En lugar de broncear bajo el sol valenciano, Jacques Mari, sesentón dinámico, ciudadano francés y militante del Partido Popular, recorre las calles de San Fulgencio y del litoral alicantino, en campaña electoral. Son muchos los extranjeros con derecho al voto o a ser elegidos, noruegos o comunitarios, entre ellos muchos ingleses, alemanes y franceses. Se han instalado en esta maravillosa zona de la geografía española, y movidos por su cultura participativa, han optado por comprometerse con la vida política de su lugar de residencia. La mayoría integran los partidos nacionales (el PP sobre todo, pero también el PSOE) y van en las listas, sometiéndose al veredicto de las urnas. Otros hasta han creado partidos o plataformas propias, no precisamente étnicas, pero con preocupaciones locales y hasta localistas.
Son 334.000 ciudadanos europeos, el doble en relación con 2003. Están votando hoy, muchos son candidatos. A su manera y en su medida, deciden del futuro de su pueblo de adopción, de su ciudad y de España.
La mayoría de estos ciudadanos atípicos son jubilados, viven en la costa valenciana y andaluza, también catalana: es su Florida europea, compuesta a veces de poblaciones artifiales con calles John Lennon, fruto del turismo de masa reconvertido en lugar de retiro definitivo, producto de los años 80.
En San Fulgencio, por ejemplo, representan el 75% de la población. Los indígenas españoles son minoría. En La Nucía, más de lo mismo. En esas urbanizaciones a lo Truman Show, casi nadie habla castellano de forma corriente y normal. Conviven en los restaurantes los menús de tortillas y paellas, tan exóticos y apreciados, con los fish & chips de su infancia en la neblina.
« Se vivía muy bien aquí, hasta hace unos años", dice Jacques Mari, en la sede del PP. "Pero La Marina ha crecido demasiado, y tenemos problemas con las infraestructuras". Las quejas de estos jubilados de clase media y pequeños empresarios de hostelería y restauración apuntan a la corrupción en la gestión local, al despilfarro en la administración de los impuestos, a veces también a la discriminación que denuncian en el trato que algunos ayuntamientos dispensan a los extranjeros desde el punto de vista fiscal.
En estos lugares, la campaña electoral de los dos partidos nacionales y de otros se hace en castellano, en valenciano, en inglés, en alemán y en francés. Han decidido dirigirse a ellos, pues sus votos son útiles, necesarios, a veces decisivos.
Y si se descuidan los autóctonos, como en Orihuela, los british y los gabachos borran un milenio de guerras sangrientas para aliarse contra la corrupción urbanística y la deriva fiscal de la casa nostra, creando su propio partido. Oh la la.
Son 334.000 ciudadanos europeos, el doble en relación con 2003. Están votando hoy, muchos son candidatos. A su manera y en su medida, deciden del futuro de su pueblo de adopción, de su ciudad y de España.
La mayoría de estos ciudadanos atípicos son jubilados, viven en la costa valenciana y andaluza, también catalana: es su Florida europea, compuesta a veces de poblaciones artifiales con calles John Lennon, fruto del turismo de masa reconvertido en lugar de retiro definitivo, producto de los años 80.
En San Fulgencio, por ejemplo, representan el 75% de la población. Los indígenas españoles son minoría. En La Nucía, más de lo mismo. En esas urbanizaciones a lo Truman Show, casi nadie habla castellano de forma corriente y normal. Conviven en los restaurantes los menús de tortillas y paellas, tan exóticos y apreciados, con los fish & chips de su infancia en la neblina.
« Se vivía muy bien aquí, hasta hace unos años", dice Jacques Mari, en la sede del PP. "Pero La Marina ha crecido demasiado, y tenemos problemas con las infraestructuras". Las quejas de estos jubilados de clase media y pequeños empresarios de hostelería y restauración apuntan a la corrupción en la gestión local, al despilfarro en la administración de los impuestos, a veces también a la discriminación que denuncian en el trato que algunos ayuntamientos dispensan a los extranjeros desde el punto de vista fiscal.
En estos lugares, la campaña electoral de los dos partidos nacionales y de otros se hace en castellano, en valenciano, en inglés, en alemán y en francés. Han decidido dirigirse a ellos, pues sus votos son útiles, necesarios, a veces decisivos.
Y si se descuidan los autóctonos, como en Orihuela, los british y los gabachos borran un milenio de guerras sangrientas para aliarse contra la corrupción urbanística y la deriva fiscal de la casa nostra, creando su propio partido. Oh la la.
Dante Pombo de Alvear
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