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miércoles, 6 de marzo de 2013

Abducidos por la estupidez




"España, el bello país del vino y las canciones".  J.W. Goethe

El origen de todos males que acontecen  en España no es otro que la ignorancia. De la ignorancia proviene la estupidez humana, como nos relató el historiador y economista italiano Carlo María Cipolla en su  inolvidable obra “Allegro Ma Non Troppo”, pero también lo hace de la ineptitud, la irracionalidad, la inconsecuencia y la memez.

España está llena de idiotas, los hay por todas partes, atravesamos una auténtica epidemia de imbecilidad y la cosa tiene mal remedio, el mayor peligro para nuestro porvenir es que buena parte de los más imbéciles se han hecho con alguna cota de poder que defenderán con su propia vida, aunque sea haciendo trizas el futuro de las próximas generaciones de españoles, como han destrozado el de sus padres y abuelos.

El origen de la estupidez en España enlaza las proezas de Felipe II y su empecinamiento en convertir al mundo al catolicismo con todo el oro proveniente de las Indias, hasta dejar al reino en quiebra por cuatrocientos años, endeudado con los banqueros de Flandes;  hasta ese prodigio del espanto intelectual que fue José Luis Rodríguez Zapatero que trató de corregir los desmanes del rey que fue “más papista que el Papa” creando una Alianza de Civilizaciones para unir a musulmanes y cristianos, inmortalizándose de paso, a expensas de los 300.000 millones de euros de deuda pública que nos colocó a los españoles. Ser memo es muy español.

Cenutrios, lerdos, inanes, tenemos en España en todos los partidos políticos y judiciales, hay majaderos ricos y pobres, mequetrefes ilustrados e iletrados, cretinos que maldicen y que aplauden, y a veces, al mismo tiempo. La imbecilidad, posiblemente sea la característica social que más iguala a los españoles, hay idiotas en Murcia y tontos en Asturias, zoquetes en Andalucía y papanatas en Extremadura, garrulos en Madrid, zopencos en Cataluña y simples en Euskadi, al igual que en las demás comunidades; lo extraño en este país es no ser idiota, yo también lo soy, por supuesto, pues durante varios años me he dedicado a analizar, gastando mi tiempo libre en balde, los porqués de esta maldición bíblica que nos convierte a los españoles en tarugos incorregibles.

¿Cuánto tiempo malgastamos los españoles en hacer cosas que no sirven más que para amargarnos la vida?. ¿Cuánta vida nos dejamos en la melancolía de desear lo imposible mientras aceptamos lo deleznable?. Nadie en el mundo ha llegado tan alto para, poco después, caer tan bajo. Gloria y miseria en partes proporcionales, a lo largo de nuestra historia.  En ningún país del mundo hay tanta gente que se queja de su triste condición natural por la mañana y por la tarde se convierte en patriota de lo contrario. El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha hubiera conquistado el mundo, sino fuera porque se lo desaconsejó su escudero de burro, Sancho Panza, que a su vez estaba empeñado en asegurar su porvenir. 

En un último intento, ya cansado de bregar con la inopia nacional, trataré de exponer algunas cuestiones que durante los últimos siete años me han parecido dignas de reseña.
España es el único país del mundo en que cualquiera sabe más de lo que sea que el interlocutor que se expone a sus soflamas y proclamas. En un prodigio de soberbia insostenible, sólo hay que ver cualquier discusión en la barra de un bar o el Parlamento para comprobar que esto no tiene remedio, porque en España la razón, la fe, y la certeza no son una, sino tantas como españoles. Aquí no hay relativismo, ¡qué más quisiéramos!, lo que hay es atomismo, pero en el sentido de prescindir de las enseñanzas escolásticas de Santo Tomás de Aquino, nos hemos quedado en las verdades reveladas por San Agustín. 

En los últimos años hemos vivido en la revelación permanente, en prodigio milagroso de “adanismo”, descubriendo que la crisis económica no era tal cosa sino una desaceleración, que los problemas financieros eran de los demás; que los asesinos de ETA eran, en el fondo, hombres de paz; que el presidente del Gobierno español, hombre de gran talante y escaso talento, defendía el inconstitucional Estatut de Cataluña ¡en el Parlamento español! como algo "suyo"; que no había jóvenes, sino jóvenes y jóvenas, para llegar a descubrir con su sucesor, que la mejor forma de salir de la crisis no es otra que empobrecernos con alegría a mayor gloria de los petardos que ocupan actualmente La Moncloa, mientras el actual Presidente del Gobierno se siente muy orgulloso de no haber cumplido con su programa –es decir, de haber mentido para ganar las elecciones- pero sin embargo cumpliendo con su deber (que no debe tener nada que ver con su programa, por lo que se ve) –ni el mismo Franco se hubiera atrevido a semejante prodigio de despotismo reaccionario-, que prodigiosa desfachatez. En este país los que mandan (no gobiernan), esperan que los españoles les aplaudamos, y no se crean, todavía hay muchos que lo hacen, pensando, como el Cándido de Voltaire, la suerte que tienen de que les amarguen la vida precisamente los que están, porque seguramente otros, todavía se la podrían amargar más.

