El 3 de julio de 2003, El Mundo publicaba la noticia “Cascos garantiza que el AVE estará construido hasta Figueres en 2005”. EL 2 de octubre de ese mismo año se publicaba 'El riesgo de hundimiento en las vías del AVE es permanente'. Busquen los lectores “AVE CASCOS DOLINA” en Google y se sorprenderán de la cantidad de noticias que había en la segunda mitad de 2003, aunque no tanto como de la práctica desaparición de esas noticias a partir de 2004.
Sin embargo, ni el AVE se hundió a modo de Carmelo rodante, ni se tienen noticias de que la circulación ferroviaria se resintiera en las capitales que atraviesa el AVE.
No es hasta llegar a Barcelona que surge el desastre: catenarias rotas por grúas, cables arrancados por excavadoras, retrasos, retrasos, esperas interminables…
Obviamente, del mismo modo que el apagón de Barcelona fue la venganza de Pizarro por la OPA de Gas Natural (Iceta dixit) debida a su natural odio de español a todo lo catalán (no por defender a sus accionistas que han cobrado el doble de lo ofrecido por la gasista), los problemas de AVE y de Cercanías se deben a la pasión de Madrit por hundir la economía catalana. Incluso es mas que probable que los sucesos del Carmelo fueran una conspiración de Madrit para tapar el caso Windsor.
Detengámonos por un instante en Pizarro. Pongámosle cara de malo malísimo (digamos a lo Aníbal Lejjjjjter?). Situémosle ahora en nuestra pantalla de TV. Y sigamos su peripecia. Primero, las reuniones en la sombra con su equipo españolista planificando la destrucción de las infraestructuras catalanas con tanto esfuerzo levantadas contra Franco. Luego, convenciendo a los inspectores de la Generalitat de que no deben de inspeccionar las instalaciones como marca la ley. Una vez conseguido esto, procediendo a convencer, con sobornos y amenazas, a los trabajadores de Endesa en Cataluña para que saboteen las instalaciones. Finalmente, riendo a carcajadas, con esa risa española llena de jotas como su apellido mientras los ciudadanos barceloneses se quedan a oscuras, sudando y viendo como sus despensas se pudren. Y todo eso sin dejar una sola prueba, ni una pista para Saura. Michael Moore trabaja en ello.
Volvamos al AVE, por un momento. Desconocemos quien haya liderado la conspiración ni como la ha extendido para conseguir que los gruistas arranquen catenarias, los excavadoristas arranquen cables y el personal se niegue a dar explicaciones a los usuarios de cercanías.
Lo que es seguro es que esa conspiración existe y es la venganza por la pérdida de la E en su trayecto a Barcelona. El objetivo es obvio: crear la imagen en el inconsciente colectivo de que existe una maldición para Cataluña si se aleja de España: una colección de plagas de dimensiones casi egipcias.
Pero se nos plantea una reflexión en este punto: Las obras públicas se realizan a través de empresas públicas, semipúblicas o privadas que suelen subcontratar los trabajos dado que se trata de obras limitadas en el tiempo y no tienen estructura en todas las poblaciones. Así pues, son catalanas las empresas que ejecutan las obras a menos que se hayan subcontratado empresas de la anticatalunya, cosa extraña teniendo en cuenta la legislación, los sindicatos y el poder municipal. Y son catalanes los trabajadores, directivos y técnicos. Entonces ¿Cómo diablos se hace para implicar a tantos miles en una conspiración sin dejar rastro alguno? ¿Que ha pasado?
Los nacionalismos, a lo largo del último siglo, se han caracterizado más por la identificación del enemigo exterior que por la propia bandera que enarbolan. A diferencia de las naciones consolidadas, democráticas y adultas, los nacionalismos se definen “contra”. Contra lo que les convierte en víctimas inocentes. Poderosas fuerzas contra las que luchan denodadamente los héroes de la nueva nación.
Se es inglés o francés sin necesidad de afirmarse “contra”. Lo mismo observamos en el imperio del mal: son americanos. Sin embargo, los nacionalismos regionales españoles se definen precisamente como antiespañoles más que por su propia identidad. Eso hace que sea preciso generar toda una mítica de la agresión sufrida en el pasado, en el presente y en el futuro que justifica todos los males existentes.
Y ese modo de pensar permea. Se desliza por todos los rincones de la vida de los seres humanos que conforman cualquier colectividad.
Así pues, no perdemos clientes por un mal servicio o por una atención inadecuada, sino por la campaña anticatalana. Cuando no es esa campaña (hay veces que ni el alcohol permite ciertos saltos intelectuales) son las malas artes del competidor. Pero la razón del problema siempre esta fuera: en el enemigo exterior.
Difícilmente se puede luchar contra unos enemigos exteriores tan insistentes, tan bien pertrechados y organizados mejorando internamente los procesos, mejorando la atención, preocupándonos por escuchar al mercado y sus necesidades y expectativas. Eso parece obvio. Hay que recurrir a la subvención, al arancel. Hace falta un estado propio que pague y nos mantenga en el mercado.
Los empresarios a los que se supone vigilantes de sus dineros y de que lo que pagan en impuestos se invierta en mejorar las infraestructuras y el nivel social para poder seguir prosperando se ven forzados a aceptar que un porcentaje indeterminado de los impuestos sea distraido. Y no porque comulguen con el derecho de pernada, sino porque no deben de dar armas a los enemigos de la nación, que son sus enemigos. A no ser que… ellos también hayan aprendido que el modelo es El Señor Dioni, aunque no se atrevan a imitarle.
Paso a paso, de victoria en victoria, excusa a excusa, tres por ciento a treinta por ciento, las empresas cada vez son menos eficientes, cada vez menos competitivas.
Y eso obliga a establecer una relación con el enemigo externo (España) que asegure que paguen sus crímenes durante los siguientes milenios. Esto es imprescindible, ya que las debilidades que nos han infligido son tantas y tan variadas que no podríamos sobrevivir sin una dosis de sangre gratuita. Es el derecho que nos da nuestra condición de víctimas.
Voces hay y habrá que se alcen contra el destino: la quinta columna, infiltrados españolistas, que trabajan desde dentro en la destrucción de la nación, saboteando para generar no conformidades, envenenando conciencias para reducir ventas. Habrá que identificarlos. Al tiempo. Y si no los identificamos, no pasa nada: hacemos como con el cine y que paguen los españoles, compren o no.
Por supuesto, el fracaso escolar es responsabilidad de esos quintacolumnistas: los padres, que se niegan a abrazar al Gran Hermano y se arrogan el derecho de hablarles en español. Ellos deberán responder también.
J.Manuel de Marabelu
1 comentario:
Hay que establecer un criterio certero para discriminar acción política de pura propaganda; lo mismo ocurrió con el Prestige, con la guerra de Irak.
Actualmente, en el PSOE brillan dos cosas: la necedad de ZP y el aparato de propaganda de Goebbels-Blanco. No hay más.
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