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viernes, 16 de mayo de 2008

Refutación Política de UPyD (y Ciutadans)

Ante el descalabro político e institucional que se vive en España, que partidos políticos como el PP o IU hayan entrado en profunda crisis tras el triunfo electoral del PSOE, es sólo un signo de la apropiación absoluta del poder del Estado por parte del partido que dirige Rodríguez Zapatero. Quienes pretendan hacer oposición convencional, están condenados al fracaso, porque el poder totalitario absorbe cualquier discrepancia e impide cualquier alternativa.

Algo parecido ha ocurrido con los partidos nacionalistas en Euskadi y Cataluña, cuando han comprobado en su perplejidad, que el PSOE les recortaba resultados para su representación nacional, en sus acotados y cuidados territorios electorales, a pesar de estar gobernando en sus comunidades. Abocándolos al camino de la sedición y apartándolos de las rentables negociaciones de su añorada independencia de España.

¿Y qué ocurre con las nuevas formaciones políticas como Ciutadans y UPyD?. Ambas opciones son modelos replicantes con una declaración de buenos propósitos, que responden a la demanda del elector harto de ver como sus votos no sirven más que para que los políticos sigan viviendo magníficamente y las cosas sigan igual, en realidad cumplen con una función compensatoria al proclamarse como alternativas a lo existente, aunque en realidad son más de lo mismo. Solo se distinguen en su ubicación territorial, Ciutadans está afincado en Cataluña, y UPyD en toda España menos en Cataluña (donde exclusivamente se mantiene como presencia inútil y testimonial).

Ciutadans y UPyD no son más que “señuelos políticos” que atraen nuestra atención con un modelo organizado de forma comercial (buen marketing), orientado a la demanda propia del consumidor político medio que reconoce el marasmo político en el que vivimos.

Un portavoz con una retórica excelente, un mensaje crítico con la forma de hacer política en este país, unos eslóganes atractivos: “solo nos importan las personas”, “lo que nos une”; un posicionamiento próximo a los ciudadanos y ya tenemos la cara de un producto suculento para el consumo político.

El problema es la cruz, porque cuando se ahonda en la organización interna de estas formaciones se puede comprobar que se repiten los mismos procesos: un aparato jerárquico controlado con mano de hierro (en UPyD por Carlos Martínez Gorriarán, en Ciutadans, ni se sabe), una oligarquía organizada en el único interés de sacar el producto adelante (estabilidad y coherencia), una ausencia de democracia real, y una colección de arribistas ascendidos desde la dirección política del partido que no presenten problemas a la consolidación de la obra. Aderezado todo ello con algunos gestos autoritarios como la ausencia de respeto a las reglas, estatutos, criterios democráticos o simplemente de justicia, tenemos configurada la máquina de conseguir votos. Son organizaciones totalitarias, con aspecto de híbridos políticos entre la democracia y la confianza.

Albert Rivera y Rosa Díez son excelentes oradores, que saben perfectamente lo que quieren escuchar sus audiencias y aparentar que son la única alternativa posible a todo lo existente, de ahí su éxito. Son personas-anuncio que pasean por el mundo la bondad de la democracia, igual que podrían convencernos de la eficacia de un crecepelo o la excelencia de un perfume.

Ciutadans es un proyecto fracasado, y UPyD seguirá sus pasos, no por ausencia de liderazgo, sino por exceso de celo de los muñidores de su organización interna, que una vez más han decidido prescindir de los críticos con capacidad de generar un discurso propio, para quedarse con los aquiescentes dispuestos a celebrar cualquier nimiedad pronunciada por los elegidos para la gloria.

De lo que se deduce que ni Ciutadans, ni UPyD tienen en mente resolver ninguno de los problemas políticos que tenemos los ciudadanos españoles, más bien lo que buscan es consolidar posiciones públicas que les reporten beneficios económicos, poder y reconocimiento. En Ciutadans se han desmoronado, y en UPyD han comenzado la “caza de brujas” para erradicar cualquier voz crítica.

Por eso resulta cómico escuchar a Albert Rivera o a Rosa Díez hablar de la regeneración democrática, de la igualdad y la libertad, de la Constitución, de los derechos civiles, de la justicia, y comprobar que en sus propias formaciones políticas brillan por su ausencia. ¿Cómo se van a conseguir esos objetivos?, cabe preguntarse, si precisamente quienes podrían afrontar ese reto con sus propios recursos, son excluidos y desterrados.

