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domingo, 20 de mayo de 2012

El bucle iterativo y la regresión al desastre


"Los cántaros, cuanto más vacíos, más ruido hacen" Alfonso X el Sabio

El mayor problema que atraviesa España no es la crisis económica, sino la crisis de incertidumbre en la que estamos viviendo en este país, algo que genera elevadas cotas de inseguridad, ansiedad y depresión generalizada entre los españoles. La crisis económica es una realidad, pero no es toda la realidad, ni representa más que la consecuencia de nuestros problemas; más que el origen de nuestro malestar, es simplemente el resultado de las equivocaciones cometidas, de los errores acumulados, de la irresponsabilidad de los que debieron haber sido responsables, cuando era posible resolver la crisis sin tanto dolor, sufrimiento y desesperación, para la inmensa mayoría de los españoles, afectando especialmente a las capas sociales más desvalidas: pensionistas, mujeres, jóvenes, parados e inmigrantes, que eran precisamente las que nos decían que querían proteger los progresistas que nos han llevado a la recesión y la regresión.

El razonamiento que se está haciendo sobre la crisis económica desde el Gobierno y la mayoría de los medios de comunicación es, lamentablemente, erróneo. Parece mentira, pero así es. Atribuir a la crisis económica la causa de los males, es lo mismo que echarle la culpa al cambio estacional de la subida del oro, o a los dioses de que llueva o haga sol. No tiene sentido, no tienen sentido, quienes están tomando las decisiones desde el Gobierno.

Una crisis económica nunca es causa de nada, sino una consecuencia de todo, de todo lo que se ha hecho mal, un castigo de la mano invisible contra la desmesura de los poderosos que han tomado decisiones erróneas, fundamentadas en sus delirios alejados de cualquier posible razón, más allá de su perpetuación por haber concedido pan y circo al pueblo. Un castigo contra el pueblo que ha elegido a unos impresentables para representarles. Una sanción a la sinrazón de los que han hecho negocios y se han forrado bajo el paradigma de que el dinero público no es de nadie. Una crisis económica es la condena al infierno del ostracismo y la miseria, cuando la soberbia, la mendacidad y la hibrys en los poderosos les ha llevado a la vesania.

Tratar de resolver la crisis económica como la causa de nuestros males, es la mejor forma de incrementarlos. La crisis económica, ante todo es un problema conceptual, que requiere una epistemología apropiada para su conocimiento, un paradigma acertado para su resolución. Cualquier analista sabe que una crisis económica, tiene causas y efectos, en el Gobierno español desconocen por completo como se puede resolver esta crisis económica, al igual que los que se fueron desconocían que sus políticas erróneas nos conducían al abismo. Parece mentira, que tras tantos errores cometidos, no haya ni siquiera un responsable, ni una crítica fundamentada, ni un análisis certero que sentencie y condene lo que ha ocurrido, ocurre y ocurrirá; aquí está el mayor problema de esta crisis económica para los españoles: la incertidumbre cancerígena que terminará contaminándolo todo, personas, actos y obras en este país.

Para resolver esta crisis hay que fijarse en las causas que la han creado y eliminarlas radicalmente, para que el mercado pueda fluir con cauces de riqueza y dinero por estos páramos desolados de la sinrazón. Para resolver esta crisis el Gobierno no puede seguir practicando políticas keynesianas de defensa de lo público a cualquier precio, puesto que lo público, además de ser una de las posibles formas de proveer servicios es también una caverna de parásitos sobrealzados por el poder y acantonados en sus privilegios, a costa de los perjuicios de quienes les sufragan su buen vivir.

El Estado debe reducirse hasta asegurar el bienestar básico de los ciudadanos, eliminando todos los excesos que le sobran, que se están llevando el futuro de nuestros nietos por delante. El Estado puede paliar las graves consecuencias de la crisis económica sobre los ciudadanos, pero no puede seguir funcionando como Estado Providencia que provea de todo lo que precise la gente para su bienestar. Negar esa realidad es retrasar las soluciones y condenarnos a seguir en la crisis mucho más tiempo del requerido, si se hicieran las cosas bien, que no se están haciendo.

La crisis económica requiere un REGRESO A LA REALIDAD, para evitar la regresión al desastre a que nos conduce el bucle iterativo que se ha creado por no analizar correctamente su esencia y sustancia. Las causas de la crisis son el excesivo gasto público, pero la solución no es la austeridad extrema a que nos está sometiendo el Gobierno, porque así se colapsa el sistema económico. La solución pasa por equilibrar gasto y austeridad en el punto óptimo al que nos conduce la razón. No podemos gastar más de lo que tenemos, pero tampoco podemos ahorrar más de lo que nos impida la supervivencia.

Lamentablemente en España, hemos entrado en una reacción en cadena de severo pronóstico, en un bucle iterativo de insospechadas y pésimas consecuencias. El análisis secuencial del proceso es sencillo, a medida que las consecuencias van siendo más graves, funcionan como nuevas causas que se añaden a las anteriores para agravar la situación. El ejemplo alegórico es sencillo, cuando un barco que navega se está hundiendo por tener un boquete en su casco, la posibilidad de que resuelva su situación no depende exclusivamente del agua achicada que debe ser al menos igual o mayor que la que inunde su estructura, sino la celeridad con que se cierre el boquete por el que entra en las bodegas, cuanto más se tarde en cerrar el boquete, menos posibilidad de salvar la nave, por mucha agua que se achique.

El Gobierno de España achica el agua que entra en la nave, pero no cierra el boquete por donde entra y ha detenido los motores, en vez de seguir su rumbo hacia el primer puerto en el que puedan resolver su avería. Al final, el desesperado SOS que se lanza desde La Moncloa a los aliados europeos es una demostración histérica de que no saben resolver los problemas, porque nadie puede cerrar el boquete más que los que se encuentran dentro del barco.

Esta crisis económica, como todas las que han ocurrido en España, se resuelve con unos ingredientes muy sencillos: conocimiento, trabajo, imaginación y paciencia, pero fundamentalmente con serenidad y sosiego, informando a los españoles de la situación en la que nos encontramos, no sometiendo a este pueblo a los latigazos del despropósito permanente de la improvisación y la imposición de criterios, arbitrarios y alienados, que no suscitan la confianza ni en los de dentro, ni en los de fuera.

Lamentablemente, lo que se ha descrito no es un problema de la crisis económica, sino de la incapacidad de un Gobierno para resolverla.

Enrique Suárez

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