o las circunstancias, pero siempre se obtendrán mejores resultados con un planteamiento transversal, que con uno conflictivo permanente, que es al que estamos acostumbrados en la política española.
El ritmo de progreso, sin embargo, si puede acordarse y planificarse, y es lo que se trata de hacer en numerosos países avanzados como los países escandinavos, Suiza o Japón, y la razón es que los partidos políticos que existen en estos lugares siempre logran establecer acuerdos porque comparten objetivos a largo plazo, teniendo además unas administraciones públicas extraordinariamente competentes, cosa que en nuestro país no ocurre porque se encuentran sesgadas políticamente por los gobiernos de turno.
La transversalidad es una emergente del futuro, relativa al tiempo que vivimos, y que busca superar los viejos anclajes que impiden un desarrollo óptimo de las sociedades en las que vivimos. Se podría decir que pretende sublimarse sobre lo existente, superando el nivel actual de dificultad, y ubicando en cada lugar las influencias que provienen de tradiciones estériles, vicios adquiridos en la gestión de los recursos, percepciones fundamentalistas sobre la realidad que siguen vigentes, y por las que se paga un elevado precio político.
Un ejemplo de política transversal en relación a la educación sería la de establecer como obligatoria la enseñanza del castellano en todo el territorio nacional, sin denostar el conocimiento de lenguas localizadas en distintos lugares. Prescindir de un lenguaje común en un país, algo que se está haciendo por intereses ocultos de todos los partidos políticos es un tremendo error histórico, político y económico, que solo beneficia a quienes obtienen ventajas con la actual situación, es decir, a los partidos nacionalistas.
En relación al tema de la Educación para la Ciudadanía ocurre algo parecido, el Estado no es el único oferente de valores, hay valores que nada tienen que ver con el Estado sino con otras formas culturales como la religión, las costumbres, o las tradiciones históricas que se contraponen a los valores estatales. Renunciar a su presencia en la sociedad no supone ninguna avance social, sino más bien todo lo contrario. Por eso es importante que el Estado sea laico, y peligroso que se convierta en laicista, porque el laicismo es una forma de fundamentalismo a denostar.
El Estado lo que debe ofrecer es enseñanza de los valores existentes en la sociedad en la que se asienta y no modelos gestionados por intereses políticos. Es una estupidez crear una controversia inútil entre la libertad de enseñanza y la libertad de aprendizaje. Por la misma razón, tampoco se debe permitir que los únicos valores que se enseñen sean los religiosos, porque caeríamos en una trampa como la que se ha producido con el tema de la lengua en territorios en los que hay lenguas alternativas.
La transversalidad educativa requiere asumir la realidad cultural existente, no se puede intrumentalizar la cultura desde un planteamiento político, aunque si puede hacerse desde uno social. La cultura debe corresponderse con la sociedad, y la política debe ceñirse a la sociedad y la cultura existentes, no tratar de desviarlas hacia el interés y beneficio de los políticos, eso es un acto de irracionalidad que se queda fuera de los presupuestos transversales.
Y terminamos este segundo episodio sobre la transversalidad con un ejemplo conflictivo, el tema del aborto, y el ejemplo serviría también para el de la lengua en su ámbito o cualquier otro.
Desde las enseñanzas religiosas que considera el aborto como un pecado hasta las posiciones más avanzadas que lo consideran como un derecho social hay un largo camino, y evidentemente un conflicto de difícil solución, porque concierne a la vida, la dignidad, la conciencia humana y la libertad. Un criterio transversal sería exponer ambas posiciones de forma argumentada, el catolicismo considera un pecado el aborto por esto y por lo otro, y abjura de su ejecución, mientras que desde una perspectiva ívica se considera un derecho por esto y por lo otro, y algo que debe estar legislado en una sociedad del siglo XXI.
No se puede negar la realidad de conflicto social sobre el tema, porque eso sería adoctrinar y no educar, lo más lógico en estos temas es procurar la información a los educandos (no su esclavitud ideológica), y permitirles que libremente vayan construyendo su criterio.Lo que no es admisible es que se produzca una inmersión en la cultura que le interesa a un determinado partido político, con el fin de hacer proselitismo entre los más jóvenes de su ideología, excluyendo otros criterios de forma dogmática.
La transversalidad a debate (I)
Enrique Suárez Retuerta
3 comentarios:
A mi juicio, hay varios errores conceptuales en este artículo. El mayor, probablemente, consista en asimilar a " ser de izquierdas" desear que las cosas cambien, y asimilar a "ser de derechas" que las cosas sigan igual. Es una confusión bastante frecuente, sobre todo en España. Parte de la identificación conservador-derecha y reformista o progresista-izquierda. Y no es así, pues hay, históricamente, derecha reformista, derecha conservadora y hasta derecha revolucionaria. Y lo mismo, también históricamente, en la izquierda. Sería más interesante apelar a las corrientes filosóficas que han alimentado LAS derechas y LAS izquierdas en occidente. En particular la relación individuo-grupo y la cosmovisión religiosa o no de la humanidad.
Para superar la dicotomía tradicional entre partidos de derecha y de izquierda, y estoy de acuerdo con que hay que hacerlo (parcialmente), es necesaria esa reflexión, sin negarle a las corrientes de pensamiento su valor intrínseco, y sin borrar diferencias, que existen, entre opciones no iguales entre sí, ni igualmente respetables.
Evidentemente, este artículo se hace aquí y ahora, en las circunstancias en que estamos viviendo en España.
Pero tradicionalmente es así en la mayoría de los lugares, en Estados Unidos se considera de izquierdas lo que quiere cambiar con dirección hacia el progreso (sin definir) mientras que la derecha es conservar lo existente.
Desde una perspectiva exclusivamente teórica, evidentemente tiene razón el anónimo que escribe con anterioridad, pero la finalidad de este artículo no es epistemológica, sino aplicada a la realidad que estamos viviendo.
A medida que se van incorporando nuevos ejes, individuo-grupo, perspectiva nomotética o idiográfica, entre otras, es lógico que se requiera mayor precisión conceptual, al igual que en las aplicaciones precisas, pero evidentemente no es esta la finalidad de este artículo.
La Transversalidad era C`s antes del 8 y 9 de Julio de 2006.
Eramos la Transversalidad real, aunque por debajo de la superfice ya existian las luchas y fuerzas que dieron lugar a que la Transversalidad se perdiera por el camino.El 9 de julio de 2006 murio la transversalidad en C's.
Hoy tenemos que volver a poner en la práctica la transversalildad, ahora en UPyD.
¿ Cuantas fuerzas actuaban por debajo de la superficie en C's?
¿ qué fuerzas eran las que actuaban en sentido contrario y consiguieron neutralizar primero y suprimir después la transversalidad en C's?
¿Qué pasaba en CdC antes de ser C's?(me refiero a los nucleos de poder, grupos de presión, etc...)
¿ Alguién puede explicarlo?
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