En fin, ni Ciutadans, ni UPyD serán algo más que operaciones mercantiles de la política, con discursos propicios al consumo fácil por parte de los ciudadanos desesperanzados, hastiados y aburridos; sus aparatos totalitarios se encargarán de acabar con cualquier oportunidad real de cambio, porque en realidad no les interesa más que mantenerse en el poder a cualquier precio, dentro del partido, y fuera de él ,tener una presencia suficiente para que sus líderes se puedan liberar económicamente de sus obligaciones anteriores, mientras pasean su aureola de autenticidad por los escenarios.

Son movimientos sectarios que buscan la despersonalización y la alienación de sus militantes, a los que solo consideran comparsas de la obra, por eso en su seno sólo triunfarán los obedientes con ambiciones personales y fracasarán los críticos con ambiciones públicas. Se repite en UPyD la misma historia que previamente se vivió en Ciutadans.

Que nadie se considere defraudado tras este aviso, no esperen nada, porque nada se puede esperar del más de lo mismo.

Enrique Suárez Retuerta

Como si no pasara nada


Es fascinante la caradura que tienen los políticos españoles, la caterva actúa como si no pasara nada. Asesinan a un Guardia Civil, minuto de silencio, comités de bienvenida y despedida del féretro, y ahora ya está produciendo ortigas, y su mujer e hijo se han quedado sin marido y padre, porque el bueno de Piñuel, se estaba haciendo un País Vasco para poder marcharse a Málaga con la familia.

¿Hasta cuándo vamos a descontar la mezquindad de nuestros políticos?. ¿Cuánta miseria somos capaces de soportar los ciudadanos de este país sin hacer nada?. Estamos al borde del principio de algo que ni somos capaces de imaginar, ningún pueblo se mantiene tranquilo durante mucho tiempo mientras le destrozan los mimbres de la convivencia, la economía de subsistencia, y la propia existencia.


Dice Rajoy que va a procurar que le vean con Zapatero, ¡coño!, ¿y a mí que me importa que les saquen una foto juntos o separados?. A estas alturas, siguen los dos jugando a "tú haz como si no pasara nada, aunque nos hayamos cargado el alumbrado".

LLevamos más de 70 años (dictadura franquista + transición) viviendo bajo la tiranía del "como si no pasara nada". Y ya está bien. España no necesita una segunda transición, necesita entrar en la normalidad política de una puñetera vez, y para ello hay que erradicar a toda esta caterva de mangantes que viven de la política, es decir, de nuestros impuestos.

En este país se cometen errores políticos todos los días que nos cuestas millones de euros, que si la construcción de una obra pública se presupuestó demasiado bajo y necesita 40 o 50 millones de euros más, que si los servicios que se han contratado con una empresa que vive a la sombra de lo público hay que incrementarlos por las cosas del cambio climático, que si esta concesión hay que abaratarla porque es un amigo del primo de un ministro. LLevamos así más de 70 años, primero con Franco y después con todos sus sucesores, unos criticándolo y otros bendiciéndolo, pero todos viviendo a costa nuestra.

Es urgente que los políticos sean igual de responsables que el resto de los ciudadanos ante los errores que cometan en la gestión de los bienes que pertenecen a todos los españoles. El que meta la pata, deberá pagar con ello, como cualquier hijo de vecino.

Nos están tomando el pelo, porque cada vez que un político mete la pata en este país en vez de exigirle su dimisión, se le asciende a un puesto en otro sector para que siga funcionando la ley de hierro de "como si no pasara nada".
El umbral de rebosamiento de la paciencia de los ciudadanos se ha sobrepasado hace tiempo, y cada día estamos mucho más cerca de que pase algo, y ese día, queridos lectores, no pasará solo ese algo, se producirá una reacción en cadena que no va a dejar títere con cabeza. Es cuestión de meses, más que de años. No se puede soportar tanta estulticia sin ser soberanamente estúpido.

El "como si no pasara nada" tiene sus días contados. Romperá por cualquier costura, hay que recordar que durante los últimos meses se han visto numerosos conatos de rebelión pública: en el caso de Mari Luz, la niña de Huelva; en el caso del incendio de Écija que acabó con una familia; en la reciente trama de corrupción policial de Coslada.

Niká ("Victoria"), denominaban los griegos a la rebelión popular que hacía temblar los imperios. Comenzará cuando en una rebelión popular se produzca una víctima mortal "accidental" por parte de las fuerzas de orden público, posiblemente alguien joven. Entonces nadie detendrá el estallido de ira de las masas.