España cuenta sin duda con la opinión pública más lerda del planeta, en este país si alguien dice que los extraterrestres han sido los culpables de la crisis que atravesamos, seguramente, al día siguiente, muchos mirarán al cielo a ver si ven los platillos volantes... y los verán, no lo duden.

Sólo hay que observar lo que ha ocurrido con la corrupción, es decir que desde todos los partidos políticos se ha trincado lo que no está contabilizado en el Tribunal de Cuentas; sin embargo, los españoles discutimos si lo han hecho más unos que otros, antes de ponernos a dirimir sobre el auténtico sexo de los ángeles, la superioridad del Madrid o el Barsa, la bondad de Zapatero o Rajoy; o los devaneos de los esperpentos coronados o blasonados; lo hacemos obsesivamente, sin interrupción, durante semanas, meses o años, hasta que aparece otra barbaridad,  que desplaza a la anterior del foco opinático,  como si eso resolviera alguno de nuestros problemas o sirviera para algo útil o provechoso.

Inútil es, claro, cualquier intento de regreso a la normalidad, porque en España un taxista sabe más de economía  que un premio nóbel, y un premio nóbel de economía sabe más de conducir que un taxista. Los españoles sabemos de todo, pero no nos sirve para nada, que pérdida de energías y recursos, mientras la prima de riesgo nos asfixia, lo que nos preocupa es si Bárcenas o Blanco se llevaron más, con lo fácil que sería concluir que entre Bárcenas y Blanco se llevaron mucho y es necesario juzgarlos a ambos, de forma abreviada, con la celeridad que un rayo visita un pararrayos.

En ningún otro país del mundo, el conocimiento es más inútil que en España, menos valorado y reconocido, no sirve para nada, porque como dijo en su día Jean François Revel: “la primera de las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira” y en España, la mentira está mejor valorada que la verdad, la verdad nos molesta, nos incomoda, no estamos acostumbrados a escucharla y admitirla, por eso preferimos seguir viviendo permanentemente en la farsa que se representa, entre el embaucamiento y la patraña.

La doxología es un término polisémico, que si bien significa la propiedad de dar gloria a Dios que debe tener el lenguaje teológico para ser auténtico, por otra parte también se refiere a la ciencia que se ocupa del estudio de la opinión pública.

En la Grecia clásica, la doxa era el conocimiento vulgar u ordinario del hombre, no sometido a una rigurosa reflexión crítica (venía a ser el sentido común), que se oponía a la episteme, que es el conocimiento reflexivo elaborado con rigor y criterio. En este país atormentado, vivimos desde hace siglos en la doxología (las opiniones), pudiendo residir plácidamente en la epistemología (los juicios), porque la incultura de nuestros gobernantes y sus gobernados, que somos todos, trata ininterrumpidamente de hacer el mundo a la medida de sus desconocimientos, sin impedir aguerridas opiniones sobre todo lo opinable, aunque sea por prodigio milagroso, ciencia infusa o posesión de carnet de un partido político o sindicato. Si lo ha dicho.... algo habrá.

Por eso en España no es extraño que aquellos que muestren saber algo más que los otros sean chivos expiatorios de sus inquinas (y envidias);  así hemos logrado tener en el elenco de la representaciones, políticas y no políticas, a los más incapaces personajes de la historia de este país, por una suerte de evolución y empoderamiento antinatural, dispuestos a enseñarnos que saben hacer la o con un canuto, siempre que les demos tiempo suficiente, porque para eso ocupan un cargo, aunque no hayan demostrado en su atribulada existencia tener condición alguna para detentarlo, más que su geta extrema

¿Cómo se va a poder volar con alas de plomo?, se preguntará cualquier niño que todavía no haya pasado por la escuela del estropicio intelectual de los telediarios, o cualquier extranjero que haya acudido a visitarnos, antes de salir  corriendo del espanto. Con alas de plomo, no se puede volar, que de eso se trata,  para que los de arriba puedan seguir donde están y los de abajo, también

La única forma de que sigamos como estamos, en el más de lo mismo, es asesinar la razón, la verdad, la libertad, la honestidad, la tolerancia, la transparencia, la inteligencia, el trabajo, el esfuerzo, la responsabilidad, la competencia, para seguir conquistando el mundo, mientras nos morimos de hambre, al tiempo que otros se forran por decirnos lo que debemos pensar, sentir y hacer para que ellos sigan en el Nirvana, mientras nosotros nos acostumbramos al Infierno.

Mientras no civilicemos al poder político, al económico, al judicial, y desparasitemos las instituciones de mentecatos, no hay nada que hacer. La Santa Inquisición de la estupidez seguirá guíando nuestras vidas.

Enrique Suárez



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