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viernes, 27 de julio de 2007

Los españoles no somos nacionalistas, pero tampoco idiotas


Uno de los discursos preferidos de los “aberchalismos” catalán y vasco es precisamente el de la inversión del argumento sobre la cuestión nacional. Su discurso consiste en exponer que los nacionalismos son movimientos reactivos que luchan contra la opresión del nacionalismo español, auténtica raíz del problema irresoluble de la integración de las comunidades autonómicas reforzadas por el artículo 151 de la Constitución.

Tremenda falacia esperpéntica, porque los españoles nunca han sido nacionalistas, salvo cuando juega Nadal, corre Fernando Alonso, o la Selección Nacional sufre. El cuento de que los españoles han oprimido las culturas minoritarias de este país, sin embargo ha permitido que toda una legión de mediocres ocupen cargos políticos y económicos, que jamás les hubieran correspondido racionalmente si no hubiera mediado el nacionalismo en el asunto.

Una de las mayores barbaridades políticas que se ha cometido en este país, es la de integrar cultura y política en una misma variable. La cultura no es política, ni la política es cultura, pero los intereses de algunos avezados rentistas territoriales, se ha ocupado de entrecruzarlas para obtener pingües beneficios electorales y políticos.

El juego de poder ha funcionado, porque los grandes partidos políticos nacionales han participado del mismo, tanto el PP en sus acuerdos con CIU, como el PSOE en los suyos con ERC, han rentabilizado a nivel nacional, lo que se detraía a nivel autonómico. El mayor perjuicio en Cataluña ha sido para la lengua española

En el País Vasco, los acuerdos han sido de todos los tipos, con el fenómeno del terrorismo de ETA como telón de fondo, las negociaciones de Rodríguez Zapatero, el estado libre asociado de Ibarretxe, y alguna otra maravillosa floritura que socava cualquier proceso racional. El mayor perjuicio ha sido y sigue siendo la seguridad. En el País Vasco, la libertad de expresión está limitada en el caso de los que no apoyen la segregación, pagando algunos con su vida el haberse opuesto al nacionalismo “aberchale”.

España en marcha

Es hora de cambiar el discurso, de sustituir el ventajismo territorial que hace que nuestra Constitución se convierta en una tábula laxa de connotaciones feudales, por un discurso de unidad, como recientemente ha dicho Arcadi Espada.

Parece que las veleidades nacionalistas han superado el dintel de lo admisible, y la reacción de los españoles, que no la de los partidos políticos que los representan, está servida.

Numerosas plataformas ciudadanas están convergiendo en un proyecto singular, la creación de una alternativa a lo existente, que tendrá como elementos fundamentales el ciudadanismo, la transversalidad ideológica, el constitucionalismo, y la reafirmación de la condición española de los habitantes de este país, que se deben comunicar en su conjunto por medio de la lengua española, y en los lugares donde haya otras, también podrán hacerlo, en la que les parezca, siempre que no se imponga a nadie el que no pueda expresarse en lengua española.

Con un programa electoral tan sencillo se pueden obtener decenas de diputados en las próximas elecciones generales. El ciudadanismo creará un nuevo eje de poder, en el que los políticos que desean representar a los ciudadanos estarán en un extremo, y los ciudadanos que se representan a sí mismos, estarán en otro.

La transversalidad ideológica, permitirá afrontar los problemas sin el lastre habitual de primero lo que diga el partido. Un partido transversal buscará la mejor solución a los problemas de los ciudadanos, prescindiendo de si proviene de la izquierda o la derecha, exclusivamente con los criterios de posibilidad y eficacia.

El constitucionalismo no requiere interpretaciones, hay una constitución vigente y debe ser respetada, porque es la norma que se han concedido los habitantes de este país para armonizar su convivencia por encima de territorios, condiciones, costumbres, y cualquier otra circunstancia.

La reafirmación de la condición española en los habitantes de este país, si que resulta reactiva a los excesos de los nacionalismos, y es una simple consecuencia del desequilibrio interterritorial en el que estamos viviendo. Una lengua común es irrenunciable, por razones históricas, culturales, y humanas.

En cuanto a la oferta programática, pues la opción que permita mayor progreso en este país de la inmensa mayoría, con los menores costes posibles para las minorías. El margen de maniobra económica es más bien escaso, pero habrá de incluir una optimización de los servicios públicos: educación, sanidad, seguridad, justicia, bienestar social, y tendrá que abordar el tema de la especulación inmobiliaria y la integración plena de los inmigrantes tras un periodo determinado de residencia en nuestro país.

Aproximadamente, cuatro o cinco millones de españoles estarían dispuestos a votar por una opción política que les devolviera la confianza en las instituciones.

Para eso se necesita que la gente tenga confianza en la oferta que se presente, y por lo tanto es preciso que se produzca un movimiento de apoyo a esta alternativa, así como la presencia de algunas figuras relevantes de la sociedad española, que no tienen por que ser políticos exclusivamente, sino que pueden integrarse personajes conocidos precisamente por su honestidad, buen criterio, y espíritu crítico con lo existente.

Quedan ocho meses, en agosto el proyecto tendría que haber concluido, y comenzar con los programas y proseguir con las afiliaciones y recopilación de simpatías.

Los nacionalismos saben que los objetivos de este nuevo partido será reducir su poder en el Estado, los partidos nacionales convencionales sabrán que les ha surgido un competidor peligroso y se cerrarán en banda para fortalecer lo existente.

Pero solo hay una forma de que este proyecto salga adelante, y es la implicación masiva de ciudadanos en su desarrollo, se necesitan miles de personas comprometidas en todo el territorio nacional, para decirles a los nacionalistas que los habitantes de este país no hacemos nacionalismo español cuando nos consideramos españoles, y que estamos aquí, unidos, para demostrarles a los nacionalistas que tampoco somos idiotas, a pesar de que lo haya parecido durante las últimas décadas.


Biante de Priena

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Toda la cuestión del nacionalismo se reduce a una cosa: el deseo de permanencia en el poder político de una casta social.

http://www.paralalibertad.org/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=10279
http://www.paralalibertad.org/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=9478

Anónimo dijo...

http://www.paralalibertad.org/modules.php?op=modload&name=
News&file=article&sid=9478

http://www.paralalibertad.org/modules.php?op=modload&name=
News&file=article&sid=10279

Anónimo dijo...

Los españoles no pretendemos imponer el castellano, como lengua única de la administración, ni deseamos que sea el único instrumento vehicular de comunicación.

Los españoles no deseamos la incorporación de las antiguas colonias a España, ni las consideremos integrantes de ninguna entelequia patria.

Los españoles no queremos recuperar supuestos derechos del pasado ni deseamos desandar el camino recorrido, ni pretendemos cerrar nuestras fronteras para evitar la globalización humana y cultural.

Los españoles queremos abrirnos al mundo y compartir con él lo bueno, que es mucho, que tenemos y deseamos ser participes de una unidad, primero europea y luego mundial, que posibilite la igualdad de los seres humanos, independientemente de sus orígenes o etnias.

En definitiva, los españoles NO SOMOS NACIONALISTAS.

Somos solo eso, españoles. Y a mucha honra.

Anónimo dijo...

Muy bueno Erasmo.

Dejémonos de diferencias, todos somos españoles.

Anónimo dijo...

tikis, permiteme , yo diría , basta ya de tantas PIJADAS, TODOS SOMOS ESPAÑOLES,y después que cada cual se monte su república independiente, que por cierto, yo tambien tengo, pero, pese a quien pese, TODOS ESPAÑOLES.

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