El ambiente de crispación creciente que han organizado los políticos de este país es el mejor terreno para que broten las protestas populares, y nadie podrá evitar su expansión una vez que comiencen. Tengo la certeza de que antes de que concluya el año 2008, asistiremos a una protesta popular contra los políticos de dimensiones desconocidas en nuestra historia.

Erasmo de Salinas

Corrupción política: el terrorismo silencioso


Independientemente de los estudios que cada año nos ofrece Transparency International y que durante el pasado año ha supuesto el peor puesto de los últimos diez años, descendiendo hasta el puesto 25, con la tasa de corrupción más elevada desde el año 2000, se están observando en España numerosos fenómenos que anuncian la insoportable rapiña a la que estamos sometidos los españoles por parte de las tramas organizadas en la prevaricación y la estafa pública, especialmente desde que el PSOE de Rodríguez Zapatero ha llegado al Gobierno.

No resulta sorprendente la asociación de corrupción política con gobiernos socialistas, precisamente el último gobierno de Felipe González fue desalojado de La Moncloa por el insoportable crecimiento exponencial de la corrupción en España, asociada a casos como Filesa, Rumasa, Cruz Roja, el despacho del hermano de Alfonso Guerra, o la singular epopeya de aquel Director de la Guardia Cívil, Luis Roldán, y los desmanes económicos del Ministerio del Interior en la época de Barrionuevo y Vera.

El caso de la Policía Municipal de Coslada es un claro ejemplo del deterioro ético que se está produciendo en nuestro país, al que se puede añadir la investigación que se está llevando a cabo en la Generalitat por los informes fantasma que le han costado al erario público 32 millones de euros.

Hoy mismo me comentaba un amigo empresario, que a fecha actual es prácticamente imposible participar en un concurso de obra pública si no se reparten beneficios antes de alcanzar la concesión entre los concesionarios. Hay que recordar que en este país hay un mercado secundario en las obras públicas, pues si una empresa alcanza una concesión, independientemente de que tenga capacidad de desarrollar la obra contratada, inmediatamente establece subcontratas que a su vez se siguen subcontratando varias veces, hasta que una empresa que contrata a sus trabajadores de forma ilegal, habitualmente inmigrantes, termina ejecutando el proyecto.

Pero quizás el mayor negocio de algunos testaferros del Partido Socialista haya sido las concesiones de empresas que trabajan para el sector público, de las que el Estado se ha desentendido. Hay impresionantes negocios relacionados con todos los sectores políticos relacionados con servicios públicos, educación, sanidad, justicia, cultura, medio ambiente - sector en alza -, igualdad, transportes, comunicaciones, y por supuesto, obras públicas.

La realidad es que este país ha perdido el tren de la honestidad pública, fundamentalmente con la llegada de los gobiernos socialistas, pero algo parecido ocurre en las zonas gobernadas por el Partido Popular o por los nacionalistas, que además utilizan sus recursos contra los intereses generales de España.

Es hora de que los ciudadanos nos organicemos políticamente, primero para denunciar y hacer pública toda la corrupción que conocemos en los lugares en que residimos, para presentarnos a continuación como acusación particular a los juicios que se celebren contra políticos acusados de corrupción. Si no lo hacemos nosotros, no lo hará nadie y al final, como hasta en el Consejo General del Poder Judicial ha habido casos de corrupción, todo quedará en un quítame allá estás pajas.

Es hora de que los ciudadanos luchemos directamente por nuestros derechos, porque si esperamos que los políticos se corrijan entre ellos en sus desmanes prevaricadores, jamás se resolverá este grave problema que retrasa más que ningún otro factor el progreso social en nuestro país, y pone en peligro el Estado de Bienestar más que ninguna crisis económica, nacional o internacional.

Es necesario que se cambie la legislación en materia de delitos de corrupción ejecutados por políticos y funcionarios, las penas deben ser similares a las que se establecen para los actos de terrorismo, porque si los crímenes del terrorismo son visibles, los de la corrupción política no lo son, y hacen tanto daño como el terrorismo a las circunstancias en que se desarrollan nuestras vidas.

Terrorismo y corrupción, delimitan el marco de desesperanza para todos los españoles. Es necesario recuperar la "salud pública", y para ello es imprescindible la organización de los ciudadanos en agrupaciones que intervengan directamente en el control de la gestión de los negocios que se están desarrollando a la sombra del Estado. En el actual estado de desconfianza justificada, sería una locura terrible no hacerlo.


Biante de Priena

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